Italia
Julio de 2021
Los Dolomitas
Preparativos
Siempre habíamos pensado que la mejor manera de conocer los Dolomitas italianos sería haciendo caminatas y senderismo por sus montañas. Sin embargo, cuando visitamos la zona, descubrimos que hay mucha gente (y hacemos énfasis en lo de mucha) que la recorre en moto e, incluso, en bicicleta. Una gran cantidad de moteros disfrutan serpenteando por las carreteras, a la par que agrupaciones y clubes ciclistas pedalean por las interminables curvas en herradura de los puertos más míticos.
Nosotros somos más de caminar, así que programamos el viaje en base a algunas de las más icónicas rutas de senderismo de los Dolomitas.
Decidimos volar hasta Milán y allí alquilar un coche para toda la ruta. El aeropuerto de Venecia está mucho más cerca, pero nos apetecía finalizar nuestra estancia en Italia disfrutando de un par de días en la capital de Lombardía, ciudad que nos gustó mucho en nuestra primera visita, allá por septiembre de 2017.
Confeccionamos previamente todo el itinerario antes de partir. Para ello, nos basamos en gran medida en el blog conbotasymochila, en cuyas publicaciones relatan un viaje similar al nuestro, donde narran con todo lujo de detalles las caminatas que hicieron. Modificamos algunas cosas, principalmente con el objetivo de hacer la estancia menos exigente físicamente.
También reservamos los alojamientos con antelación, pues aunque la oferta en los Dolomitas es amplia y variada, por ser una zona muy concurrida, está un poco subida de precio. Por este motivo, la búsqueda de hospedaje fue probablemente nuestro mayor quebradero de cabeza del viaje, ya que no queríamos arruinarnos. En este trance descubrimos algo curioso: aunque al principio nos fiábamos del famoso buscador booking.com, resultó que, en la mayoría de sitios, era más barato reservar directamente en la página web de los propios alojamientos.
Otra cosa que descubrimos sobre el terreno es que en los Dolomitas es preferible medir las distancias en tiempo, no en kilómetros.
También nos encontramos con que todos los nombres propios de localidades, montañas, lagos, ríos… tenían su denominación en dos idiomas: italiano y alemán. Algo lógico, pues la zona ha cambiado de manos en varias ocasiones; aunque era común encontrar gente que hablase las dos lenguas, en algunos sitios predominaba claramente una o la otra, por lo que casi nunca sabíamos en qué idioma comenzar las conversaciones.
En total, en nuestras casi dos semanas de viaje, recorrimos unos 1 300 kilómetros; pueden no parecer demasiados, pero nos pasamos más tiempo dentro del coche del que se pueda uno imaginar.
Siempre habíamos pensado que la mejor manera de conocer los Dolomitas italianos sería haciendo caminatas y senderismo por sus montañas. Sin embargo, cuando visitamos la zona, descubrimos que hay mucha gente (y hacemos énfasis en lo de mucha) que la recorre en moto e, incluso, en bicicleta. Una gran cantidad de moteros disfrutan serpenteando por las carreteras, a la par que agrupaciones y clubes ciclistas pedalean por las interminables curvas en herradura de los puertos más míticos.
Nosotros somos más de caminar, así que programamos el viaje en base a algunas de las más icónicas rutas de senderismo de los Dolomitas.
Decidimos volar hasta Milán y allí alquilar un coche para toda la ruta. El aeropuerto de Venecia está mucho más cerca, pero nos apetecía finalizar nuestra estancia en Italia disfrutando de un par de días en la capital de Lombardía, ciudad que nos gustó mucho en nuestra primera visita, allá por septiembre de 2017.
Confeccionamos previamente todo el itinerario antes de partir. Para ello, nos basamos en gran medida en el blog conbotasymochila, en cuyas publicaciones relatan un viaje similar al nuestro, donde narran con todo lujo de detalles las caminatas que hicieron. Modificamos algunas cosas, principalmente con el objetivo de hacer la estancia menos exigente físicamente.
