Reino Unido
Septiembre de 2018
Irlanda del Norte
Preparativos
Nuestra primera incursión en la isla se remonta a mayo de 2015, cuando hicimos un viaje de ocho días a la República de Irlanda. En aquella ocasión estuvimos valorando la posibilidad de cruzar a Irlanda del Norte, principalmente para visitar la Calzada de los Gigantes. Finalmente, debido al escaso número de días de viaje con los que contábamos, decidimos concentrarnos en Irlanda y dejar esa parte de la isla para otro momento. De cara a un futuro viaje, eso nos permitiría poder ampliar un poco la visita, pasar al menos un día en Belfast y buscar algún rincón más que mereciese la pena recorrer.
A la hora de comprar el billete constatamos que era mucho más barato volar a Dublín, alquilar el coche en el aeropuerto y desplazarse por carretera hasta Irlanda del Norte, que volar a Belfast. Además, para llegar a Belfast volando teníamos que hacer una escala, mientras que a Dublín teníamos vuelo directo, por lo que tampoco ganábamos tiempo. Así que la decisión de cómo llegar fue bastante simple.
Como nuestro vuelo era vespertino e íbamos a llegar tarde a Belfast, decidimos reservar un hotel solamente para la primera noche. En total serían cuatro noches, así que el resto de alojamientos los iríamos buscando sobre la marcha.
Para el día que teníamos pensado pasar en Belfast reservamos una mesa en un restaurante con estrella Michelin. En el Reino Unido, los restaurantes de esta categoría suelen ofrecer un menú de mediodía por un precio muy ajustado y razonable. Siempre que podemos nos gusta aprovechar la oportunidad: es por la noche donde suelen dar los hachazos a las carteras de los comensales.
Una vez comprado el billete de avión, reservados el coche de alquiler, la primera noche de alojamiento y el restaurante, completamos los preparativos del viaje confeccionando un pequeño itinerario para esos días: al fin y al cabo, Irlanda del Norte es pequeña y los lugares de interés turístico son limitados. Finalmente recorrimos unos 800 kilómetros, que fueron justamente lo que nos duró un depósito de gasolina.
Y con esto ya estaba todo listo para esta pequeña escapada.
Belfast
Aterrizamos en Dublín por la tarde, recogimos el coche de alquiler y pusimos rumbo a Belfast. Íbamos a llegar un poco tarde al hotel y, como ya sabemos los horarios que se gastan los restaurantes por esas latitudes, decidimos parar a cenar en algún sitio a medio camino. La fortuna hizo que pasásemos por delante de The Lime Kiln, en la población de Julianstown: el aparcamiento estaba a rebosar y decidimos parar. Cenamos el plato de pasta del día y otra opción de la carta; estuvo todo muy rico.
Con el estómago lleno, completamos el trayecto más tranquilamente. En cuanto dimos con nuestro hotel en Belfast, hicimos el registro y nos fuimos a dormir.
El alojamiento estaba ubicado en el barrio de Queens. Aunque se encontraba un tanto alejado del centro, no se pagaba por aparcar en la calle, lo que nos permitía dejar el coche allí al día siguiente mientras visitábamos la ciudad.
Además, este barrio cuenta con un par de lugares interesantes por los que comenzamos el día. El primero de ellos fue el jardín botánico, un pequeño y agradable parque gratuito por el que da gusto pasear. En el interior del parque hay dos edificios interesantes: The Palm House, un bonito invernadero de hierro forjado que estaba cerrado a esas horas; y el Ulster Museum, un curioso edificio que alberga en su interior una variopinta colección, y que también estaba cerrado.
Aterrizamos en Dublín por la tarde, recogimos el coche de alquiler y pusimos rumbo a Belfast. Íbamos a llegar un poco tarde al hotel y, como ya sabemos los horarios que se gastan los restaurantes por esas latitudes, decidimos parar a cenar en algún sitio a medio camino. La fortuna hizo que pasásemos por delante de The Lime Kiln, en la población de Julianstown: el aparcamiento estaba a rebosar y decidimos parar. Cenamos el plato de pasta del día y otra opción de la carta; estuvo todo muy rico.
Con el estómago lleno, completamos el trayecto más tranquilamente. En cuanto dimos con nuestro hotel en Belfast, hicimos el registro y nos fuimos a dormir.
