los viajes de juanma y carol
  • Inicio
    • Lugares visitados
    • Cronología de viajes
    • Sobre nosotros
  • África
    • Egipto
    • Marruecos
    • Sudáfrica
    • Tanzania
  • América
    • Canadá
    • Chile
    • Colombia
    • Cuba
    • Estados Unidos >
      • Nueva York
      • Oeste USA
    • Guatemala
    • Honduras
    • México
    • Perú
  • Asia
    • China
    • India
    • Israel y los Territorios Palestinos
    • Japón
    • Malasia
    • Nepal
    • Singapur
    • Sri Lanka
    • Tailandia
    • Turquía
    • Uzbekistán
    • Vietnam
  • Europa
    • Armenia
    • Croacia
    • Francia >
      • Lyon
      • Niza-Mónaco
      • Normandía
      • París
      • Sur de Francia
    • Georgia
    • Grecia >
      • Atenas y las islas
      • Grecia continental
    • Irlanda
    • Islandia
    • Italia >
      • Dolomitas
      • Milán y los lagos
      • Nápoles
      • Roma
    • Malta
    • Montenegro
    • Noruega
    • Países Bajos
    • Polonia
    • Portugal >
      • Alentejo
      • Almeida
      • Lisboa
      • Madeira
      • Oporto
    • Reino Unido >
      • Escocia
      • Irlanda del Norte
      • Londres
      • Sur de Inglaterra
    • República Checa
    • Rumania
    • Rusia
    • Suiza
    • Ucrania
  • Oceanía
    • Australia
  • Vuelta al mundo
  • Contacto

Francia

París

A pesar de la enorme cantidad de atracciones que posee la capital de Francia, no se nos hace nada complicado decidir por dónde empezar a hablar de París. La torre Eiffel es, quizás, uno de los edificios más famosos del planeta. Con sus 330 metros de altura, es visible desde casi cualquier punto de la ciudad, y es sin duda el icono de París.
Imagen
Últimamente, subir a lo alto de la torre se ha convertido en un acto de paciencia importante. Tanto si se compran las entradas con antelación como si no, las aglomeraciones que hay cualquier día a cualquier hora hacen que sea necesario destinar un buen rato al asunto. Nosotros subimos en nuestra primera visita, y aunque por aquel entonces tanto la ciudad como su torre eran ya bastante conocidas, no sufrimos las interminables colas que hemos encontrado en visitas posteriores. Desde lo alto de la torre se ve una magnífica vista, especialmente de Trocadero, del Champ-de-Mars y del río. Uno se pasaría horas en lo alto contemplando París, pero hay otros sitios también interesantes a los que acudir.
Imagen
Imagen
Para observar París desde lo alto también se puede ir a la torre Montparnasse. La perspectiva que ofrece esta torre es muy diferente de la que se ve desde lo alto de la torre Eiffel. Para empezar, hay una vista increíble del vecino cementerio de Montparnasse; después se ve la propia torre Eiffel en todo su esplendor, especialmente cuando la iluminan por la noche. Hay una perfecta panorámica del Louvre y de todos los edificios paralelos al río; y la vista alcanza hasta la lejana colina de Montmartre, donde se aprecia la basílica del Sacré-Coeur.
Imagen
Imagen
Imagen
Imagen
Imagen
En París, igual que en toda Francia, hay montones de restaurantes y bistrots maravillosos. A nosotros nos gusta especialmente L'Epicuriste, no solamente por el nombre, sino por su excelente relación calidad/precio. Situado en el número 41 del Boulevard Pasteur, muy cerca de la torre Montparnasse, es un sitio donde degustar comida francesa de gran calidad sin tener que agotar el crédito de la VISA de una sola vez.
Imagen
Imagen
Imagen
Imagen
Imagen
Imagen
No muy lejos de la torre Montparnasse se puede pasear por el jardín de Luxemburgo, dominado por el palacio del mismo nombre. Al lado están el panteón, lugar de descanso eterno de ilustres y conocidos franceses como Víctor Hugo, Voltaire, Rousseau, Marie Curie y tantos otros; y la Sorbona, quizá la universidad más famosa del planeta.
Imagen
Y así, casi sin darnos cuenta, ya estaríamos paseando por el Quartier Latin o barrio Latino, que a pesar de ser uno de los sitios más turísticos de la ciudad, no ha perdido del todo el encanto y el aroma que lo hicieron convertirse en el barrio más famoso de la ciudad. Aunque hay que ir sorteando las manadas de turistas, pasear por el barrio Latino es siempre una delicia.
