Guatemala
Noviembre 2014
Noviembre 2014
Guatemala no era un destino que a priori tuviéramos en el radar. Nunca nos habíamos planteado qué podía haber de interesante en este país; hasta que unos amigos tan apasionados de los viajes como nosotros nos contaron su experiencia en este país, y sin pensarlo dos veces decidimos animarnos.
Lo primero que surge cuando se visitan ciertos países es el tema de la seguridad. Tanto nuestros amigos como todos los foros que leímos sobre Guatemala coincidían en que, salvo ciertas zonas de la capital, parecía un lugar razonablemente seguro por el que transitar. Así que no lo dudamos más y nos compramos el billete de avión. Una vez cerradas las fechas y decidido el número de días a permanecer en el país, nos tocó la siempre ardua tarea de confeccionar el itinerario. Y decimos ardua porque cuando profundizamos en un destino, lo primero de lo que nos damos cuenta siempre es que nos faltan días para visitar todo lo que queremos. Como la vuelta ya está cerrada hay que tomar la dura decisión de dejar algo sin ver. Gracias al itinerario que nos prestaron nuestros amigos y a los de otros viajeros que encontramos por la red, pudimos afinar bastante la ruta definitiva. Ésta incluía un billete de avión interno de un solo trayecto que compramos también con cierta antelación. Decidimos llevar todos los alojamientos reservados para minimizar las sorpresas negativas que pudieran darse, así como algunos transportes. En Guatemala hay varias modalidades para moverse por el país: los chicken bus (antiguos autobuses escolares norteamericanos que van haciendo innumerables paradas a lo largo de una ruta); los autobuses de línea, con sus paradas ya establecidas; los shuttles, que son minivanes para 8-10 personas e incluyen servicio de recogida y dejada en los hoteles; y el traslado privado. La diferencia entre cada uno es la comodidad y el precio. Los chicken bus son los más baratos e incómodos, mientras que el traslado privado es el más caro y confortable. Nosotros probamos los cuatro medios de transporte en nuestro viaje… y alguno más.
Aunque en este tipo de viaje nos gusta centrarnos en el país en cuestión, en esta ocasión decidimos hacer una excepción: en Honduras, a unos 10 kilómetros de la frontera con Guatemala, se encuentra un sitio arqueológico que merece la pena visitar. Dado que pasaríamos cerca, decidimos incluirlo en el recorrido.
Así pues, en esta ocasión le pondríamos dos sellos a nuestros pasaportes.
Lo primero que surge cuando se visitan ciertos países es el tema de la seguridad. Tanto nuestros amigos como todos los foros que leímos sobre Guatemala coincidían en que, salvo ciertas zonas de la capital, parecía un lugar razonablemente seguro por el que transitar. Así que no lo dudamos más y nos compramos el billete de avión. Una vez cerradas las fechas y decidido el número de días a permanecer en el país, nos tocó la siempre ardua tarea de confeccionar el itinerario. Y decimos ardua porque cuando profundizamos en un destino, lo primero de lo que nos damos cuenta siempre es que nos faltan días para visitar todo lo que queremos. Como la vuelta ya está cerrada hay que tomar la dura decisión de dejar algo sin ver. Gracias al itinerario que nos prestaron nuestros amigos y a los de otros viajeros que encontramos por la red, pudimos afinar bastante la ruta definitiva. Ésta incluía un billete de avión interno de un solo trayecto que compramos también con cierta antelación. Decidimos llevar todos los alojamientos reservados para minimizar las sorpresas negativas que pudieran darse, así como algunos transportes. En Guatemala hay varias modalidades para moverse por el país: los chicken bus (antiguos autobuses escolares norteamericanos que van haciendo innumerables paradas a lo largo de una ruta); los autobuses de línea, con sus paradas ya establecidas; los shuttles, que son minivanes para 8-10 personas e incluyen servicio de recogida y dejada en los hoteles; y el traslado privado. La diferencia entre cada uno es la comodidad y el precio. Los chicken bus son los más baratos e incómodos, mientras que el traslado privado es el más caro y confortable. Nosotros probamos los cuatro medios de transporte en nuestro viaje… y alguno más.