El alojamiento estaba ubicado en el barrio de Queens. Aunque se encontraba un tanto alejado del centro, no se pagaba por aparcar en la calle, lo que nos permitía dejar el coche allí al día siguiente mientras visitábamos la ciudad.
Además, este barrio cuenta con un par de lugares interesantes por los que comenzamos el día. El primero de ellos fue el jardín botánico, un pequeño y agradable parque gratuito por el que da gusto pasear. En el interior del parque hay dos edificios interesantes: The Palm House, un bonito invernadero de hierro forjado que estaba cerrado a esas horas; y el Ulster Museum, un curioso edificio que alberga en su interior una variopinta colección, y que también estaba cerrado.
Habíamos madrugado un poco para aprovechar el día, pero empezábamos a tener la sensación de que los norirlandeses se lo toman con calma por la mañana.
El segundo lugar interesante del barrio es la universidad. En esa zona se encuentra la Queens University of Belfast, una de las más prestigiosas de Irlanda del Norte. Por las mañanas de los días laborables se puede encontrar el típico ambiente universitario animado.
El segundo lugar interesante del barrio es la universidad. En esa zona se encuentra la Queens University of Belfast, una de las más prestigiosas de Irlanda del Norte. Por las mañanas de los días laborables se puede encontrar el típico ambiente universitario animado.
Desgraciadamente, casi toda la fachada del edificio principal de la universidad estaba siendo remodelada y estaba cubierta, por lo que no nos detuvimos y enfilamos por la University Road en dirección al centro. Continuamos por la Great Victoria Street, calle en la que se pueden ver algunos edificios con solera de la ciudad, como la Grand Opera House o el Crown Liquor Saloon, el pub más famoso de la ciudad y cuya fachada está recubierta de bonitos azulejos.
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El centro de Belfast no es muy grande, por lo que se puede visitar a pie muy cómodamente. Nuestra primera parada fue en el St. Georges Market, un mercado cubierto de estilo victoriano. En su interior encontramos puestos de lo más variopinto: alimentación (pescadería, frutas y verduras, comida preparada…), ropa, regalos, objetos de segunda mano; también puestos de comida y bebida. En uno de ellos aprovechamos para desayunar un cronut, ese híbrido que se está poniendo tan de moda en los países anglosajones: una mezcla entre cruasán y donut.
Una vez hubimos recorrido todo el mercado, salimos a la calle y fuimos hasta el City Hall. El ayuntamiento de Belfast se halla en un majestuoso edificio al que se puede acceder libremente, al menos a la planta baja. En ella se pueden recorrer varias estancias que albergan una exposición sobre la historia de la ciudad, con especial énfasis en la construcción del Titanic. También se pueden contemplar unas interesantes vidrieras. |
A la salida subimos por Donegall Place con intención de llegar a la Royal Avenue, pero a mitad de calle nos encontramos con que estaba cortada. Vimos que a mano izquierda había un edificio que había sucumbido a las llamas: todavía quedaba parte de la fachada, pero el interior había colapsado. Allí nos enteramos de que ese edificio albergaba un Primark, en el que unos días antes de nuestra llegada se había declarado un incendio en el tejado que había sido devastador. La zona estaba acordonada y todos los locales colindantes se encontraban cerrados.
Dimos la vuelta a la manzana para ver el edificio en ruinas desde otra perspectiva: allí comprobamos un poco de refilón que una de las fachadas laterales de lo que fue el Primark continuaba casi intacta.
Una vez se nos hubo pasado el momento de asombro, seguimos con nuestro paseo. Fuimos hasta la catedral de St. Anne, donde nos conformamos con verla desde fuera, ya que la entrada era de pago y no precisamente barata.
Bajamos por Hill St. y llegamos a la Commercial Court, un pintoresco callejón que a esas horas estaba vacío al que regresaríamos por la tarde. Después recorrimos The Entries, unos estrechos callejones que conforman la parte más antigua de la ciudad; ahora están rodeados de calles llenas de comercios. |
Salimos de The Entries por High St. y llegamos hasta el Albert Memorial Clock Tower, una torre de 35 metros de altura que está un tanto inclinada.
