Grecia
Abril de 2019
Grecia continental
Preparativos
Desde nuestro primer viaje a Grecia allá por el año 2008, en el que visitamos Atenas y unas cuantas islas, teníamos pendiente hacer un recorrido por la parte continental. Aquel viaje nos gustó mucho y, aunque sabíamos que el paisaje iba a ser muy diferente, a nuestra vuelta decidimos que algún día regresaríamos al país heleno para visitar esa zona. Decidimos que ese día había llegado para la Semana Santa de 2019.
Lo primero que hicimos fue comprar los billetes de avión hasta Atenas y alquilar el coche para toda la estancia. Después confeccionamos un itinerario para los días de viaje de los que disponíamos; en general, este paso suele ser siempre el más complicado. Por mucha información que se lea y muchas páginas webs que se visiten, nunca estamos del todo seguros de que lo que vamos a ver vaya a ser lo que más nos guste, ni que lo que decidimos eliminar del itinerario sea lo menos interesante de acuerdo a nuestros gustos. Pero al final, los días son los que son y el tiempo del que se dispone es limitado.
Durante nuestro viaje transitaríamos por la región de Nemea, que es la mayor zona vinícola del país. Así que, antes de salir, contactamos con unas cuantas bodegas e hicimos una reserva en un par de ellas, para visitarlas y catar algunos de sus vinos.
También visitaríamos la zona de Meteora. Por ser uno de los lugares más turísticos del país, decidimos reservar con antelación allí alojamiento para dos noches. Eso nos condicionaba un poco la ruta, ya que tendríamos que llegar un día concreto, pero la primera mitad del viaje podríamos circular sin ataduras.
Por último, decidimos buscar alojamiento para la primera noche, ya que, aunque aterrizábamos a media tarde, no queríamos correr el riesgo de tener retraso y tener que buscar algún sitio para dormir entrada la noche.
Con esos preparativos nuestro viaje estaba listo. Ya solo quedaba esperar que llegase el día de la salida.
Peloponeso
Nada más aterrizar en Atenas, recogimos el coche de alquiler y emprendimos la marcha hacia nuestro alojamiento. Esa noche teníamos una reserva en la ciudad antigua de Corinto. De camino, hicimos una breve parada para contemplar el famoso canal. Estacionamos el coche en un aparcamiento junto a un puente y nos acercamos hasta él para contemplar el lugar: un estrecho y profundo canal que técnicamente convierte el Peloponeso en una isla. En su momento, esta península estuvo unida al continente por ese pequeño istmo. La vista desde el puente, sin ser espectacular, tiene su interés.
Nada más aterrizar en Atenas, recogimos el coche de alquiler y emprendimos la marcha hacia nuestro alojamiento. Esa noche teníamos una reserva en la ciudad antigua de Corinto. De camino, hicimos una breve parada para contemplar el famoso canal. Estacionamos el coche en un aparcamiento junto a un puente y nos acercamos hasta él para contemplar el lugar: un estrecho y profundo canal que técnicamente convierte el Peloponeso en una isla. En su momento, esta península estuvo unida al continente por ese pequeño istmo. La vista desde el puente, sin ser espectacular, tiene su interés.
Llegamos al alojamiento, que estaba muy bien ubicado cerca del yacimiento arqueológico, y desde allí caminamos hasta las ruinas. Cuando llegamos, el lugar estaba cerrado, pese a que en nuestra guía decía que abría hasta las siete de la tarde. Fue una constante en nuestro viaje: todo cerraba mucho más pronto de lo que decía la guía, y eso que estaba razonablemente actualizada. En todo caso, no deja de sorprendernos que, en sitios en los que en verano anochece a las diez de la noche, los lugares turísticos al aire libre cierren a las cuatro de la tarde.
Dimos una vuelta alrededor del yacimiento, que nos sirvió para tomar la decisión de no entrar al día siguiente, pues, a simple vista, no tenía ningún elemento que lo hiciese especial (y ya teníamos una lista razonablemente larga de yacimientos que visitar en nuestro viaje).
