Países Bajos
Junio de 2016
Preparativos
Los Países Bajos fueron nuestro primer destino, allá por el año 2004, aunque en aquella ocasión visitamos solamente Ámsterdam. Teníamos ganas de volver a dicha ciudad y aprovechar el desplazamiento para dar una vuelta por el país y conocer algún rincón más. Así que decidimos comprar un billete de avión que nos permitiera estar una semana por allí, dedicándole los dos últimos días a Ámsterdam. Antes de salir confeccionamos un pequeño itinerario que finalmente seguimos bastante al pie de la letra. Alquilamos un coche para casi toda nuestra estadía, reservamos el alojamiento en Ámsterdam (donde nos costó encontrar algún sitio con una relación calidad/precio razonable, pues todo nos pareció bastante caro), y reservamos la primera noche de nuestra llegada en Volendam, pequeña población donde comenzaría nuestra ruta. Como se puede ver, los preparativos del viaje no fueron demasiado complicados. |
Volendam, Edam y Marken
Estas tres pequeñas poblaciones situadas en las afueras de Ámsterdam fueron nuestras primeras visitas.
Aterrizamos en el aeropuerto por la tarde y tras recoger el coche de alquiler condujimos hasta Volendam. Allí dejamos el coche en el propio aparcamiento del hotel. Como era un poco tarde (al menos para los estándares holandeses), decidimos quedarnos a cenar en el restaurante del alojamiento por si no encontrábamos nada abierto. La primera noche en los Países Bajos nos percatamos de tres cosas: aparcar en la calle es caro y se paga hasta muy tarde; los horarios de la restauración son decididamente europeos (aunque encontramos alguna excepción); y la gastronomía holandesa no es especialmente barata.
En el hotel encontramos un plano de Volendam con un pequeño itinerario a pie para recorrer la población, por lo que decidimos madrugar un poco al día siguiente para hacerlo antes de dejar la habitación.
Volendam nos pareció un lugar residencial muy tranquilo, aunque tiene bastante turismo debido al pintoresco pequeño paseo marítimo que tiene. La ruta nos llevó por zonas residenciales muy agradables, repletas de las típicas casas bajas de ladrillo con un gran ventanal donde los más curiosos pueden observar la decoración de los salones (con un cierto disimulo).
Estas tres pequeñas poblaciones situadas en las afueras de Ámsterdam fueron nuestras primeras visitas.
Aterrizamos en el aeropuerto por la tarde y tras recoger el coche de alquiler condujimos hasta Volendam. Allí dejamos el coche en el propio aparcamiento del hotel. Como era un poco tarde (al menos para los estándares holandeses), decidimos quedarnos a cenar en el restaurante del alojamiento por si no encontrábamos nada abierto. La primera noche en los Países Bajos nos percatamos de tres cosas: aparcar en la calle es caro y se paga hasta muy tarde; los horarios de la restauración son decididamente europeos (aunque encontramos alguna excepción); y la gastronomía holandesa no es especialmente barata.
En el hotel encontramos un plano de Volendam con un pequeño itinerario a pie para recorrer la población, por lo que decidimos madrugar un poco al día siguiente para hacerlo antes de dejar la habitación.
Volendam nos pareció un lugar residencial muy tranquilo, aunque tiene bastante turismo debido al pintoresco pequeño paseo marítimo que tiene. La ruta nos llevó por zonas residenciales muy agradables, repletas de las típicas casas bajas de ladrillo con un gran ventanal donde los más curiosos pueden observar la decoración de los salones (con un cierto disimulo).
El itinerario terminaba en el paseo marítimo, donde se congregan el mayor número de tiendas y restaurantes del lugar. Como aún era temprano el lugar estaba tranquilo sin demasiados turistas, razón por la cual también pudimos contemplar a los lugareños desplazándose en bicicleta a hacer sus compras o a sus lugares de trabajo.
Volvimos al hotel, abonamos la cuenta y nos subimos al coche para ir hasta Marken. Este pueblo era antiguamente una isla únicamente accesible en barco. En la década de los 50 decidieron construir una carretera para unirla al continente a base de ganarle terreno al mar, algo a lo que los holandeses están más que acostumbrados.
La carretera finaliza en un aparcamiento a la entrada del pueblo donde es obligatorio dejar los coches. Como puede imaginarse, por las calles del pueblo solamente hay peatones y, por supuesto, ciclistas. Ah, y gatos.