Detrás vimos la Custom House, antigua aduana en cuyas escaleras los activistas políticos o religiosos daban sus discursos a quien quisiera acercarse a oírlos. Para conmemorar esta circunstancia han erigido una estatua en dichas escaleras apodada “The Speaker”.
Detrás vimos la Custom House, antigua aduana en cuyas escaleras los activistas políticos o religiosos daban sus discursos a quien quisiera acercarse a oírlos. Para conmemorar esta circunstancia han erigido una estatua en dichas escaleras apodada “The Speaker”.
A continuación entramos en el flamante Victoria Square, un moderno centro comercial en cuya última planta hay una cúpula a la que se puede acceder para contemplar una panorámica de la ciudad.
Ya era la hora de nuestra reserva para comer, así que fuimos para allá. El elegido había sido el restaurante Ox, ubicado a escasos pasos del centro comercial. El local está orientado a la calle y cuenta con una gran cristalera diáfana, por lo que es muy luminoso. Pedimos el menú de tres platos más aperitivos, por 31 libras por persona, bebidas aparte. Un precio muy razonable por comer en un restaurante con estrella Michelin. Sin ser una comida inolvidable, todos los platos nos gustaron mucho. |
A la salida del restaurante cruzamos el río Lagan por uno de los numerosos puentes que lo atraviesan y comenzamos a caminar por la vereda opuesta hacia el Titanic Belfast, un museo conmemorativo del famoso transatlántico construido en la ciudad.
El museo se halla muy cerca de donde fue armado el barco, los astilleros Harland & Wolff. De hecho, se ven todavía varias grúas con la marca H & W que no sabemos si seguirán en uso.
No teníamos mucha intención de entrar al museo, pero las pocas ganas que teníamos se nos quitaron cuando vimos el precio de la entrada.
No teníamos mucha intención de entrar al museo, pero las pocas ganas que teníamos se nos quitaron cuando vimos el precio de la entrada.
Tras deambular un rato por la zona de los astilleros, volvimos hasta el hotel para recoger el coche. Como teníamos que hacer unas últimas visitas desperdigadas por la ciudad, el coche nos ahorraría tiempo. Nos quedaban por ver los famosos murales de Belfast. Durante la época del conflicto entre unionistas protestantes y republicanos católicos, en los barrios dominados por los más fervientes acólitos de ambas posturas proliferaron una serie de murales reivindicativos. Además, cuando estos barrios eran colindantes y apenas estaban separados por una calle, se construyeron una serie de muros (conocidos como muros de la paz) para tratar de contener las constantes escaramuzas y disputas que tenían lugar en la zona. De hecho, nos llevamos una gran sorpresa al percatarnos de que uno de estos muros tenía una puerta que se cerraba por las noches. Debieron de ser años muy conflictivos. Por supuesto, mucha de esta información la desconocíamos por completo y la descubrimos sobre el terreno.
Aunque las heridas no están en absoluto cerradas, los muros se han ido repintando con motivos un poco menos reivindicativos, si bien todavía quedan algunos muy radicales.
Comenzamos por Shankill Parade, barrio dominado por los unionistas. El ambiente no deja lugar a dudas: las aceras y las farolas están pintadas con los colores de la bandera del Reino Unido (la “Union Jack”) y en numerosas casas ondea esa bandera. Allí comprobamos que algunos de los murales más reivindicativos que esperábamos encontrar ya no estaban, habiendo sido reemplazados por otros menos agresivos. Sí pudimos ver el tributo a Jack Coulter, que pertenecía a un grupo paramilitar unionista y fue asesinado por un grupo rival (también unionista). Con amigos así, quién necesita enemigos.
Aunque las heridas no están en absoluto cerradas, los muros se han ido repintando con motivos un poco menos reivindicativos, si bien todavía quedan algunos muy radicales.
Comenzamos por Shankill Parade, barrio dominado por los unionistas. El ambiente no deja lugar a dudas: las aceras y las farolas están pintadas con los colores de la bandera del Reino Unido (la “Union Jack”) y en numerosas casas ondea esa bandera. Allí comprobamos que algunos de los murales más reivindicativos que esperábamos encontrar ya no estaban, habiendo sido reemplazados por otros menos agresivos. Sí pudimos ver el tributo a Jack Coulter, que pertenecía a un grupo paramilitar unionista y fue asesinado por un grupo rival (también unionista). Con amigos así, quién necesita enemigos.