También reservamos los alojamientos con antelación, pues aunque la oferta en los Dolomitas es amplia y variada, por ser una zona muy concurrida, está un poco subida de precio. Por este motivo, la búsqueda de hospedaje fue probablemente nuestro mayor quebradero de cabeza del viaje, ya que no queríamos arruinarnos. En este trance descubrimos algo curioso: aunque al principio nos fiábamos del famoso buscador booking.com, resultó que, en la mayoría de sitios, era más barato reservar directamente en la página web de los propios alojamientos.
Otra cosa que descubrimos sobre el terreno es que en los Dolomitas es preferible medir las distancias en tiempo, no en kilómetros.
También nos encontramos con que todos los nombres propios de localidades, montañas, lagos, ríos… tenían su denominación en dos idiomas: italiano y alemán. Algo lógico, pues la zona ha cambiado de manos en varias ocasiones; aunque era común encontrar gente que hablase las dos lenguas, en algunos sitios predominaba claramente una o la otra, por lo que casi nunca sabíamos en qué idioma comenzar las conversaciones.
En total, en nuestras casi dos semanas de viaje, recorrimos unos 1 300 kilómetros; pueden no parecer demasiados, pero nos pasamos más tiempo dentro del coche del que se pueda uno imaginar.
Brescia y Bolzano
Desde Milán hay un trayecto bastante largo hasta los Dolomitas. Como nuestro vuelo aterrizaba por la tarde, nuestra primera parada sería a medio camino, en Brescia. Llegamos a la hora de cenar, así que una vez hubimos dejado nuestras cosas en el hotel, simplemente salimos a comer una pizza y un helado por la zona.
La mañana siguiente decidimos hacer una rápida visita de la ciudad (que al final no lo fue tanto) antes de encaminarnos hacia los Dolomitas.
Comenzamos subiendo al castillo, que domina la ciudad desde lo alto. Se puede deambular por el interior de sus murallas libremente, aunque casi lo más bonito es el exterior. Bajamos a la ciudad por unas callejuelas empedradas y llegamos a la zona arqueológica. Allí entramos en el Museo di Santa Giulia, el más interesante de Brescia en palabras del empleado de recepción de nuestro hotel. Sin duda, el museo alberga una serie de rincones y elementos que hacen que su visita sea una delicia. Ubicado en el monasterio del mismo nombre, cuenta con un bonito claustro.
Desde Milán hay un trayecto bastante largo hasta los Dolomitas. Como nuestro vuelo aterrizaba por la tarde, nuestra primera parada sería a medio camino, en Brescia. Llegamos a la hora de cenar, así que una vez hubimos dejado nuestras cosas en el hotel, simplemente salimos a comer una pizza y un helado por la zona.
La mañana siguiente decidimos hacer una rápida visita de la ciudad (que al final no lo fue tanto) antes de encaminarnos hacia los Dolomitas.
Comenzamos subiendo al castillo, que domina la ciudad desde lo alto. Se puede deambular por el interior de sus murallas libremente, aunque casi lo más bonito es el exterior. Bajamos a la ciudad por unas callejuelas empedradas y llegamos a la zona arqueológica. Allí entramos en el Museo di Santa Giulia, el más interesante de Brescia en palabras del empleado de recepción de nuestro hotel. Sin duda, el museo alberga una serie de rincones y elementos que hacen que su visita sea una delicia. Ubicado en el monasterio del mismo nombre, cuenta con un bonito claustro.
La visita al museo se hace siguiendo una ruta, en la que lo más destacable son una cruz del siglo VIII con piedras preciosas, unos mosaicos en el suelo y unos frescos muy bien conservados. Recorrerlo nos llevó más tiempo del que habíamos calculado, pues es más grande de lo que parece; además, dedicamos bastante tiempo en apreciar los detalles. |
A la salida recorrimos el centro histórico, donde destacan varias plazas muy bonitas y amplias, entre ellas, la Piazza Loggia, que cuenta con un reloj astronómico; o la Piazza Paolo VI, donde se halla la catedral (como estaba cerrada, tuvimos que conformamos con contemplarla por fuera).
Deambulamos un rato más por el centro, que ya comenzaba a animarse, y regresamos paseando hasta el hotel, donde recogimos el coche y emprendimos el camino hacia las montañas. Fue una visita muy agradable.
