Malta
Marzo de 2020
Preparativos
Malta es un país pequeño. Bastante pequeño. Cuando se recorre, se constata que es incluso más pequeño de lo que se pensaba en un principio.
Está compuesto por tres islas: Malta, Gozo y Comino (por orden de tamaño). Nuestro viaje tendría una duración de cinco días, los cuales pensamos que serían suficientes para recorrer las dos islas más grandes.
Los billetes de avión los compramos con una compañía de bajo coste, algo que habitualmente preferimos no hacer; en este caso, no hubo más remedio, pues era la única aerolínea que volaba al país. Para nuestro recorrido por las islas alquilamos un coche que nos salió escandalosamente barato, posiblemente porque viajábamos fuera de temporada. En cuanto a los alojamientos, decidimos reservar solamente la primera noche en un barrio a las afueras de La Valeta; el resto de los días iríamos improvisando.
Confeccionamos un itinerario para visitar los puntos más interesantes de las dos islas, aunque nos dio la sensación de que nos iba a sobrar tiempo, ya que todo parecía estar bastante cerca (en total recorrimos algo menos de trescientos kilómetros entre ambas islas). Por último, comprobamos que entre Malta y Gozo circulaban ferris con mucha frecuencia, por lo que no tendríamos necesidad de programar el trayecto entre islas.
Con estas cuatro cosas quedaba listo nuestro viaje.
Malta es un país pequeño. Bastante pequeño. Cuando se recorre, se constata que es incluso más pequeño de lo que se pensaba en un principio.
Está compuesto por tres islas: Malta, Gozo y Comino (por orden de tamaño). Nuestro viaje tendría una duración de cinco días, los cuales pensamos que serían suficientes para recorrer las dos islas más grandes.
Los billetes de avión los compramos con una compañía de bajo coste, algo que habitualmente preferimos no hacer; en este caso, no hubo más remedio, pues era la única aerolínea que volaba al país. Para nuestro recorrido por las islas alquilamos un coche que nos salió escandalosamente barato, posiblemente porque viajábamos fuera de temporada. En cuanto a los alojamientos, decidimos reservar solamente la primera noche en un barrio a las afueras de La Valeta; el resto de los días iríamos improvisando.
Confeccionamos un itinerario para visitar los puntos más interesantes de las dos islas, aunque nos dio la sensación de que nos iba a sobrar tiempo, ya que todo parecía estar bastante cerca (en total recorrimos algo menos de trescientos kilómetros entre ambas islas). Por último, comprobamos que entre Malta y Gozo circulaban ferris con mucha frecuencia, por lo que no tendríamos necesidad de programar el trayecto entre islas.
Con estas cuatro cosas quedaba listo nuestro viaje.
Malta
El aeropuerto de Malta está convenientemente situado más o menos en el centro geográfico de la isla, por lo que se accede con mucha facilidad a cualquier punto de la misma. Nada más aterrizar, una vez hubimos recogido nuestro coche de alquiler, nos desplazamos hasta Marsaxlokk, un pequeño y tranquilo pueblo pesquero en el sur. Dimos un breve paseo por el puerto, contemplando las coloridas embarcaciones pesqueras atracadas en él, mientras buscábamos un lugar donde comer. A lo largo del corto paseo marítimo se agolpan un rosario de restaurantes de pescado y marisco, todos de apariencia bastante similar entre sí. Finalmente nos dejamos engañar y entramos en uno de ellos, donde comimos un menú del día para olvidar.
A nuestra llegada a Marsaxlokk estaba chispeando, pero al salir del restaurante había salido el sol, por lo que dimos otro pequeño paseo antes de regresar al coche.
El aeropuerto de Malta está convenientemente situado más o menos en el centro geográfico de la isla, por lo que se accede con mucha facilidad a cualquier punto de la misma. Nada más aterrizar, una vez hubimos recogido nuestro coche de alquiler, nos desplazamos hasta Marsaxlokk, un pequeño y tranquilo pueblo pesquero en el sur. Dimos un breve paseo por el puerto, contemplando las coloridas embarcaciones pesqueras atracadas en él, mientras buscábamos un lugar donde comer. A lo largo del corto paseo marítimo se agolpan un rosario de restaurantes de pescado y marisco, todos de apariencia bastante similar entre sí. Finalmente nos dejamos engañar y entramos en uno de ellos, donde comimos un menú del día para olvidar.