Aunque en este tipo de viaje nos gusta centrarnos en el país en cuestión, en esta ocasión decidimos hacer una excepción: en Honduras, a unos 10 kilómetros de la frontera con Guatemala, se encuentra un sitio arqueológico que merece la pena visitar. Dado que pasaríamos cerca, decidimos incluirlo en el recorrido.
Así pues, en esta ocasión le pondríamos dos sellos a nuestros pasaportes.
Decidimos evitar Ciudad de Guatemala en todo momento por las comentadas razones de seguridad. Así que a nuestra llegada al aeropuerto, una vez pasados los pertinentes controles, nos subimos al transporte privado que habíamos reservado con el alojamiento de la primera noche y fuimos a dormir a Antigua. Esta pequeña ciudad fue capital del país por un tiempo y es la única población guatemalteca considerada patrimonio de la humanidad por la Unesco. Nuestro itinerario comenzaría y terminaría en Antigua, pero la visita de la ciudad la habíamos programado para el final del recorrido. Esa noche simplemente cenamos algo y nos fuimos a dormir, ya que a las 4 de la mañana vendría a recogernos un shuttle para trasladarnos a Copán Ruinas, en la vecina Honduras.
La miniván que nos recogió fue bastante puntual. Cuando lo hizo, ya había varios turistas en su interior; de hecho, nosotros fuimos los últimos: en cuanto nos subimos iniciamos nuestro recorrido hacia Copán. A eso de las 8 de la mañana paramos a desayunar, y un rato más tarde llegamos a la frontera. Honduras y Guatemala tienen tres pasos de frontera terrestres: uno por el norte y dos por el sur. Nosotros pasamos por el único del sur que estaba abierto. Debido a las fuertes lluvias recientes, el otro paso estaba inundado y se encontraba por tanto cerrado. Eso explicaba la gran cantidad de camiones y de vehículos de todo tipo que había esperando para cruzar la frontera. A pesar de todo, nuestro conductor fue serpenteando hasta llegar al paso fronterizo. Una vez allí, descendimos del vehículo para pasar por el puesto de salida guatemalteco, seguido del de entrada hondureño. Sabíamos que en la salida terrestre de Guatemala a veces pedían dinero, pero que no era legal. Íbamos preparados por si acaso. Una vez el agente de inmigración guatemalteco nos hubo sellado los pasaportes nos pidió diez quetzales por persona. Comentamos que trabajábamos para el gobierno español y que nos habíamos puesto en contacto con la embajada de Guatemala, donde nos habían comunicado que no había que pagar por salir por tierra del país, a lo que el agente respondió que nos exoneraba del pago y nos devolvió rápidamente nuestros pasaportes.
La entrada en Honduras no tuvo incidencias. Ahí sabíamos que teníamos que pagar 3 dólares por persona o su equivalente en la moneda hondureña o guatemalteca, y así lo hicimos.
Una vez terminados los trámites burocráticos, volvimos al shuttle y llegamos a Copán Ruinas. El conductor nos dejó en la puerta de nuestro hotel y se despidió de nosotros.
La miniván que nos recogió fue bastante puntual. Cuando lo hizo, ya había varios turistas en su interior; de hecho, nosotros fuimos los últimos: en cuanto nos subimos iniciamos nuestro recorrido hacia Copán. A eso de las 8 de la mañana paramos a desayunar, y un rato más tarde llegamos a la frontera. Honduras y Guatemala tienen tres pasos de frontera terrestres: uno por el norte y dos por el sur. Nosotros pasamos por el único del sur que estaba abierto. Debido a las fuertes lluvias recientes, el otro paso estaba inundado y se encontraba por tanto cerrado. Eso explicaba la gran cantidad de camiones y de vehículos de todo tipo que había esperando para cruzar la frontera. A pesar de todo, nuestro conductor fue serpenteando hasta llegar al paso fronterizo. Una vez allí, descendimos del vehículo para pasar por el puesto de salida guatemalteco, seguido del de entrada hondureño. Sabíamos que en la salida terrestre de Guatemala a veces pedían dinero, pero que no era legal. Íbamos preparados por si acaso. Una vez el agente de inmigración guatemalteco nos hubo sellado los pasaportes nos pidió diez quetzales por persona. Comentamos que trabajábamos para el gobierno español y que nos habíamos puesto en contacto con la embajada de Guatemala, donde nos habían comunicado que no había que pagar por salir por tierra del país, a lo que el agente respondió que nos exoneraba del pago y nos devolvió rápidamente nuestros pasaportes.
