los viajes de juanma y carol
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Armenia


Julio de 2019
Preparativos
 
Nuestra sempiterna búsqueda de nuevos destinos nos llevó a dedicar el viaje del verano a visitar los países de Armenia y Georgia. Habíamos leído que Georgia se estaba poniendo de moda, así que pensamos que, ya que nos desplazábamos hasta esas latitudes, sería muy buena idea combinarlo con Armenia.
Compramos los billetes de avión por separado: por una parte, el trayecto de ida hasta Ereván, capital de Armenia; por otra, el trayecto de vuelta desde Tiflis, capital de Georgia. Más adelante decidiríamos cuántos días dedicar a cada país y cómo desplazarnos entre ellos.
Teníamos muy claro que alquilaríamos coche. Estuvimos estudiando la posibilidad de alquilarlo a nuestra llegada a Ereván y devolverlo al final del viaje en Tiflis. Aunque esa opción era viable, el sobreprecio de dejarlo en un país diferente al de recogida no era nada desdeñable. Finalmente, optamos por alquilar un coche en cada destino.
Para evitar problemas, decidimos ir con todos los alojamientos reservados, por lo que el itinerario tendría que estar cerrado antes de partir. Esta práctica no es nuestra favorita: asegura el sitio donde dormir cada noche, pero obliga a tomar la decisión de cuanto tiempo emplear en cada lugar antes de salir. 
Le dimos muchas vueltas al recorrido en cada país. Después de mucho meditarlo, quedó así: seis día en Armenia, ocho en Georgia, y uno para el trayecto entre los países. Para este traslado contactamos con varias agencias en Ereván y les pedimos presupuesto. Curiosamente, todas nos pedían el mismo precio así que, por comodidad, decidimos contratarlo con el propio hotel en el que nos alojaríamos en Ereván.
A la hora de calcular los traslados entre los lugares a los que queríamos ir, fuimos un poco conservadores: habíamos leído que, en general, las carreteras en Armenia no estaban en muy buen estado, mientras que en Georgia la gente conducía temerariamente, así que decidimos no sobrecargar demasiado los días. Después comprobamos que fuimos “demasiado” conservadores, pero fue el peaje que tuvimos que pagar por llevarlo todo cerrado desde casa.
Hicimos una exhaustiva búsqueda de alojamientos tratando de encontrar sitios que fueran agradables. No fue demasiado difícil: aún en enclaves un tanto recónditos, mientras haya algo de interés turístico, habrá lugares en los que hospedarse.
Ninguno de los dos países solicita visado a los ciudadanos de la Unión Europea. Ni siquiera es necesario obtener el carné de conducir internacional, así que no había mucho más que preparar.
Al final, recorrimos poco más de mil kilómetros por Armenia, a lo largo de los cuales nos encontramos todo tipo de caminos.
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Tatev
 
Después de hacer escala en Moscú, nuestro vuelo aterrizó en Ereván de madrugada. En el propio aeropuerto encontramos varios cajeros automáticos, así que mientras uno hacía la cola para el control de pasaportes, el otro sacó dinero sin ningún problema.
En la sala de llegadas nos estaba esperando el conductor del traslado que habíamos contratado con nuestro hotel. Nos sorprendió que su coche tuviera el volante a la derecha. Más tarde nos enteramos de que, tanto en Armenia como en Georgia, está permitido conducir con el volante en cualquiera de los dos lados, aunque la circulación sea por la derecha. Mucha gente opta por comprarse el coche con el volante a la inglesa porque, al parecer, es mucho más barato (lo importan desde Japón).
Esa noche dormimos a pierna suelta. A la mañana siguiente, recogimos nuestro coche de alquiler en una oficina del centro y emprendimos la marcha.
En el trayecto hasta el monasterio de Tatev había otros dos monasterios que queríamos visitar. Como teníamos previsto pernoctar en Tatev, decidimos dividir las paradas entre la ida y la vuelta.
A la ida paramos en el monasterio de Khor Virap. Debido a su espectacular enclave, este lugar es el que aparece en todas las estampas de Armenia: un bonito monasterio con la figura siempre nevada del monte Ararat a su espalda. 
