Tailandia
Diciembre de 2019
Preparativos
Preparar un viaje a Tailandia no resulta sencillo. Al menos, a nosotros nos supuso más de un quebradero de cabeza. Inicialmente, pensamos en hacer un viaje de dos semanas; enseguida nos dimos cuenta de que era claramente insuficiente, si queríamos recorrer los principales puntos de interés turístico del país. Decidimos entonces dejar fuera del itinerario el paso por las playas, ya que no es un hábitat que nos entusiasme: el calor, el sol, la arena, el agua salada, son elementos que no nos atraen en absoluto. Sin embargo, cuando seguimos recabando información, vimos que las playas de Tailandia son uno de los principales reclamos del país. Así pues, a pesar de nuestras reticencias con los destinos marinos, tomamos la decisión de incorporar de nuevo esa zona a nuestra ruta. Ello nos llevó irremediablemente a ampliar el viaje a tres semanas. A partir de ahí, la cosa fue algo más sencilla, especialmente cuando descubrimos que podíamos entrar por las islas y salir por Bangkok, lo que nos ahorraba un trayecto interno. Decidimos dividir el viaje en tres grandes zonas: las playas, el norte, y Bangkok y alrededores, y dedicar más o menos una semana a cada una de ellas. De las tres partes, la zona de las playas es la que más nos costó preparar. Aparentemente hay un sinfín de islas maravillosas en Tailandia. El problema principal es moverse entre ellas. Como a priori era la parte del viaje que menos nos seducía, después de darle muchas vueltas, optamos por hacerlo fácil: pernoctaríamos en el continente y haríamos excursiones de un día. Compramos el vuelo internacional y los dos vuelos internos. Después procedimos a alquilar tres coches, uno para cada zona. Somos conscientes de los prejuicios de la gente a la hora de alquilar coche en según qué destinos, pero a nosotros es la fórmula que más nos gusta y la usamos siempre que podemos: nos da mucha libertad y nos permite decidir a nuestra conveniencia los horarios de los desplazamientos. En total condujimos más de 2 700 kilómetros con los tres coches alquilados, así que si, alguna vez, alguien nos pregunta qué tal están las carreteras en Tailandia, pensamos que podemos responder con cierto conocimiento. Por último, reservamos todos los alojamientos del viaje. La oferta hotelera es muy variada por todo el país, tanto en calidad como en precio, por lo que resultó relativamente fácil encontrar alojamientos razonables a buen precio. Nuestra elección: ni lujo asiático a precios desorbitados, ni cuchitriles incómodos muy baratos. Con eso dejamos listo el viaje. Ya solo quedaba esperar a la fecha de salida. |
El sur (las playas)
Aterrizamos en Phuket por la mañana. Tras recoger el coche de alquiler, lo primero que hicimos fue ponernos el bañador y guardar en el fondo de la maleta el abrigo con el que habíamos salido de casa.
Ese día lo pasamos tranquilamente en la isla de Phuket: visitas a un ritmo calmado y un poco de playa, que nos sirvieran de aclimatación, tanto en materia de temperatura como de horario.
Y qué mejor manera de comenzar que visitando la playa de Mai Khao, situada literalmente entre el agua y el aeropuerto. A pesar de estar al otro lado de la valla del aeropuerto, para llegar a ella hay que dar un pequeño rodeo. Aparcamos el coche y nos dirigimos hacia el agua. Estábamos más o menos a mitad de camino de ambos extremos de la playa, que se extiende a lo largo de unos once kilómetros. Estaba prácticamente vacía, salvo por unos pocos turistas que se amontonaban en uno de los extremos, precisamente hacia el que nos dirigíamos. Una de las principales atracciones de esa playa, además de la tranquilidad, es contemplar aterrizar a los aviones, ya que pasan muy cerca de la arena.
Aterrizamos en Phuket por la mañana. Tras recoger el coche de alquiler, lo primero que hicimos fue ponernos el bañador y guardar en el fondo de la maleta el abrigo con el que habíamos salido de casa.
Ese día lo pasamos tranquilamente en la isla de Phuket: visitas a un ritmo calmado y un poco de playa, que nos sirvieran de aclimatación, tanto en materia de temperatura como de horario.
Y qué mejor manera de comenzar que visitando la playa de Mai Khao, situada literalmente entre el agua y el aeropuerto. A pesar de estar al otro lado de la valla del aeropuerto, para llegar a ella hay que dar un pequeño rodeo. Aparcamos el coche y nos dirigimos hacia el agua. Estábamos más o menos a mitad de camino de ambos extremos de la playa, que se extiende a lo largo de unos once kilómetros. Estaba prácticamente vacía, salvo por unos pocos turistas que se amontonaban en uno de los extremos, precisamente hacia el que nos dirigíamos. Una de las principales atracciones de esa playa, además de la tranquilidad, es contemplar aterrizar a los aviones, ya que pasan muy cerca de la arena.