La entrada en Honduras no tuvo incidencias. Ahí sabíamos que teníamos que pagar 3 dólares por persona o su equivalente en la moneda hondureña o guatemalteca, y así lo hicimos.
Una vez terminados los trámites burocráticos, volvimos al shuttle y llegamos a Copán Ruinas. El conductor nos dejó en la puerta de nuestro hotel y se despidió de nosotros.
Curiosamente la población se llama Copán Ruinas, mientras que el centro arqueológico se denomina Copán. Éste se encuentra a unos dos kilómetros del pueblo, así que una vez nos hubimos instalado en nuestra habitación, nos pusimos nuestra ropa de exploradores y comenzamos las visitas programadas. A pesar del calor, decidimos acercarnos hasta Copán caminando, ya que habíamos estado casi diez horas metidos en una miniván.
El recorrido es sencillo, ya que no hay más que seguir la carretera. Hay además un camino peatonal que lo hace mucho más llevadero. A nuestra llegada a las ruinas, lo primero que nos encontramos fue un grupo de escandalosos guacamayos. Nos estuvimos entreteniendo viéndolos y fotografiándolos hasta que echaron todos juntos a volar, momento en el que iniciamos la visita de las ruinas mayas.
El recorrido es sencillo, ya que no hay más que seguir la carretera. Hay además un camino peatonal que lo hace mucho más llevadero. A nuestra llegada a las ruinas, lo primero que nos encontramos fue un grupo de escandalosos guacamayos. Nos estuvimos entreteniendo viéndolos y fotografiándolos hasta que echaron todos juntos a volar, momento en el que iniciamos la visita de las ruinas mayas.
Copán está considerado el centro arqueológico más importante de Honduras. Comenzamos la visita por la gran plaza, una explanada alargada con unas estelas a un lado y una pequeña pirámide en el centro. Las estelas estaban decoradas con mucho detalle, y en algunas se notaban restos del color rojo del que se supone estaban pintadas. Todas tenían un rudimentario tejado metálico para evitar la erosión producida por la lluvia. |
Al otro lado de la plaza, una vez hubimos pasado junto a la pirámide, nos encontramos con una majestuosa escalera de piedra muy bien conservada, gracias a que también la habían cubierto con una estructura. Así como a la pirámide central sí se podía subir, por esta escalera estaba prohibido el acceso.
Bordeamos la escalera y accedimos a la parte trasera del complejo, donde había otra pequeña plaza rodeada por diversas construcciones. Nos llamaron mucho la atención las caras esculpidas sobre las piedras.
Fue una visita muy tranquila, ya que apenas había gente. Además, aunque hacía calor, había sombras por todas partes en las que resguardarse.
Antes de salir del complejo estuvimos viendo otro rato a los guacamayos.
Continuamos caminando junto a la carretera durante un kilómetro para visitar otro pequeño complejo conocido como Las Sepulturas. Este yacimiento está incluido en el precio de Copán, pero por algún motivo la gente en general no visita este segundo lugar.
Si Copán nos resultó tranquilo, Las Sepulturas lo fue aún más. Nos cruzamos solamente con otra pareja de turistas.
Las Sepulturas se encuentra más hacia el interior de la selva, de manera que hay menos construcciones para ver y éstas son menos impresionantes que en Copán. Aún así pudimos pasear por la gran plaza, aunque en este caso no tan grande, y disfrutar de las ruinas.
Antes de salir del complejo estuvimos viendo otro rato a los guacamayos.
Continuamos caminando junto a la carretera durante un kilómetro para visitar otro pequeño complejo conocido como Las Sepulturas. Este yacimiento está incluido en el precio de Copán, pero por algún motivo la gente en general no visita este segundo lugar.
Si Copán nos resultó tranquilo, Las Sepulturas lo fue aún más. Nos cruzamos solamente con otra pareja de turistas.
Las Sepulturas se encuentra más hacia el interior de la selva, de manera que hay menos construcciones para ver y éstas son menos impresionantes que en Copán. Aún así pudimos pasear por la gran plaza, aunque en este caso no tan grande, y disfrutar de las ruinas.