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Pero la imagen contiene una pequeña trampa... el Ararat se encuentra en Turquía. Aunque no siempre fue así. Históricamente, esta icónica montaña pertenecía a Armenia. De hecho, el monte aparece en el escudo de armas del país. Sin embargo, los movimientos arbitrarios de fronteras tras la guerras acercaron la línea que separa ambos países un poco más hacia Armenia, pasando dicha elevación a formar parte de la orografía turca.
La figura del Ararat es visible desde una gran parte de Armenia, incluida Ereván.
Construido en el siglo VI, Khor Virap es un lugar de peregrinación. Mucha gente acude a él para bautizar a sus hijos. Está rodeado por una pequeña muralla moderna y, aunque su interior no destaca especialmente, solamente por contemplar la vista, merece la pena el pequeño desvío de la carretera.
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Armenia es un país muy montañoso. Eso pudimos comprobarlo en nuestro primer día de conducción. Por todas partes había montañas: en algunos momentos, la carretera discurría por el fondo de un cañón o garganta; la mayor parte de las veces nos tocaba subir y bajar puertos.
Durante un buen rato el paisaje destacó por su color marrón. Pero a partir de un interminable puerto de montaña se tornó más verdoso. Desde allí condujimos por una infinita explanada floreada. A ambos lados de la carretera encontramos muchos apicultores con sus respectivos panales de abejas. Todos vendían sus productos junto a la carretera.
Llegamos hasta Halidzor, una pequeña población donde se encuentra una de las grandes atracciones turísticas del país: Wings of Tatev. Se trata de un teleférico que parte de esta localidad y atraviesa un inmenso valle hasta llegar al mismísimo monasterio de Tatev. Muchos turistas deciden aparcar allí y llegar al monasterio por esta vía. De esa forma, se ahorran el descenso hasta el fondo del valle; y, sobre todo, la subida hasta la población de Tatev. Habíamos leído que esta última parte del trayecto se hacía por una interminable carretera de arena llena de curvas en herradura. Nosotros habíamos asumido esta circunstancia antes de salir, así que pasamos junto a la estación del teleférico y seguimos adelante.
A la salida del pueblo, antes de comenzar el descenso, paramos junto a la carretera para visitar una antigua torre de vigilancia. Desde este saliente se podía contemplar todo el valle en su esplendor, a un lado y al otro de la torre. Antiguamente existían varias torres como esta que servían para dar aviso en caso de que se avistara al enemigo. En la actualidad, solamente queda esta en pie. 
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De vuelta en el coche, descendimos al fondo del valle. Cuando empezábamos a concienciarnos de la subida que nos esperaba hasta llegar a Tatev, encontramos que la que tenía que ser una pista de arena se había convertido en un carretera recién asfaltada, lo que nos permitió llegar a lo más alto en un santiamén. ​
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Aparcamos en la puerta del monasterio y entramos en el recinto amurallado. Visitamos dos iglesias adosadas, una mucho más grande que la otra, pertenecientes a dos épocas diferentes, aunque ambas muy antiguas. En el interior de la grande había un sacerdote dando su bendición a los feligreses. También vimos una estampa que se repetiría en todos los monasterios: unas estructuras de hierro similares a unas mesas altas, donde los creyentes depositaban sus velas recién encendidas.
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El interior, aún siendo muy sobrio, contaba con algunos vestigios de antiguos frescos. Había un hilo musical muy acorde con el sitio, confiriendo al conjunto un ambiente mágico.
En una de las paredes exteriores había una serie de escrituras y dibujos de cruces. En el patio se erigía una columna octogonal, la cual, aparentemente, servía para predecir movimientos sísmicos. 
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Una vez recorrido el monasterio, nos acercamos hasta el mirador. Este se encuentra a poco más de un kilómetro de distancia por una pista de arena. Aunque se podía ir en coche, decidimos llegar caminando para compensar todo el tiempo que habíamos pasado sentados dentro del coche ese día.
Desde el mirador hay una magnífica panorámica, tanto del monasterio como de todo el valle.