De vuelta en el coche condujimos hasta el muro de la paz, una estructura de más de siete metros de altura que separa Shankill Road, centro del barrio protestante, y Falls Road, epicentro del movimiento católico separatista y donde se encuentra la sede del Sinn Féin.
Desde allí fuimos hasta el muro internacional. Para llegar a él tuvimos que atravesar la puerta de la que hablábamos antes: en realidad, son dos puertas con una zona neutral entre ambas, que se cerraba por las noches para evitar males mayores. Allí, en pleno barrio católico republicano, hay una pared que hace esquina plagada de murales. Esa zona nos pareció más reivindicativa, con murales hermanándose con territorios ocupados en el mundo (aunque esta interpretación depende del punto de vista de cada cual): entre ellos destacan varios apoyando a Palestina e incluso uno que hace referencia a Cataluña.
Por último, nos acercamos a la sede del Sinn Féin, que estaba completamente cerrada. En el mural de su fachada pudimos contemplar el homenaje a Bobby Sands, miembro del IRA y del parlamente británico, muerto en prisión durante una huelga de hambre.
Con el paseo por los murales dimos por terminada la visita a Belfast. Dudamos entre salir de la ciudad y enfilar hacia el primer destino de la mañana siguiente o quedarnos e ir a tomar una cerveza Guinness. Sin dudarlo mucho, optamos por la segunda opción, así que buscamos un alojamiento donde pasar la noche. Dejamos el coche aparcado y volvimos a Commercial Court. Allí entramos en Duke of York, un local legendario donde nos tomamos una pinta de la mundialmente famosa cerveza negra.
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El lugar estaba bastante concurrido. Justo enfrente se encuentra el patio más icónico de la ciudad. Para acceder a él hay que atravesar un pasaje cubierto, cuyas paredes están repletas de pinturas con norirlandeses famosos. Al final se encuentra un patio al aire libre, un lugar donde beber y conversar, que cuenta con todas las paredes pintadas con escenas de la vida norirlandesa. Esa noche no se podía pasar al patio porque había un evento privado, pero el amable guardia de seguridad nos dejó acercarnos para contemplarlo.
Cuando nos terminamos la cerveza cenamos una hamburguesa en Bunsen, una cadena que conocimos en Dublín en nuestro viaje a la República de Irlanda.
Después de la cena nos dirigimos al Bert’s Jazz Bar, un club con muy buena música de jazz en directo donde degustamos unos cócteles muy ricos mientras disfrutábamos de la música.
Sin duda mereció mucho la pena quedarse a pasar la noche en Belfast. |
La mañana siguiente fuimos a desayunar a Cast & Crew. Leímos un artículo sobre los mejores desayunos en Belfast y nos pareció que este sitio podría estar bien. Se encuentra junto al museo Titanic Belfast, así que cargamos las mochilas en el coche y desde nuestro alojamiento condujimos hasta allí. Nos tomamos un típico desayuno inglés, que allí denominan Ulster Fry Breakfast; este incluye las típicas judías, bacon, champiñones salteados, huevos al gusto (nosotros los pedimos revueltos), salchicha, morcilla blanca y negra, tomate asado y un par de tipos de pan. A priori este desayuno no tendría nada de especial, si no fuera por dos aspectos que lo hacen diferente: por un lado, la calidad de los productos (la salchicha y las morcillas estaban realmente ricas); por otro, que parte del desayuno es casero (Cast & Crew no solo elabora su propio pan, sino que las judías eran caseras, algo que no hemos visto nunca, ya que suelen ser de bote). El resultado fue de unas pocas calorías en el cuerpo para poder caminar con energía. |
La carretera de la costa
Nuestra primera parada fuera de Belfast debió haber sido The Gobbins, pero la tarde anterior comprobamos en la página web del lugar que todos los horarios estaban llenos y no había hueco hasta pasados unos días. The Gobbins es una atracción consistente en una ruta por varios tramos de acantilados conectados mediante puentes y senderos, donde es posible contemplar la flora y la fauna autóctonas de la isla. El cupo diario de caminantes es limitado. Nunca pensamos que el lugar fuese tan popular, pero el hecho es que nos quedamos sin conocerlo.
