Ucrania
Marzo de 2018
Preparativos
Cuando comenzamos a planear el viaje a Ucrania no teníamos muy claro cuántos días ir ni qué visitar. Hicimos una búsqueda por Internet y vimos que las infraestructuras están todavía en vías de desarrollo, por lo que los desplazamientos requerirían de tiempo y paciencia. Diseñamos un primer itinerario incluyendo Kiev, Lviv y Odesa. Tanto Lviv como Odesa están conectadas a Kiev por avión, pero entre ellas no, por lo que ese tramo tendría que realizarse en tren. Encontramos un tren nocturno que pensamos que podría ser una buena opción (ya que el trayecto más rápido dura más de diez horas), pero finalmente lo desechamos. Así que el viaje se quedó en una pequeña escapada. Volaríamos hasta Lviv (vía Varsovia), de Lviv a Kiev en avión y desde Kiev volveríamos a casa (nuevamente vía Varsovia). En total seis días de viaje. Sería muy pretencioso por nuestra parte decir que con este viaje conoceríamos Ucrania, pero al menos nos haríamos una idea de cómo son sus dos ciudades más representativas.
Una vez hubimos comprado los billetes de avión de todos los trayectos, reservamos los alojamientos. En Lviv encontramos un hotel bastante barato, pero en Kiev optamos por un apartamento porque los precios de los hoteles se disparaban. Después contratamos la excursión a Chernóbil. También pedimos al hotel de Lviv que enviara un taxista a buscarnos al aeropuerto el primer día, ya que nuestro avión procedente de Varsovia aterrizaría a la una de la madrugada.
Contratamos un seguro de viajes (como hacemos siempre que salimos de la Unión Europea) y como no encontramos ninguna guía de viajes en español, compramos online solamente los capítulos correspondientes a Kiev y Lviv de la guía en inglés de la Lonely Planet.
Con eso quedaban listos nuestros preparativos.
Cuando comenzamos a planear el viaje a Ucrania no teníamos muy claro cuántos días ir ni qué visitar. Hicimos una búsqueda por Internet y vimos que las infraestructuras están todavía en vías de desarrollo, por lo que los desplazamientos requerirían de tiempo y paciencia. Diseñamos un primer itinerario incluyendo Kiev, Lviv y Odesa. Tanto Lviv como Odesa están conectadas a Kiev por avión, pero entre ellas no, por lo que ese tramo tendría que realizarse en tren. Encontramos un tren nocturno que pensamos que podría ser una buena opción (ya que el trayecto más rápido dura más de diez horas), pero finalmente lo desechamos. Así que el viaje se quedó en una pequeña escapada. Volaríamos hasta Lviv (vía Varsovia), de Lviv a Kiev en avión y desde Kiev volveríamos a casa (nuevamente vía Varsovia). En total seis días de viaje. Sería muy pretencioso por nuestra parte decir que con este viaje conoceríamos Ucrania, pero al menos nos haríamos una idea de cómo son sus dos ciudades más representativas.
Una vez hubimos comprado los billetes de avión de todos los trayectos, reservamos los alojamientos. En Lviv encontramos un hotel bastante barato, pero en Kiev optamos por un apartamento porque los precios de los hoteles se disparaban. Después contratamos la excursión a Chernóbil. También pedimos al hotel de Lviv que enviara un taxista a buscarnos al aeropuerto el primer día, ya que nuestro avión procedente de Varsovia aterrizaría a la una de la madrugada.
Contratamos un seguro de viajes (como hacemos siempre que salimos de la Unión Europea) y como no encontramos ninguna guía de viajes en español, compramos online solamente los capítulos correspondientes a Kiev y Lviv de la guía en inglés de la Lonely Planet.
Con eso quedaban listos nuestros preparativos.
Lviv (Leópolis)
La ciudad de Lviv (Leópolis en su traducción al español) está cerca de la frontera polaca. De hecho, hasta la Segunda Guerra Mundial perteneció a Polonia, pasando a manos ucranio-soviéticas al final de la contienda. Es por ello que posee un marcado aire de ciudad centroeuropea.