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Cuando hubimos disfrutado suficientemente de la vista, volvimos al coche y emprendimos la búsqueda de nuestro alojamiento. El pueblo de Tatev no está asfaltado. Además, sus calles están llenas de socavones y de piedras, así que fue un tanto incómodo llegar hasta la puerta del Armine’s bed & breakfast, donde la propia Armine estaba ya esperándonos. Habíamos leído que la mujer cocinaba muy bien y que se podía encargar la cena, así que como no nos fiábamos mucho de la oferta gastronómica de Tatev, un par de días antes de nuestra llegada le pedimos que nos hiciera algo de cenar.
Mientras ella terminaba los preparativos, nosotros nos duchamos y descansamos de nuestro largo día de coche.

​La cena fue sencillamente exquisita. El plato principal fueron 
dolma, unos rollos de hoja de parra rellenos de carne picada. A su alrededor había un despliegue de ensaladas y platos vegetales muy ricos, así como varios encurtidos caseros.
De beber nos sirvió vino de la casa. Por lo que pudimos entender, era un fermentado de fruta que hacía ella misma. Aunque lo llamaba vino, no era de uva, sino de algún fruto rojo que no llegamos a descubrir. 
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También nos sirvió kompot, una refrescante bebida casera que encontraríamos durante todo el viaje, mezcla de agua con algún tipo de fruta macerada.
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El desayuno de la mañana siguiente no tuvo nada que envidiar a la cena. A pesar de lo sencillo del alojamiento, fue una magnífica experiencia global. Y muy barato.
En el camino de vuelta paramos en el otro monasterio previsto; en esta ocasión, el de Noravank. Para llegar a él, nos desviamos de la carretera general y condujimos unos ocho kilómetros por el fondo de una garganta hasta llegar a un valle. Allí la carretera ascendía hasta la puerta del monasterio. El enclave era fantástico: una constante en los monasterios que visitamos en Armenia. El edificio o el interior podía ser más o menos interesante, pero la ubicación era siempre impresionante. Los monjes armenios de la antigüedad no disponían de Instagram, pero sabían muy bien como disfrutar de bonitas panorámicas.
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El monasterio, que contaba con un cementerio a la entrada, estaba compuesto por dos pequeñas iglesias. A la primera de las iglesias se podía subir por unos estrechos peldaños muy concurridos, aunque su interior no merecía la pena. Nos gustó más la segunda, más alejada de la entrada, decorada con una serie de lápidas por el suelo.
Encontramos que, para ser un sitio en medio de la nada, había bastantes turistas.
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Garni
 
Desde Noravank pusimos rumbo a Garni. Aquí tuvimos un pequeño desliz con la ruta. Aunque es posible que tomáramos el camino más corto, sin duda no fue la mejor carretera. A pesar de este inconveniente, no llegamos muy tarde y fuimos directamente al alojamiento. Las dos siguientes noches pernoctaríamos en 3Gs bed & breakfast, un tranquilo lugar en la pequeña población de Goght. El sitio, encaramado sobre el cañón que recorreríamos al día siguiente, estaba regentado por una simpática holandesa. Contaba con piscina y todas las comodidades del mundo.
Dejamos nuestras pertenencias y nos acercamos hasta el monasterio de Geghard. Ubicado en medio del cañón, este monasterio nos gustó mucho. Cuenta con dos iglesias, ambas con bastantes dependencias. Había poca luz artificial, así que tuvimos que conformarnos con algún tragaluz en el techo y las velas con las que los feligreses llenaban los soportes puestos a tal efecto.
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Una de las salas albergaba una pila con agua de un manantial. Según la leyenda, al rociarse la cara con ella, la piel permanecería joven (no sabemos si eternamente). Dicha sala estaba completamente a oscuras, únicamente iluminada por las linternas de los móviles. Como había una fila enorme para llegar a la pila, nos quedamos sin nuestro elixir de la juventud.
En el monasterio de Geghard encontramos nuevamente muchos turistas, principalmente locales. Parece que la población de Armenia es bastante creyente, por eso visitan mucho los monasterios. De hecho, se enorgullecen de ser el primer país en el mundo que abrazó el cristianismo como religión oficial.
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A la salida del monasterio, en una parte de las rocas, habían varias cuevas diseminadas que en la antigüedad habían servido de refugio a los monjes. Algunas de ellas eran realmente de difícil acceso.