En este barrio se encuentra el restaurante Sola, que ofrece alta cocina de fusión franco-japonesa y en el que disfrutamos de un sorprendente y exquisito menú degustación. Uno de los alicientes de este restaurante es que la cocina está a la vista, por lo que se puede observar a sus silenciosos cocineros en acción.
Imagen
Imagen
Imagen
Caminando en paralelo al río Sena, y volviendo hacia la torre Eiffel, nos topamos con el museo d’Orsay, visita obligada para todo aquel que sea amante de la pintura impresionista francesa. Ubicado en una antigua estación de tren, las obras que alberga este museo son realmente excepcionales.
Muy cerca se halla la Asamblea Nacional, lugar en el que los diputados franceses se dedican a legislar. A su lado se encuentra la Esplanada de los Inválidos, que junto con la Iglesia del mismo nombre, ofrece una vista muy interesante; su cúpula dorada es visible a kilómetros de distancia. En el interior de la iglesia se encuentra el mausoleo de Napoleón.
Imagen
Imagen
Junto a la iglesia de los Inválidos está Champs-de-Mars, apacible parque desde el que se obtiene una magnífica vista de la torre Eiffel.
Con eso volveríamos al punto de inicio y habríamos visitado las principales atracciones de la famosa Rive Gauche o margen izquierda parisién.

Atravesando el río por el puente que hay junto a la torre Eiffel, subimos unas escaleras y llegamos a la plaza de Trocadero, desde donde podemos disfrutar de una nueva panorámica de la sempiterna torre.
Imagen
Imagen
Podemos aprovechar la siempre bulliciosa plaza para entrar en uno de los cafés que la pueblan. Los cafés de París son una auténtica institución en la ciudad: tan extremadamente caros, con esos camareros tan bordes que parece que nos estuvieran haciendo un favor… Sin embargo, parece inevitable visitar París y degustar un café con un croasán en alguno de sus cafés.
Desde la plaza de Trocadero podemos ir hasta el Arco de Triunfo, lugar donde confluyen un montón de avenidas y donde se encuentra la llama perpetua en homenaje al soldado desconocido. Desde lo alto del Arco de Triunfo se puede disfrutar de una bonita vista de París, pero sobre todo de La Défense, el barrio de negocios de la ciudad.
Imagen
Imagen
Desde este arco sale la avenida de los Campos Elíseos, o Avenue des Champs-Élysées en francés original, la calle más famosa y más cara de París. Siempre atiborrada de turistas, a lo largo de esta avenida se dan cita las tiendas más exclusivas del universo de la moda. 
Imagen
Imagen
Esta avenida finaliza en la Place de la Concorde, amplia plaza en cuyo centro se yergue el obelisco que se encontraba en la entrada del templo de Luxor. Un poco antes de llegar a esta plaza, junto a la orilla del río, están el Grand y el Petit Palais, donde en cualquier época del año se puede disfrutar de exposiciones de arte bastante interesantes.
Imagen
Imagen
Desde la Place de la Concorde hacia el río se encuentra el puente de la Concorde, y más allá, la Asamblea Nacional de Francia, sede del parlamento. Al otro lado del final de la avenida de los Campos Elíseos está el jardín de las Tullerías, con su fuente octogonal y siempre tan animado y lleno de gente, sobre todo en días soleados. Más allá de este jardín se halla el museo del Louvre, probablemente el más famoso, pero sin duda el más grande del mundo. 
Imagen
Imagen
De entre todas las obras de arte que se exponen en el Louvre, la más conocida es La Gioconda, de Da Vinci. Aunque pudiera parecer extraño, encontrar ese pequeño cuadro en ese enorme museo es una tarea bien sencilla: no hay más que seguir las manadas de turistas, que generalmente cuando acceden al museo, es lo primero que quieren ven. Llegar hasta el cuadro, una vez se entra en la sala que lo alberga, es mucho más complicado: tal es la cantidad de gente que se agolpa. Todo por ver esa sonrisa misteriosa. 
Imagen
Imagen
Aunque hay quien piensa que ver La Gioconda justifica una visita al museo. A quien le parezca poco, tiene unas 30.000 obras más a su entera disposición.