Deambulamos un rato más por el centro, que ya comenzaba a animarse, y regresamos paseando hasta el hotel, donde recogimos el coche y emprendimos el camino hacia las montañas. Fue una visita muy agradable.
Para llegar a Bolzano tuvimos un buen tramo de autopistas con bastante tráfico. Bordeamos el lago di Garda, pasamos muy cerca de Trento y nos adentramos en un bonito y frondoso valle que nos condujo hasta nuestro destino. A nuestra llegada a Bolzano estaba lloviendo, así que lo primero que hicimos fue comer algo. A la salida del restaurante continuaba chispeando, así que dimos un rápido paseo por el centro. Nos gustó mucho la Via Portici, estrecha calle con arcadas a ambos lados. La Piazza delle Erbe no tenía el ambiente esperado, ya que casi todos los puestos callejeros estaban cerrados. Nos acercamos hasta la catedral y, tras dar un breve y húmedo paseo, regresamos al coche.
Mientras iba cayendo la tarde y continuaba lloviendo, ascendimos con cuidado hasta lo alto del mítico paso Pordoi, donde estaba nuestro alojamiento para las próximas dos noches.
Los Dolomitas
La mañana siguiente amaneció con buen tiempo, hecho que, afortunadamente para nosotros, sería la tónica general del viaje. Nos calzamos las botas y comenzamos nuestra ruta de senderismo. La de ese día partía desde el mismo paso Pordoi, así que, según terminamos de desayunar, echamos a andar. La caminata nos llevaría hasta el refugio Viel dal Pan dando una pequeña vuelta, para desde allí regresar al punto de partida por la otra vertiente de la montaña. Una ruta circular de casi trece kilómetros sin un gran desnivel. Perfecta para el primer día.
Tras un pequeño ascenso, dejamos el refugio Sass Becè a mano izquierda y lo bordeamos para llegar hasta el refugio Fredarola. Toda esta ladera está llena de pistas de esquí, por lo que hay muchos remontes y refugios.
Enseguida nos topamos con el refugio Viel dal Pan; a partir de ahí, abandonamos las pistas y los caminos anchos y nos adentramos en un sendero estrecho que nos llevaría hacia la Porta Vescovo. Desde ese punto se obtiene una magnífica vista de la imponente Marmolada. Un poco mas adelante disfrutamos de una maravillosa panorámica del lago di Fedaia.
Los Dolomitas
La mañana siguiente amaneció con buen tiempo, hecho que, afortunadamente para nosotros, sería la tónica general del viaje. Nos calzamos las botas y comenzamos nuestra ruta de senderismo. La de ese día partía desde el mismo paso Pordoi, así que, según terminamos de desayunar, echamos a andar. La caminata nos llevaría hasta el refugio Viel dal Pan dando una pequeña vuelta, para desde allí regresar al punto de partida por la otra vertiente de la montaña. Una ruta circular de casi trece kilómetros sin un gran desnivel. Perfecta para el primer día.
Tras un pequeño ascenso, dejamos el refugio Sass Becè a mano izquierda y lo bordeamos para llegar hasta el refugio Fredarola. Toda esta ladera está llena de pistas de esquí, por lo que hay muchos remontes y refugios.
Enseguida nos topamos con el refugio Viel dal Pan; a partir de ahí, abandonamos las pistas y los caminos anchos y nos adentramos en un sendero estrecho que nos llevaría hacia la Porta Vescovo. Desde ese punto se obtiene una magnífica vista de la imponente Marmolada. Un poco mas adelante disfrutamos de una maravillosa panorámica del lago di Fedaia.
Una corta pero exigente subida nos condujo hasta Porta Vescovo, desde donde contemplamos ambas partes del valle. A partir de ahí comienza la vuelta al punto de partida por el otro valle. Descendimos por una pista hasta la altura de la carretera y desde allí recorrimos un sendero que transcurre más o menos paralelo a la carretera. Atravesamos un río cubierto por un nevero, desde donde ya se veía el final de la ruta, a la que llegamos tras atravesar la carretera.