Así que fuimos hasta el segundo punto que habíamos planeado para ese día, el Glenariff Forest Park. En este parque no demasiado grande se pueden hacer diferentes caminatas. Nosotros optamos por el Scenic Trail que, con sus nueve kilómetros de distancia, es el sendero más largo del parque.
Nuestra primera parada fuera de Belfast debió haber sido The Gobbins, pero la tarde anterior comprobamos en la página web del lugar que todos los horarios estaban llenos y no había hueco hasta pasados unos días. The Gobbins es una atracción consistente en una ruta por varios tramos de acantilados conectados mediante puentes y senderos, donde es posible contemplar la flora y la fauna autóctonas de la isla. El cupo diario de caminantes es limitado. Nunca pensamos que el lugar fuese tan popular, pero el hecho es que nos quedamos sin conocerlo.
Así que fuimos hasta el segundo punto que habíamos planeado para ese día, el Glenariff Forest Park. En este parque no demasiado grande se pueden hacer diferentes caminatas. Nosotros optamos por el Scenic Trail que, con sus nueve kilómetros de distancia, es el sendero más largo del parque.
La ruta comienza descendiendo en zigzag hasta el río por un sendero rodeado de frondosos árboles. Tras atravesar un puente, dos largas cuestas sin demasiada inclinación conducen a lo alto de la cañada. Desde allí, unas escaleras ascienden hasta la parte más alta del lado opuesto del valle. En la cima hay una bonita vista del entorno, alcanzándose a ver a lo lejos la desembocadura del río en el mar.
Se recorre esa parte del valle en un descenso constante hasta llegar a otro puente, que se atraviesa para volver al lado del valle donde se inició la ruta; desde ahí, una cuesta lleva al punto de inicio.
No es ni mucho menos una caminata inolvidable, pero es un agradable paseo entre árboles, con un bonito paisaje y un lugar muy tranquilo, ya que apenas nos cruzamos con gente.
De vuelta en el coche nos desplazamos hasta Cushendun, donde visitamos unas cuevas que salían en la famosa serie Game of Thrones. Por todo Irlanda del Norte hay localizaciones que han aparecido en la serie en algún momento y se han hecho muy populares entre los seguidores de la misma. En el caso de las cuevas de Cushendun, se trata de dos agujeros en las rocas junto al mar que a nosotros no nos parecieron nada del otro mundo. Lo que pasa es que, si uno ve la serie, parece un lugar mágico. Pero ya decimos que a nosotros no nos lo pareció en absoluto. |
Uno de los mayores atractivos de Irlanda del Norte es la “Causeway Coastal Route”, la carretera que recorre gran parte de la costa norirlandesa desde la que se pueden contemplar bonitas vistas. De hecho, los principales lugares de interés turístico se encuentran a lo largo de esta carretera.
El siguiente lugar que íbamos a visitar era Carrick-a-Rede. De camino, mientras atravesábamos la población de Ballycastle, decidimos hacer una parada. Allí se encuentra una de las heladerías Morelli que hay en Irlanda del Norte (de hecho, la de Ballycastle es la original), y no desaprovechamos la oportunidad de tomarnos un rico helado italiano. Continuamos por la carretera de la costa hasta Carrick-a-Rede. Allí dejamos el coche en el aparcamiento y fuimos hasta la taquilla. La mayor atracción del lugar es atravesar un estrecho puente colgante que los pescadores usaban para acceder a un pequeño islote desde donde pescaban salmón.
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El gobierno norirlandés ha sabido aprovechar la coyuntura y ha instalado una taquilla para el cobro de un precio nada desdeñable por cruzar el susodicho puente. Más allá del interés que pueda tener la pasarela, el lugar es muy bonito. Pasada la taquilla, se camina por un sendero con bonitas vistas que discurre cerca de un acantilado, hasta desembocar en el puente. Como el número de personas que lo pueden atravesar a la vez es muy limitado (es un puente de doble sentido), nos tocó hacer cola un buen rato.
Tras un plácido momento de descanso contemplando el panorama, decidimos volver al aparcamiento. Para ello tuvimos que esperar nuevamente un rato hasta atravesar el puente de vuelta. Justo cuando íbamos a cruzar vimos a unas personas que se acercaban en kayak para contemplar el puente desde el mar.
