Cuba
Abril de 2017
Preparativos
Para visitar Cuba, el primer y más importante preparativo es ir libre de prejuicios. Parece mentira que un país tan pequeño despierte tantas pasiones y odios, a partes iguales; aunque más bien han sido sus dirigentes y su manera de conducir el país los que han generado esa controversia. No es nuestra intención hablar aquí de política: al fin y al cabo, esta es una página web de viajes. Pero es imposible viajar a Cuba y no darse cuenta de ciertas cosas y entender otras. En todo caso, nosotros tratamos de ir a disfrutar. Quizá las únicas ideas preconcebidas que llevábamos en la maleta eran dos: que allí el ritmo de las cosas es muy lento; y que los cubanos son muy pesados y tratan de engatusar constantemente a los turistas. Es la figura del llamado “jinetero”, alguien que se acerca a un turista con la aparente intención de ayudarlo a encontrar una dirección o un lugar pero con la finalidad de encaminarlo a un restaurante concreto o a algún otro lugar del que obtengan una comisión. Generalmente, este procedimiento aparenta ser casual, aunque en otras ocasiones puede ser muy descarado.
En las dos semanas que pasamos en la isla tuvimos tiempo de comprobar si nuestras creencias tenían fundamento o no, aunque para la obtención del visado en el consulado tuvimos nuestra primera aclimatación al “cuban style”.
En cuanto a la logística del viaje, fue más o menos sencilla. En primer lugar compramos los billetes de avión, lo que nos dejaba las fechas cerradas. Mientras hacíamos un proyecto de itinerario tuvimos que decidir si recorrer la ruta en autobús o alquilar coche. En seguida nos decantamos por la segunda opción, pues el coche nos daría más libertad de movimientos y nos permitiría llegar a zonas de difícil acceso en autobús.
Leímos muchas cosas relativas a los coches de alquiler en Cuba y todas ellas negativas: la impuntualidad a la hora de recoger el vehículo, problemas de suministro con la gasolina, numerosas trampas dirigidas a los coches de alquiler, la obligación de pagar aparcamiento en todas partes y un sinnúmero de inconvenientes más. Al final fue todo más fácil de lo previsto, pero algún problemilla sí que tuvimos. En total recorrimos 2 200 kilómetros.
Confeccionamos un itinerario para ver lo que parecía más interesante y que nos llevaría a recorrer prácticamente toda la isla. Como no sabíamos si nos ceñiríamos o no a lo planeado, decidimos no reservar ningún alojamiento para nuestra estancia salvo el de la primera noche. Una vez contratamos el coche de alquiler y nos comunicaron la dirección donde podríamos recogerlo, reservamos una habitación en una casa de huéspedes que estaba cerca de ese punto.
En lo que respecta al alojamiento, hay que saber que desde 2011 el Gobierno permite a la población alquilar habitaciones a los turistas. A pesar de que en Cuba haya hoteles, esta manera de alojarse se ha vuelto muy popular: es mucho más barato que un hotel (pagamos casi siempre 35€ por noche por una habitación doble con baño, desayuno incluido, mientras que los hoteles solían costar como mínimo el doble) y además el dinero llega directamente al arrendador revirtiendo directamente en la población (la mayoría de hoteles pertenecen a cadenas internacionales o al estado).
Así pues, con los billetes de avión, el visado, un proyecto de itinerario y la reserva del coche y de la primera noche ya estábamos listos para nuestro viaje.
Para visitar Cuba, el primer y más importante preparativo es ir libre de prejuicios. Parece mentira que un país tan pequeño despierte tantas pasiones y odios, a partes iguales; aunque más bien han sido sus dirigentes y su manera de conducir el país los que han generado esa controversia. No es nuestra intención hablar aquí de política: al fin y al cabo, esta es una página web de viajes. Pero es imposible viajar a Cuba y no darse cuenta de ciertas cosas y entender otras. En todo caso, nosotros tratamos de ir a disfrutar. Quizá las únicas ideas preconcebidas que llevábamos en la maleta eran dos: que allí el ritmo de las cosas es muy lento; y que los cubanos son muy pesados y tratan de engatusar constantemente a los turistas. Es la figura del llamado “jinetero”, alguien que se acerca a un turista con la aparente intención de ayudarlo a encontrar una dirección o un lugar pero con la finalidad de encaminarlo a un restaurante concreto o a algún otro lugar del que obtengan una comisión. Generalmente, este procedimiento aparenta ser casual, aunque en otras ocasiones puede ser muy descarado.
En las dos semanas que pasamos en la isla tuvimos tiempo de comprobar si nuestras creencias tenían fundamento o no, aunque para la obtención del visado en el consulado tuvimos nuestra primera aclimatación al “cuban style”.
En cuanto a la logística del viaje, fue más o menos sencilla. En primer lugar compramos los billetes de avión, lo que nos dejaba las fechas cerradas. Mientras hacíamos un proyecto de itinerario tuvimos que decidir si recorrer la ruta en autobús o alquilar coche. En seguida nos decantamos por la segunda opción, pues el coche nos daría más libertad de movimientos y nos permitiría llegar a zonas de difícil acceso en autobús.
Leímos muchas cosas relativas a los coches de alquiler en Cuba y todas ellas negativas: la impuntualidad a la hora de recoger el vehículo, problemas de suministro con la gasolina, numerosas trampas dirigidas a los coches de alquiler, la obligación de pagar aparcamiento en todas partes y un sinnúmero de inconvenientes más. Al final fue todo más fácil de lo previsto, pero algún problemilla sí que tuvimos. En total recorrimos 2 200 kilómetros.
Confeccionamos un itinerario para ver lo que parecía más interesante y que nos llevaría a recorrer prácticamente toda la isla. Como no sabíamos si nos ceñiríamos o no a lo planeado, decidimos no reservar ningún alojamiento para nuestra estancia salvo el de la primera noche. Una vez contratamos el coche de alquiler y nos comunicaron la dirección donde podríamos recogerlo, reservamos una habitación en una casa de huéspedes que estaba cerca de ese punto.
En lo que respecta al alojamiento, hay que saber que desde 2011 el Gobierno permite a la población alquilar habitaciones a los turistas. A pesar de que en Cuba haya hoteles, esta manera de alojarse se ha vuelto muy popular: es mucho más barato que un hotel (pagamos casi siempre 35€ por noche por una habitación doble con baño, desayuno incluido, mientras que los hoteles solían costar como mínimo el doble) y además el dinero llega directamente al arrendador revirtiendo directamente en la población (la mayoría de hoteles pertenecen a cadenas internacionales o al estado).
Así pues, con los billetes de avión, el visado, un proyecto de itinerario y la reserva del coche y de la primera noche ya estábamos listos para nuestro viaje.