Dimos una vuelta alrededor del yacimiento, que nos sirvió para tomar la decisión de no entrar al día siguiente, pues, a simple vista, no tenía ningún elemento que lo hiciese especial (y ya teníamos una lista razonablemente larga de yacimientos que visitar en nuestro viaje).
Cenamos algo en un restaurante junto a la entrada del yacimiento y nos retiramos a descansar.
Al día siguiente desayunamos fuerte porque la primera visita del día sería a una bodega. Nos adentrábamos en la región de Nemea, la zona vinícola más extensa del país. Esa mañana habíamos reservado una visita con cata en Semeli Estate, la bodega situada a más altura de toda Nemea, según nos contaron allí. El emplazamiento desde luego es bastante espectacular, ya que desde allí se divisa una gran panorámica plagada de viñedos.
La bodega es bastante moderna y lo tienen todo muy cuidado. Mientras nos explicaban las particularidades de Semeli, nos dieron una vuelta por los tanques de acero inoxidable, pasamos por la sala donde guardan las barricas de roble, y terminamos en el lugar donde se prueban los vinos. Tienen diferentes opciones de cata, según los vinos que se quieran catar y el precio que se quiera pagar; de acompañamiento nos sirvieron unos trozos de queso y pan. Tras la cata nos dejaron tranquilamente que nos terminásemos las copas.
Al día siguiente desayunamos fuerte porque la primera visita del día sería a una bodega. Nos adentrábamos en la región de Nemea, la zona vinícola más extensa del país. Esa mañana habíamos reservado una visita con cata en Semeli Estate, la bodega situada a más altura de toda Nemea, según nos contaron allí. El emplazamiento desde luego es bastante espectacular, ya que desde allí se divisa una gran panorámica plagada de viñedos.
La bodega es bastante moderna y lo tienen todo muy cuidado. Mientras nos explicaban las particularidades de Semeli, nos dieron una vuelta por los tanques de acero inoxidable, pasamos por la sala donde guardan las barricas de roble, y terminamos en el lugar donde se prueban los vinos. Tienen diferentes opciones de cata, según los vinos que se quieran catar y el precio que se quiera pagar; de acompañamiento nos sirvieron unos trozos de queso y pan. Tras la cata nos dejaron tranquilamente que nos terminásemos las copas.
A la salida estaba diluviando, así que cruzamos los dedos de cara a nuestra siguiente visita, que era al aire libre: el yacimiento arqueológico de Micenas. Afortunadamente, durante el camino paró de llover, aunque se quedó muy nublado.
Micenas tiene un par de cosas muy interesantes. La más conocida es la puerta de los Leones, en la que tres grandes bloques de piedra conforman el marco de una puerta. Sobre el dintel, en el lado exterior, reposa una roca muy grande de forma triangular, donde están representados dos leones sin cabeza.
Micenas tiene un par de cosas muy interesantes. La más conocida es la puerta de los Leones, en la que tres grandes bloques de piedra conforman el marco de una puerta. Sobre el dintel, en el lado exterior, reposa una roca muy grande de forma triangular, donde están representados dos leones sin cabeza.
Las ruinas aledañas corresponden a los restos de un palacio, donde lo más bonito sin duda son las vistas del entorno: desde luego los antiguos griegos sabían dónde ubicar sus poblaciones.
Sin embargo, lo que nos pareció más espectacular fueron las tumbas. Hay dos en el complejo del palacio y otra más a unos quinientos metros. Están muy bien conservadas: todas ellas poseen una entrada en forma de pasillo ancho que llega hasta una sala con una pequeña cúpula. Al ser subterráneas, pasan totalmente desapercibidas en el entorno. Una de ellas no conserva la cúpula y su sala queda al aire libre; pero las otras dos sí, y están muy oscuras.