Los trámites de entrada a Ucrania para los ciudadanos de la Unión Europea son muy cómodos ya que no se necesita visado, solamente pasaporte en vigor. Así que cuando aterrizamos en Leópolis salimos muy rápidamente de la terminal, puesto que a esas horas no había casi gente. El taxista estaba esperándonos; nos subimos al coche y nos fuimos hacia el hotel. Nos alojamos en el Hotel Etude, ubicado en un callejón muy tranquilo y razonablemente cerca del centro. El día antes a nuestra llegada nos llamaron por teléfono para confirmar que íbamos y que seguíamos queriendo el taxi. No recordamos que nos haya pasado nunca.
A nuestra llegada al hotel estaban también esperándonos, así que cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en la cama durmiendo.
La mañana siguiente desayunamos en el hotel, nos abrigamos bien y comenzamos la visita de la ciudad. En la guía venía un itinerario sugerido y decidimos hacerlo.
Para llegar al punto donde se iniciaba la ruta recorrimos la avenida Shevchenka, una bonita calle con un amplio bulevar peatonal.
La ciudad de Lviv (Leópolis en su traducción al español) está cerca de la frontera polaca. De hecho, hasta la Segunda Guerra Mundial perteneció a Polonia, pasando a manos ucranio-soviéticas al final de la contienda. Es por ello que posee un marcado aire de ciudad centroeuropea.
Los trámites de entrada a Ucrania para los ciudadanos de la Unión Europea son muy cómodos ya que no se necesita visado, solamente pasaporte en vigor. Así que cuando aterrizamos en Leópolis salimos muy rápidamente de la terminal, puesto que a esas horas no había casi gente. El taxista estaba esperándonos; nos subimos al coche y nos fuimos hacia el hotel. Nos alojamos en el Hotel Etude, ubicado en un callejón muy tranquilo y razonablemente cerca del centro. El día antes a nuestra llegada nos llamaron por teléfono para confirmar que íbamos y que seguíamos queriendo el taxi. No recordamos que nos haya pasado nunca.
A nuestra llegada al hotel estaban también esperándonos, así que cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en la cama durmiendo.
La mañana siguiente desayunamos en el hotel, nos abrigamos bien y comenzamos la visita de la ciudad. En la guía venía un itinerario sugerido y decidimos hacerlo.
Para llegar al punto donde se iniciaba la ruta recorrimos la avenida Shevchenka, una bonita calle con un amplio bulevar peatonal.
Llegamos hasta la avenida Svobody y allí buscamos la estatua de Taras Shevchenko, que era el punto de partida. Tanto la estatua como el monumento que hay detrás de ella cuentan con una pequeña réplica.
El tal señor Shevchenko fue un insigne poeta nacional; la estatua fue un regalo de los ucranianos que huyeron a Argentina. Frente a ella se halla el Museo de Etnografía, que en su fachada cuenta con una especie de estatua de la Libertad.
El itinerario comenzaba recorriendo la avenida Svobody, al final de la cual se encuentra el Teatro de Ópera y Ballet.
Rodeamos el edificio y subimos por una calle hasta el convento de los Benedictinos. Intentamos entrar en la iglesia pero estaba cerrada. Había un cartel que decía algo, pero nuestros conocimientos del alfabeto cirílico son limitados, y no digamos ya del idioma local.
Desde ahí comenzamos la subida a Castle Hill. En lo alto de esta pequeña colina había una fortificación de la que hoy no queda nada. El lugar ha sido reconvertido en un mirador. Para llegar hasta allí arriba pasamos cerca de una torre de televisión y tuvimos que subir unas cuantas escaleras. Desde la cima se veía una panorámica de la ciudad un tanto turbia, principalmente porque la niebla envolvía bastante el ambiente.
Descendimos de la colina por la parte de delante, mucho más cómoda y accesible que la que habíamos usado para subir. Llegamos a la calle Volodymyra Vynnychenka, donde entramos en la iglesia de San Miguel, de marcado estilo barroco.
Decidimos que era el momento de hacer una parada, para lo cual elegimos el cercano café Cabinet. El local es muy bonito, lleno de estanterías con libros; tiene una escalera de caracol en medio que conecta las dos plantas. Además, la repostería que ofrecían tenía muy buena pinta, así que nos dejamos seducir por el dulce.