Los trámites de llegada en el aeropuerto de La Habana fueron inesperadamente rápidos, así que mucho antes de lo previsto estábamos fuera de la terminal buscando un taxi. Negociamos el precio en euros, pues aún no habíamos cambiado divisa (en las casas de cambio del aeropuerto había unas colas enormes y no queríamos perder tiempo). En este punto queremos explicar cómo funciona el cambio de moneda: en Cuba hay dos monedas, el peso cubano nacional (CUP) y el peso cubano convertible (más conocido como CUC). En principio, los turistas manejamos solamente el CUC, siendo el peso nacional de uso habitual entre los propios cubanos. El cambio se puede hacer en los bancos y en las casas de cambio (popularmente conocidas como cadecas). Los turistas solemos ir a las cadecas ya que, aunque suele haber cola, no es nada comparado con la que hay en los bancos. Allí cambiamos nuestra moneda de origen en CUC. La moneda no fluctúa apenas con respecto al dólar americano: 1 USD es igual a 1 CUC, que a su vez es igual a 25 pesos nacionales. El cambio de euros a CUC está sujeto al cambio euro/dólar. Los cubanos también cambian moneda: cuando reciben CUC de los turistas van a los bancos o a las cadecas y los cambian en moneda nacional, pues normalmente en los establecimientos y tiendas a los que van es la moneda de uso habitual. Parece un poco lioso, pero sobre todo es poco práctico. El Gobierno está pensando eliminar el peso cubano nacional para hacerlo más sencillo. El principal efecto negativo sería que generaría una gran inflación, como ya pasó cuando apareció el CUC. Cuando solamente existía el peso nacional, los cubanos más o menos se las arreglaban con sus sueldos, pero cuando se creó el CUC para los turistas, parece ser que el precio de los bienes y servicios subió considerablemente, perjudicando a la parte de la población que no tiene acceso a ganar dinero en CUC.
Como decíamos antes de este paréntesis, como no teníamos CUC, negociamos con el taxista la tarifa en euros para el traslado a nuestro alojamiento, donde nos estaban esperando. Como era tarde nos fuimos a dormir para cargar fuerzas para el día siguiente, que las íbamos a necesitar.
Teníamos la entrega del coche a las 8 de la mañana, así que a esa hora llegamos a la oficina de alquiler. Una vez allí nos comunicaron que el coche nos lo entregarían en otra oficina, a unos 20 minutos caminando. Tras el enfado inicial, fuimos dando un paseo y aprovechamos para pasar por una cadeca y cambiar dinero. Llegamos a la oficina en cuestión sobre las 8:30, donde nos encontramos con un cartel que decía que abría a partir de las 9:00. Nos atendió el guardia nocturno y nos dijo que en todo caso en esa oficina no había ningún coche disponible, pero que esperásemos a que llegase a las 9 el personal de la agencia. Con los ánimos un poco tensos esperamos hasta las 9. Cuando llegó el empleado nos confirmó que no tenían coche pero que tenían una entrega en el aeropuerto, así que se iba para allá a recoger nuestro coche; después de limpiarlo nos lo entregarían. Nuestros peores temores comenzaban a hacerse realidad. Sabíamos que por cada 4 horas de retraso en la entrega del coche teníamos derecho a la devolución de un día de alquiler, pero milagrosamente a las 11:55 apareció nuestro medio de transporte. Era un coche chino de marca desconocida con unos cuantos desperfectos, pero después de cuatro horas lo único que queríamos era arrancar e irnos. Parece que la flota de coches de alquiler que hay en Cuba es insuficiente para la avalancha de solicitudes que reciben, por lo que siempre tienen que andar haciendo filigranas para contentar a todos los turistas. Durante nuestra espera pudimos comprobar cómo varias personas que tenían que recoger el coche en esa oficina fueron enviadas a otras.
Volvimos al alojamiento a por el equipaje. Habíamos decidido dejar La Habana para el final, así que una vez hubimos cargado el coche comenzamos nuestro recorrido por Cuba.
Nuestra primera parada fue en la cueva de los Peces. Dejamos el coche en el aparcamiento junto a la entrada. En unos baños nos pusimos los bañadores y nos acercamos hasta la cueva. A tenor del nombre del cenote, llevamos el tubo y las gafas de buceo por si veíamos algún pez. Aunque algún pez vimos, no se justifica que se llame así. No sabemos si no era la mejor hora o los peces estaban en zonas más profundas, pero fue un poco decepcionante.
Como decíamos antes de este paréntesis, como no teníamos CUC, negociamos con el taxista la tarifa en euros para el traslado a nuestro alojamiento, donde nos estaban esperando. Como era tarde nos fuimos a dormir para cargar fuerzas para el día siguiente, que las íbamos a necesitar.
Teníamos la entrega del coche a las 8 de la mañana, así que a esa hora llegamos a la oficina de alquiler. Una vez allí nos comunicaron que el coche nos lo entregarían en otra oficina, a unos 20 minutos caminando. Tras el enfado inicial, fuimos dando un paseo y aprovechamos para pasar por una cadeca y cambiar dinero. Llegamos a la oficina en cuestión sobre las 8:30, donde nos encontramos con un cartel que decía que abría a partir de las 9:00. Nos atendió el guardia nocturno y nos dijo que en todo caso en esa oficina no había ningún coche disponible, pero que esperásemos a que llegase a las 9 el personal de la agencia. Con los ánimos un poco tensos esperamos hasta las 9. Cuando llegó el empleado nos confirmó que no tenían coche pero que tenían una entrega en el aeropuerto, así que se iba para allá a recoger nuestro coche; después de limpiarlo nos lo entregarían. Nuestros peores temores comenzaban a hacerse realidad. Sabíamos que por cada 4 horas de retraso en la entrega del coche teníamos derecho a la devolución de un día de alquiler, pero milagrosamente a las 11:55 apareció nuestro medio de transporte. Era un coche chino de marca desconocida con unos cuantos desperfectos, pero después de cuatro horas lo único que queríamos era arrancar e irnos. Parece que la flota de coches de alquiler que hay en Cuba es insuficiente para la avalancha de solicitudes que reciben, por lo que siempre tienen que andar haciendo filigranas para contentar a todos los turistas. Durante nuestra espera pudimos comprobar cómo varias personas que tenían que recoger el coche en esa oficina fueron enviadas a otras.
Volvimos al alojamiento a por el equipaje. Habíamos decidido dejar La Habana para el final, así que una vez hubimos cargado el coche comenzamos nuestro recorrido por Cuba.
Nuestra primera parada fue en la cueva de los Peces. Dejamos el coche en el aparcamiento junto a la entrada. En unos baños nos pusimos los bañadores y nos acercamos hasta la cueva. A tenor del nombre del cenote, llevamos el tubo y las gafas de buceo por si veíamos algún pez. Aunque algún pez vimos, no se justifica que se llame así. No sabemos si no era la mejor hora o los peces estaban en zonas más profundas, pero fue un poco decepcionante.
