Israel y los Territorios Palestinos
Marzo 2012
Inicio Preparativos
Hay dos aspectos fundamentales ante la perspectiva de escoger Israel como destino de un viaje: elegir el momento adecuado para ir y decidir si se trata de un viaje a Tierra Santa. Con el momento adecuado no hay mucho problema: siempre es mal momento para visitar Israel. Situado en una zona en perenne conflicto, es una país que transmite la sensación de estar siempre inmerso en alguna guerra o a punto de iniciarla. En cuanto al motivo religioso, no era nuestro caso; nos movía exclusivamente el interés cultural que supone visitar una ciudad como Jerusalén. De hecho, la visita a esta ciudad junto con alguna de Palestina, y algo un poco más pueril como bañarnos en el Mar Muerto, eran los objetivos del viaje. Si decidimos visitar algo más del país fue por aprovechar el desplazamiento. Para preparar este viaje seguimos la rutina de costumbre. Lo primero fue comprar los billetes de avión. Escogimos volar directos de Madrid a Tel Aviv con la compañía aérea israelí El Al, a pesar de que el precio del billete era un poco más caro que haciendo escala. Lo segundo fue confeccionar un itinerario, algo que fue relativamente sencillo porque de los ocho días que íbamos, decidimos pasar tres en Jerusalén, lo cual no daba mucho margen para hacer muchas más cosas. Afortunadamente, el país es bastante pequeño y las distancias no son largas. Decidimos alquilar un coche para toda nuestra estancia y ahí comenzaron nuestros primeros quebraderos de cabeza. Las compañías de alquiler de coche internacionales habituales ponían pegas para pasar a los Territorios Palestinos: o el seguro no cubría cualquier posible percance, o directamente no lo permitían. Encontramos una compañía local llamada Green Peace, afincada en Jerusalén, que sí alquilaba coches con seguro para todo el territorio, pero el precio que pedían era tres veces superior. Así que optamos por ahorrar dinero y reservamos un coche en ealquilerdecoches, nuestra empresa favorita en lo que a alquileres se refiere. Ya resolveríamos el otro tema sobre la marcha. Nuestro segundo quebradero de cabeza vino cuando comenzamos a mirar las calidades y precios de los hoteles: o eran cutres o eran muy caros. Tuvimos que hacer auténticos malabarismos por encontrar cosas decentes a precios razonables (al menos según nuestro estándar de “alojamiento decente” y “precio razonable”). Durante el viaje nos llevamos alguna que otra sorpresa con lo que habíamos reservado, tanto negativa como positiva. Hemos leído y oído muchas cosas bastante alarmistas respecto a la llegada al aeropuerto de Tel Aviv. En nuestro caso se desarrolló todo con la normalidad habitual: en el control de pasaportes nos hicieron las típicas preguntas (sobre el motivo de la estancia y cosas así) y enseguida estábamos recogiendo el coche que habíamos reservado. Allí le preguntamos a la chica que nos atendió por los sitios por los que podíamos transitar y nos dijo que podíamos pasar a los Territorios Palestinos con el coche, pero lo hizo sin mucha convicción y dando a entender que era mejor que no lo hiciéramos. En definitiva, no nos resolvió nuestras dudas, así que decidimos dejar el asunto a la improvisación del momento. Haifa y la costa norte
Como llegábamos por la tarde habíamos decidido dejar la visita a Tel Aviv para el final del viaje e iniciar la subida de la vertiente mediterránea en dirección a nuestra primera parada. Por ello, habíamos reservado una habitación en un hotel a unos 40 kilómetros al norte de Tel Aviv, en la ciudad de Netanya. Ese pequeño primer trayecto por tierras israelíes nos sirvió para constatar que el tráfico era bastante caótico, y los conductores se tomaban las normas de circulación con una cierta holgura. Comenzamos nuestras visitas a Israel por las ruinas de Cesarea Marítima, al parecer, una de las grandes ciudades de la Antigüedad. Allí pudimos ver un anfiteatro muy bien reconstruido, una gran explanada de lo que fue el circo, y unas cuantas columnas y mosaicos desperdigados. Todo el enclave se encuentra junto al mar, lo que le da un toque muy agradable. Continuamos el camino hasta Haifa, tercera ciudad más grande del país. Lo más destacable de esta ciudad, aparte de su horrendo tráfico, son los Jardines Bahaíes, principal centro de la religión del mismo nombre. Los jardines, impecablemente bien cuidados, están en la ladera de la colina en la que se encuentra Haifa, lo que hace que su vista sea espectacular, tanto desde el punto inferior como desde el superior. Su visita no es tan agradable, ya que hay que estar siempre subiendo y bajando escaleras.