Una vez en el coche, continuamos por la carretera de la costa hasta la Calzada de los Gigantes. Este lugar es, merecidamente, el sitio más turístico de Irlanda del Norte.
Se trata de una zona formada por un gran número de columnas de basalto, las cuales aparentemente se originaron hace unos sesenta millones de años debido a un rápido enfriamiento de la lava de un cráter. Una de las peculiaridades del lugar es que dichas columnas tienen formas poliédricas, por lo que pareciera que están encajadas juntas como si fueran un tetris.
El lugar se ubica junto al mar, al lado de un acantilado. Para llegar hasta él hay que bajar una cuesta, que los más vagos pueden hacer en un autobús (de pago) disponible a tal efecto. Una vez allí, el lugar no es demasiado grande, pero es realmente espectacular. Las columnas son de diferentes tamaños, por lo que se puede caminar fácilmente entre ellas.
Se trata de una zona formada por un gran número de columnas de basalto, las cuales aparentemente se originaron hace unos sesenta millones de años debido a un rápido enfriamiento de la lava de un cráter. Una de las peculiaridades del lugar es que dichas columnas tienen formas poliédricas, por lo que pareciera que están encajadas juntas como si fueran un tetris.
El lugar se ubica junto al mar, al lado de un acantilado. Para llegar hasta él hay que bajar una cuesta, que los más vagos pueden hacer en un autobús (de pago) disponible a tal efecto. Una vez allí, el lugar no es demasiado grande, pero es realmente espectacular. Las columnas son de diferentes tamaños, por lo que se puede caminar fácilmente entre ellas.
El enclave, entre el mar y el acantilado, también es único. Nosotros estuvimos un buen rato deambulando por el lugar, acercándonos hasta el mar, y subiendo y bajando sin parar por las columnas. En el lado más alejado a la cuesta se encuentran las columnas más altas; si bien vistas por delante no llaman la atención, cuando uno las bordea es cuando se aprecian claramente sus dimensiones. |
Vimos que había un camino que ascendía por el acantilado y decidimos subir por él para dar una vuelta circular al lugar. La idea fue muy buena porque, aunque se camina mucho más (además de que hay que subir también un buen número de escalones), se puede ver una panorámica impresionante del sitio desde lo alto. |
Como ya era tarde, nos pusimos a buscar un alojamiento para pasar la noche. Encontramos un bed & breakfast muy acogedor un poco más adelante de la Causeway Coastal Route, a las afueras de Portrush, y decidimos pernoctar allí.
Desandamos un poco de camino hasta Bushmills para cenar. La población ofrecía varias alternativas, pero finalmente optamos por el bar del hotel The Bushmills Inn, que estaba abarrotado de gente bebiendo pintas de cerveza. Afortunadamente, pudimos hacernos con una mesa y cenamos dos platos muy ricos: una sopa de pescado irlandesa y un pastel de carne. |
Al día siguiente nos salimos de la carretera de la costa y condujimos por el interior hasta The Dark Hedges, otro lugar que aparece en la serie Game of Thrones. El sitio es bastante curioso: se trata de una carretera comarcal bordeada por frondosos árboles, cuyas copas forman una especie de túnel. Aunque llegamos pronto, había ya bastante gente deambulando por la zona. Está claro que si los norirlandeses explotaran turísticamente los lugares de su tierra que han aparecido en la serie, el número de turistas aumentaría exponencialmente. The Dark Hedges era bastante más interesante que las cuevas del día anterior, pero tampoco una maravilla.
Condujimos hasta Bushmills con la intención de visitar la destilería donde se elabora el whisky del mismo nombre, el más internacional de los que se producen en Irlanda del Norte. Cuando llegamos vimos que la primera visita no era hasta las doce de la mañana y para ello quedaba bastante rato. Decidimos no esperar y proseguimos la ruta. Volvimos a la carretera de la costa pasando por delante del derruido castillo Dunluce, situado al borde de un pequeño acantilado. Nos conformamos con contemplarlo desde un mirador. |
Continuamos la ruta hasta llegar a las inmediaciones de Downhill. Allí paramos a visitar la Downhill House, una antigua mansión situada en un parque junto a un acantilado. El lugar es cuando menos curioso. Atravesamos una puerta de entrada, llamada Bishop’s Gate, desde la que accedimos a un frondoso parque.