Marken es un lugar realmente muy tranquilo a pesar de los turistas, quienes llegamos tanto en coche como en barco, pues hay un servicio de transporte en este medio de locomoción entre Marken y Volendam.
La carretera finaliza en un aparcamiento a la entrada del pueblo donde es obligatorio dejar los coches. Como puede imaginarse, por las calles del pueblo solamente hay peatones y, por supuesto, ciclistas. Ah, y gatos.
Marken es un lugar realmente muy tranquilo a pesar de los turistas, quienes llegamos tanto en coche como en barco, pues hay un servicio de transporte en este medio de locomoción entre Marken y Volendam.
Todo el pueblo está lleno de pequeños canales con puentes y de casas principalmente de madera, aunque no todas. Es un lugar pequeño, por lo que se recorre en poco tiempo. Las pocas tiendas y restaurantes que hay se encuentran en el muelle.
Tras un agradable paseo por Marken volvimos al coche y condujimos hasta Edam. Allí, nada más aparcar, pudimos comprobar que los puentes sobre los canales no los han construido para que los turistas los fotografiemos: muchos de ellos están en uso. En esta población asistimos al espectáculo de ver cómo se amontonaban cinco embarcaciones en un canal. En un momento dado apareció el chico encargado de coordinar el paso de los barcos quien, tras poner una barrera para detener el tráfico sobre el puente, lo levantó y esperó a que pasaran las embarcaciones. Ese pequeño acto, sin duda cotidiano entre los lugareños, hizo que nos amontonáramos los turistas que allí estábamos para fotografiarlo.
Tras esto dimos un pequeño paseo por las calles principales de Edam, donde las casas de madera son sustituidas por las de ladrillo, aunque también con su típica forma holandesa. Aquí, además de las tiendas de artesanía y regalos, encontramos otras exclusivamente de queso. No en vano esta ciudad da nombre a uno mundialmente famoso. Nos acercamos hasta la Grote Kerk, la iglesia más monumental de Edam, pero estaba cerrada. Tuvimos que conformarnos con pasear por su pequeño jardín que alberga un cementerio.
De estas tres pequeñas poblaciones la que más nos gustó fue Volendam.
De estas tres pequeñas poblaciones la que más nos gustó fue Volendam.
Alkmaar, Zaanse Schans y Haarlem
Desde Edam condujimos hasta Alkmaar. Para no complicarnos la vida, decidimos dejar el coche directamente en un aparcamiento. Conseguimos un plano de la ciudad en el que venía un itinerario sugerido, así que decidimos seguirlo.
Comenzamos por una calle peatonal llena de tiendas, donde encontramos una especializada en quesos que era una maravilla. De hecho, fue la mejor tienda de quesos que vimos durante todo nuestro recorrido por los Países Bajos.
El centro histórico de Alkmaar está ubicado en una isla rodeada por un canal lleno de puentes. Dicha isla está bordeada casi en su totalidad por un pequeño parque, estrecho y alargado, donde pudimos contemplar un molino.
Desde Edam condujimos hasta Alkmaar. Para no complicarnos la vida, decidimos dejar el coche directamente en un aparcamiento. Conseguimos un plano de la ciudad en el que venía un itinerario sugerido, así que decidimos seguirlo.
Comenzamos por una calle peatonal llena de tiendas, donde encontramos una especializada en quesos que era una maravilla. De hecho, fue la mejor tienda de quesos que vimos durante todo nuestro recorrido por los Países Bajos.
El centro histórico de Alkmaar está ubicado en una isla rodeada por un canal lleno de puentes. Dicha isla está bordeada casi en su totalidad por un pequeño parque, estrecho y alargado, donde pudimos contemplar un molino.
Entramos en la catedral, en cuyo interior no había bancadas ni ningún sitio para sentarse. Después recorrimos casi en su totalidad la calle en la que se encuentra el ayuntamiento, un bonito y alargado edificio con una doble escalera de entrada.
Paseamos por algunos canales antes de llegar a la gran plaza que alberga el edificio más representativo de la ciudad: la Waag. En la mayoría de las ciudades que visitamos encontramos un edificio antiguo con ese nombre. Es el lugar donde antiguamente se ubicaba una balanza en la que se pesaban todo tipo de alimentos, desde cualquier mercancía que llegaba en barco hasta los más afamados quesos.
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Junto a la Waag hay un edificio en el que impactó una bala de un cañón español; en el lugar exacto del impacto han colocado una nueva bala que recuerda tal hecho (los más curiosos pueden buscarla en la siguiente foto).
