China
Abril 2014
Preparativos
China no es un país que a priori nos apeteciera visitar. Es cierto que teníamos muchas ganas de ver la Gran Muralla o la Ciudad Prohibida, y de visitar ciudades como Shanghai o Hong Kong. Pero por un lado, la comida china no nos seduce en absoluto (y la gastronomía es un punto muy importante en nuestros viajes); y por otro lado, habíamos leído y escuchado demasiados comentarios negativos en cuanto a los olores de las ciudades y al comportamiento de la gente. Debido a este cúmulo de factores, nos daba bastante pereza visitar tan inmenso país. Pero como las cosas nos gusta vivirlas y así poder opinar en base a nuestra experiencia, decidimos que dos viajeros empedernidos como nosotros no podían dejar de visitar el gigante asiático. Así que nos pusimos manos a la obra. Para ganar tiempo, decidimos entrar en el país por una ciudad y salir por otra. Comparando precios, encontramos que la fórmula más barata era llegar a Hong Kong y salir desde Pekín. Una vez decidido el principio y el final de la ruta, nos quedaba la parte más difícil: qué visitar y durante cuánto tiempo. Leímos y preguntamos en distintos foros, a conocidos y amigos, y finalmente optamos por hacer un viaje un tanto standard: visitar lo más importante y/o conocido. Así es como descubrimos que la zona de Guilin, totalmente desconocida para nosotros, es una de las más visitadas y populares del país. En cuanto hubimos decidido cuántos días dedicar a cada sitio, compramos los billetes de avión internos y reservamos los hoteles. En esta ocasión llevaríamos todos los alojamientos y los desplazamientos largos reservados. Faltaba alguna excursión de un día, pero eso lo gestionaríamos sobre la marcha. Una vez solicitado y obtenido el visado, estaba todo listo para nuestro viaje. Hong Kong
Aunque oficialmente pertenece a China, para entrar en Hong Kong los europeos comunitarios no necesitamos visado. Poseen además una moneda distinta, el dólar de Hong Kong, mientras que en el resto de China se usa el Yuan. Y la última particularidad importante para los turistas es que todos los carteles están en inglés. El avión aterrizó por la tarde. Tras salir del aeropuerto, tomamos un autobús de dos pisos que nos llevó hasta las cercanías de nuestro hotel. Nos sentamos en el primer asiento del piso superior para ir haciéndonos una idea de la ciudad. Cuando llegamos al alojamiento que teníamos reservado era ya de noche, así que cuando salimos a cenar decidimos comenzar con buen pie. Para ello fuimos a Din Tai Fung. Es una cadena o franquicia de restaurantes de comida china especializados en dim sum. De hecho, al que fuimos nosotros ha sido galardonado con una estrella Michelín. Había una cola bastante importante, pero el local es muy grande y el tiempo de espera no fue muy prolongado. Es un sitio de comida rápida, pero donde demuestran que la rapidez no está reñida con la calidad. Comenzamos nuestra visita de la ciudad por el Western Market, aunque cuando llegamos estaba cerrado. De hecho, ese barrio está repleto de tiendas donde se vende todo tipo de pescado seco, pero encontramos pocas tiendas abiertas. Los chinos tienen unas jornadas laborales maratonianas, pero el primer día descubrimos que no se caracterizan por madrugar. Pasamos por el Man Mo Temple y decidimos acercarnos a la zona financiera. Puede que las tiendas no abrieran temprano, pero la zona de negocios estaba en plena efervescencia.
Fuimos al International Finance Centre Mall, el primero de los innumerables centros comerciales por los que transitaríamos en casi todas las ciudades chinas en las que estuvimos. Allí encontramos un tranquilo jardín en la cuarta planta desde donde se pueden ver algunos de los edificios que pueblan el distrito financiero.
Entramos en la torre IFC 2 y subimos al piso 55, donde hay una sala con una interesante exposición de la historia de las monedas y billetes chinos de Hong Kong. Pero también hay una amplia cristalera desde la cual se abre una interesante panorámica de la zona comercial y del Victoria’s Peak, la montaña que está incrustada en la ciudad, y donde teníamos previsto ir. La vista es bastante espectacular. Además, la visita es gratuita, así que no se puede pedir más.
Nuevamente en la calle fuimos hasta la sede central del banco HSBC (Hong Kong and Shanghai Banking Corporation), obra del conocido arquitecto Norman Foster. El edificio destaca por su original hall de entrada: dos enormes escaleras mecánicas que suben hasta el primer piso, donde se hallan las ventanillas del banco.