A nuestra llegada a Marsaxlokk estaba chispeando, pero al salir del restaurante había salido el sol, por lo que dimos otro pequeño paseo antes de regresar al coche.
La ciudad de La Valeta está ubicada en una pequeña península, frente a la cual se encuentran otras dos penínsulas alineadas, Vittoriosa y Senglea, unidas al sur por Cospicua. Son conocidas como Las Tres Ciudades.
El centro de Vittoriosa es pequeño pero muy acogedor. Tras recorrer unas cuantas callejuelas, aparecimos en el lado norte de la península, desde donde pudimos apreciar una bonita vista del entrante de agua.
La punta de la península está ocupada por el fuerte St. Angelo. Nosotros lo bordeamos en sentido contrario a las agujas del reloj para llegar a la Marina. Allí se alineaban lujosos yates atracados en hilera. En el extremo de la Marina se puede contemplar una bonita vista de La Valeta.
Recorrimos la Marina hasta el principio y regresamos al coche para acercarnos hasta Senglea. Aparcamos nuevamente en el istmo de la península para dar un paseo. Tras un breve trayecto a pie, atravesamos la muralla que da acceso a la ciudad fortificada de Senglea. En su interior encontramos estrechas calles alargadas, que nos condujeron a la punta de la península, donde hay un pequeño parque desde donde también se puede observar una bonita panorámica de La Valeta.
Estas dos pequeñas ciudades, con sus pintorescas calles y sus espléndidas vistas, tanto de La Valeta como del puerto que las separa, nos gustaron mucho.
Como estaba empezando a anochecer, pusimos rumbo al Mr. Todd Hotel, el alojamiento que habíamos reservado en Sliema, un barrio situado justamente en el lado opuesto de La Valeta al que nos encontrábamos.
Allí aparcamos el coche en la calle, dejamos las cosas en nuestra habitación y salimos a tomar un aperitivo en Hammett's Gastro Bar, un local muy animado donde nos bebimos dos cócteles muy ricos. Después dimos un paseo hasta el otro lado de Sliema para acercamos a cenar a Piccolo Padre, un magnífico restaurante italiano.
Allí aparcamos el coche en la calle, dejamos las cosas en nuestra habitación y salimos a tomar un aperitivo en Hammett's Gastro Bar, un local muy animado donde nos bebimos dos cócteles muy ricos. Después dimos un paseo hasta el otro lado de Sliema para acercamos a cenar a Piccolo Padre, un magnífico restaurante italiano.
A la mañana siguiente abandonamos el hotel después de desayunar y nos dirigimos a la península donde se ubica La Valeta, cuyo perímetro está doblemente amurallado. Atravesamos con el coche la primera muralla y lo aparcamos en un estacionamiento muy cercano a la segunda muralla. Desde allí comenzamos el itinerario a pie. El acceso a La Valeta se efectúa por la puerta de la Ciudad, la cual se halla en una plaza muy amplia dominada por la fuente de Tritón. Allí llegan los autobuses provenientes de los diferentes rincones de la isla, por lo que tiene un constante trajín de gente. Nada más atravesar la puerta nos encontramos con el moderno edificio del Parlamento, situado junto a las ruinas de la casa de la Ópera (reconvertida en auditorio al aire libre), bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial.
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Subimos hasta la plaza de Castilla, donde contemplamos el espléndido Albergue de Castilla, actual residencia del primer ministro del país.
Continuamos por la Triq San Pawl (o calle de San Pablo), admirando su arquitectura y los numerosos miradores que encontramos por todas partes. Desde esta calle también hay bonitas vistas sobre las callejuelas que bajan perpendiculares hacia el mar.
Continuamos por la Triq San Pawl (o calle de San Pablo), admirando su arquitectura y los numerosos miradores que encontramos por todas partes. Desde esta calle también hay bonitas vistas sobre las callejuelas que bajan perpendiculares hacia el mar.