Tras descansar un rato en el café continuamos las visitas. Atravesamos los escasos restos de una antigua fortificación y llegamos a una bonita plaza dominada por la iglesia y convento Bernardine. Contemplamos su interior, más barroco aún que el de San Miguel, y volvimos al exterior.
En la acera de enfrente vimos mucha animación proveniente de lo que parecía un pequeño mercado, así que cruzamos la calle y fuimos a verlo. Tras los puestos exteriores de flores y plantas llegamos a un pequeño edificio diáfano en cuyo interior encontramos diferentes puntos de venta de frutas, verduras, quesos y carne. Había también un local que vendía solamente café molido empaquetado de todas las marcas imaginables. Empezábamos a darnos cuenta de la importancia del café en esta ciudad (y quizá también en el país).
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Rodeando este edificio había una galería cubierta llena de puestos de ropa, utensilios de cocina y demás. En muy poco espacio uno podía encontrar prácticamente de todo.
De vuelta en la plaza nos adentramos propiamente en el centro histórico de la ciudad. En ese momento se puso a chispear, así que aprovechamos para parar a comer en un restaurante que recomendaba la guía, el Dim Lehend. Es un local muy curioso: cinco plantas con pequeños salones, cada uno decorado de una manera diferente aunque en todos se come lo mismo. En la última planta se accede a una terraza con un coche aparcado donde se puede contemplar una vista de los tejados de la ciudad. Un sitio muy curioso, donde además se come bien y muy barato.
De vuelta en la plaza nos adentramos propiamente en el centro histórico de la ciudad. En ese momento se puso a chispear, así que aprovechamos para parar a comer en un restaurante que recomendaba la guía, el Dim Lehend. Es un local muy curioso: cinco plantas con pequeños salones, cada uno decorado de una manera diferente aunque en todos se come lo mismo. En la última planta se accede a una terraza con un coche aparcado donde se puede contemplar una vista de los tejados de la ciudad. Un sitio muy curioso, donde además se come bien y muy barato.
A la salida caminamos por las calles del centro hasta llegar a la plaza Rynok, centro neurálgico de la ciudad. En medio de esta plaza se halla el ayuntamiento, un gran edificio que cuenta con una torre a la que por el módico precio de un euro se puede subir.
La vista desde lo alto abarca bastante: se puede contemplar una bonita panorámica de Leópolis y especialmente de los edificios circundantes al ayuntamiento.
Tuvimos la suerte de que a esas horas ya se había despejado la niebla matutina y había parado la lluvia vespertina. Eso nos permitió contemplar Castle Hill, desde donde seguramente en ese momento se veía una vista más limpia de la que habíamos disfrutado por la mañana.
Después de ver la ciudad desde lo alto bordeamos la plaza Rynok. La mayoría de los edificios que rodean la plaza son de una altura similar y cuentan con una fachada con tres ventanas, pues al parecer antiguamente era el límite permitido de ventanas para no pagar impuestos. Así, los edificios que cuentan con un número mayor pertenecían a personas adineradas que querían mostrar esta circunstancia. Gracias al buen número de casas restauradas alrededor de la plaza, Leópolis fue declarada Patrimonio de la Unesco en el año 1998.
Nos acercamos a contemplar la fachada de la capilla Boyim, encima de cuya cúpula hay una original estatua de un Cristo sentado cargando la cruz.
Continuamos siguiendo el recorrido de la guía y llegamos hasta la catedral armenia, en la que supuestamente destaca su patio; cuando fuimos nosotros se encontraba en obras y no pudimos acceder a él. Tuvimos que conformarnos con dar la vuelta a la calle y observarlo desde fuera.
Leópolis cuenta con más de cien iglesias y visitarlas todas podría producir empacho. Aun así, durante nuestra estancia entramos en unas pocas. La última fue la Dominion Cathedral, ubicada en la plaza Muzeina. En la puerta de esta iglesia estaban montando una exposición de huevos de Pascua. |
Con esto terminaba el itinerario propuesto por la guía. Estuvimos deambulando sin rumbo por las calles empedradas del centro mientras decidíamos qué nos apetecía más, si un café en uno de los numerosos cafés de la ciudad, o una cerveza. Finalmente, el alcohol batió a la cafeína y nos acercamos hasta Kumpel, un local donde elaboran su propia cerveza y sirven comida típica. Pedimos dos cervezas diferentes y estuvimos descansando un rato.