Comenzamos visitando la zona inferior y después subimos no pocas escaleras por fuera de los jardines para llegar a la zona media, donde se halla el santuario en el que se encuentran los restos del fundador de la religión Bahaí.
Una vez terminó, dimos una vuelta por lo que se supone que es el centro de la ciudad, donde no encontramos nada destacable. Después de comer volvimos a por el coche y fuimos hasta la entrada superior de los Jardines, desde donde admiramos la panorámica de la ciudad y de los propios Jardines Bahaíes. Con eso dimos por finalizada nuestra estancia en Haifa.
Continuamos por la vertiente mediterránea en dirección norte y llegamos a Acre (Akko en su nombre original), de la que se dice que es una de las ciudades más antiguas del mundo. La ciudad antigua de Acre está totalmente amurallada y en su interior viven principalmente musulmanes. Nada mas pasar la muralla, encontramos un aparcamiento en el que dejamos el coche y de ahí nos acercamos a la Ciudadela. Estaban a punto de cerrar, así que decidimos volver a la mañana siguiente para entrar en su interior; esa tarde nos dedicamos a pasear por el interior de las murallas. Comenzamos entrando en la Mezquita Al-Jazzar; seguimos hacia la zona del Zoco, donde también estaban cerrando las tiendas; continuamos caminando y llegamos hasta el puerto; después encontramos por casualidad el Túnel de los Templarios, que decidimos atravesar. Tras emerger en la superficie, y en vista de que comenzaba a anochecer y a refrescar, dimos por concluida la visita de ese día.
A la mañana siguiente fuimos directamente a la Ciudadela, donde se encuentra la ciudad subterránea de los cruzados. Encontramos muchas zonas cerradas porque estaban excavando y buscando restos arqueológicos, pero de lo que pudimos visitar destacan el Salón de los Caballeros, sala subterránea llena de puertas abovedadas, y el túnel de salida de la Ciudadela, que lleva directamente a la zona del zoco, mucho más animada que la tarde anterior. Aprovechamos para pasear viendo las tiendas y puestos de comida, ropa y regalos, y volvimos al coche para continuar el itinerario.
Galilea
En Rosh HaNikra abandonamos la zona mediterránea y nos fuimos hacia el interior del país, en dirección al lago de Tiberiades, más conocido como Mar de Galilea. En el camino paramos en Safed, situada en lo alto del tercer pico más alto de Israel. En esta ciudad vimos por primera vez judíos vestidos con los típicos sombreros y trajes negros, con barba y tirabuzones. Una vez conseguimos orientarnos y aparcar el coche, que no fue cosa fácil, estuvimos deambulando por la ciudad. Entramos en un par de sinagogas; recorrimos el barrio de los artistas, donde encontramos un sinfín de tiendas de arte; probamos algunos de los quesos que le han dado fama a la ciudad; y comimos muy bien en un local yemení recomendado por la guía, y que encontramos de casualidad. Antes de llegar a Tiberiades, que era donde habíamos reservado la habitación para dormir ese día, fuimos hacia la zona de los Altos del Golán, famosa por sus vinos y viñedos, donde hicimos una visita a una bodega llamada Golan Heights Winery. Nada más llegar, nos sumamos a una visita guiada para un grupo de norteamericanos que comenzaba en ese momento. Nos explicaron cómo hacen el proceso de elaboración del vino y terminamos con una cata de tres de los vinos que producen.
Finalizamos el día llegando a Tiberiades, popular localidad de vacaciones debido a sus playas… a pesar de que las aguas el Mar de Galilea están excesivamente contaminadas. Nosotros, por si acaso, esa noche decidimos no cenar pescado. La ciudad no presenta demasiado interés desde el punto de vista turístico. En el paseo marítimo asistimos a un peculiar espectáculo de luz, agua y sonido, y después de cenar nos fuimos a dormir.
Al día siguiente recorreríamos la carretera que transcurre por todo el valle del río Jordán y atravesaríamos por vez primera la zona de Cisjordania.
Comenzamos visitando el Parque Nacional de Beit She’an. Se trata de uno de los yacimientos arqueológicos más grandes de Israel. En él destacan un anfiteatro romano muy bien conservado y una calzada, también romana. A ambos lados de la calzada hay muchos restos de lo que fueron diferentes dependencias y edificios, una hilera bastante grande de columnas, y al final de la calzada hay una pequeña colina. Desde lo alto de dicha colina se obtiene una bonita vista de todo el conjunto de Beit She’an.
|