La mañana siguiente madrugamos un poco, pues queríamos visitar el templo de Garni. Nuestra anfitriona nos había comentado que a lo largo de la mañana se iba llenando de turistas que llegaban desde Ereván, así que, para evitar el horario de máxima afluencia, fuimos de los primeros en llegar. La fortuna hizo que pudiéramos disfrutar un rato del lugar completamente solos. 
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Este templo romano es el mejor conservado de toda Armenia. Junto a él hay unas cuantas ruinas más, entre las que destacan unos baños romanos (cubiertos por una estructura para evitar su degradación). 
El templo cuenta con veinticuatro columnas y está prácticamente encaramado al borde del cañón, por lo que ofrece una vista muy bonita.
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La visita del templo no fue demasiado larga. Desde allí bajamos por un sendero un tanto abrupto hasta el fondo del cañón. Queríamos visitar una formación rocosa situada un poco más allá, a nuestra izquierda, pero como teníamos mucho tiempo y queríamos caminar, tomamos el camino contrario durante un rato. Caminamos por él hasta un punto en el que el agua no nos dejó continuar y dimos media vuelta.
En algún punto del camino, en lo alto de la garganta, pudimos contemplar, esta vez desde abajo, el templo de Garni.

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Finalmente llegamos al lugar que buscábamos. Este sitio, conocido en inglés como Symphony of Stones, es una curiosa formación de columnas hexagonales de basalto adosadas a la ladera de la montaña. Es un lugar increíble. 
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Extrañamente, no suele venir en las guías de viaje. De hecho, el templo de Garni es uno de los lugares más visitados de Armenia, mientras que esta formación rocosa recibe muy poco turismo. Es cierto que el acceso hasta el lugar no es especialmente fácil, pero parece que algún político se ha dado cuenta de esta circunstancia y está poniendo remedio: cuando llegamos, estaban reconvirtiendo el sendero por el que veníamos caminando en una carretera empedrada, para que la gente pueda llegar hasta el mismo sitio en sus vehículos. 
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Estuvimos contemplando tan espléndido lugar durante un buen rato, tras lo cual continuamos por el sendero y emprendimos la subida hacia la parte alta de Garni. Llegamos al pueblo por el lado completamente opuesto donde se encontraba el templo.
Antes de regresar a nuestro alojamiento, aprovechamos para comer. Optamos por un restaurante-tienda-sala de exposiciones llamado Noah's Garden ubicado junto a la entrada del templo. Recelamos de que fuera una trampa para turistas, pero la carta tenía unas fotos con buena pinta y estaba muy bien de precio. Nuestra sorpresa fue mayúscula, cuando pedimos varias cosas para picar y cada una de ellas estaba más sabrosa que la otra. 
Teníamos la tarde libre y nada que visitar por la zona, así que decidimos emplearla en dormir la siesta, leer un rato y, especialmente, disfrutar de la piscina. Fue una tarde muy relajante.
 
Dilijan
 
Armenia es un país bastante centralizado en lo que a las carreteras se refiere, principalmente debido a su orografía montañosa. Ello implica que, para ir de una punta a otra del país, casi siempre es necesario pasar cerca de Ereván. 
Esa mañana pusimos dirección hacia el norte. Condujimos hasta el lago Sevan, donde haríamos tres paradas antes de continuar. La primera fue en la pequeña población de Noraduz, donde visitamos su cementerio. Es el cementerio de Armenia con mayor número de jachkares. El jachkar (o khatchkhar) es una piedra conmemorativa específica del arte armenio. El nombre literalmente quiere decir cruz de piedra, aunque en realidad es una lápida con una figura de una cruz esculpida.
El cementerio de Noraduz tiene dos partes que se identifican enseguida: una antigua, más pequeña, llena de este tipo de lápidas; y otra más grande y moderna, con piedras de este estilo.
El lugar es muy tranquilo, ya que apenas recibe turistas. Nosotros solo nos encontramos con un par de pastoras con sus ovejas.
