Portugal
Diciembre 2011
Almeida
Durante una estancia de unos días que estuvimos con unos amigos en Ciudad Rodrigo, una mañana decidimos pasar a Portugal, visitar Almeida y comer por la zona. Almeida es una pequeña población portuguesa situada a unos 15 Km. de la frontera. Es un sitio muy auténtico, con calles llenas de adoquines, bastante bien conservado, con casas blancas bajas en su mayoría (aunque vimos algunas con los típicos azulejos portugueses). Apenas nos cruzamos con gente por la calle, lo que le dio un aire muy original. Mientras paseábamos, una señora mayor que se encontraba bajo el quicio de su puerta se puso a charlar con nosotros. Son cosas que suceden en los pueblos tranquilos.
Tras dar una vuelta por Almeida, fuimos a Vilar Formoso, que se encuentra junto a la frontera. Buscamos un restaurante que nos habían recomendado, y una vez lo encontramos reservamos mesa para más tarde. Como en Portugal era una hora menos, teníamos tiempo hasta la hora de la comida, así que vimos un cartel orientativo anunciando Castelo Bom y lo seguimos, en la creencia de que sería el castillo de Vilar Formoso. Sin embargo la carretera salió del pueblo y nos condujo a otro mucho más pequeño. No era el castillo de nadie, era una pequeña población. Aunque había un par de coches aparcados en la minúscula plaza del pueblo, Castelo Bom aparentaba estar todavía más vacío que Almeida, y tan sólo nos cruzamos con una señora que iba con un burro. Tanto las calles como las casas bajas eran de piedra.
De ahí volvimos a Vilar Formoso y fuimos al restaurante. El sitio se llamaba Quinta do Prado Verde, y aunque por fuera no tenía una pinta especialmente atractiva, el interior era acogedor y disfrutamos de una suculenta comida, basada principalmente en el bacalao. Algunos pidieron un enorme plato de carne, pero la mayoría optó por el típico bacalao portugués en alguna de sus formas: à Brás, Espiritual o à Joao do Porto. No pudimos ponernos de acuerdo en cuanto a la forma que más nos gustó de cocinarlo, porque las tres resultaron excelentes. De postre ofrecían un surtido bufé que hizo las delicias de las más golosas. Y todo ello a un precio más que razonable.
Tras la comida fuimos a ver la estación de tren de Vilar Formoso, que cuenta con bastantes reproducciones de sitios famosos de Portugal, hechas con azulejos.
Fue tan solo una mañana, pero una vez más, pasamos un rato muy agradable en el país vecino.