Una vez finalizamos la visita volvimos por el mismo camino pegado a la carretera hasta la población de Copán Ruinas, por la que estuvimos dando un paseo. El lugar es agradable y tranquilo, lleno de casas bajas y calles empedradas. Tras eso nos fuimos a la habitación a descansar y a hacer tiempo para la cena.
Para el día siguiente habíamos contratado un traslado privado ya que queríamos ir hacia el norte hasta Río Dulce, parando en Quiriguá, y no habíamos encontrado una combinación decente de shuttle o transporte público. Fue el traslado que más caro nos salió de todo el viaje (quien algo quiere, algo le cuesta).
En esta ocasión fueron más que puntuales, ya que llegaron a recogernos mucho antes de la hora convenida. Así pues, enfilamos hacia la frontera, donde hicimos los trámites inversos del día anterior (salida de Honduras y entrada en Guatemala). También tuvimos que esperar un rato porque estaban soldando la barrera que separa ambos países. En cuanto terminaron atravesamos la frontera y, ya en terreno guatemalteco para el resto de nuestro viaje, nos dirigimos hacia el norte.
Para el día siguiente habíamos contratado un traslado privado ya que queríamos ir hacia el norte hasta Río Dulce, parando en Quiriguá, y no habíamos encontrado una combinación decente de shuttle o transporte público. Fue el traslado que más caro nos salió de todo el viaje (quien algo quiere, algo le cuesta).
En esta ocasión fueron más que puntuales, ya que llegaron a recogernos mucho antes de la hora convenida. Así pues, enfilamos hacia la frontera, donde hicimos los trámites inversos del día anterior (salida de Honduras y entrada en Guatemala). También tuvimos que esperar un rato porque estaban soldando la barrera que separa ambos países. En cuanto terminaron atravesamos la frontera y, ya en terreno guatemalteco para el resto de nuestro viaje, nos dirigimos hacia el norte.
Quiriguá, junto con las ciudades de Antigua y Tikal, son los tres lugares reconocidos patrimonio de la humanidad por la Unesco en Guatemala. En este viaje íbamos a visitar los tres.
La visita del sitio arqueológico de Quiriguá comienza por la gran plaza. En ésta se pueden ver bastantes estelas, también con sus tejados protectores (aunque en este caso de paja). Algunas estelas son bastante altas, e incluso están un poco inclinadas, no sabemos si por el peso o la altura. El resto de construcciones de Quiriguá son menos interesantes. Salvo que se pase por esa carretera, no nos pareció un lugar al que merezca la pena ir ex profeso. De hecho, estuvimos prácticamente solos, así que se ve que los turistas no hacen el esfuerzo de ir hasta allí. |
Continuamos nuestro camino hasta Río Dulce. Este nombre hace referencia tanto a una población como a un río. La población se halla en un enclave que une el lago de Izábal con el río Dulce, que desemboca en Livingston al mar Caribe. Río Dulce (la población) es poco más que un cruce de carreteras, pero junto al río hay un buen número de alojamientos con cierto encanto. Nosotros habíamos reservado en uno llamado Tortugal. A este hotel se accede en lancha, y el propio alojamiento incluye en el precio la recogida y el traslado. Cuando llegamos a Río Dulce, el personal de la empresa que nos había transportado telefoneó al hotel para que vinieran a buscarnos. Mientras esperábamos, contratamos para el día siguiente la excursión más típica de la zona: un recorrido de ida y vuelta en lancha por el río hasta la población de Livingston.
Esa tarde decidimos relajarnos en Tortugal tomando unos cócteles y cenando en el propio hotel.
Esa tarde decidimos relajarnos en Tortugal tomando unos cócteles y cenando en el propio hotel.
Por la noche comenzó a llover torrencialmente y cuando nos levantamos nueve horas después continuaba lloviendo. Preguntamos si la excursión en lancha se suspendería pero nos dijeron que no, así que cogimos nuestros ponchos y nos dispusimos a mojarnos. Afortunadamente la lancha tenía tejado, así que pudimos sobrevivir.