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Para cenar nos acercamos a la quesería L’Affinage. Este local está principalmente enfocado en la venta de quesos artesanos de Ucrania, aunque tienen un par de mesas altas con sillas y se pueden consumir allí mismo. Elegimos una de las tablas que proponían, que nos sirvieron con frutos secos, mermeladas y una cesta con diferentes panes.
Al día siguiente amaneció lloviendo. A pesar de ello nos acercamos hasta el cementerio de Lychakiv. Nuestro avión hacia Kiev salía por la tarde, así que queríamos aprovechar nuestras últimas horas en Leópolis antes de trasladarnos a la capital.
Reconocido como uno de los cementerios más antiguos de Europa, en él yacen muchos ucranianos ilustres cuyos nombres, tenemos que reconocer, son totalmente desconocidos para nosotros. Aún así, tanto su ubicación junto a una colina llena de árboles, como algunas series de tumbas hacen de esta necrópolis un lugar digno de ser visitado.
Reconocido como uno de los cementerios más antiguos de Europa, en él yacen muchos ucranianos ilustres cuyos nombres, tenemos que reconocer, son totalmente desconocidos para nosotros. Aún así, tanto su ubicación junto a una colina llena de árboles, como algunas series de tumbas hacen de esta necrópolis un lugar digno de ser visitado.
Nos llamaron la atención especialmente dos zonas, curiosamente ambas de soldados polacos. Una pequeña donde estaban enterrados polacos que lucharon en la conquista de esa zona de Ucrania por parte de las fuerzas polacas en el siglo XIX, y otra mucho más grande y ceremoniosa en la que descansan soldados polacos de la Primera Guerra Mundial. En esta los carteles muestran a un montón de jóvenes, la mayoría de los cuales no había llegado a cumplir ni tan siquiera veinte años.
Estuvimos dando un paseo aleatorio por el cementerio un rato. Cuando paró de llover nos acercamos nuevamente hasta el centro dando un paseo.
Recorrimos nuevamente las calles adyacentes a la plaza Rynok y después nos acercamos hasta el mercado Krakivsky. Para llegar hasta él tuvimos que caminar un rato. Rodeando este mercado encontramos un montón de puestos callejeros que formaban un enorme mercadillo donde vendían un sinfín de ropa, calzado y artilugios de todo tipo.
En el mercado estuvimos contemplando los productos que allí se ofrecían. Nos llamaron la atención la gran variedad de manzanas que tienen, así como unas mini cebollas (que deben ser muy populares a tenor del enorme número de puestos que las vendían).
Recorrimos nuevamente las calles adyacentes a la plaza Rynok y después nos acercamos hasta el mercado Krakivsky. Para llegar hasta él tuvimos que caminar un rato. Rodeando este mercado encontramos un montón de puestos callejeros que formaban un enorme mercadillo donde vendían un sinfín de ropa, calzado y artilugios de todo tipo.
En el mercado estuvimos contemplando los productos que allí se ofrecían. Nos llamaron la atención la gran variedad de manzanas que tienen, así como unas mini cebollas (que deben ser muy populares a tenor del enorme número de puestos que las vendían).
Volvimos al centro y entramos a comer en Puzata Khata, un local donde se toma una bandeja y se va escogiendo entre una selección de platos que ofrecen. Se paga al final en la caja. Estaba abarrotado, suponemos que porque la calidad es más que razonable y los precios son irrisorios.
Regresamos al hotel a recoger nuestras pertenencias y pedimos un taxi para que nos acercase al aeropuerto.
Kiev
La capital de Ucrania cuenta con dos aeropuertos, Boryspil y Zhulyany. El primero, más moderno y grande, se encuentra a casi treinta kilómetros de la ciudad; el segundo, prácticamente en el centro, es mucho más pequeño y recibe muchos menos vuelos. Nosotros aterrizamos en Boryspil; para llegar hasta nuestro alojamiento tuvimos que tomar un autobús que nos llevó hasta la estación de metro de Kharkivska. Allí entramos en el suburbano y fuimos hasta la parada de Palats Ukraina. En esta parada nos bajamos y enseguida encontramos nuestro alojamiento. Habíamos reservado en 7 Sky on Shchorsa Street, unos apartamentos ubicados en la séptima planta de un edificio residencial. A pesar de ser apartamentos cuenta con recepción las 24 horas, lo cual nos vino muy bien el día que nos marchábamos. El personal habla un inglés muy precario, pero lo suple con amabilidad y simpatía.