Siguiendo el camino ascendimos hasta una gran explanada cubierta de césped en la que se vislumbran los restos de dos edificaciones. A un lado hay una especie de solitario campanario. A lo lejos se ve la Downhill House, o más bien lo que queda de su estructura, ya que sufrió un incendio. Desde el campanario hay un pequeño sendero sobre el césped que lleva directamente a la casa.
Desde allí bajamos la cuesta y emprendimos el regreso hacia el coche atravesando el parque que encontramos al principio, esta vez desde el otro lado. El sendero nos llevó junto a un pequeño estanque y enseguida llegamos a la puerta de entrada.
No es ni mucho menos un lugar de un interés turístico desmesurado, pero a nosotros nos resultó una parada muy agradable.
Derry/Londonderry
El último destino de nuestra ruta era Derry/Londonderry, la segunda ciudad más grande de Irlanda del Norte. De camino hacia allí paramos en el mirador de Gortmore, que desde lo alto de una montaña domina una zona muy amplia. Hacía un viento terrible, a pesar de lo cual decidimos bajar del coche y contemplar la magnífica panorámica.
No es ni mucho menos un lugar de un interés turístico desmesurado, pero a nosotros nos resultó una parada muy agradable.
Derry/Londonderry
El último destino de nuestra ruta era Derry/Londonderry, la segunda ciudad más grande de Irlanda del Norte. De camino hacia allí paramos en el mirador de Gortmore, que desde lo alto de una montaña domina una zona muy amplia. Hacía un viento terrible, a pesar de lo cual decidimos bajar del coche y contemplar la magnífica panorámica.
Nos refugiamos enseguida nuevamente en el coche y condujimos hacia Derry/Londonderry. El nombre de esta ciudad en un principio nos causó cierta extrañeza, hasta que conocimos la historia. El nombre de Derry proviene del gaélico Doire, pero cuando los británicos aparecieron por allí la rebautizaron como Londonderry. Parece que a día de hoy ese es su nombre oficial, aunque se utilizan ambos: los unionistas usan Londonderry y los separatistas Derry.
En esta ciudad nos alojamos en un bed & breakfast localizado en pleno barrio de Bogside. A nuestra llegada no lo sabíamos, pero nos encontrábamos en el epicentro del barrio separatista. Para nosotros, lo mejor del alojamiento fue que se podía aparcar libremente en la zona y que estaba junto a la muralla (Londonderry es la única ciudad amurallada que queda en toda la isla).
Comenzamos visitando el barrio de Bogside por aquello de que ya estábamos allí. Rápidamente nos percatamos de que los murales en esta ciudad eran bastante más reivindicativos que los que habíamos visto en Belfast.
En esta ciudad nos alojamos en un bed & breakfast localizado en pleno barrio de Bogside. A nuestra llegada no lo sabíamos, pero nos encontrábamos en el epicentro del barrio separatista. Para nosotros, lo mejor del alojamiento fue que se podía aparcar libremente en la zona y que estaba junto a la muralla (Londonderry es la única ciudad amurallada que queda en toda la isla).
Comenzamos visitando el barrio de Bogside por aquello de que ya estábamos allí. Rápidamente nos percatamos de que los murales en esta ciudad eran bastante más reivindicativos que los que habíamos visto en Belfast.
Primeramente, nos acercamos al enclave de Free Derry, el emblemático lugar para los separatistas que fue un intento de zona de exclusión de las fuerzas del orden británicas, y en cuyos alrededores se desarrolló el Domingo Sangriento (o “Bloody Sunday” en el inglés original). Por todo el barrio vimos murales muy bien conservados haciendo referencia a sucesos relativos al enfrentamiento que se vivió durante años en la ciudad. Por supuesto, las farolas estaban pintadas con los colores de la bandera irlandesa.
En el centro del barrio se alza The Museum of Free Derry, en el que se explican con todo lujo de detalles los sucesos del famoso domingo al que hemos hecho referencia. El domingo 30 de enero de 1972, los separatistas católicos convocaron en el barrio una manifestación pacífica que se tornó violenta: parte de la policía e incluso el ejército británico sobrepasaron sus funciones y asesinaron a muchos inocentes, entre ellos personas mayores y niños, que en algunos casos simplemente pasaban por allí. En el interior del museo se pueden ver todo tipo de recuerdos que documentan aquel nefasto día y que, en muchos casos, ponen la carne de gallina.