La excursión comenzó recogiendo a los turistas con la propia lancha en sus hoteles. Una vez terminada la recolección, nos acercamos hasta el lago de Izábal, donde pudimos contemplar el castillo de San Felipe, pequeña fortaleza ubicada estratégicamente al final del río y al inicio del lago.
Continuamos transitando por el río, viendo entre otras cosas los curiosos “garajes” para embarcaciones que había por doquier.
La excursión comenzó recogiendo a los turistas con la propia lancha en sus hoteles. Una vez terminada la recolección, nos acercamos hasta el lago de Izábal, donde pudimos contemplar el castillo de San Felipe, pequeña fortaleza ubicada estratégicamente al final del río y al inicio del lago.
Continuamos transitando por el río, viendo entre otras cosas los curiosos “garajes” para embarcaciones que había por doquier.
La siguiente parada de lancha fue junto a la llamada isla de los pájaros, aunque como comentó el lanchero, en realidad son dos islas. Sobre estos dos islotes cubiertos de vegetación y situados en medio del río se apostaban un buen número de aves. Tras observarlas un rato, reanudamos la travesía hasta llegar a una zona de nenúfares, que el lanchero atravesó despacio.
En la siguiente atracción pudimos desembarcar. En este lugar había dos cosas reseñables: una cueva que se puede visitar y una pequeña zona donde manan aguas sulfurosas muy calientes ricas en propiedades minerales y donde podríamos bañarnos. Pero debido a las copiosas lluvias recientes, no se podía disfrutar de ninguna de las dos atracciones. La cueva estaba llena de lodo y parcialmente cubierta de agua. Por otro lado, como el río había subido un metro el nivel de su cauce, las aguas calientes estaban muy abajo y se mezclaban con el agua del río. Podíamos bañarnos pero se perdía el encanto de las aguas termales. Así que tras la infructuosa parada volvimos a la lancha y ya no paramos hasta llegar a Livingston. Allí dispondríamos de unas dos horas y media hasta que la lancha iniciase el camino de vuelta.
En la siguiente atracción pudimos desembarcar. En este lugar había dos cosas reseñables: una cueva que se puede visitar y una pequeña zona donde manan aguas sulfurosas muy calientes ricas en propiedades minerales y donde podríamos bañarnos. Pero debido a las copiosas lluvias recientes, no se podía disfrutar de ninguna de las dos atracciones. La cueva estaba llena de lodo y parcialmente cubierta de agua. Por otro lado, como el río había subido un metro el nivel de su cauce, las aguas calientes estaban muy abajo y se mezclaban con el agua del río. Podíamos bañarnos pero se perdía el encanto de las aguas termales. Así que tras la infructuosa parada volvimos a la lancha y ya no paramos hasta llegar a Livingston. Allí dispondríamos de unas dos horas y media hasta que la lancha iniciase el camino de vuelta.
Livingston es una curiosa población ubicada junto al mar Caribe: a ella sólo se puede acceder por vía marítima y parte de su población pertenece a la etnia garífuna. Esta etnia de ascendencia afrocaribeña vive principalmente entre Honduras, Belice, Guatemala y Nicaragua. Tienen su propio idioma aunque con los que interaccionamos en Livingstone hablaban español.
La localidad nos pareció que no tenía demasiado encanto, pero aprovechamos para comer un plato típico, el tapado, que estaba delicioso. Es una sopa de pescado y marisco con leche de coco y plátano, muy jugosa y que sirven en un plato tapado (suponemos que de ahí le vendrá el nombre).
La localidad nos pareció que no tenía demasiado encanto, pero aprovechamos para comer un plato típico, el tapado, que estaba delicioso. Es una sopa de pescado y marisco con leche de coco y plátano, muy jugosa y que sirven en un plato tapado (suponemos que de ahí le vendrá el nombre).
Al terminar la comida comenzó a diluviar, así que nos refugiamos bajo el techado de una cancha de deporte a esperar pacientemente la salida de nuestra embarcación, mientras conversábamos con una pareja de norteamericanos con los que habíamos compartido la excursión.
El único aliciente destacable del camino de vuelta fue que paramos en una gasolinera para embarcaciones a llenar el deposito. Recorrimos el río Dulce en sentido inverso y llegamos a Río Dulce, donde nos llevaron hasta nuestro alojamiento.