Una vez dejamos las cosas, salimos a cenar algo. En la avenida principal encontramos un local llamado Katyusha, donde servían comida típica de Ucrania, así como un compendio de platos de Georgia. Decidimos pedir unos Vareniki, una especie de raviolis muy típicos en los países eslavos (nosotros los habíamos tomado parecidos en Polonia y en Rusia). De las especialidades georgianas probamos un plato llamado adjarian khachapuri, un pan horneado relleno de queso y con un huevo encima. La verdad es que fue una cena sencilla pero muy rica.
Regresamos al hotel a recoger nuestras pertenencias y pedimos un taxi para que nos acercase al aeropuerto.
Kiev
La capital de Ucrania cuenta con dos aeropuertos, Boryspil y Zhulyany. El primero, más moderno y grande, se encuentra a casi treinta kilómetros de la ciudad; el segundo, prácticamente en el centro, es mucho más pequeño y recibe muchos menos vuelos. Nosotros aterrizamos en Boryspil; para llegar hasta nuestro alojamiento tuvimos que tomar un autobús que nos llevó hasta la estación de metro de Kharkivska. Allí entramos en el suburbano y fuimos hasta la parada de Palats Ukraina. En esta parada nos bajamos y enseguida encontramos nuestro alojamiento. Habíamos reservado en 7 Sky on Shchorsa Street, unos apartamentos ubicados en la séptima planta de un edificio residencial. A pesar de ser apartamentos cuenta con recepción las 24 horas, lo cual nos vino muy bien el día que nos marchábamos. El personal habla un inglés muy precario, pero lo suple con amabilidad y simpatía.
Una vez dejamos las cosas, salimos a cenar algo. En la avenida principal encontramos un local llamado Katyusha, donde servían comida típica de Ucrania, así como un compendio de platos de Georgia. Decidimos pedir unos Vareniki, una especie de raviolis muy típicos en los países eslavos (nosotros los habíamos tomado parecidos en Polonia y en Rusia). De las especialidades georgianas probamos un plato llamado adjarian khachapuri, un pan horneado relleno de queso y con un huevo encima. La verdad es que fue una cena sencilla pero muy rica.
El día siguiente comenzaba nuestra visita a la ciudad. Nuevamente la guía proponía un itinerario que recorría los principales puntos de interés del centro, así que decidimos seguirlo.
Iniciamos el día caminando hasta el mercado Bessarabsky. El edificio es bastante grande pero el mercado propiamente dicho solamente ocupa una parte de él. De hecho, se entra por una puerta lateral, ya que en la puerta principal se accede a un supermercado de una cadena internacional.
Iniciamos el día caminando hasta el mercado Bessarabsky. El edificio es bastante grande pero el mercado propiamente dicho solamente ocupa una parte de él. De hecho, se entra por una puerta lateral, ya que en la puerta principal se accede a un supermercado de una cadena internacional.
El mercado estaba muy poco concurrido. Habíamos leído que los precios no son especialmente “populares”, así que igual ese era el motivo. Nosotros dimos una vuelta y vimos puestos de fruta (muy bien surtidos, probablemente todo de exportación salvo las manzanas), de frutos secos y especias (muy bien colocado todo) y de caviar, aunque a nosotros los que más nos gustaron fueron los de encurtidos: tenían muchos frascos llenos de cualquier producto comestible imaginable flotando en vinagre. Ninguno tenía etiqueta así que suponemos que eran encurtidos caseros.
Había también una zona destinada solamente a productos cárnicos.
Había también una zona destinada solamente a productos cárnicos.
Al salir del mercado tomamos la calle Khreschatyk, una avenida amplia con grandes edificios a los lados, todo con una estética muy soviética.