Finalizamos la visita a Micenas echándole un vistazo al museo, donde se exponen muchos artilugios encontrados en la zona. |
De ahí fuimos hasta Nauplia. La tarde pintaba muy mal (meteorológicamente hablando), así que decidimos quedarnos allí a pasar la noche. Lo primero que hicimos fue buscar alojamiento. El centro histórico está cerrado al tráfico, así que aparcamos lo más cerca posible y buscamos un hotel justo en la frontera. Encontramos habitación enseguida: la oferta hotelera de Nauplia es bastante amplia, ya que es un destino veraniego muy popular.
Antes de que se pusiera a llover con fuerza, nos dio tiempo a dar un buen paseo por sus callejuelas. Comenzamos entrando en la iglesia de San Jorge, que domina una pequeña plaza; en su exterior tiene unas arcadas y una torre que la hacen muy diferente de las demás iglesias de la ciudad.
Antes de que se pusiera a llover con fuerza, nos dio tiempo a dar un buen paseo por sus callejuelas. Comenzamos entrando en la iglesia de San Jorge, que domina una pequeña plaza; en su exterior tiene unas arcadas y una torre que la hacen muy diferente de las demás iglesias de la ciudad.
A pesar de que no había demasiado turismo, las calles del centro estaban llenas de tiendas de artesanía y regalos, además de restaurantes y alojamientos.
Cuando se puso a diluviar decidimos refugiarnos en nuestra habitación y esperar. Afortunadamente, nos había dado tiempo a recorrer toda la parte del centro, que tampoco es demasiado extensa.
Cuando paró la lluvia, salimos de nuevo. Subimos caminando hasta Acronauplia, una antigua ciudadela ubicada en lo alto de la pequeña colina que hay detrás de la ciudad. De la ciudadela queda bastante poco, más allá de unas cuantas murallas. Sin embargo, lo mejor es la bonita panorámica que se obtiene de Nauplia y de la ciudadela de Palamedes, que se encuentra muy próxima en lo alto de una pequeña montaña. Aunque es accesible a pie, requiere un esfuerzo mucho mayor, ya que hay que subir casi novecientos escalones para llegar a ella (¡y luego bajarlos, claro!). Nosotros nos conformamos con subir a Acronauplia.
Cuando paró la lluvia, salimos de nuevo. Subimos caminando hasta Acronauplia, una antigua ciudadela ubicada en lo alto de la pequeña colina que hay detrás de la ciudad. De la ciudadela queda bastante poco, más allá de unas cuantas murallas. Sin embargo, lo mejor es la bonita panorámica que se obtiene de Nauplia y de la ciudadela de Palamedes, que se encuentra muy próxima en lo alto de una pequeña montaña. Aunque es accesible a pie, requiere un esfuerzo mucho mayor, ya que hay que subir casi novecientos escalones para llegar a ella (¡y luego bajarlos, claro!). Nosotros nos conformamos con subir a Acronauplia.
Y tras la tempestad, llega la calma: el día siguiente amaneció soleado. Nuestra primera visita fue al yacimiento de Epidauro. Se entra al lugar por una vereda, al final de la cual hay unas escaleras a la derecha; arriba de ellas se yergue, imponente, el teatro. Construido en el siglo IV a. C., sus espectaculares dimensiones le confieren una capacidad para 12 300 espectadores.
Está muy bien conservado y es un recinto increíble. Desde lo alto de las gradas se contempla también una hermosa vista de los alrededores. Este teatro fue uno de los lugares arqueológicos que más nos asombraron en nuestro viaje.
El resto del yacimiento es menos interesante. De hecho, comprobamos que muchos grupos solamente visitaban el teatro. Nosotros sí nos dimos una vuelta y, además del estadio, recorrimos el resto del enclave. Terminamos entrando al pequeño museo, que tenía algunas estatuas pequeñas interesantes.