Una vez hubimos finalizado el itinerario volvimos hasta el coche y pusimos rumbo a la siguiente visita: Zaanse Schans. Se trata de un museo al aire libre con unas cuantas casas de madera y molinos de más de 200 años de antigüedad desplegados en la vereda del río Zaan.
Se puede pasear por la zona sin problema pero la entrada a los molinos es de pago. Nosotros llegamos un poco tarde por lo que no pudimos entrar en ninguno, pero dimos una pequeña vuelta por la zona hasta que se puso a llover, momento en el que volvimos al coche. Decidimos no prolongar la visita y pusimos rumbo a Haarlem. Realmente podíamos habernos ahorrado la visita de Zaanse Schans.
Lo primero que hicimos a nuestra llegada a Harleem fue buscar alojamiento. Después de preguntar en varios hoteles (los cuales o bien no tenían disponibilidad o eran ridículamente caros), encontramos uno razonable regentado por una simpática pareja de chinos que llevaban más de 40 años en los Países Bajos. Nos recomendaron un cercano y barato aparcamiento subterráneo para dejar el coche y, tras dejarlo allí, dimos una vuelta por la ciudad.
Lo bueno de viajar a los países centroeuropeos en verano es que anochece muy tarde, por lo que las visitas se pueden prolongar bastante.
Lo bueno de viajar a los países centroeuropeos en verano es que anochece muy tarde, por lo que las visitas se pueden prolongar bastante.
Dimos un largo paseo por el centro histórico de la ciudad, que estaba bastante tranquilo a esas horas. Paseamos por muchos canales, llegamos hasta un bonito molino, dimos por casualidad con el barrio rojo de la ciudad y disfrutamos de la Grote Markt, la enorme plaza del centro de la ciudad donde se ubican el ayuntamiento y la antigua catedral de San Bavón, hoy en día un templo protestante.
En uno de los canales vimos algo que nos llamó la atención y que volveríamos a observar muchas veces en los de otras ciudades holandesas: un grupo de amigos paseando en barca haciendo picnic. Se llevan comida y bebida, alquilan una barca y cenan y charlan mientras recorren los canales de la ciudad. Nos pareció una manera muy original de pasar una velada entre amigos.
Después de la cena dimos otro pequeño paseo con las últimas luces del día.
Después de la cena dimos otro pequeño paseo con las últimas luces del día.
Leiden, La Haya y Delft
Al día siguiente condujimos hasta Leiden. Nos costó un poco dar con un aparcamiento más o menos céntrico porque había muchas zonas de obras y otras tantas calles cortadas. Cuando finalmente lo conseguimos comenzamos la visita.
Lo primero que vimos fue la fachada del ayuntamiento, que ostenta el título de fachada barroca más larga del país; damos fe de que es así. Detrás del ayuntamiento hay un puente de piedra en torno al cual han instalado un mercadillo con muchos puestos de ropa y complementos. También hay algunos puestos de comida, entre los que destacaríamos uno de quesos. No sabríamos decir si el mercadillo está todos los días.
Al día siguiente condujimos hasta Leiden. Nos costó un poco dar con un aparcamiento más o menos céntrico porque había muchas zonas de obras y otras tantas calles cortadas. Cuando finalmente lo conseguimos comenzamos la visita.
Lo primero que vimos fue la fachada del ayuntamiento, que ostenta el título de fachada barroca más larga del país; damos fe de que es así. Detrás del ayuntamiento hay un puente de piedra en torno al cual han instalado un mercadillo con muchos puestos de ropa y complementos. También hay algunos puestos de comida, entre los que destacaríamos uno de quesos. No sabríamos decir si el mercadillo está todos los días.
En esta ocasión no llevábamos un plano con un itinerario sugerido, así que la visita de Leiden consistió en un paseo durante el cual dejamos que nuestro instinto nos guiase. Así encontramos algunas zonas de calles empedradas muy tranquilas. Nos gustó mucho el canal Rapenburg, probablemente el más bonito de la ciudad.
En él encontramos la Academie Gebouw, donde nos colamos para pasar al baño y una vez dentro aprovechamos para cotillear por el vestíbulo y las zonas comunes.
Recorrimos el canal Rapenburg en su totalidad y de ahí nos acercamos al Burcht, pequeña colina en cuya cima están los escasos restos de una ciudadela medieval. Después llegamos hasta la vecina Pieterskerk, una descomunal iglesia que no pudimos visitar por dentro por estar cerrada.
