Honduras
Noviembre 2014
Durante nuestro viaje a Guatemala decidimos hacer una pequeña incursión en la vecina Honduras. Habíamos visto que el centro arqueológico maya mejor conservado de Honduras se encuentra a unos 10 kilómetros de la frontera con Guatemala, así que nos desviamos para visitarlo.
Tomamos un shuttle desde Antigua (Guatemala) que nos llevaría hasta la localidad hondureña de Copán Ruinas. La miniván que nos recogió salió muy temprano (concretamente, a las 4 de la madrugada): la idea era estar a media mañana en nuestro destino.
Honduras y Guatemala tienen tres pasos de frontera terrestres: uno por el norte y dos por el sur. Nosotros pasamos por el único del sur que estaba abierto. Debido a las fuertes lluvias recientes, el otro paso estaba inundado y se encontraba cerrado. Eso explicaba la gran cantidad de camiones y de vehículos de todo tipo que había esperando para cruzar la frontera.
Honduras y Guatemala tienen tres pasos de frontera terrestres: uno por el norte y dos por el sur. Nosotros pasamos por el único del sur que estaba abierto. Debido a las fuertes lluvias recientes, el otro paso estaba inundado y se encontraba cerrado. Eso explicaba la gran cantidad de camiones y de vehículos de todo tipo que había esperando para cruzar la frontera.
A pesar de todo, nuestro conductor fue serpenteando hasta llegar al paso fronterizo. Una vez allí, descendimos del vehículo para pasar por el puesto de salida guatemalteco, seguido del de entrada hondureño. Sabíamos que en la salida terrestre de Guatemala a veces pedían dinero, pero que no era legal. Íbamos preparados por si acaso. Una vez el agente de inmigración guatemalteco nos hubo sellado los pasaportes nos pidió diez quetzales por persona. Comentamos que trabajábamos para el gobierno español y que nos habíamos puesto en contacto con la embajada de Guatemala, donde nos habían comunicado que no había que pagar por salir por tierra del país, a lo que el agente respondió que nos exoneraba del pago y nos devolvió rápidamente nuestros pasaportes.
La entrada en Honduras no tuvo incidencias. Ahí sabíamos que teníamos que pagar 3 dólares por persona o su equivalente en la moneda hondureña o guatemalteca, y así lo hicimos.
Una vez terminados los trámites burocráticos, volvimos al shuttle y llegamos a Copán Ruinas. El conductor nos dejó en la puerta de nuestro alojamiento y se despidió de nosotros. Habíamos reservado una habitación en el hotel Casa Gabriela, muy bien ubicado en el centro y del que habíamos leído muy buenos comentarios. Resultó ser un lugar muy agradable y tranquilo.
La entrada en Honduras no tuvo incidencias. Ahí sabíamos que teníamos que pagar 3 dólares por persona o su equivalente en la moneda hondureña o guatemalteca, y así lo hicimos.
Una vez terminados los trámites burocráticos, volvimos al shuttle y llegamos a Copán Ruinas. El conductor nos dejó en la puerta de nuestro alojamiento y se despidió de nosotros. Habíamos reservado una habitación en el hotel Casa Gabriela, muy bien ubicado en el centro y del que habíamos leído muy buenos comentarios. Resultó ser un lugar muy agradable y tranquilo.
Curiosamente la población se llama Copán Ruinas, mientras que el centro arqueológico se denomina Copán. Éste se encuentra a unos dos kilómetros del pueblo, así que una vez nos hubimos instalado en nuestra habitación, nos pusimos nuestra ropa de exploradores y comenzamos la visita. A pesar del calor, decidimos acercarnos hasta Copán caminando, ya que habíamos estado casi diez horas metidos en la miniván.
El recorrido es sencillo ya que no hay más que seguir la carretera. Además, hay un camino peatonal que lo hace mucho más llevadero. A nuestra llegada a las ruinas, lo primero que nos encontramos fue un grupo de escandalosos guacamayos. Nos estuvimos entreteniendo viéndolos y fotografiándolos hasta que echaron todos juntos a volar, momento en el que iniciamos la visita de las ruinas mayas.
El recorrido es sencillo ya que no hay más que seguir la carretera. Además, hay un camino peatonal que lo hace mucho más llevadero. A nuestra llegada a las ruinas, lo primero que nos encontramos fue un grupo de escandalosos guacamayos. Nos estuvimos entreteniendo viéndolos y fotografiándolos hasta que echaron todos juntos a volar, momento en el que iniciamos la visita de las ruinas mayas.