Esta calle llega hasta Maidan Nezalezhnosti, el centro neurálgico de Kiev. Es una plaza muy amplia que está dividida en dos por la calle Khreschatyk. En esta plaza (llamada de la Independencia) ha sido donde han ocurrido las últimas y más importantes protestas de los ciudadanos de Ucrania: en 1991 cuando reclamaron la independencia de la Unión Soviética; en 2004 en la llamada Revolución Naranja, cuando se concentraron para expresar su rechazo a un supuesto fraude electoral; y más recientemente en 2013 en la llamada Euromaidán, una protesta provocada por la suspensión de la firma del Acuerdo de Asociación y el Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea por parte del gobierno de la nación. Esta última se extendió hasta bien entrado 2014 y acabó con más de 80 muertos.
Valga este pequeño resumen histórico para señalar la importancia de esta plaza en Kiev. A un lado de la calle Khreschatyk se encuentra la columna de la independencia, delante del hotel Ukraine y separado de este por unas terrazas desde donde se contempla toda la plaza.
Valga este pequeño resumen histórico para señalar la importancia de esta plaza en Kiev. A un lado de la calle Khreschatyk se encuentra la columna de la independencia, delante del hotel Ukraine y separado de este por unas terrazas desde donde se contempla toda la plaza.
Al otro lado hay unas fuentes musicales que suponemos que operan en el verano. Los domingos por la tarde cortan el tramo de la calle a la altura de la plaza, por lo que se puede caminar libremente por la zona.
Desde un lateral de la plaza subimos por la calle Arkhitektora Horodetskoho, una vía plagada de bonitos edificios a ambos lados.
Desde un lateral de la plaza subimos por la calle Arkhitektora Horodetskoho, una vía plagada de bonitos edificios a ambos lados.
Al final de la calle se llega a un parque y desde ahí se puede contemplar un poco de lado la Casa con Quimeras, un edificio de estilo Art Nouveau que recibe su nombre porque está coronado con esculturas mitológicas.
A su lado se encuentra el edificio de la Administración Presidencial de Ucrania. Como no se puede atravesar, para poder contemplar mejor la Casa con Quimeras tuvimos que dar una pequeña vuelta y subir por la calle Lyuteranska, aunque desde allí tampoco se puede decir que consiguiéramos una gran vista. En esa misma calle pasamos por delante de la casa de la viuda llorona, llamada así porque en la fachada hay una cara de mujer (en piedra) que, cuando llueve, por cómo está construida, derrama “lágrimas” (las gotas de lluvia) sobre su rostro. |
Doblamos por la calle Shovkovychna y fuimos hasta el final, llegando al parque Mariyinsky. En la esquina vimos el edificio del Parlamento; detrás, ya en pleno parque, el palacio Mariyinsky, de estilo italiano y sede en Kiev de la antigua realeza rusa.
Este parque está unido a otros que discurren paralelos al río Dniéper. Dimos un paseo por la zona, que estaba bastante solitaria, suponemos que por la hora y por el frío.
Pasamos junto al Dynamo Stadium, un campo de fútbol de 1934 que se usa para partidos menores dada su limitada capacidad. Más adelante se llega a una pequeña plaza desde donde hay una amplia vista del río y de la lejana iglesia de San Nicolás Wondermaker on The Water, una pequeña capilla ubicada sobre las aguas del Dniéper.
Pasamos junto al Dynamo Stadium, un campo de fútbol de 1934 que se usa para partidos menores dada su limitada capacidad. Más adelante se llega a una pequeña plaza desde donde hay una amplia vista del río y de la lejana iglesia de San Nicolás Wondermaker on The Water, una pequeña capilla ubicada sobre las aguas del Dniéper.
Abandonamos esa parte de los parques bajando hasta la avenida principal, que atravesamos para adentrarnos nuevamente en otro parque, en esa ocasión en el Volodymyrska Hill o colina de San Vladímir. Fuimos hasta la parte alta del parque donde se encuentra la estación del funicular que baja hasta el río. Allí mismo encontramos la entrada trasera del monasterio de San Miguel, realmente llamativo por su color azul y lleno de cúpulas doradas.