Fue muy divertido y curioso hasta que se puso a despegar un avión. Ese día aprendimos una lección: no hay que situarse en la estela de una aeronave en su despegue. Se levantó tal cantidad de aire y, por tanto, de arena, que se nos metió por todos los rincones.
Antes de volver al coche, nos dimos un pequeño chapuzón para refrescarnos. El aeropuerto se ubica al norte de la isla, así que, de nuevo al volante, pusimos rumbo al sur.
En las afueras de Patong paramos a comer en Kalim Rimlay, un restaurante al aire libre donde comenzó nuestro idilio con la comida tailandesa. Atravesar Patong nos llevó un buen rato, dada la afluencia de tráfico que había a esas horas. Continuamos recorriendo Phuket hacia el sur e hicimos una breve parada en Karon, un montículo que ofrecía una bonita vista de la zona. |
Paramos a dejar nuestros bártulos en el alojamiento que habíamos reservado para esa noche y después nos acercamos a la playa de Nai Harn, donde nos dimos otro chapuzón. A continuación, fuimos hasta el cabo Promthep para contemplar el atardecer. Llegamos un poco pronto, pues el sol aún estaba un poco alto, aunque ya comenzaba a ofrecer una luz muy bonita. Estuvimos esperando un rato, pero los efectos del cambio horario y de los vuelos empezaron a hacer mella en nosotros, así que decidimos volver al alojamiento a darnos una ducha antes de salir a cenar. Esa noche descubrimos la “Thai papaya salad”, una ensalada con papaya verde preparada al momento, muy refrescante (y bastante picante). Nos quedamos prendados de este plato; hasta tal punto, que fue el que más repetimos durante todo el viaje.
La mañana siguiente emprendimos el camino de vuelta hacia el norte de la isla, parando antes a visitar la ciudad de Phuket. Comenzamos dando una vuelta por el mercado, que cuenta con dos zonas delimitadas: una al aire libre y otra en un centro comercial cubierto. Recorrimos los dos lugares, cotilleando los productos que se vendían y contemplando las idas y venidas de compradores y vendedores.
Después nos acercamos al Phuket antiguo o colonial, compuesto por unas agradables y tranquilas calles con edificios de dos plantas. Allí dimos con el restaurante Aaron, un concurrido local donde disfrutamos de un rico y barato desayuno.
De vuelta en el coche, pusimos rumbo hacia el punto de partida de nuestra excursión estrella del día. Salimos de la isla de Phuket por el puente que la une al continente y continuamos hasta llegar al centro de visitantes del Parque Nacional Ao Phang-Nga. Nuestra idea era visitar la bahía por libre. Aparcamos el coche en el estacionamiento y preguntamos las tarifas oficiales de las excursiones en barca por el parque, para evitar pagar un precio más alto de la cuenta. Después, no tuvimos más que cruzar la calle e ir al embarcadero. Escogimos la travesía típica, de unas tres horas de duración, que recorre la bahía de Phang-Nga y llega hasta la isla Ko Tapu, con una parada en la isla Ko Panyee.
Nos subimos a una embarcación conocida como longtail, principal medio de transporte en las islas tailandesas (además del ferry, claro), cuya traducción sería algo así como bote de cola larga.
Nos subimos a una embarcación conocida como longtail, principal medio de transporte en las islas tailandesas (además del ferry, claro), cuya traducción sería algo así como bote de cola larga.
Durante el trayecto por el agua disfrutamos de las formaciones rocosas tan curiosas que jalonan la bahía, muchas de ellas atravesadas por manglares. Pasamos junto a la isla Ko Panyee, pero nuestro conductor nos dijo que pararíamos a la vuelta, para evitar aglomeraciones. Desde luego acertó: a esas horas todavía había mucho trasiego de barcas cargando y descargando turistas, pero cuando volvimos no había casi nadie.
Surcamos las aguas hasta llegar a la isla Ko Tapu, una pequeña, estrecha y curiosa formación, plantada junto a otra isla más grande. El lugar fue escenario de una pequeña secuencia de una película de James Bond, por lo que desde entonces se lo conoce como islote de James Bond.
Surcamos las aguas hasta llegar a la isla Ko Tapu, una pequeña, estrecha y curiosa formación, plantada junto a otra isla más grande. El lugar fue escenario de una pequeña secuencia de una película de James Bond, por lo que desde entonces se lo conoce como islote de James Bond.