Recorrimos el canal Rapenburg en su totalidad y de ahí nos acercamos al Burcht, pequeña colina en cuya cima están los escasos restos de una ciudadela medieval. Después llegamos hasta la vecina Pieterskerk, una descomunal iglesia que no pudimos visitar por dentro por estar cerrada.
A esas alturas de viaje habíamos constatado algunos detalles más relativos a nuestra visita por los Países Bajos: las distancias entre las poblaciones son realmente muy pequeñas y los horarios de las iglesias son muy caprichosos.
Terminamos la visita a Leiden recorriendo el canal Oude-Vest, que nos llevó directamente al aparcamiento donde teníamos el coche.
Terminamos la visita a Leiden recorriendo el canal Oude-Vest, que nos llevó directamente al aparcamiento donde teníamos el coche.
La siguiente parada en nuestra ruta fue en La Haya. Comenzamos con mal pie porque a nuestra llegada a la ciudad también encontramos una zona en obras que nos hizo pasar varias veces por el mismo punto. Cuando por fin logramos salir del bucle y llegamos al centro, tuvimos que dejar el coche en un aparcamiento público subterráneo increíblemente caro.
En seguida nos dimos cuenta de que habíamos cambiado la tranquilidad de las pequeñas ciudades holandesas por el bullicio de una gran ciudad llena de personal extranjero; la belleza de los canales y sus bicicletas por el asfalto y los coches. Seguramente La Haya ofrezca rincones muy interesantes al turista pero a nosotros no nos conquistó.
Salimos del aparcamiento en una gran plaza llamada Plein, rodeada de cafeterías con terrazas que tenían tantas sillas y mesas que realmente era difícil salir de allí.
En seguida nos dimos cuenta de que habíamos cambiado la tranquilidad de las pequeñas ciudades holandesas por el bullicio de una gran ciudad llena de personal extranjero; la belleza de los canales y sus bicicletas por el asfalto y los coches. Seguramente La Haya ofrezca rincones muy interesantes al turista pero a nosotros no nos conquistó.
Salimos del aparcamiento en una gran plaza llamada Plein, rodeada de cafeterías con terrazas que tenían tantas sillas y mesas que realmente era difícil salir de allí.
Caminamos hasta llegar al Binnenhof, bonito y grandioso edificio que alberga la sede de los Estados Generales de los Países Bajos (el Congreso de los Diputados y el Senado) y la oficina del primer ministro. Tras pasar un arco llegamos al patio principal del edificio, que a esa hora estaba lleno de gente yendo y viniendo.
Salimos por el lado opuesto y llegamos a la bulliciosa plaza Buitenhof, en la que había un puesto de comida rápida local y donde comimos un pescado rebozado muy típico.
Dimos un pequeño paseo por la zona antigua de la ciudad. Pequeño por lo poco que queda, pues La Haya es una ciudad eminentemente moderna. De esta zona destaca la Grote Kerk, una enorme iglesia a la que, como era de esperar, no pudimos acceder porque estaba cerrada.
Caminamos por la calle Grote Mark, amplia calle peatonal llena de tiendas y de gente. Como por esa zona no había nada que llamase nuestra atención volvimos hasta la plaza Buitenhof y bordeamos el estanque para contemplar el Binnenhof en todo su esplendor.
Dimos un pequeño paseo por la zona antigua de la ciudad. Pequeño por lo poco que queda, pues La Haya es una ciudad eminentemente moderna. De esta zona destaca la Grote Kerk, una enorme iglesia a la que, como era de esperar, no pudimos acceder porque estaba cerrada.
Caminamos por la calle Grote Mark, amplia calle peatonal llena de tiendas y de gente. Como por esa zona no había nada que llamase nuestra atención volvimos hasta la plaza Buitenhof y bordeamos el estanque para contemplar el Binnenhof en todo su esplendor.
Llegados a ese punto dudamos si entrar en el Mauritshuis, donde se halla el Museo Real de Pintura. Finalmente decidimos no entrar, así que volvimos al coche y condujimos hasta el Palacio de la Paz, sede del Tribunal Internacional de Justicia. Nos parecía que no podíamos estar en La Haya y no pasar por este lugar.
La visita al interior se hace mediante reserva previa que por supuesto nosotros no habíamos hecho, así que tras hacernos la foto de rigor, continuamos hasta Scheveningen, la playa de la ciudad y una de las más famosas de los Países Bajos.
La marea estaba baja y dejaba a la vista una playa bastante grande. El paseo marítimo está lleno de casinos, restaurantes, tiendas y demás lugares donde los turistas pueden dejarse su dinero. Además posee un descomunal muelle de madera bastante feo que se adentra en el mar.