Todavía en Nemea, fuimos a la segunda bodega en la que habíamos reservado una visita. En esta ocasión le tocó el turno a Domaine Skouras. Nuevamente, nos hicieron el tour, pasando primero por la zona de barricas de acero inoxidable y después por la de barricas de roble, para terminar en la zona de catas. Allí nos dieron a probar cuatro de sus vinos más característicos. Al igual que en la del día anterior, acompañaron la cata de un queso local y unos biscotes. |
En nuestro camino hacia el sur hicimos una brevísima parada para visitar la antigua iglesia de Agia Fotini Mantineia. Situada en medio de un campo junto a la carretera, es una iglesia de construcción un tanto peculiar. Tuvimos la mala suerte de que nuestra llegada coincidió con la de un enorme autobús de escolares griegos que iban de excursión, quienes, pese al esfuerzo de los profesores, no pararon de gritar y correr. El interior de la iglesia es muy pequeño, pero, a pesar de la muchedumbre, pudimos disfrutarla. Tiene algunos frescos interesantes, así como unos mosaicos en el suelo muy bonitos. |
Desde aquí fuimos hasta Mistrá, una antigua ciudad fortificada que en la actualidad es Patrimonio de la Unesco. El lugar, al haber sido construido en el siglo XII, difiere mucho de los restos arqueológicos típicos.
La ciudad está erigida sobre una colina con bastante pendiente, así que sus habitantes debían estar en muy buena forma física. Cuenta con dos entradas, una en la parte baja, y otra en la alta. Nosotros iniciamos la visita desde la zona baja, que fue la primera que encontramos.
Nada más franquear la entrada, enseguida se ven edificios (o restos de los mismos) diseminados por toda la ladera. Nuestra estancia coincidió con la primavera y era un gusto verlo todo tan florido.
La ciudad está erigida sobre una colina con bastante pendiente, así que sus habitantes debían estar en muy buena forma física. Cuenta con dos entradas, una en la parte baja, y otra en la alta. Nosotros iniciamos la visita desde la zona baja, que fue la primera que encontramos.
Nada más franquear la entrada, enseguida se ven edificios (o restos de los mismos) diseminados por toda la ladera. Nuestra estancia coincidió con la primavera y era un gusto verlo todo tan florido.
Iniciamos el recorrido caminando hasta el extremo de la fortaleza donde se halla el monasterio de Peribleptos. Construido literalmente junto a las rocas, la iglesia estaba cerrada y solamente lo pudimos contemplar por fuera.
Continuamos subiendo hasta el monasterio de la Pantanassa. En este sí pudimos acceder al interior de la iglesia, donde vimos unos bonitos frescos. Desde el porche de la entrada reparamos en unas dependencias de donde salía una monja, así que parece que ese monasterio sigue activo hoy en día.
Continuamos subiendo hasta el monasterio de la Pantanassa. En este sí pudimos acceder al interior de la iglesia, donde vimos unos bonitos frescos. Desde el porche de la entrada reparamos en unas dependencias de donde salía una monja, así que parece que ese monasterio sigue activo hoy en día.
En el otro extremo de la ciudad baja encontramos tres iglesias, muy bien restauradas por fuera, y cuyos interiores no nos resultaron especialmente interesantes.
Volvimos al coche y condujimos hasta la entrada de la ciudad alta. Lo primero que hicimos al llegar fue subir al castillo. Realmente no quedan más que unos pocos restos de murallas mal conservadas, por lo que lo mejor del lugar son las vistas del entorno.
Bajamos nuevamente para entrar en la iglesia de Santa Sofía, que fue la que más nos gustó de todas. El exterior nos pareció muy bonito y el interior albergaba unos frescos muy interesantes.
Al salir de la iglesia, el vigilante nos comunicó que a las cuatro en punto cerraban la puerta de arriba, así que como nosotros teníamos el coche allí aparcado y era casi la hora, tuvimos que concluir precipitadamente nuestra visita. Afortunadamente, ya habíamos recorrido prácticamente todo el complejo, pero nuevamente estas horas tempranas de cierre nos parecieron un tanto extrañas.
De vuelta en el coche nos dirigimos hasta las montañas del centro del Peloponeso. Al día siguiente queríamos hacer una excursión de senderismo, por lo que decidimos buscar alojamiento en alguno de los pueblos de la zona.
Encontramos un hotel a las afueras de Karitena. Aunque la persona de la recepción solamente hablaba griego, no sabemos muy bien cómo, el caso es que conseguimos una habitación con desayuno a muy buen precio.