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Continuamos hasta el monasterio de Hayravank, sin mayor interés que su bonita ubicación junto al lago. La tercera parada fue en la pequeña península de Sevan, esta sí muy concurrida, porque allí se pueden practicar diferentes actividades acuáticas. Nosotros íbamos con la intención de subir hasta el monasterio de Sevanavank, ubicado en el punto más alto de la península. El complejo cuenta con dos iglesias, una de las cuales tenía en la parte de atrás unos cuantos khatchkhares. De nuevo, más allá de la magnífica ubicación, el monasterio no ofrecía nada que no hubiéramos visto ya.
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De vuelta en el coche, nos dirigimos a Dilijan. Para llegar hasta allí tuvimos que atravesar un túnel bastante largo. Cuando aparecimos al otro lado, el paisaje había cambiado completamente: estábamos rodeados por todas partes de infinitos bosques de robles.
Nada más llegar a Dilijan nos acercamos al hotel en el que teníamos la reserva, el Casanova Inn. Estaba en un barrio muy separado del centro, en el que algunas calles estaban poco (o nada) asfaltadas. Nos pareció un lugar tranquilo.
Dejamos las cosas y fuimos a visitar otros dos monasterios (¡dos más! No serían los últimos). El primero fue el de Goshavank, del siglo XII, considerado uno de los principales centros religiosos de Armenia en esa época. Está ubicado en un pequeño pueblo llamado Gosh, en la parte alta de una montaña cubierta de vegetación, y se compone de tres iglesias. Alrededor del monasterio han proliferado los bares y tiendas de regalos, por lo que suponemos que debe de ser muy visitado.
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Decidimos ascender un poco la montaña en busca de alguna panorámica del monasterio. La vista desde más arriba era bonita, con la pequeña población rodeada de árboles y montañas por todas partes.
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El segundo monasterio de la tarde fue el de Haghartsin. Condujimos por otro frondoso bosque de nogales hasta que se acabó la carretera: allí se encontraba el complejo. También contaba con tres iglesias, aunque una de ellas era en realidad una pequeña capilla. Aquí encontramos varios autobuses grandes de turistas extranjeros. Hecho que nos sorprendió bastante, pues, aunque habíamos visto bastante turismo en los monasterios, casi todo había sido turismo local.
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​De vuelta en Dilijan, fuimos hasta el centro. Tras aparcar el coche, estuvimos buscando lo que la guía llamaba Old Dilijan. Nos costó un rato encontrarlo y, además, la decepción fue importante: el casco antiguo se limitaba a una pequeña calle con edificios de piedra nuevos o totalmente reconstruidos, la mayoría de los cuales eran alojamientos.
Decidimos volver al hotel y nos quedamos allí a cenar.
La mañana siguiente el hotel nos sorprendió con un magnífico desayuno. Tenían las mesas preparadas y era una gozada ver lo que habían dispuesto (y cómo lo habían colocado). Tenían un gran surtido de compotas de frutas (las probamos todas), a cuál más rica que la otra. Después de ese desayuno, nos importó un poco menos tener que transitar por carreteras en mal estado para llegar a la carretera principal.
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Ereván
 
Ese día llegábamos a Ereván, pero por el camino teníamos previstas varias paradas, todas más o menos por los alrededores de la capital.
La primera visita de la mañana fue a dos monasterios ubicados en el borde de la garganta de Kasagh, especialmente el de Hovhannavank, el primero que visitamos. No se podía rodear el monasterio porque la parte de atrás lindaba con el precipicio.
El interior de este monasterio nos gustó mucho. Cuenta con varias lápidas con sus respectivas cruces y bonitos detalles esculpidos en paredes y puertas, unos en piedra y otros en madera.
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Los monasterios están separados entre sí unos siete kilómetros, así que se pueden contemplar desde la distancia. El segundo, Saghmosavank, nos pareció menos interesante.
Acercándonos a la capital, la siguiente parada fue en la población de Echmiadzin. Esta localidad, capital del país durante unos años hace ya mucho tiempo, alberga la catedral más importante del país. Es el edificio cristiano más antiguo de Armenia. Para nuestro infortunio, cuando llegamos estaba en obras, y solamente lo pudimos contemplar por el exterior.
Se encuentra ubicado en un inmenso complejo en el que hay otras iglesias, monumentos conmemorativos varios y bastantes zonas ajardinadas.