Desde ese punto emprendimos el regreso. Pasamos por delante de una isla en la que se había formado un pequeño túnel, que se podía atravesar en kayak.
Nos acercamos hasta Ko Panyee y desembarcamos. La isla es en realidad un montículo, en torno al cual han construido una isla artificial: todo está lleno de palafitos, estructuras fijas y flotantes. Cuenta con dos pasillos principales, a cuyos lados se alineaban un sinfín de casas y tiendas de comida, artículos de recuerdo y regalos. A esas horas no quedaban apenas turistas; aunque todas las tiendas estaban abiertas, muchos de los dueños se encontraban descansando plácidamente. Estaba claro que ya no esperaban mucha afluencia de visitas. Un lugar curioso.
Nos acercamos hasta Ko Panyee y desembarcamos. La isla es en realidad un montículo, en torno al cual han construido una isla artificial: todo está lleno de palafitos, estructuras fijas y flotantes. Cuenta con dos pasillos principales, a cuyos lados se alineaban un sinfín de casas y tiendas de comida, artículos de recuerdo y regalos. A esas horas no quedaban apenas turistas; aunque todas las tiendas estaban abiertas, muchos de los dueños se encontraban descansando plácidamente. Estaba claro que ya no esperaban mucha afluencia de visitas. Un lugar curioso.
Ao Nang
De vuelta en el bote, regresamos hasta el embarcadero, donde nos despedimos del barquero. Esa tarde la dedicamos a bordear la bahía de Phang-Nga. Pasamos a hacer el check-in por nuestro alojamiento, ubicado a las afueras de Ao Nang, donde pernoctaríamos las próximas noches. Los dos siguientes días haríamos sendas excursiones en longtail partiendo desde Ao Nang. Esa tarde nos acercamos a averiguar los precios y cerciorarnos del lugar desde el que salían las embarcaciones. Después nos cenamos dos riquísimos pad thai en un puesto de la calle y nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente regresamos a la playa de Ao Nang a primera hora de la mañana, donde contratamos un longtail privado para hacer una de las excursiones más típicas, la que lleva a las llamadas “cuatro islas”. A la postre, fue uno de los lugares que más nos gustaron de nuestro viaje por Tailandia.
De vuelta en el bote, regresamos hasta el embarcadero, donde nos despedimos del barquero. Esa tarde la dedicamos a bordear la bahía de Phang-Nga. Pasamos a hacer el check-in por nuestro alojamiento, ubicado a las afueras de Ao Nang, donde pernoctaríamos las próximas noches. Los dos siguientes días haríamos sendas excursiones en longtail partiendo desde Ao Nang. Esa tarde nos acercamos a averiguar los precios y cerciorarnos del lugar desde el que salían las embarcaciones. Después nos cenamos dos riquísimos pad thai en un puesto de la calle y nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente regresamos a la playa de Ao Nang a primera hora de la mañana, donde contratamos un longtail privado para hacer una de las excursiones más típicas, la que lleva a las llamadas “cuatro islas”. A la postre, fue uno de los lugares que más nos gustaron de nuestro viaje por Tailandia.
Nos asignaron una de las embarcaciones que estaban ancladas en la playa y nos subimos a ella. Tras un rato de recorrido, llegamos a unas islas unidas por un pequeño banco de arena. El barquero nos explicó que dicho banco solamente se puede transitar con marea baja, así que esa mañana estábamos de suerte. Atracamos más o menos en medio de ambas islas, nos bajamos de la barca y recorrimos el trecho hasta la isla Koh Mor. Esta isla alargada cuenta con una bonita playa; el resto de su superficie está cubierta de vegetación. Fuimos hasta el final de la playa, donde encontramos un columpio atado a unas ramas.
Desanduvimos el camino atravesando el banco de arena y llegamos hasta la isla Koh Tup, compuesta por dos pequeños montículos unidos por una playa. En esta zona, el agua del mar tenía un impresionante color azul transparente y el paisaje era una maravilla.
Nos sentamos a disfrutar de la tranquilidad del lugar un buen rato, mientras contemplábamos la vista. Transcurrido un tiempo, regresamos a la embarcación y nos dirigimos hacia la isla Koh Poda. Esta isla cuenta con dos playas, una de ellas con un pequeño arrecife de coral. Estuvimos haciendo snorkel un rato, pero, al estar la marea baja, resultó un poco incómodo. Lo que nos había beneficiado en la primera parada, nos estaba perjudicando en esta segunda.