Fuimos a cenar al pueblo y aprovechamos para dar una pequeña vuelta. Subimos hasta el derruido castillo, desde donde se veía una bonita panorámica del pueblo y de la zona circundante; desde una terraza contemplamos el atardecer.
De vuelta en el coche nos dirigimos hasta las montañas del centro del Peloponeso. Al día siguiente queríamos hacer una excursión de senderismo, por lo que decidimos buscar alojamiento en alguno de los pueblos de la zona.
Encontramos un hotel a las afueras de Karitena. Aunque la persona de la recepción solamente hablaba griego, no sabemos muy bien cómo, el caso es que conseguimos una habitación con desayuno a muy buen precio.
Fuimos a cenar al pueblo y aprovechamos para dar una pequeña vuelta. Subimos hasta el derruido castillo, desde donde se veía una bonita panorámica del pueblo y de la zona circundante; desde una terraza contemplamos el atardecer.
Al día siguiente madrugamos un poco y condujimos hasta el punto de inicio de nuestra excursión: íbamos a caminar por un tramo de la garganta del río Lusios. Para llegar hasta allí, recorrimos un camino asfaltado hasta el final, dejamos el coche y cruzamos un bonito puente medieval. La ruta comenzaba al otro lado del puente, en la antigua ciudad de Gortys, de la que apenas quedan unas pocas piedras. A su derecha se encuentra la pequeña iglesia de San Andrés y, junto a ella, se ve la senda que discurre paralelo al río Lusios.
La primera parte de la caminata nos llevó por un sendero que atraviesa un frondoso bosque, hasta que cruzamos a la otra orilla. Desde ahí comienza una buena subida que llega hasta el monasterio Prodromos. Este monasterio está enclavado junto a la roca de la garganta y resulta muy espectacular. Encontramos una valla que daba acceso a las dependencias, pero estaba cerrada. Continuamos hasta la iglesia, pero la puerta también estaba cerrada con llave. Nos conformamos con contemplar el monasterio desde fuera (no queríamos perturbar la paz de los monjes) y volvimos al sendero.
Una gran bajada nos acercó nuevamente hasta el río, donde volvimos a cambiar de orilla y nuevamente iniciamos el ascenso. Cerca del final de nuestro recorrido encontramos unas escaleras que ascendían hasta el antiguo monasterio Philosophou. Subimos para verlo, aunque lo que queda de él es bastante escaso: una pequeña capilla a la que no se puede acceder y poco más.
Bajamos hasta el sendero e iniciamos la subida final hasta el monasterio Philosophou. Allí nos encontramos con un monje (al parecer el único que queda en ese monasterio) quien, sin mediar palabra, nos condujo hasta la iglesia para que contempláramos su interior. La iglesia data del siglo XII y su interior está casi completamente cubierto de bonitos frescos.
Bajamos hasta el sendero e iniciamos la subida final hasta el monasterio Philosophou. Allí nos encontramos con un monje (al parecer el único que queda en ese monasterio) quien, sin mediar palabra, nos condujo hasta la iglesia para que contempláramos su interior. La iglesia data del siglo XII y su interior está casi completamente cubierto de bonitos frescos.
Dimos las gracias al monje y nos sentamos a descansar un rato en un banco. Cuando hubimos repuesto fuerzas, iniciamos el camino de vuelta hasta donde habíamos dejado el coche. En el trayecto de vuelta nos cruzamos con dos parejas que habían madrugado un poco menos que nosotros. Fue una caminata muy agradable y no demasiado exigente.
Volvimos a recoger el coche e hicimos una pequeña ruta por los pueblos de montaña de la zona. Paramos primero en Stemnitsa, una agradable localidad llena de casas de piedra muy nuevas (o reformadas) diseminadas por la ladera de la montaña. Nos acercamos hasta la pequeña iglesia de los Tres Jerarcas, que estaba cerrada, y después dimos un pequeño paseo.