La marea estaba baja y dejaba a la vista una playa bastante grande. El paseo marítimo está lleno de casinos, restaurantes, tiendas y demás lugares donde los turistas pueden dejarse su dinero. Además posee un descomunal muelle de madera bastante feo que se adentra en el mar.
Con esas visitas dimos por concluido nuestro paso por La Haya. El siguiente destino fue Delft.
Como siempre, lo primero fue encontrar un aparcamiento subterráneo más o menos céntrico. Una vez hubimos aparcado el coche, localizamos la oficina de turismo. Habíamos leído en la guía que se podía subir a lo alto de la torre de la iglesia; también nos apetecía hacer el típico paseo en barca por los canales, que todavía no habíamos hecho en ninguna ciudad. Preguntamos en la oficina de turismo los horarios de ambas atracciones y, como ya estaba bien entrada la tarde, sólo nos quedaba el tiempo justo para hacer una de las dos, así que optamos por el paseo en barca. Nos acercamos al punto desde donde salían y no tuvimos que esperar demasiado.
El paseo, hay que reconocerlo, fue un tanto aburrido. Recorrimos un canal hasta el final, giramos y volvimos por el paralelo. En un momento dado accedimos nuevamente al canal por el que habíamos salido hasta llegar al punto de inicio. Un auténtico rectángulo. La vista no fue tampoco demasiado espectacular. Lo mejor sin duda fueron los comentarios del chico que hacía de guía y capitán de la embarcación.
Como siempre, lo primero fue encontrar un aparcamiento subterráneo más o menos céntrico. Una vez hubimos aparcado el coche, localizamos la oficina de turismo. Habíamos leído en la guía que se podía subir a lo alto de la torre de la iglesia; también nos apetecía hacer el típico paseo en barca por los canales, que todavía no habíamos hecho en ninguna ciudad. Preguntamos en la oficina de turismo los horarios de ambas atracciones y, como ya estaba bien entrada la tarde, sólo nos quedaba el tiempo justo para hacer una de las dos, así que optamos por el paseo en barca. Nos acercamos al punto desde donde salían y no tuvimos que esperar demasiado.
El paseo, hay que reconocerlo, fue un tanto aburrido. Recorrimos un canal hasta el final, giramos y volvimos por el paralelo. En un momento dado accedimos nuevamente al canal por el que habíamos salido hasta llegar al punto de inicio. Un auténtico rectángulo. La vista no fue tampoco demasiado espectacular. Lo mejor sin duda fueron los comentarios del chico que hacía de guía y capitán de la embarcación.
Al terminar estuvimos paseando por la ciudad. A esas horas era imposible encontrar ningún museo ni nada por el estilo abierto, así que no pudimos ver nada de la famosa porcelana de Delft.
La ciudad antigua, vista ya desde la superficie, nos gustó bastante. Es una ciudad universitaria, lo que hace que esté muy animada debido a la gran cantidad de gente joven que alberga.
La ciudad antigua, vista ya desde la superficie, nos gustó bastante. Es una ciudad universitaria, lo que hace que esté muy animada debido a la gran cantidad de gente joven que alberga.
Nos gustaron mucho los canales de Delft, especialmente el Oude Delft, arbolado y repleto de bonitas casas y mansiones. Una de las cosas que más nos chocaron de muchos canales, y que vimos precisamente en este canal, fue que los coches aparcaban junto al agua sin ningún tipo de valla de seguridad. De modo que si uno no es muy espabilado haciendo la maniobra puede acabar aparcando dentro del canal.
El chico que nos guió en la ruta en barca no comentó nada sobre los coches, pero sí dijo que una vez al año dragaban los canales de la ciudad, donde encontraban de todo, especialmente bicicletas.
También nos comentó que antiguamente se pagaban impuestos según el número de ventanas que hubiera en la fachada de cada casa, independientemente del tamaño, motivo por el cual la mayor parte de las casas holandesas tienen grandes ventanales: las casas recibían una gran cantidad de luz natural a través de ellas, pero al ser sólo dos o tres los impuestos eran más bajos.
Finalizamos nuestro paseo por Delft en la plaza conocida como Markt. Esta bonita y amplia plaza rectangular está dominada por dos edificios situados uno frente al otro: el ayuntamiento y la Nieuwe Kerk (la iglesia a cuya imponente torre se podía subir y que nosotros erróneamente cambiamos por un aburrido paseo en barca). |