Nos acercamos caminando hasta la iglesia de San Gayane. Nuestra llegada coincidió con el final de una boda… y el inicio de la siguiente, así que había gente trajeada por todas partes. Como reinaba un poco de caos con tanta gente (y tanta boda), aprovechamos para colarnos por un rincón y contemplarla por dentro.
La última visita antes de dirigirnos a Ereván fue a las ruinas de la catedral de Zvartnots. A pesar de que lo que queda en el lugar es bastante poco, sirve para hacerse una idea de lo diferente que debía de ser esta iglesia de las demás. 
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Detrás de las ruinas hay un pequeño museo, cuya visita está incluida en el precio de la entrada. Llegados a este punto, tenemos que comentar algo que nos llamó mucho la atención: la entrada a todos los monasterios de Armenia es gratuita, además de tener un horario de apertura muy amplio. Solamente pagamos entrada en el templo de Garni y en la catedral de Zvartnots.
Una vez llegamos a Ereván, aprovechando que aún no habíamos devuelto el coche de alquiler, visitamos un par de lugares que no estaban precisamente céntricos. El primero fue el museo del Genocidio Armenio. En el interior de este museo de entrada gratuita, que también cuenta con un memorial, se desgrana el genocidio cometido por el Imperio otomano contra el pueblo armenio a principios del siglo XX. Está muy bien explicado e ilustrado con una buena cantidad de fotografías, así como de periódicos y revistas europeos de la época. Este exterminio, bastante desconocido en el mundo, tuvo muchas similitudes con el perpetrado por los nazis contra los judíos unos años más tarde.
Evidentemente, es un museo bastante sobrecogedor. En él pudimos conocer que, en la actualidad, Armenia cuenta con unos tres millones de habitantes, mientras que se calcula que repartidos por el mundo hay más de ocho millones. Una diáspora en toda regla.
Desde allí condujimos para ver la estatua conocida como Madre Armenia. Ubicada en una enorme plaza con diversos artefactos de guerra, como tanques y lanzamisiles, esta colosal efigie de veintitrés metros de alto está encaramada sobre un descomunal pedestal y es visible desde prácticamente cualquier punto de la ciudad. Ocupa el lugar que otrora ocupara una estatua de Stalin de similares características, derribada en 1967. En sus manos sostiene una espada que debe pesar por lo menos un quintal.
Finalmente llegamos al hotel que teníamos reservado en Ereván. Como ya comenzaba a atardecer, decidimos salir a tomar algo y dejar el turismo para el día siguiente.
Lo primero que hicimos fue acercarnos a Verev Rooftop, un sitio más o menos de moda, donde nos tomamos sendos cócteles (muy ricos, por cierto). Después fuimos a cenar a Gata Tavern, un lugar que nos habían recomendado. A nuestra llegada al local nos escamó un poco encontrar varios grupos grandes de turistas, pero la verdad es que cenamos de maravilla.
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A la mañana siguiente, lo primero que hicimos fue devolver el coche de alquiler; después entramos en un local a desayunar. Solo cuando tuvimos el estómago lleno iniciamos la visita turística a Ereván. Comenzamos por Cascade, sin duda el lugar más famoso y turístico de la ciudad. Son unas escalinatas llenas de fuentes, que comienzan desde un bonito parque lleno de esculturas y figuras varias. Es un espacio muy espectacular.
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La estructura de las escaleras no está terminada. De hecho, el último tramo está cerrado por obras. Sin embargo, se puede subir hasta allí, cosa que hicimos. Durante el ascenso comprobamos que las fuentes estaban todas apagadas y sin agua, lo que nos pareció una pena. Cuando estábamos arriba, nos percatamos de que una a una comenzaban a funcionar. Dedujimos que las fuentes del Cascade deben operar con un horario concreto.
Desde la parte superior hay una bonita vista del lugar, con el parque en la base y la sala de conciertos al fondo.
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Conforme se iban llenando las fuentes, fuimos bajando y parándonos en cada una de ellas: nos gustaron mucho más. De hecho, alguna escultura no tiene sentido sin el agua, como por ejemplo, una de una cabeza a medio hundir.