Una ruta bonita, con mucho verde por todas partes, pero que quizá fue la que menos nos gustó de todas las que hicimos por los Dolomitas.
Por la tarde cogimos el coche y fuimos, primero hasta el paso Sella, y después al paso Gardena. Estos pasos de alta montaña son lugares magníficos para contemplar el paisaje. Los Dolomitas están diseminados por tres provincias italianas: Trentino-Alto Adige, Veneto y Friuli-Venezia Gulia. Muchos de estos pasos señalan el límite provincial. También hay una pequeña área de los Dolomitas que pertenece a Austria (de hecho, pasamos muy cerca de la frontera en un momento de nuestro viaje).
Por la tarde cogimos el coche y fuimos, primero hasta el paso Sella, y después al paso Gardena. Estos pasos de alta montaña son lugares magníficos para contemplar el paisaje. Los Dolomitas están diseminados por tres provincias italianas: Trentino-Alto Adige, Veneto y Friuli-Venezia Gulia. Muchos de estos pasos señalan el límite provincial. También hay una pequeña área de los Dolomitas que pertenece a Austria (de hecho, pasamos muy cerca de la frontera en un momento de nuestro viaje).
La última visita del día fue Canazei, un importante núcleo de población donde, después de dar un apacible paseo, aprovechamos para cenar.
Nuestra segunda ruta senderista nos llevaría hasta la base de las torres del Vaiolet. Sabíamos que era una ruta concurrida, por lo que madrugamos un poco. Fuimos hasta Vigo di Fassa, donde nos montamos en el funicular Catinaccio, que nos subió hasta Campedie. Este lugar, una agradable pradera con varios restaurantes, es el inicio de muchas rutas, aunque la más habitual es la que hicimos nosotros. |
Desde Campedie, un bonito sendero que atraviesa un bosque lleva directamente hasta el refugio Gardeccia. Esa primera parte es para todos los públicos. El día de nuestra visita la encontramos muy concurrida, especialmente de familias con niños.
A partir de ahí la cosa se pone interesante. Para nuestra sorpresa, vimos a mucha gente continuar. Una vez se pasa junto al refugio, una pista de arena con piedras asciende la montaña hacia los refugios Press y Vaiolet, ubicados ambos a los pies de las cuatro torres. El paisaje cambia dramáticamente y se abandona prácticamente la vegetación, que es sustituida por piedras y rocas por todas partes.
El refugio Press se vislumbra muy pronto, gracias a que está ubicado casi sobre el risco. La subida es exigente, pero mientras ascendíamos nos percatamos de que la bajada no lo iba a ser menos; especialmente porque el terreno prometía ser un tanto resbaladizo, al estar lleno de pequeñas piedras y tener tanto desnivel.
Una vez llegamos a la base de las torres del Vaiolet, encontramos el refugio del mismo nombre. La mayor parte de la gente que asciende se queda ahí. Es lo que hicimos nosotros. Sin embargo, las posibilidades no terminan aquí, y hay unos cuantos senderos que continúan.
Una vez llegamos a la base de las torres del Vaiolet, encontramos el refugio del mismo nombre. La mayor parte de la gente que asciende se queda ahí. Es lo que hicimos nosotros. Sin embargo, las posibilidades no terminan aquí, y hay unos cuantos senderos que continúan.
Descansamos un rato y nos relajamos contemplando el lugar, tras lo cual iniciamos la bajada hasta Campedie. En total, casi diez kilómetros de ruta.
Por la tarde fuimos al lago di Carezza. En los Dolomitas hay lagos por todas partes, así que, antes de partir, tuvimos que hacer una selección de los que queríamos visitar (sabiendo de antemano que nos dejaríamos alguno imprescindible sin ver). El lago di Carezza es pequeño, tiene un sendero de lo circunvala y se recorre muy fácilmente en muy poco tiempo. El lugar es impresionante: el precioso color del agua, los árboles frondosos que lo rodean, con la silueta de las montañas al fondo, nos pareció una combinación única.