Imagen
Junto al museo del Louvre se encuentra el Palais Royal, en cuyo bonito jardín se puede encontrar un momento de paz y tranquilidad, especialmente si se acaba de salir del Louvre. 
Imagen
Continuando por la ribera del río nos encontramos con el Hôtel de Ville, el ayuntamiento de la capital. Es un gran edificio que está situada en una plaza amplia.
Imagen
Al lado del Hôtel de Ville está el Centre Georges-Pompidou, que alberga el museo de Arte Moderno. Incluso los no amantes de este tipo de arte deberían acercarse hasta allí, pues el original edificio merece la pena ser visto, al menos por fuera.
Imagen
Si seguimos por la rue de Rivoli, que luego se convierte en la rue St. Antoine, además de disfrutar paseando por dos calles muy animadas llenas de tiendas, llegamos a la Place de la Bastille, famosa plaza cuya toma, allá por el año 1789, hemos estudiado todos alguna vez en los libros de historia. En la actualidad ya no se puede contemplar ninguna guillotina: hay que conformarse con la estatua de Julio que domina el centro de la plaza. 
Imagen
Junto a la plaza de la Bastilla, en los alrededores de la bonita Place des Vosges, puede encontrarse aún algún pequeño vestigio en forma de tienda del antiguo barrio judío que allí se encontraba. También podemos deleitarnos con el museo Picasso, una auténtica maravilla para quien guste del arte de este artista español que nuestros vecinos del norte insisten en considerar francés (quizá de adopción, pero eso es todo). 
Aún en esta margen derecha del Sena podemos encontrar dos plazas dignas de mención. Una sería la Place Vendôme. En esta selecta plaza y en sus alrededores se dan cita las tiendas más caras, principalmente de ropa y joyerías. Las tiendas son para bolsillos abultados, pero de momento, pasear por allí es gratis.
Imagen
La otra sería la Place de l’Opera, en la que destaca la deslumbrante Opera Garnier, uno de los teatros con más historia de París.
Imagen
Más al norte de estas dos plazas encontramos la colina de Montmatre. Para llegar hasta ella hay que pasar por la Place de Pigalle y recorrer el Boulevard de Clichy, especialmente por la noche, cuando los neones hacen su aparición. En esa zona se hallan algunes de los clubes más famosos de París y quizá del mundo, como el Moulin Rouge, aunque también podemos entrar en el Sexodrome o en el museo del Erotismo, todo depende de los gustos de cada cual.
Imagen
El edificio más famoso de Montmatre es la Basilique du Sacre-Coeur, visible desde casi cualquier parte de la ciudad. Para llegar hasta ella desde los bulevares hay unas fastuosas escaleras desde donde se obtiene una magnífica vista de la basílica. Los más perezosos pueden optar por el funicular que hay a un lado de las escaleras. Y una vez se está arriba, sólo queda pasear por el bohemio barrio de Montmartre, lugar de perdición para los adictos a las compras de recuerdos, ya que está lleno de tiendas de todo tipo, estas sí al alcance de muchos más bolsillos. En el barrio de Montmartre se puede cenar muy bien en alguno de sus bares o bistrots, y en la plaza quien quiera puede dejarse caricaturizar.
Imagen
Imagen
Y para finalizar nuestra paticular ruta por París, quedarían el río Sena y su isla. El río tiene entidad propia en esta ciudad, ya sea porque la divide en dos márgenes bien diferenciadas, por los numerosos puentes que la cruzan, o por el placer de recorrerlo subido en uno de los batobuses que lo transitan. Desde estas embarcaciones se obtienen algunas de las mejores vistas de París. Entre los puentes nosotros destacaríamos dos, el Pont-Neuf, que a pesar de su nombre es el más antiguo de todos, y el peatonal Pont des Arts, que la última vez que lo vimos estaba plagado de candados.
Imagen
Imagen
En mitad del río se encuentra la Île de la Cité, la zona más antigua de la ciudad y donde disfrutar de la famosa catedral de Notre-Dame.
Imagen
Imagen
Sabemos que nos hemos dejado rincones y sitios de París sin comentar, pero esa es precisamente la razón por la que nos encanta revisitar esta ciudad cada cierto tiempo, porque siempre se puede ver y disfrutar de algo nuevo en cada viaje. Por eso, cuando nos vamos de esta ciudad nunca nos despedimos con un Au revoir, siempre lo hacemos con un À bientôt!