Seguimos hasta Dimitsana, que nos pareció un pueblo incluso más pintoresco que el anterior, aunque de similares características: bonitas casas de piedra esparcidas por una ladera, con calles empedradas. Sitios muy agradables donde pareciera que el tiempo se ha detenido.
Seguimos hasta Dimitsana, que nos pareció un pueblo incluso más pintoresco que el anterior, aunque de similares características: bonitas casas de piedra esparcidas por una ladera, con calles empedradas. Sitios muy agradables donde pareciera que el tiempo se ha detenido.
Aprovechamos nuestra parada en Dimitsana para comer y, justo después, tomarnos un magnífico café griego en un pequeño café. Aún nos quedaban más pueblos en la lista, pero dado que contando el de la noche anterior ya habíamos visitado tres, nos pareció que nos habíamos hecho una idea suficientemente clara de cómo son las localidades de la zona. Así pues, decidimos continuar con nuestra ruta.
El siguiente destino fue Olimpia. En esta población tardamos un poco más en encontrar un alojamiento libre, ya que su famoso yacimiento debe de estar en la ruta de todos los viajes organizados. Olimpia está construida junto al yacimiento y su calle principal está plagada de tiendas y restaurantes para los turistas.
Las habitaciones del hotel en el que nos alojamos tenían balcón, así que esa tarde fuimos a un supermercado, nos compramos unas cervezas y algo de picar y nos instalamos en nuestra terraza a tomar un aperitivo.
A la mañana siguiente madrugamos bastante, pues queríamos ser de los primeros en entrar al yacimiento y evitar en lo posible los grandes grupos de turistas.
La entrada al yacimiento también incluye la visita del museo Arqueológico y del museo de la Historia de los Juegos Olímpicos. Este último era el que abría primero, así que comenzamos por él. Aquí se exponen reliquias relacionadas con los antiguos juegos, se explican las modalidades de competición que había y algunas otras curiosidades, como por ejemplo, que los atletas competían desnudos y por este motivo no se permitía la entrada a mujeres como espectadoras.
A la mañana siguiente madrugamos bastante, pues queríamos ser de los primeros en entrar al yacimiento y evitar en lo posible los grandes grupos de turistas.
La entrada al yacimiento también incluye la visita del museo Arqueológico y del museo de la Historia de los Juegos Olímpicos. Este último era el que abría primero, así que comenzamos por él. Aquí se exponen reliquias relacionadas con los antiguos juegos, se explican las modalidades de competición que había y algunas otras curiosidades, como por ejemplo, que los atletas competían desnudos y por este motivo no se permitía la entrada a mujeres como espectadoras.
De allí pasamos al yacimiento propiamente dicho, adonde llegamos justo cuando estaba abriendo sus puertas. Nos gustó mucho la avenida principal: la perezosa luz de la mañana iluminando los restos de columnas, sin turistas todavía, y con las flores de la primavera en su máxima expresión. Fue un recorrido muy agradable, disfrutando del entorno mientras leíamos en la guía la historia de lo que estábamos viendo.
Por supuesto, hay que echar mucha imaginación al asunto, porque de los muchos y grandiosos templos y similares, solamente quedan unas cuantas piedras más o menos organizadas.
Pasando por un arco de piedra llegamos al estadio: una gran explanada de arena… y nada más. Fue un poco decepcionante. Esperábamos que hubiese algún tipo de gradas o alguna construcción, pero no fue así.
Decidimos volver a la zona anterior y seguir paseando y contemplando detalles durante un rato.
Decidimos volver a la zona anterior y seguir paseando y contemplando detalles durante un rato.
Cuando hubimos terminado de recorrer todo el yacimiento, entramos en el museo Arqueológico. En sus salas se exponen todas las reliquias encontradas en Olimpia. Nos gustaron especialmente una serie de esculturas integradas en un friso, cuyas figuras adoptaban diferentes posturas adaptándose a la forma triangular del mismo.
Concluido nuestro paso por el museo, finalizamos la visita al yacimiento y, realmente, de todos los lugares que queríamos ver en el Peloponeso. Volvimos al coche y condujimos hacia el norte para adentrarnos en la región de Epiro.