Como la carretera estaba pegada al mar, decidimos no mover el coche y probar nuestro primer baño del viaje en el Caribe. Aquello fue otra cosa bien distinta: había bastante coral y vimos muchos peces de colores. En ese momento no lo sabíamos, pero fue el lugar en el que más disfrutaríamos haciendo snorkel de todo el viaje.
Cienfuegos
Cuando nos cansamos de estar en remojo volvimos al coche y continuamos viaje hasta Cienfuegos. Encontramos alojamiento en la primera casa en la que preguntamos, el hostal Merlen y Wilber. Tenían libres las dos habitaciones que ofrecen y contaban además con plaza de aparcamiento, lo que nos vino muy bien.
Como queríamos aprovechar las pocas horas de luz que quedaban, dejamos todo en el alojamiento y salimos a pasear. Fue nuestro primer contacto con la arquitectura colonial que tanto veríamos en el viaje.
Cuando nos cansamos de estar en remojo volvimos al coche y continuamos viaje hasta Cienfuegos. Encontramos alojamiento en la primera casa en la que preguntamos, el hostal Merlen y Wilber. Tenían libres las dos habitaciones que ofrecen y contaban además con plaza de aparcamiento, lo que nos vino muy bien.
Como queríamos aprovechar las pocas horas de luz que quedaban, dejamos todo en el alojamiento y salimos a pasear. Fue nuestro primer contacto con la arquitectura colonial que tanto veríamos en el viaje.
La avenida principal es el paseo del Prado, lleno de edificios con columnas. En realidad se trata de un agradable bulevar, ya que cuenta con una acera arbolada en medio. Allí descubrimos, sin embargo, que en Cuba un bulevar es una calle peatonal. Después de caminar un rato por el paseo llegamos hasta el bulevar, que nos condujo al parque José Martí. Este nombre nos lo encontraríamos recurrentemente por todas partes.
En la calle peatonal o bulevar había varios comercios, pero a esas horas estaban todos cerrados. Esa zona de Cienfuegos no parecía estar muy animada.
El parque, que hace las veces de plaza central de la ciudad, nos gustó mucho. Está rodeado por algunos de los edificios más importantes de la ciudad, entre los que destacan el palacio de Gobierno (del que solamente pudimos ojear el hall de entrada), el teatro Tomás Jerry o la catedral (que estaba cerrada: las iglesias en Cuba tienen unos horarios peculiares). En un lateral del parque hay un pequeño arco de Triunfo que unos jóvenes futbolistas estaban utilizando de portería.
En la calle peatonal o bulevar había varios comercios, pero a esas horas estaban todos cerrados. Esa zona de Cienfuegos no parecía estar muy animada.
El parque, que hace las veces de plaza central de la ciudad, nos gustó mucho. Está rodeado por algunos de los edificios más importantes de la ciudad, entre los que destacan el palacio de Gobierno (del que solamente pudimos ojear el hall de entrada), el teatro Tomás Jerry o la catedral (que estaba cerrada: las iglesias en Cuba tienen unos horarios peculiares). En un lateral del parque hay un pequeño arco de Triunfo que unos jóvenes futbolistas estaban utilizando de portería.
Desde la plaza caminamos hasta la calle que daba al mar, donde pasamos delante de la antigua aduana, para volver al paseo del Prado. Allí echamos a andar en dirección a Punta Gorda. En este punto el paseo cambia su nombre por el de Malecón. Desde ahí hasta el final del Malecón se pueden contemplar bastantes mansiones señoriales, algunas de ellas reconvertidas en hoteles o clubes.
Al llegar a Punta Gorda había anochecido. Por las noches, la iluminación en las poblaciones cubanas es un tanto escasa, así que nos subimos en un taxi-bicicleta para dos personas y le dijimos al chico que lo manejaba que nos acercase al centro. Mientras pedaleaba, pudimos tener una agradable e interesante conversación con el chico.
Los dueños del hostal donde nos alojábamos nos habían recomendado un restaurante, pero cuando nos acercamos estaba lleno con lista de espera. El taxista aprovechó para recomendarnos un sitio llamado Brisas del Mar y desafortunadamente le hicimos caso. La verdad es que cenamos muy regular y muy caro para los estándares de Cuba. Lo único bueno fueron los cócteles, que estaban muy ricos.
Los dueños del hostal donde nos alojábamos nos habían recomendado un restaurante, pero cuando nos acercamos estaba lleno con lista de espera. El taxista aprovechó para recomendarnos un sitio llamado Brisas del Mar y desafortunadamente le hicimos caso. La verdad es que cenamos muy regular y muy caro para los estándares de Cuba. Lo único bueno fueron los cócteles, que estaban muy ricos.
Tras la cena nos acercamos a la heladería Coppelia. Esta heladería estatal, de la que hay representación en muchas ciudades cubanas, es toda una institución en el país. Hacen helados muy cremosos, aunque la variedad suele brillar por su ausencia: en este solamente había un sabor. Los helados se sirven siempre en copas de cristal o boles de plástico, no hay cucuruchos ni barquillos y su precio es irrisorio. Puesto que el pago se efectúa en pesos cubanos, al cambio sale a unos 0,04€ cada bola. Así que por unos cuarenta céntimos de euro te puedes comer 10 bolas de helado.
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La mañana siguiente nuestros anfitriones nos ofrecieron un espléndido desayuno (algo que fue una constante en los alojamientos en los que nos quedamos). Mientras desayunábamos estuvimos charlando un rato con ellos. Nos contaron, entre otras cosas, lo que supone tener un negocio privado en Cuba.
Antes de irnos pasamos a cambiar dinero por la cadeca, que estaba junto a la plaza José Martí, donde encontramos un ambiente que no tenía nada que ver con el de la tarde anterior. Parecía que toda la ciudad hubiera salido a la calle.
Una vez en el coche visitamos dos cementerios antes de salir de la ciudad. El primero fue el cementerio La Reina. Situado en una punta de Cienfuegos, es el más antiguo de la ciudad. Lo más curioso es una escultura de mármol dedicada a una joven que murió de mal de amores.
Antes de irnos pasamos a cambiar dinero por la cadeca, que estaba junto a la plaza José Martí, donde encontramos un ambiente que no tenía nada que ver con el de la tarde anterior. Parecía que toda la ciudad hubiera salido a la calle.
Una vez en el coche visitamos dos cementerios antes de salir de la ciudad. El primero fue el cementerio La Reina. Situado en una punta de Cienfuegos, es el más antiguo de la ciudad. Lo más curioso es una escultura de mármol dedicada a una joven que murió de mal de amores.
El segundo cementerio fue la necrópolis Tomás Acea. Este se encuentra a las afueras de la ciudad y es muy diferente al otro. Mientras el primero parece un cementerio de barrio, la necrópolis es mucho más ostentosa. Se accede a través de un edificio de corte neoclásico con un montón de columnas. En su interior se puede contemplar un monumento a los mártires de un levantamiento naval.