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Al otro lado de los jardines se encuentra la plaza de Francia y un poco más allá, la sala de conciertos Khachaturian. Desde allí tomamos la avenida Mashtots, desde donde llegamos hasta una agradable plaza, también llena de fuentes. Allí encontramos unas curiosas esculturas cubiertas de césped artificial.
Junto a esta plaza encontramos una vinoteca, en la que decidimos hacer una breve parada para tomar un vino local. Los vinos de Armenia no gozan de la misma popularidad que los de la vecina Georgia, pero los dos que nos ofrecieron nos parecieron muy ricos.
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Tras la degustación, continuamos recorriendo Ereván. Regresamos sobre nuestros pasos hasta la avenida Mashtots y continuamos hasta la mezquita. Entramos en el recinto donde se ubica, aunque no en la propia mezquita: nos conformamos simplemente con asomarnos. A esas horas estaba bastante vacía.
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Cruzamos la calle para entrar en un enorme supermercado que abría las veinticuatro horas. Dimos una vuelta para cotillear los productos que tenían, especialmente la fruta. Una de las cosas que más nos llamó la atención fue la cantidad de fruta que había por todo el país: albaricoques, melocotones, cerezas de tres tipos, ciruelas de otros tantos, higos… Si algo no faltó en nuestra dieta durante nuestra estancia en Armenia fue la fruta.
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Continuando nuestro camino llegamos a la plaza de la República, la más grande de Ereván. Estaba abarrotada de coches por todas partes. Allí se encuentra el Parlamento del país. Nos pareció una plaza de estilo muy soviético.
Finalmente pasamos por delante de la catedral, un edificio moderno y grande sin un gran atractivo.
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Una de las cosas que más nos gustó de Ereván es que cuenta con un montón de fuentes de agua potable por todo el centro. Aunque en la guía de viajes que llevábamos decía que el agua de dichas fuentes no está tratada y podía contener bacterias de diversa índole, nosotros no pudimos resistirnos: cada vez que nos encontrábamos una fuente a nuestro paso, le dábamos un buen trago. Tanto para no deshidratarnos, como para refrescarnos.
Fuimos a descansar un rato a la habitación y cuando hubo atardecido, salimos a cenar algo. Nuestra estancia en Armenia llegaba a su fin.
Como hemos comentado al principio, habíamos contratado un traslado desde Ereván hasta Tiflis para el día siguiente. El conductor apareció en nuestro hotel puntualmente y emprendimos la marcha. Desde un principio nos comentó que el trayecto sería largo, sobre todo porque, a partir de un punto, la carretera estaba en muy mal estado. ​​
Habíamos pedido hacer dos paradas en el camino, concretamente en dos monasterios, antes de cruzar la frontera con Georgia. Pero antes nos detuvimos en Aparan. En esta localidad hay un lugar muy conocido entre la gente del país: una panadería. En ella se pueden comprar un sinfín de productos dulces y salados, especialmente panes y bollos de muchos tipos. También se puede observar cómo elaboran los panes; especialmente el pan tipo barca, el más habitual en Armenia, que se cuece en unos hornos de barro, en cuyas paredes van pegando los panes hasta que están listos. Todo un espectáculo para los turistas… y para los locales.
Mucho más adelante circulamos por el cañón del río Debed, un lugar bastante espectacular. A partir de este punto, la carretera empeoró considerablemente. En torno a la ciudad de Alaverdi se encuentran los dos monasterios que queríamos visitar, muy cerca el uno del otro.
El primero en el que paramos fue el de Sanahin. Parte del monasterio estaba en obras. A pesar de ello, pudimos recorrerlo. El edificio tenía unas curiosas galerías abovedadas, con los suelos llenos de piedras que parecían lápidas. 
Aún así, nos gustó mucho más el segundo, el de Haghpat. Cuenta con una amplia sala, muchas dependencias, alguna que otra tumba un tanto diferente de las que habíamos visto por Armenia, y un bonito campanario un poco apartado.
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Tras visitar los monasterios, continuamos camino hasta llegar a la frontera con Georgia. Allí tuvimos que atravesar las dos aduanas: la de Armenia para salir del país, y la de Georgia para entrar en él. Nuestra ruta por Armenia finalizaba en ese punto, pero nuestro viaje continuaría en Georgia nueve días más.