En junio de 2010, el por aquel entonces primer ministro británico David Cameron pronunció un discurso en el que, de manera oficial, el Gobierno británico pedía perdón por los sucesos.
En junio de 2010, el por aquel entonces primer ministro británico David Cameron pronunció un discurso en el que, de manera oficial, el Gobierno británico pedía perdón por los sucesos.
Dejamos un poco de lado la política y nos acercamos al Guildhall, un bonito edificio de piedra y ladrillo que cuenta con una torre y que es la sede de los miembros electos del distrito.
Se puede visitar libremente, así que entramos sin pensarlo. Llama la atención el gran número de vidrieras que hay por todas partes, aunque lo mejor es la gran sala, que utilizan para eventos (ese día estaba vacía). Entramos también en la sala donde se reúnen los miembros del consejo, más parecido a un pequeño parlamento al uso.
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De nuevo en la calle, subimos a la muralla. Las murallas que rodean la ciudad antigua se pueden recorrer enteras, así que decidimos pasear por ellas. Nada más subir pudimos contemplar una bonita vista del Guildhall y de la plaza en la que se encuentra.
Un poco más adelante, localizamos extramuros el barrio de The Fountain, uno de los más importantes de los unionistas protestantes. Es perfectamente reconocible porque los bordes de las aceras están pintados con los colores de la bandera británica.
Un poco más adelante, localizamos extramuros el barrio de The Fountain, uno de los más importantes de los unionistas protestantes. Es perfectamente reconocible porque los bordes de las aceras están pintados con los colores de la bandera británica.
En el lado opuesto de la muralla pudimos contemplar una enorme panorámica del barrio de Bogside y del cementerio. Se ven todas las casas alineadas e incluso se alcanzan a ver algunos de los murales que están en primera fila.
Una vez hubimos completado la vuelta, entramos en la ciudad antigua que, pese al adjetivo, no lo es tanto. Tras un corto paseo por su interior, salimos de las murallas y nos acercamos al barrio de The Fountain. Allí pudimos ver más de cerca los bordes de las aceras pintados, la gran cantidad de banderas británicas ondeando en casi cada esquina y algunos de los murales que quedan.
También nos topamos con un par de muros y vallas bien altas, que suponemos que servirán para separar los barrios de diferentes ideologías. En todo caso, esa zona de la ciudad nos pareció un tanto deshabitada. Daba la sensación de que en muchas casas no viviese gente. |
Nuestra última visita fue al The Peace Bridge o puente de la paz, situado sobre el río Foyle. Fue construido en el año 2011 y trata de simbolizar el final del conflicto norirlandés.
Recorrimos el puente hacia la orilla contraria, pero empezó a chispear, así que nos retiramos a cenar y a beber unas buenas cervezas Guinness.
El día siguiente emprendimos tranquilamente el camino de vuelta al aeropuerto de Dublín, donde devolvimos el coche antes de subir al avión.
La mayoría de los turistas que visitan la isla se conforman con pasar a Irlanda del Norte para ver la Calzada de los Gigantes. Aunque sin duda es el lugar más impresionante de la región, nos parece que hay más rincones que merecen la pena ser descubiertos, especialmente las ciudades de Belfast y Derry/Londonderry.
A nosotros esta escapada nos resultó muy entretenida e interesante, y nos sirvió para conocer un poco más de cerca la reciente historia del Úlster.
El día siguiente emprendimos tranquilamente el camino de vuelta al aeropuerto de Dublín, donde devolvimos el coche antes de subir al avión.
La mayoría de los turistas que visitan la isla se conforman con pasar a Irlanda del Norte para ver la Calzada de los Gigantes. Aunque sin duda es el lugar más impresionante de la región, nos parece que hay más rincones que merecen la pena ser descubiertos, especialmente las ciudades de Belfast y Derry/Londonderry.
A nosotros esta escapada nos resultó muy entretenida e interesante, y nos sirvió para conocer un poco más de cerca la reciente historia del Úlster.