Por la tarde fuimos al lago di Carezza. En los Dolomitas hay lagos por todas partes, así que, antes de partir, tuvimos que hacer una selección de los que queríamos visitar (sabiendo de antemano que nos dejaríamos alguno imprescindible sin ver). El lago di Carezza es pequeño, tiene un sendero de lo circunvala y se recorre muy fácilmente en muy poco tiempo. El lugar es impresionante: el precioso color del agua, los árboles frondosos que lo rodean, con la silueta de las montañas al fondo, nos pareció una combinación única.
Al día siguiente dejamos nuestro hotel para dirigirnos al siguiente alojamiento, donde pasaríamos las dos próximas noches. De camino, hicimos una parada para hacer nuestra consabida caminata. En esta ocasión, después de conducir un buen trecho, llegamos hasta el inmenso aparcamiento del funicular de Siusi Seis. Subimos en el mismo hasta Compatsch, la principal estación de Alpe di Siusi, una enorme meseta y a la vez el prado alpino más grande de Europa. De allí parten multitud de senderos y rutas, pero nosotros hicimos el popular Giro della Bullaccia, un recorrido de unos diez kilómetros que bordea el monte Bullaccia.
La ruta está muy bien indicada y, salvo la subida inicial hasta lo alto (que es bastante larga), el resto del camino es un apacible sendero con unas vistas increíbles del valle del Gardena, el mismo por el que habíamos transitado esa mañana. El paisaje es muy alpino y verde durante todo el trayecto. A lo lejos se ven muchas cadenas dolomíticas. Una vez completada la vuelta, la bajada es bastante empinada, por lo que tuvimos que andarnos con mucho ojo.
La ruta está muy bien indicada y, salvo la subida inicial hasta lo alto (que es bastante larga), el resto del camino es un apacible sendero con unas vistas increíbles del valle del Gardena, el mismo por el que habíamos transitado esa mañana. El paisaje es muy alpino y verde durante todo el trayecto. A lo lejos se ven muchas cadenas dolomíticas. Una vez completada la vuelta, la bajada es bastante empinada, por lo que tuvimos que andarnos con mucho ojo.
De vuelta al coche condujimos hasta el alojamiento, que estaba muy cerca, en la población de Fié allo Sciliar. Por la tarde nos acercamos hasta Castelrotto, una pequeña localidad que, según la guía, era muy bonita. A nosotros nos decepcionó un poco.
La mañana siguiente teníamos prevista una caminata de unas cinco horas, pero amaneció lluvioso, por lo que nos pareció más prudente abortar la misión. El día anterior nos habían dado un mapa magnífico de todo Alpe di Siusi, donde vimos que desde Fié allo Sciliar, el pueblo donde nos encontrábamos, salían varias rutas. Decidimos que sería más prudente optar por alguna de ellas, por si el día evolucionaba a peor.
La mañana siguiente teníamos prevista una caminata de unas cinco horas, pero amaneció lluvioso, por lo que nos pareció más prudente abortar la misión. El día anterior nos habían dado un mapa magnífico de todo Alpe di Siusi, donde vimos que desde Fié allo Sciliar, el pueblo donde nos encontrábamos, salían varias rutas. Decidimos que sería más prudente optar por alguna de ellas, por si el día evolucionaba a peor.
Escogimos la que subía al Laghetto di Fié. Durante casi una hora estuvimos subiendo sin parar hasta que alcanzamos el lago. Mientras lo bordeábamos, vimos que algunos valientes que se estaban bañando en él. Tras detenernos a contemplar otro pequeño lago cercano, decidimos ascender hasta una pradera donde había un restaurante. Cuando ya divisábamos a lo lejos el local, comenzó a diluviar. Tuvimos el tiempo justo de llegar sin calarnos. Estuvimos haciendo tiempo tomando un café, hasta que después de un buen rato dejó de llover, momento que aprovechamos para regresar al pueblo por otro sendero.
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Como parecía que el tiempo daba una tregua, escogimos otro de los senderos del mapa. Esta vez, uno que bordeaba el pueblo pasando por un pequeño bosque, con unas bonitas vistas de un valle cercano. A lo largo del camino nos encontramos con unos cuantos viñedos y un antiguo castillo en la otra margen del valle.
