Portugal
Julio 2009
Oporto
La ciudad de Porto la visitamos en una escapada de fin de semana. Es una ciudad relativamente pequeña, donde todos los lugares de interés están bastante recogidos en torno al centro. El único pequeño problema es que la cercanía del río Duero hace que la ciudad se encuentre situada sobre la ladera del valle formado por el río, y en general casi toda la ciudad está en cuesta.
Nuestro recorrido lo comenzamos por la zona de Bolhao. Intentamos visitar el mercado de abastos, pero estaba cerrado, aunque no así algunos de los curiosos comercios y cafeterías del barrio.
Nuestro recorrido lo comenzamos por la zona de Bolhao. Intentamos visitar el mercado de abastos, pero estaba cerrado, aunque no así algunos de los curiosos comercios y cafeterías del barrio.
Continuamos hasta la Avenida dos Aliados, donde pudimos admirar el edificio de la Cámara Municipal, la estatua ecuestre de Don Pedro IV, y una curiosa exposición instalada a lo largo de la plaza, consistente en maniquíes desperdigados cada uno pintado de una forma.
Bajamos hasta la Plaza da Liberdade y de ahí subimos por la rua dos Clérigos, para llegar hasta la iglesia del mismo nombre, donde subimos a su alta torre para contemplar la ciudad desde allí arriba. La vista que se obtiene desde lo alto de la Torre dos Clérigos es sencillamente espectacular. Se puede admirar toda la zona hasta el río, plagada de tejados rojos; la Sé o Catedral que sobresale entre toda la maraña de casas y edificios; la otra orilla del río Duero, que es ya el municipio de Vilanova de Gaia, donde se ubican todas las bodegas de los famosos vinos de Oporto; y también se aprecia la fachada de la librería Lello e Irmão, que fue nuestra siguiente parada una vez descendimos de la torre.
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Esta librería, famosa por ser la inspiradora de algunos pasajes de la saga de películas de Harry Potter, es una visita obligada en Oporto. El interior es de estilo neogótico, lleno de madera por todas partes y con unas escaleras en medio muy espectaculares. Los dependientes suponemos que están acostumbrados a que los turistas entremos y nos dediquemos a hacer fotos y a observar más la arquitectura de la librería que los propios libros.
Continuamos hasta la Iglesia do Carmo, con su espectacular lateral con un enorme panel de azulejos. De ahí comenzamos a bajar hasta el río y llegamos al barrio de Ribeira, uno de los más coloridos de la ciudad. En este barrio es muy fácil encontrar edificios cubiertos de colores y tendederos con la ropa colgando, especialmente las casas de la calle que es la propia ribera del río.
Desde ahí pudimos contemplar por primera vez el magnífico Puente Luis I, construido por un discípulo de Gustave Eiffel, lo que se deduce en cuanto se ve la estructura metálica del puente al más puro estilo de la Torre Eiffel. Este puente tiene dos alturas: por la superior pasa el metro y por la inferior los coches, pero por ambas pueden pasar los peatones. Decidimos cruzar el puente pero antes nos acercamos a ver la Sé o catedral, situada en una plaza con una columna en medio (el Pelourinho).
Entonces, aprovechando que comenzaba el atardecer, decidimos atravesar el puente por su paso inferior y contemplar el ocaso del sol desde la otra orilla, en el municipio de Vilanova de Gaia. Estuvimos paseando por ahí, contemplando todos los barcos rabelos que han dejado anclados para disfrute de los turistas, y en los que antiguamente transportaban los barriles de vino desde los viñedos en el interior del país, hasta las bodegas situadas en Vilanova de Gaia.
Vimos pasar alguna que otra motonave de las que hacen una travesía de varios días por el río, y comprobamos que debíamos postergar la visita a alguna de las bodegas para el día siguiente, ya que a esas horas estaban todas cerradas. Volvimos sobre nuestros pasos, cruzamos de nuevo el puente y ascendimos en el funicular de Ribeira, que va paralelo a la antigua muralla de la ciudad.
La mañana siguiente teníamos un objetivo claro: no podíamos irnos de Oporto sin visitar una bodega y hacer una cata. Así que, como teníamos que cruzar nuevamente el río, decidimos hacerlo en esa ocasión atravesando el puente por la parte superior. Desde allí arriba hay unas vistas magníficas de las dos orillas del río, tanto de la zona de Vilanova de Gaia, con todos los carteles de las bodegas asomando, como de la zona de Oporto y, especialmente, del barrio de Ribeira.
Al llegar al otro lado nos encontramos con que había un montón de calles cortadas porque estaban haciendo una carrera de bicicross. Estuvimos viendo un rato a los valientes ciclistas, que bajaban escaleras empinadas a toda velocidad y daban saltos por doquier. Tras un rato de diversión, fuimos buscando calles por las que bajar hasta la orilla, y poco a poco lo fuimos consiguiendo. Una vez en la orilla del río estuvimos paseando un rato y haciendo más fotos de la otra parte del río y contemplando los barcos rabelos.
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Después vino el dilema de qué bodega visitar. Preguntamos en unas cuantas hasta que llegamos a Sandeman, donde justo comenzaba una visita guiada en español en diez minutos. La elección se hizo por sí sola. Esperamos los diez minutos e hicimos la visita con otras dos parejas españolas. La simpática guía, ataviada con la indumentaria que aparece en la imagen de la bodega, nos fue enseñando las distintas dependencias que tenían, mientras nos contaba el proceso de elaboración. Después nos llevó a una sala donde nos puso un vídeo explicativo, y finalmente, pasamos a la sala de catas, donde nos dieron a probar dos vinos de la bodega, uno de aperitivo y otro de postre. Amablemente la guía dejó sendas botellas encima de la mesa y dio por concluida la visita, así que no dudamos en rellenar nuevamente nuestros vasos por si se nos había escapado alguna cualidad organoléptica de los vinos. La tienda se encontraba junto a la sala de catas, pero decidimos no comprar nada, ya que como volábamos con una compañía de bajo coste y habíamos seleccionado no facturar, si comprábamos alguna botella deberíamos facturar la maleta, con lo que nos aplicarían un recargo exagerado que haría totalmente poco rentable la compra de las botellas. Vamos, que nos saldrían las botellitas por un ojo de la cara y parte del otro.
Con el buen sabor de boca que nos dejaron los vinos, dimos por finalizada nuestra corta estancia en Oporto.
Con el buen sabor de boca que nos dejaron los vinos, dimos por finalizada nuestra corta estancia en Oporto.