A la altura del número 277 entramos en la iglesia del Naufragio de San Pablo, que cuenta con un curioso suelo de mármol. Pasamos por el antiguo mercado de abastos, hoy reconvertido en un espacio gastronómico con locales de comida rápida maltesa. En la planta sótano hay un pequeño supermercado gourmet de productos bío.
Giramos a la izquierda por la calle del palacio del Gran Maestre y llegamos a la plaza de la República, una coqueta plazoleta donde se encuentra la Biblioteca Nacional.
Giramos a la izquierda por la calle del palacio del Gran Maestre y llegamos a la plaza de la República, una coqueta plazoleta donde se encuentra la Biblioteca Nacional.
Atravesamos la península casi hasta el mar y fuimos bordeándola hasta llegar al Siege Bell War Memorial, un monumento con una campana y una figura yacente. Desde allí pudimos contemplar una bonita vista de las penínsulas de Vittoriosa y Senglea, por las que habíamos deambulado la tarde anterior.
Paseamos por los jardines Lower Barrakka y caminamos paralelos al agua, hasta los jardines Upper Barrakka. Estos últimos están en una terraza desde donde también se disfruta de una magnífica panorámica de Vittoriosa y Senglea, con la Saluting Battery (una hilera de cañones que se disparan todos los días un par de veces a modo de saludo) en la terraza inferior.
Regresamos hacia el centro de La Valeta, pues nos quedaba una última visita: la concatedral de San Juan. Se trata de un edificio con un interior espléndido. La nave central cuenta con ocho capillas a ambos lados, dedicadas a las diferentes divisiones de la Orden. Todo el interior está cuidadosamente conservado y decorado, con incrustaciones doradas y frescos que cubren todas las paredes y el techo. En la parte trasera de la nave central, en el primer piso, hay un pequeño coro desde donde se puede contemplar un plano cenital del conjunto.
Una de las capillas contiene una pequeña cripta, mientras que en la sala del oratorio se puede disfrutar de un retablo de Caravaggio, que fue la pintura más grande realizada por el artista.
Una de las capillas contiene una pequeña cripta, mientras que en la sala del oratorio se puede disfrutar de un retablo de Caravaggio, que fue la pintura más grande realizada por el artista.
Esta concatedral es sin duda un museo magnífico, digno de ser visitado para descubrir sus rincones. Con esta visita nos despedimos de La Valeta.
Gozo
Volvimos al aparcamiento a por el coche y condujimos hacia el norte de la isla, donde tomamos el ferri que cruza hasta la isla de Gozo.
Nada más desembarcar fuimos hasta Victoria, la capital de la isla. Conocida como Ir-Rabat hasta finales del siglo XIX, en 1887 los británicos le cambiaron el nombre en honor a la reina Victoria.
Encontramos un agradable bed & breakfast donde decidimos pernoctar. Una vez hubimos aparcado el coche, optamos por movernos a pie en lo que quedaba de tarde.
Subimos hasta Il-Kastell, una fortificación reconstruida situada en el punto más alto de la ciudad. Rodeando sus murallas comprobamos que desde ese enclave se podían contemplar los confines de la isla por sus cuatro costados.
Descendimos nuevamente al centro, marcado por la plaza de la Independencia, siempre llena de coches y gente yendo y viniendo. En la parte de atrás de esta plaza se encuentra el barrio de Il-Borgo, casco antiguo de la ciudad y un auténtico laberinto de callejuelas. Estuvimos deambulando por ellas sin rumbo y después bajamos hasta los jardines Rundle, desde donde salimos a la calle principal para regresar a la plaza de la Independencia.
Gozo
Volvimos al aparcamiento a por el coche y condujimos hacia el norte de la isla, donde tomamos el ferri que cruza hasta la isla de Gozo.
Nada más desembarcar fuimos hasta Victoria, la capital de la isla. Conocida como Ir-Rabat hasta finales del siglo XIX, en 1887 los británicos le cambiaron el nombre en honor a la reina Victoria.