De vuelta al coche condujimos un rato por unas carreteras un tanto incómodas que se adentran en la sierra de Escambray hasta llegar a El Nicho. Este lugar es una zona con cascadas y piscinas naturales en medio de la montaña y de la sierra. Es un lugar muy agradable.
Dejamos el coche en el aparcamiento y tuvimos que pagar 10 CUC por persona para acceder: ese precio nos pareció un atraco en toda regla (recordemos que 1CUC = 1$). En los baños del chiringuito que hay en la entrada nos pusimos los bañadores y comenzamos a caminar por el sendero. Llegamos a una primera poza pequeña con una cascada, pero continuamos caminando. En un pequeño desvío se accede a la segunda piscina natural, mucho más grande y agradable. Esta cuenta también con una pequeña cascada, aunque ninguna de las dos llevaba mucha agua: más tarde nos comentaron que toda la isla estaba sufriendo una sequía brutal, por lo que estaban deseando que llegase ya la época de lluvias.
En esta segunda piscina nos dimos un baño. El agua estaba fresquita, lo cual agradecimos porque hacía bastante calor. Estuvimos disfrutando del entorno y del chapuzón un rato. Después nos secamos y llegamos hasta el mirador, desde donde hay una bonita vista de la sierra.
Dejamos el coche en el aparcamiento y tuvimos que pagar 10 CUC por persona para acceder: ese precio nos pareció un atraco en toda regla (recordemos que 1CUC = 1$). En los baños del chiringuito que hay en la entrada nos pusimos los bañadores y comenzamos a caminar por el sendero. Llegamos a una primera poza pequeña con una cascada, pero continuamos caminando. En un pequeño desvío se accede a la segunda piscina natural, mucho más grande y agradable. Esta cuenta también con una pequeña cascada, aunque ninguna de las dos llevaba mucha agua: más tarde nos comentaron que toda la isla estaba sufriendo una sequía brutal, por lo que estaban deseando que llegase ya la época de lluvias.
En esta segunda piscina nos dimos un baño. El agua estaba fresquita, lo cual agradecimos porque hacía bastante calor. Estuvimos disfrutando del entorno y del chapuzón un rato. Después nos secamos y llegamos hasta el mirador, desde donde hay una bonita vista de la sierra.
Hay un camino circular que lleva de vuelta a la primera piscina, y de ahí al aparcamiento. Una vez nos hubimos quitado los bañadores, nos subimos al coche y pusimos rumbo a Trinidad.
Trinidad
La llegada a esta ciudad fue bastante caótica. Las calles estaban abarrotadas, llenas principalmente de turistas pero también de lugareños. Llegamos a una valla donde un policía nos dijo que no podíamos pasar, así que tuvimos que dar media vuelta. Puesto que transitar en coche se nos antojó un poco descabellado, decidimos aparcarlo y buscar alojamiento a pie. Sin embargo, no parecía que se pudiera dejar el coche en ningún sitio. Finalmente encontramos una calle con un par de turismos aparcados y lo dejamos allí. Trinidad es una de las ciudades más turísticas de Cuba. Lo bueno que tiene eso es que hay muchos alojamientos donde buscar. Empezamos a preguntar en la misma calle donde habíamos dejado el coche y, aunque parecía que ningún sitio tenía disponibilidad, el azar y la buena suerte hicieron que encontrásemos una habitación en la casa frente a la que habíamos aparcado. El lugar se llamaba hostal de Ileana Betancourt, donde nos atendió la propia Ileana. Nos enseñó la habitación que tenía disponible, que nos pareció muy acogedora y tranquila, y decidimos quedarnos. Nos comentó que podíamos dejar el coche aparcado ahí. Tan solo debíamos darle un par de CUC al vigilante nocturno que se apostaría en la calle por la noche. Así que al final la jugada nos salió redonda.
Comenzamos la visita de la ciudad por la maqueta. En el edificio conocido como Casa Frías se encuentra esta gran maqueta del casco histórico de la ciudad, patrimonio de la Unesco. La maqueta, que está confeccionada con todo lujo de detalles, tiene como principal reclamo que es posible identificar cualquier casa de huéspedes en la que se alojen los turistas. Efectivamente, nosotros encontramos la nuestra. La visita incluye una explicación de la historia de Trinidad. A nosotros nos la dio una señora muy simpática que además nos brindó unas cuantas lecciones de la historia de Cuba, lo que nos vino muy bien para comprender los cambios que obraron en la ciudad.
Trinidad
La llegada a esta ciudad fue bastante caótica. Las calles estaban abarrotadas, llenas principalmente de turistas pero también de lugareños. Llegamos a una valla donde un policía nos dijo que no podíamos pasar, así que tuvimos que dar media vuelta. Puesto que transitar en coche se nos antojó un poco descabellado, decidimos aparcarlo y buscar alojamiento a pie. Sin embargo, no parecía que se pudiera dejar el coche en ningún sitio. Finalmente encontramos una calle con un par de turismos aparcados y lo dejamos allí. Trinidad es una de las ciudades más turísticas de Cuba. Lo bueno que tiene eso es que hay muchos alojamientos donde buscar. Empezamos a preguntar en la misma calle donde habíamos dejado el coche y, aunque parecía que ningún sitio tenía disponibilidad, el azar y la buena suerte hicieron que encontrásemos una habitación en la casa frente a la que habíamos aparcado. El lugar se llamaba hostal de Ileana Betancourt, donde nos atendió la propia Ileana. Nos enseñó la habitación que tenía disponible, que nos pareció muy acogedora y tranquila, y decidimos quedarnos. Nos comentó que podíamos dejar el coche aparcado ahí. Tan solo debíamos darle un par de CUC al vigilante nocturno que se apostaría en la calle por la noche. Así que al final la jugada nos salió redonda.
Comenzamos la visita de la ciudad por la maqueta. En el edificio conocido como Casa Frías se encuentra esta gran maqueta del casco histórico de la ciudad, patrimonio de la Unesco. La maqueta, que está confeccionada con todo lujo de detalles, tiene como principal reclamo que es posible identificar cualquier casa de huéspedes en la que se alojen los turistas. Efectivamente, nosotros encontramos la nuestra. La visita incluye una explicación de la historia de Trinidad. A nosotros nos la dio una señora muy simpática que además nos brindó unas cuantas lecciones de la historia de Cuba, lo que nos vino muy bien para comprender los cambios que obraron en la ciudad.
Cuando finalizó la explicación nos invitó a subir a la terraza para ver una panorámica de la ciudad. La vista, sin ser espectacular, sirvió para poder contemplar también las montañas que rodean Trinidad.