La siguiente parada fue el edificio vecino, sede central del Bank of China en Hong Kong. En este edificio subimos hasta el piso 43, también sin pagar nada. Arriba hay unas ventanas que ofrecen una panorámica de una pequeña parte de la ciudad. Mucho menos interesante que el IFC 2.
De ahí tomamos las que dicen son las escaleras mecánicas más largas del mundo para ir al Soho (aunque en realidad son una sucesión interminable de escaleras y pasos mecánicos cubiertos). El Soho es una zona muy animada con restaurantes de casi todas las regiones del mundo.
Lo siguiente que hicimos fue ir hasta el puerto y cruzar en ferry hasta la zona de Kowloon. Hasta ahora habíamos estado en la isla de Hong Kong; con el ferry llegaríamos hasta el continente. La vista de la isla desde el ferry es realmente espectacular, aunque también se puede disfrutar de dicha vista desde el paseo marítimo de Kowloon sin el traqueteo propio del barco. Este paseo marítimo se conoce como la avenida de las estrellas, porque en el suelo hay estrellas con nombres de actores chinos y de Hong Kong, a semejanza del famoso paseo de la fama de Hollywood. En Kowloon caminamos por Nathan Road, gran avenida llena de todo tipo de tiendas, hasta llegar al mercadillo de la calle Temple. El mercadillo es una sucesión de puestos, principalmente de baratijas y productos de todo a cien, aunque también había algo de ropa. Como no teníamos intención de comprar, caminamos un poco más por Kowloon. Viendo que no ofrecía ningún atractivo especial, volvimos hasta la avenida de las estrellas para esperar a que anocheciera y poder ver los edificios de la isla iluminados.
Una vez hubimos saciado nuestro apetito fotográfico nocturno, nos subimos nuevamente al ferry y regresamos a la isla. Allí tomamos un autobús que nos subió hasta lo más alto de Victoria’s Peak. La carretera que serpentea la montaña hasta la cima es bastante espectacular, y entre las curiosidades que pudimos ver está un hipódromo iluminado.
Una vez en la cima nos encontramos con dos centros comerciales. A la azotea de uno de ellos se puede acceder gratuitamente, pero la vista es un tanto sesgada. El otro centro comercial, ese sí de pago, ofrece una panorámica espectacular de Hong Kong. Al día siguiente decidimos volver a Victoria’s Peak para disfrutar de la panorámica de día. En esta ocasión optamos por subir en funicular. La subida es un tanto más vertiginosa ya que el funicular no serpentea, sino que sube directamente a la cima, viéndose en muchos momentos obligado a salvar un desnivel casi imposible. Es bastante caro, pero se llega a lo alto en muy poco tiempo.
Una vez en la cima recorrimos el Peak Trail, un agradable sendero que bordea la montaña. Lo bueno de este sendero es que ofrece casi las mismas vistas que la azotea del centro comercial, pero sin aglomeraciones, rodeado de naturaleza y de manera gratuita. Las mejores vistas del recorrido son sin duda las que dan hacia el centro de la isla. Volvimos a comer al Soho y de ahí regresamos al hotel para recoger nuestros bártulos, porque nuestra corta visita a Hong Kong había finalizado. Durante la tarde íbamos a embarcarnos en una pequeña epopeya y no queríamos demorarnos mucho.
Nuestro siguiente destino en el itinerario general era Guilin. Para llegar allí, en vez de volar desde Hong Kong, decidimos hacerlo desde Shenzhen. Esta ciudad está comunicada con Hong Kong por metro, pero como Shenzhen pertenece propiamente a China, en el transbordo del metro de una ciudad a otra hay que pasar el control de pasaportes. Fue una experiencia curiosa: sin salir propiamente del país, ni prácticamente de la estación de metro, en la última parada del suburbano de Hong Kong tuvimos que pasar el control de pasaportes. En este punto tuvimos que enseñar nuestro visado para China, y cambiar el remanente de dólares de Hong Kong a Yuanes para poder comprar el billete de metro de la red de Shenzhen. Habíamos reservado un alojamiento cerca del aeropuerto. A nuestra salida del metro nos costó mucho encontrarlo, ya que no estaba a pie de calle ni había un solo cartel escrito en otra cosa que no fueran caracteres chinos. Por supuesto, preguntar a los viandantes fue infructuoso. Estaba claro que ahora sí que estábamos en China. La mañana siguiente nos desplazamos hasta el impresionante aeropuerto de Shenzhen, sin duda uno de los más espectaculares en los que hemos estado. Tiene una amplitud enorme y está construido de tal manera que permite la entrada de luz natural sin que molesten los rayos del sol. Suponemos que debe ser una maravilla arquitectónica. Al menos, a nosotros nos lo pareció. |