Encontramos un agradable bed & breakfast donde decidimos pernoctar. Una vez hubimos aparcado el coche, optamos por movernos a pie en lo que quedaba de tarde.
Subimos hasta Il-Kastell, una fortificación reconstruida situada en el punto más alto de la ciudad. Rodeando sus murallas comprobamos que desde ese enclave se podían contemplar los confines de la isla por sus cuatro costados.
Descendimos nuevamente al centro, marcado por la plaza de la Independencia, siempre llena de coches y gente yendo y viniendo. En la parte de atrás de esta plaza se encuentra el barrio de Il-Borgo, casco antiguo de la ciudad y un auténtico laberinto de callejuelas. Estuvimos deambulando por ellas sin rumbo y después bajamos hasta los jardines Rundle, desde donde salimos a la calle principal para regresar a la plaza de la Independencia.
Durante todo el paseo sufrimos un fuerte viento bastante fresco, así que regresamos a nuestro alojamiento a tomarnos un té calentito. Como ya estaba anocheciendo, decidimos no salir más ese día.
A la mañana siguiente recorrimos la isla de Gozo visitando los lugares más interesantes. La idea era comenzar por el punto más alejado de la isla e ir acercándonos a Mġarr a lo largo de la jornada (desde cuyo puerto parte el ferri a Malta), para regresar a la isla principal al anochecer.
Comenzamos por la bahía de Dwejra. En este lugar estaba el punto más icónico de Malta: un descomunal arco de piedra natural sobre el acantilado, que desafortunadamente se vino abajo durante una tempestad. Ahora la visita se limita a una costa escarpada llena de curiosas formaciones rocosas y a una torre en lo alto de una colina.
A la mañana siguiente recorrimos la isla de Gozo visitando los lugares más interesantes. La idea era comenzar por el punto más alejado de la isla e ir acercándonos a Mġarr a lo largo de la jornada (desde cuyo puerto parte el ferri a Malta), para regresar a la isla principal al anochecer.
Comenzamos por la bahía de Dwejra. En este lugar estaba el punto más icónico de Malta: un descomunal arco de piedra natural sobre el acantilado, que desafortunadamente se vino abajo durante una tempestad. Ahora la visita se limita a una costa escarpada llena de curiosas formaciones rocosas y a una torre en lo alto de una colina.
La siguiente parada fue en la basílica de Ta’Pinu, un bonito edificio que, dadas sus dimensiones y su emplazamiento en medio de un páramo, es visible desde muy lejos.
Nuevamente en la costa, condujimos hasta Wied Il-Għasri. Lo primero que llama la atención son unas salinas en desuso muy cerca del borde del acantilado. Desde allí, caminamos siguiendo un pequeño fiordo hasta llegar a unas escaleras que descienden a una diminuta playa de guijarros. El lugar es muy bonito. Dado lo agitado que estaba el mar ese día, fue una vista muy espectacular.
Bordeando la costa norte de Gozo, llegamos hasta las afueras de Marsalforn. Allí visitamos otras salinas, parte de las cuales todavía están en uso.
Muy cerca de Marsalforn, hacia el interior, se llega a la población de Xagħra. Aparcamos el coche junto a la plaza principal, que cuenta con una bonita iglesia, y caminamos hasta la gruta de Xerri. En Xagħra hay varias cuevas en casas particulares. La historia de estas grutas se repite en cada caso: años atrás, los dueños de las casas comenzaron a cavar en busca de agua, pero en su lugar se encontraron con una gruta llena de estalagmitas y estalactitas.
Cuando llegamos a la puerta de la gruta de Xerri, llamamos a un timbre; enseguida apareció un señor, que fue quien nos abrió e hizo de guía. Nos comentó que la gruta la descubrió su abuelo. Desde entonces, la enseñan. Bajamos por unas estrechas escaleras de caracol para llegar a la cueva, que, aun siendo pequeña, resultó más grande de lo que habíamos imaginado. Dimos una vuelta circular por la gruta contemplando las curiosas formas de las rocas, mientras atendíamos a las explicaciones del caballero.