A la salida comenzamos a recorrer las empedradas y coloridas calles. Llegamos a la plaza Mayor, con una forma muy original. En el centro se alza la iglesia parroquial; delante de ella, un pequeño parque con bancos y unas figuras de cerámica decoran el entorno. En un lateral de la iglesia hay una pequeña explanada desde donde salen unas escaleras que suben a la Casa de la Música, una especie de casa de la cultura encargada de divulgar, promover, grabar y comercializar música cubana.
De ahí caminamos hasta la plaza de las Tres Cruces, donde echamos de menos la cruz del centro; después estuvimos callejeando un poco sin rumbo. Las casas que pueblan el centro de Trinidad son todas de una o dos plantas, con fachadas pintadas de colores y unas ventanas grandes con bonitos enrejados. La verdad es que han conservado muy bien el centro, por lo que no es de extrañar que sea un lugar tan turístico.
Recomendados por Ileana, fuimos a cenar al restaurante San José. Había lista de espera, pero esta vez decidimos quedarnos. Realmente mereció la pena. Cenamos muy bien y a muy buen precio. De regreso en el alojamiento, vimos que este restaurante estaba el nº 1 en la lista de restaurantes de Tripadvisor.
La noche en torno a las escaleras de la Casa de la Música es muy animada. Hay montones de sitios donde tomar cócteles y muchos de ellos con música en directo. En Cuba se da una paradoja: el ron es realmente muy barato y sale más rentable que el agua o la cerveza. Se puede conseguir una botella de ron en una tienda por 4 CUC, mientras que una botella de agua de 1,5 litros cuesta 1,5 CUC. De hecho en los restaurantes una cerveza local suele costar 2 CUC y los cócteles entre 2,5 y 3,5 CUC. Así que tomarse unas copas por la noche en cualquier rincón de Cuba es fácil y barato.
La noche en torno a las escaleras de la Casa de la Música es muy animada. Hay montones de sitios donde tomar cócteles y muchos de ellos con música en directo. En Cuba se da una paradoja: el ron es realmente muy barato y sale más rentable que el agua o la cerveza. Se puede conseguir una botella de ron en una tienda por 4 CUC, mientras que una botella de agua de 1,5 litros cuesta 1,5 CUC. De hecho en los restaurantes una cerveza local suele costar 2 CUC y los cócteles entre 2,5 y 3,5 CUC. Así que tomarse unas copas por la noche en cualquier rincón de Cuba es fácil y barato.
A la mañana siguiente dimos un último paseo por Trinidad aprovechando que las calles estaban todavía muy tranquilas. También entramos en algunos edificios que estaban abriendo sus puertas. Primero nos adentramos en la iglesia, donde pudimos contemplar el popular Cristo de la Vera Cruz, que sacan en procesión el Viernes Santo. De los edificios que rodean la plaza Mayor, además de la iglesia visitamos otros dos: el palacio Ortiz, que alberga una interesante galería de arte estatal con obras de artistas cubanos de todos los rincones del país; en la primera planta tiene un largo balcón que da a la plaza. Y el museo de Arquitectura Trinitaria, mansión perteneciente a la familia de las Sánchez que pasó a manos del Estado donde hay una exposición con detalles de la arquitectura característica de la ciudad. Cuenta con un magnífico patio lleno de plantas.
La última visita fue al museo Histórico Municipal. Nuestra intención era subir a la torre que hay en este museo, pero una vez dentro recorrimos todas sus salas ya que nos pareció muy interesante, tanto el contenido como el continente. Cuenta también con un enorme patio. Desde lo alto de la torre, a la que se accede subiendo por unos estrechos escalones un tanto incómodos, hay una bonita vista de la ciudad y de los alrededores.
De vuelta a la pensión, cargamos los bártulos en el coche y salimos de la ciudad. Paramos en el mirador de la Loma del Puerto para contemplar el valle de los Ingenios. La región se hizo rica y famosa porque estaba llena de campos de caña de azúcar, con fincas en las que había ingenios de azúcar, esto es, los aparatos que se usaban para moler la caña y obtener el azúcar. De ahí el nombre, que puede llevar a error al pensar que se llamó así porque estaba lleno de gente ingeniosa. Aunque sin duda los habría.
La vista desde el mirador es muy amplia, desde donde se pueden contemplar esos campos ahora abandonados.
La vista desde el mirador es muy amplia, desde donde se pueden contemplar esos campos ahora abandonados.
La siguiente parada del día fue en Sancti Spíritus. Nada más pasar el puente Yayabo dejamos el coche en el primer hueco que encontramos. Bordeamos la calle para llegar al río y poder contemplar el puente desde abajo, al parecer una de las construcciones más importantes de la ciudad.
Caminamos hacia el centro hasta que dimos con el bulevar, muy animado a esas horas. Cuando llevábamos la mitad de la calle recorrida encontramos en el mercado agropecuario y entramos a ver qué había. No era muy grande y no había demasiada variedad de productos, algo que notamos por toda la isla: por culpa del bloqueo al que ha sido sometido Cuba durante tanto tiempo, las opciones gastronómicas suelen remitirse a aquello que son capaces de cultivar o producir en la propia isla, sin posibilidad de importar nada.
Continuamos por el bulevar hasta llegar al parque Serafín Sánchez, el centro neurálgico de la ciudad. Paseamos un poco por el parque y vimos el remodelado hotel Perla de Cuba, el cine Conrado Benítez y el museo Provincial.
Continuamos callejeando hasta la plaza Honorato, donde se alza la iglesia parroquial Mayor, y de ahí volvimos hacia el coche pasando por más calles adoquinadas con coloridos edificios de una planta.
Sancti Spíritus es una ciudad sin pretensiones, pero supuso un agradable alto en el camino.
Sancti Spíritus es una ciudad sin pretensiones, pero supuso un agradable alto en el camino.
Continuamos hasta Ciego de Ávila, donde paramos a comer. Lo hicimos en el restaurante Don Ávila, situado en el parque Martí. En su agradable patio comimos una carne a la parrilla muy rica.
Con el estómago lleno nos acercamos a la tienda Etecsa a comprar una tarjeta para acceder a internet. En Cuba, el acceso a internet se hace a través de una red wifi del estado. Para acceder a esa red hay que comprar una tarjeta prepago que permite navegar durante una hora. Con un pasaporte se pueden comprar hasta tres tarjetas, que deben salir activadas de la tienda. Las redes wifi están siempre en los parques. Una vez allí, se accede a la red con el dispositivo que se quiera, se introduce el usuario y la contraseña que aparecen en la tarjeta y ya se puede navegar por 60 minutos. Si se termina antes de que transcurra ese periodo, hay que cerrar la sesión para aprovechar los minutos restantes la siguiente vez.
Es un sistema bastante incómodo, sobre todo por los horarios de las tiendas y las colas que suele haber, ya que no solamente venden estas tarjetas sino que atienden todo tipo de gestiones relacionadas con la red de teléfono.
Sobre todo en horario de tarde-noche era muy habitual encontrar en los parques de cualquier ciudad un buen número de personas (turistas y lugareños), todos con sus teléfonos móviles conectados a la red.