El único aliciente destacable del camino de vuelta fue que paramos en una gasolinera para embarcaciones a llenar el deposito. Recorrimos el río Dulce en sentido inverso y llegamos a Río Dulce, donde nos llevaron hasta nuestro alojamiento.
La tarde fue un tanto tranquila, ya que no paró de llover y no teníamos mucho que hacer, pues para cualquier cosa necesitábamos una embarcación. El hotel disponía de unos kayaks de uso gratuito para clientes, pero no parecía una gran idea. Así tuvimos que conformarnos con unos cócteles, un poco de lectura y poco más.
Al día siguiente tomamos un autobús de línea regular hasta Flores. Al subir al bus el conductor nos pidió 150 quetzales por persona, pero le comentamos que en alojamiento nos habían dicho que el trayecto costaba 125 y le pareció bien.
En Flores nos alojamos en el Flores Boutique Hotel. Ya por el nombre se puede intuir que no era un hostal precisamente. Fue el alojamiento más caro del viaje, pero nos apetecía darnos un capricho. Y mereció la pena. Nos hicieron la colada gratis, nos limpiaron las botas embarradas cuando volvimos de una excursión por la selva, el último día nos llevaron al aeropuerto… En fin, que disfrutamos en este hotel, sobre todo usando las hamacas que tenían en la azotea.
Una vez nos hubimos acoplado en nuestra habitación buscamos una agencia, pues queríamos contratar unas cuantas excursiones para los siguientes tres días. Lo habíamos mirado previamente por internet desde casa, pero finalmente decidimos hacerlo en el sitio. Un avispado agente nos pescó en el camino, nos llevó a su agencia y nos hizo una oferta por las excursiones que queríamos; así que, después de regatear el precio convenientemente, aceptamos. No fueron puntuales ninguno de los tres días, pero más allá de eso, salió todo bien.
La primera excursión fue al Parque Nacional de Tikal. Considerado el corazón del mundo maya por su ubicación y dimensiones, es sin duda el más grande y mejor conservado centro arqueológico de Guatemala.
Al día siguiente tomamos un autobús de línea regular hasta Flores. Al subir al bus el conductor nos pidió 150 quetzales por persona, pero le comentamos que en alojamiento nos habían dicho que el trayecto costaba 125 y le pareció bien.
En Flores nos alojamos en el Flores Boutique Hotel. Ya por el nombre se puede intuir que no era un hostal precisamente. Fue el alojamiento más caro del viaje, pero nos apetecía darnos un capricho. Y mereció la pena. Nos hicieron la colada gratis, nos limpiaron las botas embarradas cuando volvimos de una excursión por la selva, el último día nos llevaron al aeropuerto… En fin, que disfrutamos en este hotel, sobre todo usando las hamacas que tenían en la azotea.
Una vez nos hubimos acoplado en nuestra habitación buscamos una agencia, pues queríamos contratar unas cuantas excursiones para los siguientes tres días. Lo habíamos mirado previamente por internet desde casa, pero finalmente decidimos hacerlo en el sitio. Un avispado agente nos pescó en el camino, nos llevó a su agencia y nos hizo una oferta por las excursiones que queríamos; así que, después de regatear el precio convenientemente, aceptamos. No fueron puntuales ninguno de los tres días, pero más allá de eso, salió todo bien.
La primera excursión fue al Parque Nacional de Tikal. Considerado el corazón del mundo maya por su ubicación y dimensiones, es sin duda el más grande y mejor conservado centro arqueológico de Guatemala.
Hicimos la visita con un pequeño grupo y un simpático guía, quien nos explicó que aproximadamente el 80 % de Tikal se encuentra todavía cubierto por la selva y así va a seguir. Al parecer, el coste de limpiar y desbrozar las construcciones mayas es elevadísimo, así como su mantenimiento. Porque una de las cosas que más nos sorprendió fue la literalidad de la expresión “la selva se lo come todo”. Había pirámides de dimensiones considerables totalmente cubiertas de vegetación y árboles, que un ojo poco avispado podría confundir con pequeñas montañas: no asoma ni un solo resquicio de una piedra.