Cuando llegamos a la puerta de la gruta de Xerri, llamamos a un timbre; enseguida apareció un señor, que fue quien nos abrió e hizo de guía. Nos comentó que la gruta la descubrió su abuelo. Desde entonces, la enseñan. Bajamos por unas estrechas escaleras de caracol para llegar a la cueva, que, aun siendo pequeña, resultó más grande de lo que habíamos imaginado. Dimos una vuelta circular por la gruta contemplando las curiosas formas de las rocas, mientras atendíamos a las explicaciones del caballero.
De vuelta en el coche nos dirigimos nuevamente a la costa, hacia los alrededores de la playa de Ramla. Allí subimos a una cueva (en realidad un agujero en la montaña), desde donde se podía contemplar una bonita panorámica de la playa.
Nuevamente condujimos hacia el interior y nos acercamos a Nadur. Allí habíamos seleccionado dos lugares donde horneaban diversas especialidades locales. En el primero de ellos nos comimos una especie de pastel relleno de verduras. En el otro, una pizza con una masa algo diferente a las habituales. En ambos casos nos las prepararon en el momento. Nos supieron a gloria. Después fuimos a la plaza del centro, que cuenta con una bonita iglesia y unas cuantas casas con miradores. En la plaza nos tomamos un café antes de continuar.
A las afueras de Nadur hay una antigua torre de telégrafo, desde donde se puede disfrutar de una magnífica perspectiva de la isla, tan amplia o más que la que habíamos contemplado la tarde anterior desde la fortaleza de Victoria. Desde allí pudimos ver las islas de Comino y Malta, y el ferri que las une.
Después nos desplazamos hasta la costa sur de Gozo para visitar los acantilados de Sanap. Dejamos el coche en una pequeña explanada y desde allí caminamos hasta alcanzar el paseo adoquinado que recorre la costa por encima de los acantilados, desde donde se goza de una espectacular panorámica.
Regresamos al coche y, bordeando la costa en dirección a Mġarr, llegamos hasta los acantilados de Ta' Ċenċ. A esa hora de la tarde la luz era muy bonita, por lo que la vista de estos acantilados fue también muy espectacular.
Sanap y Ta' Ċenċ nos gustaron mucho más que los acantilados que vimos después en la isla de Malta.
Desde Ta' Ċenċ condujimos hasta Mġarr. Antes de bajar al puerto, pasamos por la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes. A esas horas estaba cerrada, pero desde su terraza había una bonita imagen del pequeño puerto. Alcanzamos a ver cómo zarpaba el ferri hacia Malta, por lo que estaba claro que nos tocaría esperar al siguiente.
Desde Ta' Ċenċ condujimos hasta Mġarr. Antes de bajar al puerto, pasamos por la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes. A esas horas estaba cerrada, pero desde su terraza había una bonita imagen del pequeño puerto. Alcanzamos a ver cómo zarpaba el ferri hacia Malta, por lo que estaba claro que nos tocaría esperar al siguiente.
Bajamos al puerto y nos pusimos a la cola, donde no tuvimos que aguardar demasiado. Una vez desembarcados en la isla de Malta, decidimos quedarnos en un hotel cercano para comenzar por allí las visitas del día siguiente.
Sin ser inolvidables, las visitas que hicimos en Gozo fueron muy agradables y bonitas, bastante diferentes entre sí. Además, el hecho de que esté todo realmente cerca facilita mucho los desplazamientos. Tenemos que reconocer que pasamos un día muy entretenido en esta isla.
Malta
Teníamos por delante dos días completos para terminar de visitar los lugares más turísticos de la isla de Malta, aunque desde un principio intuimos que nos iba a sobrar bastante tiempo, como así fue.
Comenzamos el día acercándonos al pueblo de Popeye, un set de cine construido ex profeso para rodar la película homónima. Está abierto a modo de parque temático, pero nosotros nos conformamos con la vista que hay desde el cerro en lo alto del pueblo.
Sin ser inolvidables, las visitas que hicimos en Gozo fueron muy agradables y bonitas, bastante diferentes entre sí. Además, el hecho de que esté todo realmente cerca facilita mucho los desplazamientos. Tenemos que reconocer que pasamos un día muy entretenido en esta isla.