El interior de la iglesia es tan espectacular como el exterior, a pesar de estar tenuemente iluminado. En todas las iglesias que visitamos durante nuestra estancia en Ucrania (y entre las de Leópolis y las de Kiev fueron unas pocas), encontramos siempre fieles entrando y saliendo a cualquier hora: haciendo una parada para rezar y encender alguna vela, tras lo cual, después de un período más o menos corto de tiempo, salían por donde habían venido y continuaban su camino. |
Rodeamos la iglesia y salimos por la puerta principal, donde pudimos contemplar también la torre del campanario.
En ese punto nos desviamos de la ruta propuesta por la guía para acercarnos a la iglesia de San Andrés, situada sobre un promontorio y que estaba cerrada por reformas.
Decidimos parar a comer y entrar en un local que estaba junto a la iglesia, el restaurante Kanapa. Fue el sitio más elegante en el que comimos, sin ser necesario tampoco vestir de etiqueta. Es un restaurante muy bien puesto, con muy buena atención (todos los camareros hablaban inglés) y los platos estaban un poco más elaborados. Ofrecían un menú degustación que nos llamó mucho la atención, pero nos dijeron que había que encargarlo con un día de antelación, así que nos conformamos con comer a la carta.
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Nos sirvieron de aperitivo una vela, que tras encenderla se iba derritiendo y se convertía en una mantequilla con ajo deliciosa.
Mientras comíamos se puso a nevar, pero cuando salimos la nieve se había convertido en lluvia. A pesar de ello nosotros continuamos nuestro camino. Volvimos sobre nuestros pasos hasta el monasterio de San Miguel y reanudamos el itinerario donde lo habíamos dejado.
Desde allí ya veíamos a lo lejos nuestra siguiente parada, la catedral de Santa Sofía. Para llegar allí solamente tuvimos que recorrer la calle Volodymyrska hasta la plaza Sofía.
Esta iglesia, la más antigua de Kiev, fue reconvertida en museo por las autoridades soviéticas en el año 1934, perdiendo por tanto su uso religioso. Al parecer, desde que Ucrania recuperó la independencia ha habido varios intentos de devolverla a la fe, pero todas las facciones religiosas ortodoxas y greco-católicas la reclaman y no se han puesto de acuerdo, por lo que se ha mantenido como museo.
Hay varios tipos de entradas, dependiendo de las instalaciones que quieran visitarse. Nosotros optamos por la más simple, que es pasear por el recinto y ver la iglesia. Decidimos no subir a la torre del campanario porque con la lluvia no debía verse demasiado, y así nos ahorrábamos el esfuerzo de ascender los escalones.
Desde allí ya veíamos a lo lejos nuestra siguiente parada, la catedral de Santa Sofía. Para llegar allí solamente tuvimos que recorrer la calle Volodymyrska hasta la plaza Sofía.
Esta iglesia, la más antigua de Kiev, fue reconvertida en museo por las autoridades soviéticas en el año 1934, perdiendo por tanto su uso religioso. Al parecer, desde que Ucrania recuperó la independencia ha habido varios intentos de devolverla a la fe, pero todas las facciones religiosas ortodoxas y greco-católicas la reclaman y no se han puesto de acuerdo, por lo que se ha mantenido como museo.
Hay varios tipos de entradas, dependiendo de las instalaciones que quieran visitarse. Nosotros optamos por la más simple, que es pasear por el recinto y ver la iglesia. Decidimos no subir a la torre del campanario porque con la lluvia no debía verse demasiado, y así nos ahorrábamos el esfuerzo de ascender los escalones.
El complejo es muy bonito, pero el interior de la iglesia es sencillamente espectacular: los mosaicos y frescos que aglutina son una auténtica maravilla. Desgraciadamente no está permitido hacer fotografías en el interior, para lo cual hay un buen número de mujeres vigilantes (ataviadas con unas curiosas capas verdes a juego con los tejados de la iglesia) observando muy de cerca a los visitantes para que estos cumplan la norma.
De vuelta a la calle continuamos nuestro itinerario y llegamos hasta Zoloti Vorota, la puerta dorada, una reconstrucción de lo que fue la puerta de entrada a la ciudad cuando esta estaba fortificada, allá por el siglo XI.
De vuelta a la calle continuamos nuestro itinerario y llegamos hasta Zoloti Vorota, la puerta dorada, una reconstrucción de lo que fue la puerta de entrada a la ciudad cuando esta estaba fortificada, allá por el siglo XI.