Por la tarde cayó una tormenta de proporciones épicas, pero nos pilló ya en nuestro alojamiento. Para haber sido un día improvisado y un tanto inestable climáticamente, estuvo muy bien aprovechado.
La jornada siguiente la habíamos planteado como un día de descanso en materia de caminatas, aunque eso no quiere decir que fuéramos a quedarnos parados.
Teníamos que cambiar de alojamiento para la excursión del día siguiente, así que, de camino, hicimos unas cuantas paradas. La primera fue en la iglesia de Santa Maddalena, una pequeña capilla situada en medio de un valle con vistas a una bonita cadena dolomítica.
La jornada siguiente la habíamos planteado como un día de descanso en materia de caminatas, aunque eso no quiere decir que fuéramos a quedarnos parados.
Teníamos que cambiar de alojamiento para la excursión del día siguiente, así que, de camino, hicimos unas cuantas paradas. La primera fue en la iglesia de Santa Maddalena, una pequeña capilla situada en medio de un valle con vistas a una bonita cadena dolomítica.
La siguiente fue en Brunico, una animada población muy cerca ya de la frontera con Austria. Allí hicimos una parada larga para comer algo y tomar un café, tras lo cual emprendimos la marcha para poner rumbo al lago di Braies. Este pintoresco lago es uno de los más famosos (si no el que más) y visitados de los Dolomitas. Hay un sendero bastante sencillo, salvo una zona de escaleras, que recorre todo el perímetro del lago. Es un paseo muy agradable de algo más de una hora, en el que se puede ir disfrutando de las diferentes panorámicas que ofrece el lugar.
Del lago condujimos hasta Dobbiaco, municipio que se encuentra a tan solo catorce kilómetros de Austria. Lo atravesamos y paramos en el lago di Dobbiaco, a las afueras del lugar. Este no tiene un sendero que lo rodee, pero es también bonito y muy popular, así que dimos otro paseo por la zona.
Continuando hacía nuestro destino pasamos junto al lago di Landro, donde vimos que había un restaurante. Como estaba muy cerca de nuestro alojamiento, decidimos volver allí para cenar. Afortunadamente fuimos pronto, porque la cocina cerraba a las seis de la tarde: parece que el lugar está más enfocado a las comidas que a las cenas. Lo bueno de llegar a última hora fue que nos quedamos solos en la terraza cenando, así que estuvimos muy a gusto.
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El día siguiente nos esperaba la ruta de Tre Cime di Lavaredo, una de las más populares de los Dolomitas. La caminata parte del refugio Auronzo. Para llegar a él, hay una carretera de peaje que al parecer cierra cuando el aparcamiento se llena. También hay un autobús que parte de Dobbiaco, que sube directo hasta el refugio. Como tenía una parada junto a nuestro hotel, decidimos reservar asientos para el día siguiente y así asegurarnos la visita.
Nos tocó madrugar un poco, pero lo agradecimos, porque cuando llegamos al refugio había ya bastantes coches. La ruta, de unos diez kilómetros, consiste en rodear las tres cimas. Tiene un par de zonas un poco exigentes, pero en general es bastante apta para todo el mundo. La vista de las tres cimas es sensacional durante casi la mitad de la ruta; esto hace que sea una excursión tan popular.
Cuando empezamos a caminar había nubes bajas agarradas a las tres cimas y cruzamos los dedos para que en algún momento se disiparan. Tras un rato caminando paralelos a las cimas, el sendero dio un giro y nos encontramos el refugio Lavaredo. Desde allí parten varios senderos, pero todos llegan a la base de las cimas por un lateral. Desde allí nos fuimos alejando camino al refugio Locatelli. La vista es tan espectacular, que a cada segundo girábamos la cabeza para contemplar la imagen de las Tre Cime di Lavaredo.
Nos tocó madrugar un poco, pero lo agradecimos, porque cuando llegamos al refugio había ya bastantes coches. La ruta, de unos diez kilómetros, consiste en rodear las tres cimas. Tiene un par de zonas un poco exigentes, pero en general es bastante apta para todo el mundo. La vista de las tres cimas es sensacional durante casi la mitad de la ruta; esto hace que sea una excursión tan popular.