Malta
Teníamos por delante dos días completos para terminar de visitar los lugares más turísticos de la isla de Malta, aunque desde un principio intuimos que nos iba a sobrar bastante tiempo, como así fue.
Comenzamos el día acercándonos al pueblo de Popeye, un set de cine construido ex profeso para rodar la película homónima. Está abierto a modo de parque temático, pero nosotros nos conformamos con la vista que hay desde el cerro en lo alto del pueblo.
Un poco más al sur encontramos la bahía de Għajn Tuffieħa. En un lateral de esta bahía hay una atalaya, desde donde se contempla una bonita vista de la misma. Decidimos improvisar una pequeña caminata recorriendo la bahía por la cresta de la colina que la rodea hasta llegar al punto opuesto de la atalaya. Allí descendimos hasta casi la playa y regresamos por ese lado. En todo momento disfrutamos de una bonita panorámica de la bahía, llena de vegetación y de plantas que ya empezaban a florecer.
Continuamos conduciendo hacia el sur, abandonando la costa para dirigirnos brevemente al interior. La siguiente parada fue en las pequeñas poblaciones de Mdina y Rabat. Estas dos diminutas ciudades, unidas entre sí, son realmente muy diferentes. Dejamos el coche en un amplio aparcamiento junto a la puerta de entrada a la ciudad de Mdina. Esta ciudad árabe fortificada está muy bien reconstruida y da gusto pasear por sus callejuelas. Intramuros encontramos varios palacios (alguno reconvertido en hotel de lujo), pero lo que más llama la atención es la plaza de San Pablo, en la que destaca la catedral del mismo nombre. Siendo una plaza razonablemente pequeña, es el espacio diáfano más grande de Mdina.
Paseando sin rumbo por sus estrechas calles encontramos una heladería, y decidimos hacer un alto en el camino para degustar un par de cucuruchos.
Salimos de Mdina por la misma puerta que habíamos entrado y nos acercamos a la calle San Pablo, que une Mdina con Rabat. Al principio de esta calle hay un pequeño negocio donde hornean los famosos pastizzi malteses, unos pequeños delicatessen de hojaldre rellenos, prácticamente las veinticuatro horas del día. Hicimos una parada para probar unos cuantos (de ricota, de guisantes, de anchoas…) y después continuamos caminando hasta el final de la calle. Desembocamos en una plaza donde encontramos una tienda llamada Parruććan, en la que venden especialidades dulces maltesas, entre ellas, turrón maltés. Nosotros probamos unas finísimas pastas de almendra y unos deliciosos bollitos de dátil. |
Rabat está lleno de iglesias que albergan criptas y catacumbas repletas de esqueletos. La oferta es tan amplia que resulta abrumadora. Nosotros no entramos en ninguna; simplemente nos dedicamos a pasear por la zona.
Cuando regresamos a la plaza, desanduvimos el camino por la calle San Pablo de vuelta a Mdina. Volvimos al coche y pusimos rumbo a los acantilados de Dingli. Por el camino hicimos una pequeña parada para reservar alojamiento para dormir y reservar una mesa en un restaurante para la cena.
Llegamos a Dingli al atardecer, así que aparcamos el coche y echamos a caminar. Los acantilados de Dingli no son ni mucho menos tan espectaculares como los otros dos que habíamos visto en Gozo (y eso que vienen recomendados en todas las guías de viaje). |
Contemplamos el atardecer desde allí y, cuando se hizo de noche, fuimos a Diar il-Bniet, un coqueto restaurante donde cenamos un magnífico guiso de conejo.
A la mañana siguiente, comenzamos las jornada visitando los yacimientos arqueológicos de Ħaġar Qim y Mnajdra, dos estructuras megalíticas ubicadas muy cerca de un pequeño acantilado. La visita comienza en el centro de visitantes con un pequeño vídeo introductorio en 3D, y continúa con un pequeño recorrido con explicaciones dentro del edificio. Una vez al aire libre, se visita primero Ħaġar Qim, pues está situado junto al centro de visitantes; después hay que caminar un poco para llegar hasta Mnajdra. Ambos yacimientos están protegidos por una cubierta, para resguardarlos de las inclemencias meteorológicas. La visita no está mal, pero a nuestro juicio es prescindible.