Fuimos viendo diversas construcciones y escuchando las explicaciones del guía, hasta que llegamos a la gran plaza. Sin duda el punto más importante de Tikal: una pequeña explanada rodeada por dos acrópolis y dos templos, donde destaca el templo I o templo del Gran Jaguar. Cuando llegamos, en medio de la plaza estaban haciendo un pequeño ritual maya.
De ahí fuimos hasta el templo IV, el más alto de Tikal. Gran parte de este templo se encuentra cubierto por la selva, y para llegar a su cima se ha de subir por unas escaleras de madera que han colocado a tal efecto. Desde lo alto se puede disfrutar de una vista sobrecogedora: un manto infinito de selva, donde aparecen pequeños picos de construcciones mayas. Hay unas pequeñas escaleras para sentarse y observar la panorámica.
Seguimos caminando hasta llegar a la zona conocida como el Mundo Perdido, donde se halla la pirámide que se cree que es la construcción más antigua del parque de Tikal.
Uno de los alicientes que presenta también este parque es caminar por los senderos, ya que al estar en medio de la selva, se pueden ver animales y bichos bastante curiosos. No encontramos ninguna tarántula ni serpiente, debían estar dormidas a esas horas, pero nos cruzamos con un nutrido grupo de coatíes y vimos algún que otro insecto peculiar.
La última construcción que contemplamos fue el templo V, que se yergue solitario y majestuoso en una pequeña explanada.
La última construcción que contemplamos fue el templo V, que se yergue solitario y majestuoso en una pequeña explanada.
De ahí volvimos a la gran plaza, donde subimos a lo alto del templo II para tener una mejor vista de la plaza y del templo del Gran Jaguar.
Con esa vista concluyó nuestra excursión en Tikal.
Con esa vista concluyó nuestra excursión en Tikal.
Al día siguiente tuvimos que madrugar bastante porque íbamos a hacer una especie de 2x1. Se trataba de visitar los sitios arqueológicos de Aguateca y Ceibal en un mismo día, cuando generalmente estas excursiones se programan cada una en una jornada.
Nos recogieron a las cinco y media de la mañana y nos llevaron hasta Sayaxché, a más de una hora y media de distancia en coche. Allí nos estaba esperando Armando, quien sería nuestro guía y lanchero durante todo el día. Nos subimos a la lancha y comenzamos a navegar por el río La Pasión. La mejor manera de acceder tanto a Aguateca como a Ceibal es en lancha desde Sayaxché. El problema es que cada uno se encuentra en sentidos opuestos del río. Ese es el motivo por el que se suelen visitar en dos días, aunque Armando nos comentó que ahora tienen lanchas con motores más potentes que facilitan la visita de ambos lugares en un mismo día.
Solamente por el recorrido en lancha merecieron la pena las visitas. Para llegar a Aguateca se necesita una hora y media de navegación, pero merced a que el río estaba muy crecido, el intrépido lanchero utilizó ciertos atajos que hicieron la travesía más corta. Por el camino vimos montones de aves y alguna que otra embarcación de locales.
Nos recogieron a las cinco y media de la mañana y nos llevaron hasta Sayaxché, a más de una hora y media de distancia en coche. Allí nos estaba esperando Armando, quien sería nuestro guía y lanchero durante todo el día. Nos subimos a la lancha y comenzamos a navegar por el río La Pasión. La mejor manera de acceder tanto a Aguateca como a Ceibal es en lancha desde Sayaxché. El problema es que cada uno se encuentra en sentidos opuestos del río. Ese es el motivo por el que se suelen visitar en dos días, aunque Armando nos comentó que ahora tienen lanchas con motores más potentes que facilitan la visita de ambos lugares en un mismo día.
Solamente por el recorrido en lancha merecieron la pena las visitas. Para llegar a Aguateca se necesita una hora y media de navegación, pero merced a que el río estaba muy crecido, el intrépido lanchero utilizó ciertos atajos que hicieron la travesía más corta. Por el camino vimos montones de aves y alguna que otra embarcación de locales.
Nada más desembarcar, y siguiendo los sabios consejos de Armando, nos embadurnamos hasta las cejas de repelente de mosquitos.
Fue en vano: nos picaron por todas partes, incluyendo zonas por las que tuvieron que atravesar nuestra ropa. También sufrimos el ataque de un numeroso grupo de hormigas arrieras, que se suben por la pierna y muerden sin piedad. Son los imponderables de caminar por la selva.
