Perú
Julio 2012
Preparativos
Dos fueron los principales motivos que nos impulsaron a ir al Perú. El primero, que somos grandes amantes de su gastronomía, ya que desde que los restaurantes peruanos han proliferado en Madrid como setas y han puesto de moda la comida de su país, nos hemos hecho poco menos que adictos. El segundo motivo fue que habíamos escuchado por todas partes muy buenos comentarios acerca del Camino del Inca, una caminata de 4 días por las montañas que terminaba en Machu Picchu y de la que decían era una experiencia dura pero impresionante. Y por supuesto, siempre está la ilusión de conocer un destino nuevo. Así que con estas premisas nos decidimos a emprender nuestro viaje. Lo primero que hicimos fue comprar los billetes de avión y reservar el Camino del Inca. Para esta caminata solamente se conceden 500 salidas diarias contando turistas y porteadores. Sabíamos que los meses de julio y agosto están muy solicitados, así que con casi 6 meses de antelación lo contratamos, pues no queríamos quedarnos sin sitio. La confección del resto de la ruta nos la tomamos con más calma. En un principio valoramos la posibilidad de hacer el itinerario en coche de alquiler, pero vimos que no era algo habitual, quizá por ser demasiado caro o por el estado de las carreteras; el caso es que parecía que todos los turistas se movían por el país en autobús. Descubrimos que había unas cuantas compañías de autobuses “para turistas”, principalmente por el precio, pero también por la calidad del servicio, así que decidimos hacer la ruta en este medio de locomoción. Como fuimos en julio, que es temporada alta allí, optamos por llevar el itinerario cerrado con los alojamientos y los billetes de bus reservados o comprados. Para terminar los preparativos, hicimos una búsqueda de los restaurantes más interesantes en Lima y reservamos mesa en algunos de ellos. Lima
Nada más aterrizar tomamos un taxi hasta el alojamiento que habíamos reservado. La mayoría de los turistas se hospedan en el barrio de Miraflores, zona moderna y llena de tiendas, pero a nosotros nos pareció que el barrio de Barranco tendría más encanto, como así fue. El alojamiento era 3B Barranco, un bed & breakfast sencillo pero muy bien puesto y con un personal muy amable. Nos dieron muy buenas recomendaciones de la ciudad y nos prestaron una tarjeta para el metropolitano. Este medio de transporte consiste en tres líneas de autobuses que recorren la ciudad de sur a norte y viceversa; los vehículos circulan por una calzada propia, evitando así problemas de tráfico. La manera de acceder al transporte es mediante una tarjeta que se recarga. Esta tarjeta fue la que nos prestaron en el hotel para evitarnos tener que comprarla. Al final de nuestra estadía se la devolvimos y todos contentos. Comenzamos la visita de la ciudad por el barrio de Barranco. Era todavía temprano y había escasa actividad por sus calles. Nos acercamos hasta el puente de los Suspiros y continuamos hasta el parque Municipal, tranquila plaza ajardinada con una fuente en medio, delante de la biblioteca. De ahí tomamos por vez primera el metropolitano y fuimos hasta la plaza de Armas o plaza Mayor, auténtico centro de la ciudad. Nos pareció una plaza impresionante. Es un espacio muy amplio, con una fuente y unos jardines en el centro rodeados por espléndidos edificios, entre los que destacan el palacio de Gobierno, la Catedral y el palacio Arzobispal, aunque el resto no desmerecen: son unas casas porticadas de varias plantas con las fachadas pintadas de amarillo y unos miradores de madera que sobresalen.
Encontramos este tipo de miradores en muchos edificios del centro. La plaza estaba muy animada ya que era domingo, y coincidió con que debían estar llevando a cabo el cambio de la guardia en el patio del palacio de Gobierno, pues había una banda militar tocando y unos soldados desfilando.
De ahí fuimos a la vecina plaza Italia porque habíamos leído que los fines de semana se organizaba una especie de festival gastronómico. En el lugar nos encontramos con una enorme hilera de mesas con mujeres, las cuales habían preparado diversos platos y postres típicos. Como todavía no era la hora de comer, nos limitamos a aceptar algunos ofrecimientos que nos hicieron para catar los platos cocinados. Aquí tuvimos nuestro primer contacto con el cebiche, uno de los platos más típicos del Perú y del que llevábamos intención de saciarnos.
Continuamos nuestro paseo por el bullicioso y animado centro de Lima entrando en el mercado Central, que a pesar de ser domingo tenía bastante actividad. Somos unos fanáticos de los mercados: nos encanta ver los productos que en ellos se venden, y en todos nuestros destinos por el mundo los consideramos como visita obligada.
Paseando por los aledaños de la plaza de Armas llegamos al barrio chino, que como en todas las ciudades del mundo donde hay uno, estaba lleno de vida; de ahí volvimos hasta la parada del metropolitano para ir a Miraflores, cuyas calles estaban abarrotadas de turistas. Allí fuimos a comer a Punto Azul, cebichería que nos habían recomendado y donde degustamos un fresco y exquisito cebiche. Fuimos a descansar un rato al alojamiento y más tarde, ya de noche, volvimos a subir al metropolitano para ir al parque Reserva. En este parque se encuentra el Circuito mágico del agua, donde se puede disfrutar de las numerosas fuentes que hay y de un espectáculo de luz y sonido (y por supuesto, agua). Este circuito abre de miércoles a domingo al anochecer, así que como íbamos a estar hasta el martes en Lima, era nuestra única oportunidad de verlo.