Decidimos ir al lado opuesto de la isla a bañarnos en la otra playa. En Koh Poda estuvimos un buen rato. Cuando nos cansamos, volvimos a la embarcación y continuamos la navegación. El nombre de la excursión se debe a la visita de las tres islas anteriores, más una cuarta que tan solo se divisa desde lo lejos: es la isla Koh Kai, conocida como Chicken Island, por su figura rocosa que resembla la cabeza de un pollo.
Pero para que los turistas no protestemos por la falta de rigor en el nombre de la excursión, la barca hace una última parada en la playa de Phra Nang, en la península de Railay. |
Pensábamos visitar esta península al día siguiente, por lo que la parada de ese día fue un pequeño adelanto. Junto a esta playa hay una pequeña cueva, llamada también Phra Nang, que fue lo primero que recorrimos. Tuvimos que caminar con ojo, pues íbamos descalzos.
Después volvimos a la playa y allí nos quedamos el resto del tiempo, hasta que la excursión llegó a su fin. Regresamos a la playa de Ao Nang, nos despedimos del barquero y volvimos al coche para regresar a nuestro alojamiento. Por el camino encontramos un animadísimo mercado, donde paramos y aprovechamos para comprar unas viandas para cenar. En el alojamiento nos dimos un último chapuzón en la piscina antes de pasar a la ducha. Nosotros, que renegábamos de las playas, las cuales no teníamos intención alguna de recorrer en un principio, tenemos que decir que fue casi lo que más nos gustó de Tailandia.
Al día siguiente, regresamos bien pronto a la playa de Ao Nang. En esa ocasión, nos subimos al primer bote con destino a la península de Railay. La idea era pasar el día haciendo excursiones por la zona y terminar con un baño en la playa, antes de regresar a Ao Nang.
El bote nos dejó en la playa de Railay. Una vez en tierra firme, nos pusimos calzado de montaña, atravesamos la península hasta la playa del este (al lado opuesto de donde habíamos desembarcado) y buscamos el inicio de la ascensión al mirador y a la laguna esmeralda. Con la idea de una caminata en mente, nos encontramos con una actividad bien diferente: la realidad es que tuvimos que ascender el pico con la ayuda de cuerdas colocadas para ese propósito, ya que el desnivel era muy acusado. Una vez en la cima de la colina, sí encontramos un sendero que conducía hasta el mirador. La vista desde allí arriba era muy bonita: la panorámica abarcaba la playa del este y buena parte de la península de Railay. La laguna esmeralda estaba al otro lado del mirador, al final de una hondonada. Para acceder a ella había que descender un trecho totalmente vertical. Aunque también había cuerdas, nos infundió un poco de respeto (por no decir miedo) y decidimos conformarnos con intuirla desde lo alto. |
Nuevamente con la ayuda de las cuerdas, descendimos hasta la base y regresamos a la playa de Railay, donde habíamos llegado con el bote. Al final de dicha playa había también otro mirador en lo alto de un risco. Para llegar a él no tuvimos necesidad de usar cuerdas, pero sí fue un poco complicado encontrar el camino: había que atravesar una zona un tanto frondosa sin un sendero definido. Finalmente dimos con el lugar. Allí encontramos varios grupos haciendo escalada. De hecho, en la península hay varios lugares donde acuden los aficionados a este deporte a practicar. Contemplamos la vista desde ese lado, un tanto ensombrecida por la vegetación, y regresamos por donde habíamos llegado.
De nuevo en la playa del este, atravesamos el bosque en dirección a la playa de Tonsai. En esta ocasión sí había un sendero claramente identificable, por el que tuvimos que ascender (bastante) para luego bajar hasta la playa. La playa de Tonsai nos decepcionó un poco. Suponemos que el hecho de que hubiera marea baja tampoco acompañó demasiado.
Lo bueno que tuvo la marea baja es que no tuvimos que desandar el camino para regresar a la playa de Railay: llegamos a ella atravesando una zona de piedras, que con marea alta hubiera resultado imposible.
En ese punto dimos por concluidas las excursiones en la península (la cueva de Phra Nang la habíamos visitado el día anterior) y nos dedicamos a actividades menos exigentes; esto es, al baño y la playa.
Aunque el lugar era agradable, nos gustaron mucho más las playas de las islas del día anterior.
En ese punto dimos por concluidas las excursiones en la península (la cueva de Phra Nang la habíamos visitado el día anterior) y nos dedicamos a actividades menos exigentes; esto es, al baño y la playa.
Aunque el lugar era agradable, nos gustaron mucho más las playas de las islas del día anterior.
Cuando nos cansamos de vegetar en la playa, nos subimos al primer bote que partía para Ao Nang. Esa noche cenamos un pescado a la brasa, un plato muy popular en todo el país (repetiríamos en varias ocasiones).