Para acceder hasta donde se encuentran las ruinas hay que hacer una pequeña caminata y atravesar una falla por el interior. También por eso merece la pena la excursión. Nos llenamos de barro porque había llovido mucho últimamente y el terreno estaba bastante húmedo. |
Las ruinas por sí solas no son precisamente lo más atractivo del mundo. Aguateca resultó ser un complejo más bien pequeño, con no demasiadas construcciones y no especialmente espectaculares. Empleamos unas dos horas y media en hacer todo el recorrido.
Volvimos a la lancha y de ahí regresamos a Sayaxché, disfrutando nuevamente de la travesía. En Sayaxché paramos un rato para comer y después iniciamos el camino hacia Ceibal, también por el río La Pasión, pero esta vez en sentido contrario. En este trayecto no había atajos posibles, así que el recorrido duró lo que tenía que durar.
Al desembarcar en Ceibal nos volvimos a rociar con el repelente y comenzamos a caminar por la selva. Al igual que Aguateca, las ruinas de Ceibal tampoco son una maravilla. Hay una plaza central con una pequeña pirámide y diversas estelas con sus pertinentes tejados de paja; se pueden ver bastantes construcciones enterradas.
En Ceibal nos acompañaron en todo momento una buena cantidad de monos aulladores. Puede ser que no fueran muchos, pero desde luego eran muy escandalosos.
Nuevamente la conclusión de la excursión de Ceibal es que merece la pena por la travesía en río y la caminata por la selva, más que por las propias ruinas. En este sitio estuvimos poco más de dos horas.
No deben ser excursiones demasiado populares entre los turistas, porque en ninguno de los dos sitios nos cruzamos con nadie.
Cuando finalizamos la visita volvimos en barca hasta Sayaxché, donde nos despedimos de Armando, quien resultó ser un guía y lanchero espléndido (y mejor persona). Allí nos recogió el conductor para llevarnos de vuelta hasta Flores.
A nuestra llegada al hotel nos compramos unas cervezas y nos subimos a la azotea a descansar del día en las hamacas.
Nuevamente la conclusión de la excursión de Ceibal es que merece la pena por la travesía en río y la caminata por la selva, más que por las propias ruinas. En este sitio estuvimos poco más de dos horas.
No deben ser excursiones demasiado populares entre los turistas, porque en ninguno de los dos sitios nos cruzamos con nadie.
Cuando finalizamos la visita volvimos en barca hasta Sayaxché, donde nos despedimos de Armando, quien resultó ser un guía y lanchero espléndido (y mejor persona). Allí nos recogió el conductor para llevarnos de vuelta hasta Flores.
A nuestra llegada al hotel nos compramos unas cervezas y nos subimos a la azotea a descansar del día en las hamacas.
El tercer día de excursión en Flores fue para visitar el Parque Nacional Yaxhá. Aunque es más pequeño y menos conocido que Tikal, habíamos leído buenas reseñas de este lugar y queríamos visitarlo. Yaxhá se encuentra aún más cubierto por la selva que Tikal: se calcula que menos del 10 % del parque ha sido desbrozado. Aun así, pudimos disfrutar de bonitas vistas.
Comenzamos la visita subiendo a la pirámide más alta, que al igual que pasaba en el templo IV de Tikal, desde su cima se puede observar una bonita panorámica de la zona. Todo está cubierto por selva, aunque en esta ocasión se contempla también la laguna que hay junto al parque.
Comenzamos la visita subiendo a la pirámide más alta, que al igual que pasaba en el templo IV de Tikal, desde su cima se puede observar una bonita panorámica de la zona. Todo está cubierto por selva, aunque en esta ocasión se contempla también la laguna que hay junto al parque.
Continuando nuestra ruta por el parque llegamos a una plaza rodeada por tres pirámides muy bien conservadas. Decidimos subir a lo alto de la central porque parecía que los escalones estaban en mejor estado. Desde arriba también se veía un poco de selva y la parte alta de la pirámide que habíamos subido en primer lugar.
Tras esto dimos la visita por terminada, pues teníamos que volver hasta Flores, comer e ir al aeropuerto para tomar nuestro vuelo vespertino de vuelta a la capital.