Camagüey
Tras adquirir las tarjetas volvimos al coche y continuamos nuestro recorrido hasta Camagüey. Al igual que pasó a nuestra llegada a Trinidad, nuestro primer contacto con Camagüey fue un poco caótico: calles estrechas, algunas de ellas cortadas, bastante gente y los primeros sitios en los que preguntamos por alojamiento ocupados. Normalmente, cuando se pregunta en una casa y ésta está completa, ofrecen ayuda al turista porque siempre tienen un primo, un vecino o un conocido que también alquila habitaciones. Así fue como lo solventamos en Trinidad y lo mismo nos pasó en Camagüey: un alojamiento que no tenía disponibilidad llamó a un familiar que vino a buscarnos para llevarnos a su casa, donde nos enseñó la habitación. En esta ocasión el lugar fue el hostal Lavastida, un poco más humilde que los anteriores pero muy limpio y con plaza de garaje, lo cual en Camagüey es todo un lujo. Las calles de esta población son estrechas en general y no se puede aparcar en ellas; incluso algunas son solamente para bicicletas, teniendo que llevarse el coche a algún aparcamiento.
Como estaba ya atardeciendo, no perdimos ni un minuto y comenzamos a recorrer la ciudad.
Pasamos por el parque Ignacio Agramonte, agradable plaza con bancos en cuyo centro se yergue una estatua ecuestre del susodicho. En un costado está la catedral, a la que no pudimos acceder porque estaba cerrada.
Continuamos hasta la plaza San Juan de Dios, una bonita y diáfana explanada adoquinada con una iglesia y unos edificios bajos muy bien restaurados, donde unos niños jugaban con una pelota.
Con el estómago lleno nos acercamos a la tienda Etecsa a comprar una tarjeta para acceder a internet. En Cuba, el acceso a internet se hace a través de una red wifi del estado. Para acceder a esa red hay que comprar una tarjeta prepago que permite navegar durante una hora. Con un pasaporte se pueden comprar hasta tres tarjetas, que deben salir activadas de la tienda. Las redes wifi están siempre en los parques. Una vez allí, se accede a la red con el dispositivo que se quiera, se introduce el usuario y la contraseña que aparecen en la tarjeta y ya se puede navegar por 60 minutos. Si se termina antes de que transcurra ese periodo, hay que cerrar la sesión para aprovechar los minutos restantes la siguiente vez.
Es un sistema bastante incómodo, sobre todo por los horarios de las tiendas y las colas que suele haber, ya que no solamente venden estas tarjetas sino que atienden todo tipo de gestiones relacionadas con la red de teléfono.
Sobre todo en horario de tarde-noche era muy habitual encontrar en los parques de cualquier ciudad un buen número de personas (turistas y lugareños), todos con sus teléfonos móviles conectados a la red.
Camagüey
Tras adquirir las tarjetas volvimos al coche y continuamos nuestro recorrido hasta Camagüey. Al igual que pasó a nuestra llegada a Trinidad, nuestro primer contacto con Camagüey fue un poco caótico: calles estrechas, algunas de ellas cortadas, bastante gente y los primeros sitios en los que preguntamos por alojamiento ocupados. Normalmente, cuando se pregunta en una casa y ésta está completa, ofrecen ayuda al turista porque siempre tienen un primo, un vecino o un conocido que también alquila habitaciones. Así fue como lo solventamos en Trinidad y lo mismo nos pasó en Camagüey: un alojamiento que no tenía disponibilidad llamó a un familiar que vino a buscarnos para llevarnos a su casa, donde nos enseñó la habitación. En esta ocasión el lugar fue el hostal Lavastida, un poco más humilde que los anteriores pero muy limpio y con plaza de garaje, lo cual en Camagüey es todo un lujo. Las calles de esta población son estrechas en general y no se puede aparcar en ellas; incluso algunas son solamente para bicicletas, teniendo que llevarse el coche a algún aparcamiento.
Como estaba ya atardeciendo, no perdimos ni un minuto y comenzamos a recorrer la ciudad.
Pasamos por el parque Ignacio Agramonte, agradable plaza con bancos en cuyo centro se yergue una estatua ecuestre del susodicho. En un costado está la catedral, a la que no pudimos acceder porque estaba cerrada.
Continuamos hasta la plaza San Juan de Dios, una bonita y diáfana explanada adoquinada con una iglesia y unos edificios bajos muy bien restaurados, donde unos niños jugaban con una pelota.
Paseando llegamos hasta la plaza de los Trabajadores, donde encontramos varios edificios con carteles y murales dedicados al Che Guevara.
De ahí fuimos hasta la calle de los Cines, uno de los rincones más originales de la ciudad. Además de contar con varias salas de cine, todos los locales comerciales de esa calle tienen un nombre relacionado con alguna película: el bar Casablanca, la peluquería El marido de la Peluquera o la tienda Grandes Ilusiones. Para crear aún más ambiente, hay unos cuantos altavoces diseminados por la calle y sus alrededores en los que siempre suenan bandas sonoras de películas.
Paseamos por la agradable calle peatonal Maceo hasta la plaza del mismo nombre. De ahí fuimos hasta la plaza del Carmen para visitar el estudio-taller de Martha Jiménez, cuyo trabajo incluye pintura, escultura, cerámica, grabado... Una pequeña muestra de su obra se puede contemplar también en la propia plaza, donde se encuentra la obra “Chismosas”.
En Camagüey también hay una heladería Coppelia, así que ese día también tomamos helado. En esa ocasión nos ofrecieron dos sabores diferentes, así que pudimos tener un poco más de variedad.
Los simpáticos y amables dueños de la casa donde pernoctamos nos ofrecieron un magnífico desayuno en la azotea la mañana siguiente. Tras recargar fuerzas, pusimos nuestras pertenencias en el coche y nos marchamos. Antes de salir de la ciudad hicimos dos paradas. La primera fue en el mercado agropecuario Hatibonico, donde pudimos comprobar nuevamente la limitada cantidad de frutas, verduras y demás productos que se venden.
De ahí fuimos a la necrópolis. Dimos un paso contemplando las diversas tumbas, donde encontramos alguna que otra lápida curiosa.
Los simpáticos y amables dueños de la casa donde pernoctamos nos ofrecieron un magnífico desayuno en la azotea la mañana siguiente. Tras recargar fuerzas, pusimos nuestras pertenencias en el coche y nos marchamos. Antes de salir de la ciudad hicimos dos paradas. La primera fue en el mercado agropecuario Hatibonico, donde pudimos comprobar nuevamente la limitada cantidad de frutas, verduras y demás productos que se venden.
De ahí fuimos a la necrópolis. Dimos un paso contemplando las diversas tumbas, donde encontramos alguna que otra lápida curiosa.
