Tanzania
Julio 2013
Preparativos
Siempre habíamos querido ir al Serengeti. Después de haber visto infinidad de documentales acerca de la vida salvaje de la zona, teníamos muchas ganas de hacer un safari y verlo en vivo y en directo. Así que un viaje a Tanzania era algo que teníamos en nuestra lista de destinos obligados. En la medida de lo posible, normalmente preferimos hacer un viaje por nuestra cuenta que organizado. Pero hay destinos en los que es un poco más complicado. No decimos que sea imposible, porque como dice el slogan de una conocida marca de zapatillas deportivas, Imposible is nothing!, pero sí es verdad que ir por libre a algún país puede ser más complejo. Tanzania es uno de esos países. Principalmente, porque para visitar los parques nacionales es imprescindible conducir un jeep 4x4; y como leímos en algún foro de viajes mientras preparábamos nuestra incursión tanzana, si nunca has conducido un 4x4, no parece que Tanzania sea el lugar adecuado para empezar a hacerlo. Así pues, no nos quedaba más remedio que contratar el viaje con alguna empresa. En este caso teníamos dos cuestiones claras: sería un viaje organizado para nosotros solos (nada de viajes en grupo) y lo contrataríamos con una empresa local (nada de Viajes El Corte Inglés). Buceamos por Internet recopilando nombres de empresas recomendadas por viajeros pasados, y una vez hubimos seleccionado unas cuantas, les pedimos a todas presupuesto del viaje que queríamos: 2 días en el Parque Nacional Tarangire, 2 en el área de Conservación del Ngorongoro, 3 en el P. N. Serengeti y 1 en el P. N. Lago Manyara. Algunas no nos respondieron nunca, otras lo hicieron demasiado tarde, y entre las que lo hicieron a tiempo, elegimos una. La recomendaban sobre todo porque era una empresa nueva y pequeña. Igual que en el mundo de las inversiones dicen aquello de “rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras”, deberían inventar algo del tipo “buenas experiencias pasadas no garantizan buenas experiencias futuras”. Decididamente tuvimos muy mala suerte con la empresa: sin entrar en muchos detalles, diremos que la organización fue desastrosa y que el guía que nos asignaron era un chico joven, vago e inexperto, que no tenía ni siquiera el título de guía (había cursado el primer año y para obtener el título se necesitaban 3). Así pues, desde aquí decimos que si alguien tiene en mente un viaje por Tanzania, que no se le ocurra contratarlo con It started in Africa, que es como se llama la empresa, de cuyo nombre realmente no queremos acordarnos. Una vez contratado el viaje nos quedaba el vuelo. Los safaris por el norte de Tanzania comienzan en la ciudad de Arusha, así que barajamos las diferentes posibilidades que había de llegar a dicha ciudad. Finalmente optamos por la más rápida y cómoda (que desgraciadamente coincidía con la más cara): volar con KLM vía Ámsterdam hasta el aeropuerto de Kilimanjaro. Las otras opciones (volar hasta la capital, Dar Es Salam, o hasta Nairobi, Kenia) suponían muchas escalas o incluso largas travesías en autobús, mientras que la opción que escogimos hacía solamente una escala. Parque Nacional Tarangire
Aterrizamos en el aeropuerto de Kilimanjaro por la noche, y nos recogieron para llevarnos hasta Arusha, donde pasamos la primera noche. Al día siguiente nos recogieron en el jeep y pusimos rumbo al primero de los cuatro parques que visitaríamos durante nuestro viaje, el Parque Nacional Tarangire. Está situado a poco más de 100 kilómetros de Arusha, pero tardamos casi una eternidad en llegar: tal era el mal estado de las carreteras. Lo peor (y en ese momento todavía no lo sabíamos) es que ese tramo era el que estaba en “mejor” estado de todos los caminos por los que transitamos. De hecho, era el único que tenía partes asfaltadas: del Ngorongoro al Serengeti era todo un auténtico camino de cabras. El caso es que llegamos al Tarangire, levantamos el techo de nuestro jeep y nos dispusimos a hacer fotos como locos. El parque toma el nombre del río que lo atraviesa, el Tarangire; durante la época seca es prácticamente el único sitio de donde los animales obtienen agua. En la entrada de los parques se agolpaban siempre monos. Los vehículos tenían que aparcar para que los guías respectivos abonasen las tasas de entrada, y los monos hacían siempre su aparición para intentar sacar algo de comida y bebida de los turistas. Eso significaba que había que tener mucho cuidado y no dejar las puertas o ventanas abiertas, porque los monos eran capaces de colarse por cualquier parte.
Nada más entrar en el parque vimos los primeros elefantes de viaje. El Tarangire, como pudimos comprobar, se caracteriza fundamentalmente por la gran población de elefantes y por el gran número de baobabs que tiene. Ciertamente vimos muchas manadas de elefantes, además bastante numerosas, y nos cruzamos con el llamado árbol de África, el baobab, por todas partes.
Esa mañana nos cruzamos con un grupo de cebras, junto a las que había unos cuantos avestruces; vimos también impalas, una solitaria jirafa y un pájaro secretario (de curiosos andares).
A la hora de la comida paramos en una zona de picnic, donde había unas mesas y bancos de metal e incluso unos baños. En el interior de los parques está prohibido bajarse de los vehículos excepto en las zonas de picnic. Pero incluso en éstas hay carteles que avisan de que cada uno desciende asumiendo su propio riesgo. En esta zona el riesgo eran unos cuantos monos muy espabilados, que se subían a los árboles y saltaban sin contemplaciones para intentar robar algo de comida a los turistas. La lunch-box o caja de comida, consistía siempre en un trozo de pollo, un huevo duro, un zumo y un plátano. A veces incluían un sándwich, unos frutos secos o una magdalena. Ninguna exquisitez, pero al fin y al cabo se trataba de comer algo rápido para volver al jeep y seguir buscando animales.