Al día siguiente regresábamos a Phuket, pero de camino queríamos hacer dos excursiones atípicas. La primera: visitar el parque Khao Ngon Nak; más concretamente, recorrer el sendero que asciende hasta el mirador. Habíamos leído que era una subida larga y exigente. De hecho, en uno de los tramos de la ruta han construido unas escaleras de madera para salvar el desnivel. Afortunadamente, casi todo el recorrido era en sombra y la época del año en la que fuimos nosotros no era la de mayor calor.
Al día siguiente regresábamos a Phuket, pero de camino queríamos hacer dos excursiones atípicas. La primera: visitar el parque Khao Ngon Nak; más concretamente, recorrer el sendero que asciende hasta el mirador. Habíamos leído que era una subida larga y exigente. De hecho, en uno de los tramos de la ruta han construido unas escaleras de madera para salvar el desnivel. Afortunadamente, casi todo el recorrido era en sombra y la época del año en la que fuimos nosotros no era la de mayor calor.
Al llegar a la entrada del parque, nos registramos en el libro de visitantes y comenzamos el ascenso. La ruta no tiene pérdida, ya que no es más que seguir el sendero hasta la cima. Aunque existía la posibilidad de ver fauna diversa, nosotros solamente encontramos una tortuga (a la subida) y un varano (a la bajada).
Tras algo más de dos horas de subida, por fin llegamos a la cima. La vista es muy bonita: se contempla una buena parte de la bahía de Phang-Nga, con un rosario de islotes por todas partes, así como la inmensidad del parque Khao Ngon Nak, todo cubierto de vegetación.
Desde luego, el esfuerzo mereció la pena.
Para la segunda excursión del día condujimos hasta Ao Thalane. Habíamos leído que en esta pequeña población hay una ruta en kayak impresionante, que recorre una isla a través de los manglares que la atraviesan. Nada más llegar a Ao Thalane, vimos que había varias empresas de alquiler de kayaks y preguntamos en la primera. Nos dijeron que, como había marea baja, ese día no alquilaban kayaks. Nos llevamos una gran desilusión. Aun así, preguntamos en otra empresa, donde nos atendió un hombre muy simpático. Nos dijo que sí nos alquilaban los kayaks y, sobre un mapa, nos mostró cuál era la ruta habitual y lo que podríamos hacer ese día con la marea baja. La realidad era que no podríamos rodear la isla, sino tan solo salir a una zona amplia de la bahía y volver. El propio señor nos dijo que no valía la pena el esfuerzo. Esperaban marea alta para el día siguiente, pero nosotros ya no estaríamos allí. Así que le dimos las gracias por todo y nos marchamos. Una pena.
Regresamos a la isla de Phuket y nos fuimos directos a nuestro alojamiento. Habíamos escogido un lugar cercano al aeropuerto, pues nuestro vuelo a Chiang Mai salía al día siguiente por la mañana, temprano.
En esta primera etapa de nuestro viaje recorrimos unos seiscientos kilómetros. Nos quedamos con ganas de haber hecho la excursión del kayak en condiciones y de haber explorado alguna otra isla. Para la próxima.
Para la segunda excursión del día condujimos hasta Ao Thalane. Habíamos leído que en esta pequeña población hay una ruta en kayak impresionante, que recorre una isla a través de los manglares que la atraviesan. Nada más llegar a Ao Thalane, vimos que había varias empresas de alquiler de kayaks y preguntamos en la primera. Nos dijeron que, como había marea baja, ese día no alquilaban kayaks. Nos llevamos una gran desilusión. Aun así, preguntamos en otra empresa, donde nos atendió un hombre muy simpático. Nos dijo que sí nos alquilaban los kayaks y, sobre un mapa, nos mostró cuál era la ruta habitual y lo que podríamos hacer ese día con la marea baja. La realidad era que no podríamos rodear la isla, sino tan solo salir a una zona amplia de la bahía y volver. El propio señor nos dijo que no valía la pena el esfuerzo. Esperaban marea alta para el día siguiente, pero nosotros ya no estaríamos allí. Así que le dimos las gracias por todo y nos marchamos. Una pena.
Regresamos a la isla de Phuket y nos fuimos directos a nuestro alojamiento. Habíamos escogido un lugar cercano al aeropuerto, pues nuestro vuelo a Chiang Mai salía al día siguiente por la mañana, temprano.
En esta primera etapa de nuestro viaje recorrimos unos seiscientos kilómetros. Nos quedamos con ganas de haber hecho la excursión del kayak en condiciones y de haber explorado alguna otra isla. Para la próxima.