Cayo Guillermo
Ese día decidimos alterar el plan de itinerario que llevábamos. En un principio teníamos intención de llegar hasta Santiago de Cuba, pero estábamos comprobando que el estado de las carreteras, sin ser malo, no permitía recorrer kilómetros con soltura, lo que nos llevaba a pasar demasiado tiempo dentro del coche. Así que decidimos que ese día nos merecíamos un descanso del asfalto y pusimos rumbo a los cayos. Aunque era una parada que teníamos prevista a la vuelta de Santiago de Cuba, el cambio nos permitiría disponer de más tiempo para el resto de visitas del itinerario e incluso añadir alguna más a última hora.
Nuestro destino era cayo Guillermo. Para acceder a esa zona de cayos han construido un tramo de carretera sobre el mar, llamado pedraplén, que une cayo Guillermo y cayo Coco con la isla principal. No conocíamos esta palabra, pero realmente nos pareció muy apropiada.
Ese día decidimos alterar el plan de itinerario que llevábamos. En un principio teníamos intención de llegar hasta Santiago de Cuba, pero estábamos comprobando que el estado de las carreteras, sin ser malo, no permitía recorrer kilómetros con soltura, lo que nos llevaba a pasar demasiado tiempo dentro del coche. Así que decidimos que ese día nos merecíamos un descanso del asfalto y pusimos rumbo a los cayos. Aunque era una parada que teníamos prevista a la vuelta de Santiago de Cuba, el cambio nos permitiría disponer de más tiempo para el resto de visitas del itinerario e incluso añadir alguna más a última hora.
Nuestro destino era cayo Guillermo. Para acceder a esa zona de cayos han construido un tramo de carretera sobre el mar, llamado pedraplén, que une cayo Guillermo y cayo Coco con la isla principal. No conocíamos esta palabra, pero realmente nos pareció muy apropiada.
Una vez en los cayos, los alojamientos, pertenecientes a grandes cadenas hoteleras, solo ofrecen habitaciones en régimen de todo incluido. Fuimos parando en unos cuantos preguntado disponibilidad y precios hasta llegar a Sol Cayo Guillermo, donde finalmente nos quedamos por la simple razón de que era el más barato. Aparcamos el coche en el aparcamiento y ahí lo dejamos para el resto del día. Lo que siguió es más o menos imaginable: nos pusieron la pulserita, y pudimos comer y beber sin límite, bañarnos en la piscina y en el mar, e incluso aprovechamos para jugar un rato al tenis en una de las canchas que tenían. No es nuestro estilo de viaje, pero ese día decidimos darle unas vacaciones al turismo. La mañana siguiente nos acercamos con el coche hasta playa Pilar, que se encuentra justo al final del cayo. La idea era hacer algo de snorkel, pero hacia mucho viento y el mar estaba muy movido, por lo que no había demasiada visibilidad y no resultó como esperábamos. Parece que ese es un lugar magnífico para ver estrellas de mar, pero desde luego no ese día. |
Santa Clara
Volvimos al hotel, donde aprovechamos las últimas horas de nuestra estancia. Después de comer condujimos hasta Santa Clara. Habíamos decidido dirigirnos hacia Matanzas con la idea de hacer un poco más de snorkel. Como Santa Clara quedaba más o menos a medio camino, nos pareció buena idea pernoctar allí para dividir la jornada de coche.
A priori no parecía un lugar con un gran interés turístico, pero lo que vimos nos gustó. Nuestra corta estancia en Santa Clara fue muy agradable. Como siempre, lo primero fue la búsqueda de alojamiento. En el primer lugar en el que preguntamos no tenían disponibilidad, pero nos ayudaron a encontrar una habitación. Enseguida estábamos dejando las cosas en el hostal La Travaltina, una casa que ofrecía dos habitaciones interiores muy tranquilas, lo cual fue de agradecer porque estaba en pleno centro.
Comenzamos visitando la ciudad por el parque Vidal, uno de los lugares más animados y con más ambiente que encontramos en todo el país. Entre los edificios que rodean el parque destaca el teatro la Caridad pero, sobre todo, el hotel Santa Clara Libre. En su inconfundible fachada de tonos verdes se pueden ver todavía los restos de los disparos de la batalla que libraron los seguidores del Che y las fuerzas de Batista. Santa Clara fue la primera ciudad importante liberada durante la revolución cubana.
Volvimos al hotel, donde aprovechamos las últimas horas de nuestra estancia. Después de comer condujimos hasta Santa Clara. Habíamos decidido dirigirnos hacia Matanzas con la idea de hacer un poco más de snorkel. Como Santa Clara quedaba más o menos a medio camino, nos pareció buena idea pernoctar allí para dividir la jornada de coche.
A priori no parecía un lugar con un gran interés turístico, pero lo que vimos nos gustó. Nuestra corta estancia en Santa Clara fue muy agradable. Como siempre, lo primero fue la búsqueda de alojamiento. En el primer lugar en el que preguntamos no tenían disponibilidad, pero nos ayudaron a encontrar una habitación. Enseguida estábamos dejando las cosas en el hostal La Travaltina, una casa que ofrecía dos habitaciones interiores muy tranquilas, lo cual fue de agradecer porque estaba en pleno centro.
Comenzamos visitando la ciudad por el parque Vidal, uno de los lugares más animados y con más ambiente que encontramos en todo el país. Entre los edificios que rodean el parque destaca el teatro la Caridad pero, sobre todo, el hotel Santa Clara Libre. En su inconfundible fachada de tonos verdes se pueden ver todavía los restos de los disparos de la batalla que libraron los seguidores del Che y las fuerzas de Batista. Santa Clara fue la primera ciudad importante liberada durante la revolución cubana.
En el centro de la plaza se puede contemplar una estatua de Marta Abreu, nativa de este lugar y una de las mayores filántropas que ha habido en Cuba. De hecho, en casi todas las ciudades encontramos una calle con su nombre. Fue en Santa Clara cuando descubrimos de quién se trataba.
Paseando por el bulevar llegamos hasta el monumento a la Toma del Tren Blindado. Un grupo comandado por el Che consiguió hacer descarrilar un tren blindado de la fuerzas gubernamentales con una excavadora, en cuyo lugar han dejado los vagones a modo de museo conmemorativo.
Desde allí atravesamos toda la ciudad para llegar a una zona de murales. Las letras del primero dan una idea de lo que se va a encontrar: “Los humoristas le declaramos guerra a la guerra”.
Situados en dos paredes distintas, son unas viñetas que se manifiestan en contra de la guerra y a favor de la paz, aunque alguno hay más centrado en criticar al enemigo imperialista del norte.
Situados en dos paredes distintas, son unas viñetas que se manifiestan en contra de la guerra y a favor de la paz, aunque alguno hay más centrado en criticar al enemigo imperialista del norte.