Cuando empezamos a caminar había nubes bajas agarradas a las tres cimas y cruzamos los dedos para que en algún momento se disiparan. Tras un rato caminando paralelos a las cimas, el sendero dio un giro y nos encontramos el refugio Lavaredo. Desde allí parten varios senderos, pero todos llegan a la base de las cimas por un lateral. Desde allí nos fuimos alejando camino al refugio Locatelli. La vista es tan espectacular, que a cada segundo girábamos la cabeza para contemplar la imagen de las Tre Cime di Lavaredo.
Al llegar al refugio la vista es brutal: desde él también se ve un pequeño lago a sus pies y el valle del otro lado. Un lugar realmente increíble.
Tras descansar un rato junto al refugio, comenzamos a caminar por la larga bajada que desciende hasta el punto más bajo de la ruta. Desde ahí, una corta pero intensa subida culmina en el otro lateral de las cimas. Luego solo queda ir bordeando la falda de la última montaña para regresar al refugio Auronzo por el otro lado.
En definitiva, una ruta sin complicaciones, agradable y con un paisaje espectacular en todo momento.
Regresamos nuevamente en autobús hasta nuestro alojamiento, donde habíamos dejado aparcado el coche, y desde allí condujimos hasta nuestro último hotel del viaje pasando por Cortina D’Ampezzo, la localidad más famosa de los Dolomitas. A nosotros nos decepcionó un poco: el interés turístico no va más allá de una calle central peatonal llena de tiendas de lujo. Quizá lo mejor del sitio es que está ubicado en la confluencia de cuatro valles, por lo que tiene un acceso fácil a diversos lugares y pistas de esquí en invierno.
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La mañana siguiente habíamos planificado una caminata con la idea de que sería sencilla, pero no lo fue tanto. Una ruta de algo más de tres kilómetros nos llevaría hasta el lago Federa, regresando por el mismo camino. Lo que no sabíamos es el enorme y constante desnivel que había que vencer para llegar hasta el lago. Tan solo los últimos metros dieron algo de tregua. Aún así, la excursión fue muy bonita por varios motivos: toda ella transcurre por un frondoso bosque, pasa por un mirador desde el que se obtiene una excelente vista panorámica de Cortina D’Ampezzo y la confluencia de los cuatro valles a los que nos referíamos anteriormente, además de brindar una bonita vista de las Cinque Torri (ruta que acometeríamos al día siguiente); y por último, la vista del lago es muy bonita. Por todo ello, mereció la pena el esfuerzo de la que nos pareció una interminable subida.
En cambio, la bajada, salvo algún punto concreto, nos resultó curiosamente muy sencilla. Esta ruta nos llevó algo más de tres horas en total.
Por la tarde bajamos hasta Alleghe, un pequeña y bonita población ubicada en un lugar magnífico, junto al lago del mismo nombre. Dimos un pequeño paseo, nos tomamos un helado y disfrutamos del entorno. Alleghe se ubica casi en la base del monte Civetta, un lugar muy frecuentado por los alpinistas.
Por la tarde bajamos hasta Alleghe, un pequeña y bonita población ubicada en un lugar magnífico, junto al lago del mismo nombre. Dimos un pequeño paseo, nos tomamos un helado y disfrutamos del entorno. Alleghe se ubica casi en la base del monte Civetta, un lugar muy frecuentado por los alpinistas.
Nuestra última excursión por los Dolomitas fue una de las que más nos gustaron de todo el viaje: una ruta circular a las Cinque Torri, de casi diez kilómetros de distancia y con cierto desnivel, tanto de subida como de bajada.
Aparcamos el coche bien pronto en pleno paso Giau, desde donde comenzamos a caminar. Siempre en dirección al refugio Cinque Torri, fuimos completamente solos por el sendero, contemplando las majestuosas vistas que en todo momento nos ofrecía el lugar. Llegados a un punto enclavado en una especie de hondonada, tuvimos que acometer una subida exigente hasta llegar a una explanada, desde donde ya contemplamos el refugio a lo lejos.
