Estados Unidos
Junio 2011
Ruta por el Oeste Preparativos
Este era un viaje que llevábamos tiempo queriendo hacer. Teníamos muchas ganas de visitar San Francisco y el Cañón del río Colorado, y nos apetecía ver algún que otro parque nacional de Estados Unidos, país del que alguien dijo uno vez que tenía “demasiado paisaje para tan poca historia”. Disponíamos de treinta días, así que lo primero era confeccionar una ruta. Para ello leímos varios relatos de gente que había hecho viajes parecidos y nos dimos cuenta de que había muchos más sitios para ver de los que nos habíamos imaginado. Los estados de Utah y Arizona cuentan con un montón de rincones increíbles sobre los que a este lado del planeta no tenemos idea. O al menos, nosotros no la teníamos. Parques Nacionales como los de Arches o Bryce Canyon o sitios como Antelope Canyon, eran lugares de los que no habíamos oído hablar y que parecían merecer una visita. Así que empezamos a señalar lugares imprescindibles, y terminamos viendo que en un mes no íbamos a tener tiempo suficiente para verlo todo. Una vez más, se cumplía la premisa que nos persigue infatigablemente: cuanto más viajes hacemos, más nos parece que nos quedan por hacer. Una vez decidimos los sitios a visitar, quedaba la no menos difícil tarea de unirlos por carretera para optimizar el recorrido. Tuvimos una pequeña vuelta a la infancia, como cuando uníamos la serie de puntos para ver qué objeto estaba escondido. Así, unimos los destinos que habíamos seleccionado y nos quedó una ruta definida. Para ello tendríamos que volar a Salt Lake City y volver desde Los Ángeles. Una vez decididos los puntos de entrada y salida, compramos los billetes de avión y alquilamos un coche para todo el itinerario. Lo siguiente fue hacernos con un buen mapa de carreteras, ya que somos un poco nostálgicos y nunca hemos usado GPS, siempre optamos por los mapas de carreteras. Así que buscamos un buen mapa lo más actual posible en amazon.com y lo compramos junto con un libro-guía de National Geographic de todos los parques nacionales de Estados Unidos. En menos de una semana los teníamos en casa.
Como queríamos visitar muchos Parques Nacionales y pernoctar en algunos de ellos, lo primero fue reservar algunos alojamientos, porque habíamos leído en los foros de viajes que la disponibilidad en dichos sitios se agotaba con mucha antelación. Afortunadamente pudimos encontrar en casi todos, con lo cual la cosa comenzaba bien. Después reservamos alojamiento también en las tres ciudades principales en las que íbamos a estar (Las Vegas, San Francisco y Los Ángeles), y el resto de las noches decidimos dejarlas sin reservar. Al fin y al cabo, si hay un país donde es fácil encontrar algún sitio donde dormir, aunque sea un motel de carretera, ese es Estados Unidos. El siguiente paso era reservar (y pagar) algunas excursiones o espectáculos para hacer el viaje más ameno. Así, cogimos una excursión en helicóptero en el Gran Cañón, entradas para el Circo del Sol en Las Vegas, para un concierto de Pink Martini y visitar Alcatraz en San Francisco, y para ver el musical de Los Miserables y visitar Universal Studios en Los Ángeles. Cogimos un seguro de viajes con una amplia cobertura médica y pagamos la ESTA, requisitos ambos indispensables para viajar a Estados Unidos. Ya solo nos quedaba una cosa. Habíamos leído en un blog que entre los estados de Utah y Arizona hay un rincón perdido que no viene en ninguna guía de viajes llamado The Wave, enclavado en un parque llamado Coyote Buttes. Al parecer, para visitar este sitio conceden veinte permisos al día, lo cual lo convierte en un lugar muy especial. Para poder visitarlo hay que participar en una lotería: cuatro meses antes del mes de la visita se efectúa un sorteo entre todos los que rellenen la solicitud. En ese sorteo se otorgan diez de las veinte plazas diarias. Así que rellenamos nuestra solicitud con la esperanza de tener suerte. Pero no la tuvimos, y nos quedamos sin plaza. Si bien la vida muchas veces no da una segunda oportunidad, esta gente sí lo hace: los diez permisos restantes se otorgan el día anterior al día en que se quiere hacer la visita. Así que tendríamos una segunda oportunidad para conseguir un permiso para visitar ese lugar, pero tendríamos que esperar hasta casi la mitad de nuestro viaje. Llegada La primera visita de nuestro itinerario era el parque Yellowstone, pero para llegar allí tuvimos un largo trecho. Volábamos a Salt Lake City desde Madrid, con escala en el aeropuerto JFK de Nueva York. Y como la entrada al país se hacía por esta ciudad, estábamos obligados a recoger nuestra maleta facturada en Nueva York para pasar la aduana. Llegamos a la ciudad que nunca duerme con un poco de retraso, y el control de pasaportes se hizo eterno. Cuando finalmente llegamos a la cinta en la que aparecería nuestra maleta se estropeó el primer tramo de los dos que tenía la rampa por la que salían las maletas. Para añadir caos al asunto, las maletas de los cuatro vuelos interoceánicos que llegaban en ese momento salían por la misma cinta, así que la cantidad de gente en torno al sitio era innumerable. Cuando por fin consiguieron arreglar ese tramo, se estropeó el otro, así que llevábamos más de media hora sin que saliera una sola maleta. Los minutos pasaban inexorables y las probabilidades de enganchar nuestra conexión a Salt Lake City se reducían exponencialmente. Finalmente también arreglaron ese tramo y la rampa comenzó a escupir maletas como una posesa. Cuando apareció la nuestra, pasamos la aduana y corrimos al mostrador de Delta, que era la compañía con la que volábamos, para entregarla y que la facturaran hasta nuestro destino final. Teníamos que cambiar de terminal para llegar a nuestra puerta de embarque, para lo cual tuvimos que atravesar un tramo al aire libre, y como estaba lloviendo, nos mojamos. Cuando llegamos a la puerta estaban empezando a embarcar. No teníamos muy claro si nuestra maleta habría conseguido enlazar el vuelo. Una vez dentro del avión tuvimos que esperar más de una hora porque según informó el piloto, debido a la tormenta veraniega, había un gran retraso en el aeropuerto y teníamos más de veinte aviones por delante para despegar. Ese fue el momento en que se nos vino a la cabeza eso que a tantos viajeros y en tantos viajes se nos ha ocurrido alguna vez: todo esto pasa en España y nos acusan de tercermundistas. Finalmente llegamos a nuestro destino y nuestra maleta apareció ¡la primera! Recogimos el coche que habíamos reservado para todo el mes y comenzamos nuestro itinerario. Nada más salir del aeropuerto pusimos rumbo al norte, pero decidimos parar enseguida en un motel de carretera porque estábamos bastante cansados y no teníamos ganas de conducir. El día siguiente lo pasamos dentro del coche, atravesando el estado de Idaho, al parecer famoso por sus patatas, hasta llegar a West Yellowstone, pequeña población que se encuentra en el estado de Montana y que es la puerta de entrada por el oeste del famoso parque. Estuvimos buscando alojamiento y todo nos pareció un poco caro. Estaba claro que se trataba de un sitio muy turístico. Nos quedamos en uno que nos gustó y lo primero que hicimos fue ir a la oficina de turismo a comprar el Anual Pass, carnet que da derecho a entrar todas las veces que se quiera en todos los parques nacionales que se quiera de Estados Unidos durante un periodo de un año desde su compra. Ya estaba todo listo para iniciar nuestras visitas al día siguiente.
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