Antes de regresar al centro de visitantes, nos desviamos por un sendero que discurre paralelo al acantilado, donde encontramos una tumba y una pequeña torre.
A la mañana siguiente, comenzamos las jornada visitando los yacimientos arqueológicos de Ħaġar Qim y Mnajdra, dos estructuras megalíticas ubicadas muy cerca de un pequeño acantilado. La visita comienza en el centro de visitantes con un pequeño vídeo introductorio en 3D, y continúa con un pequeño recorrido con explicaciones dentro del edificio. Una vez al aire libre, se visita primero Ħaġar Qim, pues está situado junto al centro de visitantes; después hay que caminar un poco para llegar hasta Mnajdra. Ambos yacimientos están protegidos por una cubierta, para resguardarlos de las inclemencias meteorológicas. La visita no está mal, pero a nuestro juicio es prescindible.
Antes de regresar al centro de visitantes, nos desviamos por un sendero que discurre paralelo al acantilado, donde encontramos una tumba y una pequeña torre.
De vuelta en el coche, nos acercamos a conocer la Gruta Azul. Primero paramos en un mirador sobre la gruta. Aunque desde ese punto hay una bonita estampa, no se divisa realmente la propia gruta. Por eso, descendimos hasta el puerto para tomar una embarcación y verla desde el agua. Desgraciadamente, ese día no zarpaba ninguna (suponemos que las condiciones del mar no eran las adecuadas), así que tuvimos que conformarnos con asomarnos un poco sobre el acantilado y contemplar la entrada a la gruta.
Con estas dos paradas dimos por concluidas las visitas que teníamos señaladas en la isla de Malta. Como quedaba mucho día por delante, decidimos regresar al barrio de Sliema y reservar una habitación en el alojamiento donde nos habíamos quedado la primera noche, Mr. Todd Hotel.
Una vez ocupamos la habitación, salimos a comer ftira, el típico bocadillo maltés; de postre, nos decantamos por un helado italiano. Por la tarde decidimos dar una gran caminata y nos recorrimos todo el paseo marítimo de Sliema y San Julián. Pasamos por la bahía de San Julián y continuamos hasta la bahía de San Jorge. Allí nos sentamos a descansar un rato en un banco antes de emprender el camino de regreso, si bien este lo hicimos por el tramo más recto y no por el paseo marítimo, puesto que ya habíamos caminado suficiente ese día.
Una vez ocupamos la habitación, salimos a comer ftira, el típico bocadillo maltés; de postre, nos decantamos por un helado italiano. Por la tarde decidimos dar una gran caminata y nos recorrimos todo el paseo marítimo de Sliema y San Julián. Pasamos por la bahía de San Julián y continuamos hasta la bahía de San Jorge. Allí nos sentamos a descansar un rato en un banco antes de emprender el camino de regreso, si bien este lo hicimos por el tramo más recto y no por el paseo marítimo, puesto que ya habíamos caminado suficiente ese día.
Por la noche nos acercamos a cenar a Ta’Kris, un local escondido en un callejón. El lugar es muy popular y estaba abarrotado, pero conseguimos hacernos un hueco. Cenamos el típico plato maltés y un par de guisos exquisitos. Fue un buen fin de fiesta, pues a la mañana siguiente regresábamos a casa.
Sin ser el destino definitivo, Malta nos pareció un lugar muy agradable, en el que pasar unos días sin prisa. No sabemos cómo será en temporada alta, pero fuera de los meses de verano, hay poco turismo y los alojamientos son bastante baratos. Eso sí, nos gustó mucho más la isla de Gozo que la de Malta.
Sin ser el destino definitivo, Malta nos pareció un lugar muy agradable, en el que pasar unos días sin prisa. No sabemos cómo será en temporada alta, pero fuera de los meses de verano, hay poco turismo y los alojamientos son bastante baratos. Eso sí, nos gustó mucho más la isla de Gozo que la de Malta.