En ese punto hicimos una pequeña pausa para comprar un café: por toda la ciudad, al igual que en Leópolis, encontramos pequeños puestos que ofrecen café. Por pequeños que sean, todos cuentan con una máquina de café italiano y muelen el café al momento. Nos resultó fascinante y realmente sorprendente la cultura del café que hay en Ucrania. Nos atreveríamos a decir sin ningún pudor que algunos de los mejores cafés que hemos tomado nunca han sido en este país.
En ese punto nos quedaban unos pocos lugares que ver para finalizar el recorrido. Pasamos por delante del Teatro de la Ópera y llegamos hasta la catedral de San Vladímir, en cuyo interior nos quedamos un rato contemplando las constantes idas y venidas de los fieles.
De ahí fuimos hasta el parque Taras Shevchenko (el mismo de la escultura en Leópolis donde iniciamos el recorrido), que contaba con unos bancos muy agradables que no probamos para no quedarnos helados. Con eso terminaba las visitas de la ruta propuesta por la guía.
Nos encontrábamos junto al mercado Bessarabsky, donde habíamos comenzado el itinerario; justo enfrente se halla el Pinchuk Art Centre, así que decidimos acercarnos. Este lugar está considerado el museo privado de arte contemporáneo más grande e importante de Europa del Este. Creado en 2006 por el empresario y filántropo Victor Pinchuk, en él se exponen obras de artistas de vanguardia. El museo es gratuito y desde su inauguración ha tenido un éxito impresionante, a pesar de que sus exposiciones no son fáciles de digerir para una gran parte de la población. Este museo es una buena muestra de lo que vimos en Ucrania y especialmente en Kiev: un lugar donde lo actual y lo tradicional conviven, aparentemente con cierta normalidad.
Después de hacer cola un buen rato pudimos acceder al lugar. Recorrimos todas las salas, repartidas en varias plantas. Encontramos cosas muy interesantes y otras que no nos lo parecieron tanto (por decirlo educadamente).
Cuando salimos seguía habiendo mucha gente esperando para entrar. Nosotros decidimos que era el momento de ir a tomar un cóctel.
Buceando por la red habíamos encontrado un local llamado Budu Pozzhe que estaba al lado de la plaza Bessarabsky, que era donde nos encontrábamos, así que fuimos para allá. Nos encontramos con un garito moderno y muy agradable. Fuimos hasta el fondo para acomodarnos en la barra. Allí nos tomamos dos cócteles bien ricos y muy bien elaborados. Perfectos para abrir el apetito.
Nos encontrábamos junto al mercado Bessarabsky, donde habíamos comenzado el itinerario; justo enfrente se halla el Pinchuk Art Centre, así que decidimos acercarnos. Este lugar está considerado el museo privado de arte contemporáneo más grande e importante de Europa del Este. Creado en 2006 por el empresario y filántropo Victor Pinchuk, en él se exponen obras de artistas de vanguardia. El museo es gratuito y desde su inauguración ha tenido un éxito impresionante, a pesar de que sus exposiciones no son fáciles de digerir para una gran parte de la población. Este museo es una buena muestra de lo que vimos en Ucrania y especialmente en Kiev: un lugar donde lo actual y lo tradicional conviven, aparentemente con cierta normalidad.
Después de hacer cola un buen rato pudimos acceder al lugar. Recorrimos todas las salas, repartidas en varias plantas. Encontramos cosas muy interesantes y otras que no nos lo parecieron tanto (por decirlo educadamente).
Cuando salimos seguía habiendo mucha gente esperando para entrar. Nosotros decidimos que era el momento de ir a tomar un cóctel.
Buceando por la red habíamos encontrado un local llamado Budu Pozzhe que estaba al lado de la plaza Bessarabsky, que era donde nos encontrábamos, así que fuimos para allá. Nos encontramos con un garito moderno y muy agradable. Fuimos hasta el fondo para acomodarnos en la barra. Allí nos tomamos dos cócteles bien ricos y muy bien elaborados. Perfectos para abrir el apetito.
Esa noche cenamos en otro de los Katyusha que hay en Kiev, de la misma cadena que el del día anterior.