Para cenar fuimos al restaurante El Sol, que ocupa un edificio entero de tres plantas. Aún así tuvimos que esperar, pero mereció la pena, ya que lo que probamos estaba muy rico.
Después de la cena fuimos a tomar un helado al Coppelia (repetimos en todas las ciudades en las que había uno), tras lo cual nos acercamos a la plaza donde estuvimos disfrutando del magnífico ambiente que había.
Para haber sido una parada técnica, pasamos una velada muy agradable en Santa Clara.
Después de la cena fuimos a tomar un helado al Coppelia (repetimos en todas las ciudades en las que había uno), tras lo cual nos acercamos a la plaza donde estuvimos disfrutando del magnífico ambiente que había.
Para haber sido una parada técnica, pasamos una velada muy agradable en Santa Clara.
Matanzas
Al día siguiente condujimos hasta Matanzas, nuestro siguiente destino. Esta población es conocida porque es la puerta de entrada a Varadero. Pero nosotros no teníamos intención de ir allí.
Buscamos alojamiento nada más llegar. Puesto que era por la mañana fue fácil encontrar habitación. Nos quedamos en el hostal Río, una casa colonial con un patio al que daban las dos habitaciones que alquilaban. En todos los patios de las casas de ese estilo en las que nos alojamos corría siempre una brisa muy agradable que hacían muy llevaderos los momentos de más calor.
Una vez hubimos dejado todo en la habitación, nos acercamos hasta playa Coral. Fuimos hasta allí porque la guía Lonely Planet la recomienda como un magnífico lugar para hacer snorkel. Pensábamos que por este motivo igual sería un lugar bastante turístico, pero a nuestra llegada nos encontramos con que no había ni un solo coche en el aparcamiento. De la especie de chiringuito que había construido surgió un joven que nos dijo que podía cocinarnos lo que quisiéramos. Cuando llegamos a la playa vimos que había solamente dos tumbonas y tres sombrillas. El mar estaba muy movido porque hacía bastante viento; entre la playa y el mar había una especie de muro donde no paraban de chocar las olas. Desde luego, después de todos los kilómetros que habíamos hecho para llegar hasta allí nos llevamos una buena decepción.
La misma guía decía que más adelante había una reserva de flora y fauna donde se puede contratar un guía para hacer submarinismo o snorkel. Decidimos volver al coche y acercarnos hasta allí. El lugar parecía estar un poco más acondicionado. Hablamos con un guía y nos dijo que, a pesar de lo movido del mar, se podía hacer buceo con tubo, pero que había mucha corriente y él recomendaba no hacerlo por libre. Nos dejamos convencer, principalmente porque ya que habíamos ido hasta allí no nos íbamos a quedar sin probarlo. Tras negociar el precio, nos fuimos al agua con él.
Desde luego no nos engañó: había mucha corriente; de hecho, después de estar bastante rato en el agua terminamos saliendo por playa Coral. Volvimos paseando hasta el lugar de inicio, manteniendo una amena e interesante charla con el monitor. La experiencia no estuvo mal pero, aunque vimos bastante coral y peces, nos fuimos con la sensación de que el primer día frente al cenote de los Peces nos había gustado más. Y encima nos había salido gratis.
Volvimos a la habitación a ducharnos, tras lo cual salimos a dar una vuelta por Matanzas. Llegamos al museo Farmacéutico justo cuando lo estaban cerrando, pero la persona que estaba echando el cierre, que era el guardia nocturno, nos dejó pasar. Como los guías que enseñan la antigua farmacia ya se habían ido, tras cobrarnos la entrada fue el propio guardia quien, con el museo ya cerrado, tuvo la amabilidad de mostrárnoslo y contarnos su historia.
Al día siguiente condujimos hasta Matanzas, nuestro siguiente destino. Esta población es conocida porque es la puerta de entrada a Varadero. Pero nosotros no teníamos intención de ir allí.
Buscamos alojamiento nada más llegar. Puesto que era por la mañana fue fácil encontrar habitación. Nos quedamos en el hostal Río, una casa colonial con un patio al que daban las dos habitaciones que alquilaban. En todos los patios de las casas de ese estilo en las que nos alojamos corría siempre una brisa muy agradable que hacían muy llevaderos los momentos de más calor.
Una vez hubimos dejado todo en la habitación, nos acercamos hasta playa Coral. Fuimos hasta allí porque la guía Lonely Planet la recomienda como un magnífico lugar para hacer snorkel. Pensábamos que por este motivo igual sería un lugar bastante turístico, pero a nuestra llegada nos encontramos con que no había ni un solo coche en el aparcamiento. De la especie de chiringuito que había construido surgió un joven que nos dijo que podía cocinarnos lo que quisiéramos. Cuando llegamos a la playa vimos que había solamente dos tumbonas y tres sombrillas. El mar estaba muy movido porque hacía bastante viento; entre la playa y el mar había una especie de muro donde no paraban de chocar las olas. Desde luego, después de todos los kilómetros que habíamos hecho para llegar hasta allí nos llevamos una buena decepción.
La misma guía decía que más adelante había una reserva de flora y fauna donde se puede contratar un guía para hacer submarinismo o snorkel. Decidimos volver al coche y acercarnos hasta allí. El lugar parecía estar un poco más acondicionado. Hablamos con un guía y nos dijo que, a pesar de lo movido del mar, se podía hacer buceo con tubo, pero que había mucha corriente y él recomendaba no hacerlo por libre. Nos dejamos convencer, principalmente porque ya que habíamos ido hasta allí no nos íbamos a quedar sin probarlo. Tras negociar el precio, nos fuimos al agua con él.
Desde luego no nos engañó: había mucha corriente; de hecho, después de estar bastante rato en el agua terminamos saliendo por playa Coral. Volvimos paseando hasta el lugar de inicio, manteniendo una amena e interesante charla con el monitor. La experiencia no estuvo mal pero, aunque vimos bastante coral y peces, nos fuimos con la sensación de que el primer día frente al cenote de los Peces nos había gustado más. Y encima nos había salido gratis.
Volvimos a la habitación a ducharnos, tras lo cual salimos a dar una vuelta por Matanzas. Llegamos al museo Farmacéutico justo cuando lo estaban cerrando, pero la persona que estaba echando el cierre, que era el guardia nocturno, nos dejó pasar. Como los guías que enseñan la antigua farmacia ya se habían ido, tras cobrarnos la entrada fue el propio guardia quien, con el museo ya cerrado, tuvo la amabilidad de mostrárnoslo y contarnos su historia.
El lugar perteneció a un farmacéutico francés de nombre Triolet y nos pareció muy interesante. Además el guardia supo transmitirnos todo el entusiasmo y admiración que siente por el lugar, ya que era una farmacia muy avanzada para la época.
Cuando salimos ya estaba anocheciendo, así que dimos un corto paseo por el centro y nos fuimos a cenar. Ese día no hubo helado, ya que desgraciadamente en Matanzas no hay Coppelia.