Comenzamos la visita por la gran plaza, una explanada alargada con unas estelas a un lado y una pequeña pirámide en el centro. Las estelas estaban decoradas con mucho detalle, y en algunas se notaban restos del color rojo del que se supone estaban pintadas. Todas tenían un rudimentario tejado metálico para evitar la erosión producida por la lluvia.
Al otro lado de la plaza, una vez hubimos pasado junto a la pirámide, nos encontramos con una majestuosa escalera de piedra muy bien conservada, gracias a que también la habían cubierto con una estructura. Así como a la pirámide central sí se podía subir, por esta escalera estaba prohibido el acceso.
Bordeamos la escalera y accedimos a la parte trasera del complejo, donde había otra pequeña plaza rodeada por diversas construcciones. Nos llamaron mucho la atención las caras esculpidas sobre las piedras.
Fue una visita muy tranquila, ya que apenas había gente. Además, aunque hacía calor, había sombras por todas partes en las que resguardarse.
Antes de salir del complejo estuvimos viendo otro rato a los guacamayos.
Continuamos caminando junto a la carretera durante un kilómetro para visitar otro pequeño complejo conocido como Las Sepulturas. Este yacimiento está incluido en el precio de Copán, pero por algún motivo la gente en general no visita este segundo lugar.
Si Copán nos resultó tranquilo, Las Sepulturas lo fue aún más. Nos cruzamos solamente con otra pareja de turistas.
Las Sepulturas se encuentra más hacia el interior de la selva, de manera que hay menos construcciones para ver y éstas son menos impresionantes que en Copán. Aun así pudimos pasear por la gran plaza, aunque en este caso no tan grande, y disfrutar de las bien conservadas ruinas.
Antes de salir del complejo estuvimos viendo otro rato a los guacamayos.
Continuamos caminando junto a la carretera durante un kilómetro para visitar otro pequeño complejo conocido como Las Sepulturas. Este yacimiento está incluido en el precio de Copán, pero por algún motivo la gente en general no visita este segundo lugar.
Si Copán nos resultó tranquilo, Las Sepulturas lo fue aún más. Nos cruzamos solamente con otra pareja de turistas.
Las Sepulturas se encuentra más hacia el interior de la selva, de manera que hay menos construcciones para ver y éstas son menos impresionantes que en Copán. Aun así pudimos pasear por la gran plaza, aunque en este caso no tan grande, y disfrutar de las bien conservadas ruinas.
Una vez finalizamos la visita volvimos por el mismo camino pegado a la carretera hasta la población de Copán Ruinas, por la que estuvimos dando un paseo. El lugar es agradable y tranquilo, lleno de casas bajas y calles empedradas. Tras eso nos fuimos a la habitación a descansar y a hacer tiempo para la cena.
De entre toda la oferta gastronómica que encontramos, optamos por un restaurante llamado Carnitas Nia Lola: comida típica con carne a la brasa, muy sabrosa; y de beber, unas micheladas, un tanto picantes pero muy ricas. Todo ello en un ambiente agradable con un servicio muy amable.
La mañana siguiente volvíamos a Guatemala. Habíamos contratado un traslado privado que nos llevaría hasta Río Dulce. Antes de que llegaran, salimos a desayunar y fuimos al café Via Via. El lugar es muy acogedor y tiene tres estancias: una terraza a la entrada, el interior y un patio al fondo. Nos decidimos por el patio, donde se estaba muy bien. Pedimos dos desayunos, que nos gustaron mucho; pero lo que resultó más sorprendente fue sobre todo el café: el mejor café de nuestro viaje a Guatemala lo probamos en Honduras.
Una vez hubimos acabado nuestro desayuno, hicimos nuestra última foto de la plaza central y volvimos al hotel donde los chicos del traslado ya nos estaban esperando. Recogimos nuestras pertenencias y nos pusimos en marcha.
En la frontera tuvimos que realizar los trámites inversos del día anterior: salida de Honduras y entrada a Guatemala. En esta ocasión fue todo mucho más ágil, aunque después nos tocó esperar porque la barrera de separación de ambos países estaba estropeada y la estaban soldando a marchas forzadas.
Una vez terminaron de repararla, cruzamos a Guatemala y continuamos con nuestro viaje.
Una vez terminaron de repararla, cruzamos a Guatemala y continuamos con nuestro viaje.