Aparcamos el coche bien pronto en pleno paso Giau, desde donde comenzamos a caminar. Siempre en dirección al refugio Cinque Torri, fuimos completamente solos por el sendero, contemplando las majestuosas vistas que en todo momento nos ofrecía el lugar. Llegados a un punto enclavado en una especie de hondonada, tuvimos que acometer una subida exigente hasta llegar a una explanada, desde donde ya contemplamos el refugio a lo lejos.
Pasamos por delante del refugio y nos unimos al sendero Giro delle Torri, que nos llevó directamente a las torres. Mientras las atravesábamos, encontramos un buen número de alpinistas subiendo por las verticales de las torres.
Una vez en el otro lado, nos topamos con una serie de trincheras que datan de la Primera Guerra Mundial.
Conforme nos alejábamos de la base de las torres, la vista de las mismas iba siendo aún más espectacular.
Una vez en el otro lado, nos topamos con una serie de trincheras que datan de la Primera Guerra Mundial.
Conforme nos alejábamos de la base de las torres, la vista de las mismas iba siendo aún más espectacular.
A ese lado se encuentra el refugio Scoiatolli, donde había una multitud de gente, ya que por esa parte sube un telesilla directo hasta el teleférico. Este telesilla permite ahorrarse la subida caminando, pero disfrutar igualmente de la vista de las torres.
Una constante subida nos alejó de las torres y nos llevó directos hasta el refugio Averau. Allí perdimos contacto visual con las Cinque Torri, pero a cambio pudimos disfrutar de las vistas del valle por el que habíamos subido con el coche hasta el paso Giau.
Una constante subida nos alejó de las torres y nos llevó directos hasta el refugio Averau. Allí perdimos contacto visual con las Cinque Torri, pero a cambio pudimos disfrutar de las vistas del valle por el que habíamos subido con el coche hasta el paso Giau.
Una empinada bajada, que tuvimos que acometer con mucha prudencia, nos llevó hasta un sendero, desde el cual, ya más tranquilamente, caminamos hasta el punto de inicio. Justo allí había un hotel-restaurante, donde aprovechamos para comer.
Nos encantó la vista de las torres y todo el inicio de la caminata, que pudimos hacer completamente solos.
Por la tarde fuimos en coche hasta Colle Santa Lucia, un pequeño pueblo con una ubicación insuperable: el saliente de una montaña, desde donde se domina todo el valle. Justo en el extremo hay una iglesia con un pequeño cementerio, donde se puede disfrutar de las mejores vistas.
Nos encantó la vista de las torres y todo el inicio de la caminata, que pudimos hacer completamente solos.
Por la tarde fuimos en coche hasta Colle Santa Lucia, un pequeño pueblo con una ubicación insuperable: el saliente de una montaña, desde donde se domina todo el valle. Justo en el extremo hay una iglesia con un pequeño cementerio, donde se puede disfrutar de las mejores vistas.
A la mañana siguiente, antes de encaminarnos hacia Milán, dimos un amplio rodeo para atravesar Belluno, un municipio encaramado sobre una colina, donde disfrutamos de su pequeño casco histórico, parte de él peatonal.
Dejamos el coche en un aparcamiento apostado en la parte baja de Belluno, junto al río, desde donde tuvimos que subir por varios tramos de escaleras mecánicas para acceder a la ciudad. Allí paseamos por el centro, disfrutando de diversos edificios renacentistas con toques venecianos. Entramos en su catedral y después nos tomamos un helado.
Dejamos el coche en un aparcamiento apostado en la parte baja de Belluno, junto al río, desde donde tuvimos que subir por varios tramos de escaleras mecánicas para acceder a la ciudad. Allí paseamos por el centro, disfrutando de diversos edificios renacentistas con toques venecianos. Entramos en su catedral y después nos tomamos un helado.
De nuevo en el coche, tuvimos que conducir un largo trayecto hasta llegar a Milán, donde pasamos ese día y el siguiente, recordando sitios de nuestro primer viaje que nos habían gustado mucho, a la vez que fuimos descubriendo nuevos rincones muy interesantes.
Fue un gran broche final a un viaje muy espectacular en lo que a paisajes se refiere, aunque seguro que nos dejamos muchos lugares muy interesantes sin recorrer de los Dolomitas.