A continuación nos cruzamos con un grupo de southern ground hornbill (o cálao terrícola), un grupo de peculiares pájaros negros con zonas de color rojo en la cabeza. Tenemos que aclarar que muchos de los nombres de animales, y especialmente de aves, que vamos a nombrar a lo largo de este relato, los daremos en inglés en primer lugar, pues es el nombre que nos daba el guía (ya que era un guía de habla inglesa). Como no somos especialistas en esta materia, hemos tratado de buscar una traducción más o menos fidedigna de todos ellos, pero no estamos seguros de haberlo conseguido.
Más tarde volvimos a ver una manada de elefantes que llevaba varias crías entre ellos, lo cual sería una constante en nuestro viaje: de las pocas crías de animales que vimos, las de elefante fueron las más numerosas. Los elefantes estaban junto a una charca: los más pequeños retozando sobre ella; los más grandes cogían agua con la trompa y se la echaban por todo el cuerpo.
En nuestro camino hacia el alojamiento nos cruzamos con unos ñúes. Salvo uno, todos los alojamientos que habíamos reservado eran tiendas de campaña, podríamos decir que de cierto lujo. Las tiendas eran en general muy amplias, con una enorme cama de matrimonio, generalmente con una mesa y una silla o un pequeño sofá. Todas tenían baño en el interior, que estaba dividido en tres zonas: ducha, lavabo e inodoro. Eran cómodas y espaciosas. El único problema es que por las noches refrescaba bastante, por lo que a pesar de que las tiendas tenían unas lonas en el exterior, las camas estaban cubiertas siempre con edredón o con varias mantas.
En todos los alojamientos el desayuno y la cena eran de estilo bufé, muy bien surtidos, con guisos de carne, verduras y arroz para cenar, y fruta fresca, huevos, salchichas y bollería para comer. Mucho más de lo que uno piensa que se podría encontrar en esos parajes tan remotos. A la mañana siguiente comenzamos viendo varios warthog (jabalí verrugoso o también llamado facocero): para los amantes de El Rey León es mucho más fácil de reconocer, se trata de Pumba, el inseparable amigo se Simba.
Estos animales, que siempre vimos en pequeños grupos, tenían una actitud muy divertida: cuando parábamos el jeep delante de ellos para fotografiarlos, se quedaban un momento observándonos sin moverse, y de repente, sin que mediase un ruido ni un movimiento, salían disparados en dirección contraria. Se alejaban un trecho y volvían a mirarnos. Como ya considerasen que había suficiente distancia, volvían a sus quehaceres habituales, es decir, a comer. Vimos también jirafas, un francolín o francolino (ave) y un pequeño grupo de Fischer’s Lovebird (o Inseparable de Fischer): unos loros, algunos de los cuales estaban todo el rato besándose en el pico. Nuestros nulos conocimientos sobre aves hacen que no seamos capaces de explicarlo de una manera más científica. Fueron los únicos de esa especie que vimos en todo el viaje, y nos resultaron muy simpáticos.
Más adelante vimos un grupo de cebras; varios estorninos; un numeroso grupo de ñúes mezclado con algunas cebras; un elefante con ciertos problemas para descender por una bajada; una pareja de dicdics (pequeños antílopes que siempre van en pareja); un grupo de cebras con unas cuantas avestruces merodeando a su alrededor; un grupo de helmeted guineafowl (o pintada común); otro grupo de elefantes; unas mangostas junto a su madriguera; un waterback (o antílope acuático) y un bohor reedbuck (o redunca bohor), dos diferentes tipos de antílopes.
Tras todos esos animales nos cruzamos con un nutrido grupo de elefantes, o mejor dicho, ellos se cruzaron con nosotros. Algunos pasaron pegados a nuestro vehículo (casi daban ganas de abrir la ventanilla y tocarlos). Uno de ellos se puso a hacer sus necesidades justo delante de nosotros y no nos resistimos a fotografiarlo.
Detrás de nosotros había otro vehículo, y cuando pasaron a nuestro lado y continuaron su camino, uno de los elefantes se puso junto a la ventanilla del otro vehículo de tal forma que parecía que se fuese a colar dentro.
Tras eso volvimos al lugar del picnic del día anterior, donde los monos seguían haciendo de las suyas, y cuando continuamos volvimos a ver otra manada de elefantes. Después vimos dos aves de la misma familia, pero diferentes entre ellas: un southern yellow-billed hornbill (o toco sureño) y un african grey hornbill (o toco gris africano). Volvimos a ver otro grupo de cálaos terrícolas (quizá el mismo grupo del día anterior) y un grey-headed kingfisher (o alción cabeciblanco), la primera ave de la familia del martín pescador de los muchos que veríamos: siempre con un pico bastante pronunciado y de vivos colores.
Cuando comenzamos a marcharnos del parque Tarangire nos cruzamos con un curioso grupo de cebras que iban en perfecta fila india; varios rock hyrax (o damán de El Cabo), especie de ardilla gorda que habita sobre las rocas; un águila (cuya familia no podemos identificar); y dos lilac-breated roller (o carraca lila), bonito pájaro de colores.
Como puede verse, nuestro viaje a Tanzania consistió en ver y fotografiar una sucesión de animales de todo tipo y especie. Contado puede resultar un tanto monótono, pero damos fe de que en vivo y en directo fue realmente excitante y bonito.
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