Es un lugar muy popular en Lima, pues estaba lleno de gentes del lugar, aunque también había algún que otro turista, además de nosotros. Estuvimos paseando por la zona viendo las fuentes, con sus formas diversas, y a las que van cambiando la iluminación; terminamos en la zona central con su enorme hilera de fuentes y donde realizan el espectáculo con sonido. Nos pareció un sitio muy original en el que pasar un rato muy agradable.
A la mañana siguiente volvimos a subir al metropolitano y fuimos de nuevo al centro. De nuevo paseamos por la plaza de Armas, que realmente nos había encantado, y cruzamos el puente sobre el río Rímac para llegar al barrio del mismo nombre. Allí, unas señoras nos pararon y nos desaconsejaron que paseáramos por esa zona, que mejor volviésemos a la otra margen del río. Decidimos hacer caso de la sabiduría local y volvimos a los alrededores de la plaza de Armas, donde visitamos la iglesia de San Francisco, la plaza Bolívar (en la que se encuentra el Congreso), y nos metimos en un bar a probar la Inka Cola, popular bebida peruana que debe ser el único refresco en el mundo capaz de vender más en un país que Coca Cola.
Caminamos por la peatonal calle Jirón de la Unión hasta llegar a la plaza de San Martín; de ahí volvimos a subir al metropolitano para ir a Miraflores a comer, pues habíamos reservado mesa en el restaurante Astrid & Gastón. Pedimos el menú degustación, consistente en 21 platos originales y deliciosos, y elaborado con productos típicamente peruanos. Fueron más de horas de placer para el paladar (esto nos ha quedado un poco cursi, pero lo dejamos porque es verdad).
Tras la comida estuvimos paseando por Miraflores y llegamos hasta el centro comercial Larcomar, que si bien no es más que un centro comercial lleno de tiendas, tiene la particularidad de estar al aire libre, ubicado sobre el acantilado hacia el mar. Allí disfrutamos de las vistas y vimos a varias personas haciendo parapente.
El festival gastronómico del día no había acabado, ya que esa noche habíamos quedado para cenar con unos amigos residentes en Lima en el restaurante Central, el mejor valorado de la ciudad según Tripadvisor. Allí disfrutamos de otro magnífico y sorprendente menú degustación, confeccionado en este caso directamente por el propio chef. En Central fueron especialmente simpáticos, hasta el punto de que cuando nos dimos cuenta de que nos habíamos quedado solos en el local (incluso habían cerrado ya la cocina), nadie se nos había acercado a decirnos que iban a cerrar.
Gastronómicamente hablando, ese día en Lima fue uno de los mejores de nuestra vida.
Desde los alrededores de la plaza de Armas habíamos visto, al otro lado del río, un cerro con una cruz en lo alto, y al día siguiente nos propusimos llegar hasta allí arriba. Para ello, y siguiendo las instrucciones que nos dieron en el alojamiento, tomamos el metropolitano hasta la plaza de Armas. Una vez ahí, preguntamos en la oficina de turismo, donde nos recomendaron una agencia a la que nos dirigimos, la cual nos acercó a un minibus. Una vez subidos en ese bus, tuvimos que esperar a que se llenara (esto nos sucedería más veces, dependiendo del medio de transporte; es algo muy habitual en el Perú). Cuando estuvo completo, nos subieron al cerro, de nombre San Cristóbal.
Para llegar hasta la cima tuvimos que atravesar el barrio de Rímac, así que finalmente pudimos pasar por sus calles, aunque fuera subidos a un minibus. Una vez en lo más alto, y a pesar de que ese día había nubes bajas, se veía una amplia aunque brumosa vista de la ciudad de Lima.
Una vez volvimos a la plaza de Armas, subimos nuevamente al metropolitano y volvimos a Barranco, donde comimos en el restaurante Amoramar, recomendado la noche anterior por nuestros amigos y que resultó también exquisito.
En general los turistas que van al Perú suelen pasar por Lima casi de puntillas. Es cierto que la ciudad no es la más bonita de América del Sur, pero nosotros encontramos que tiene rincones interesantes; pero sobre todo creemos que merece la pena por su gastronomía: en ese sentido, es una de las ciudades del mundo donde mejor hemos comido.
Después de disfrutar en Amoramar, recogimos los bártulos del alojamiento y nos fuimos a la estación de autobuses. Para ello volvimos al metropolitano, y como habíamos devuelto la tarjeta de recarga, pedimos en la taquilla a una chica que recargase su tarjeta con nuestro dinero para poder pasar. En Lima, cada compañía de autobuses tiene su propia terminal, así que nosotros fuimos a la de Cruz del Sur, que era con la que habíamos comprado los billetes. Salimos puntuales rumbo a Ica, donde llegamos de noche. Cogimos un taxi hasta el hotel y nos fuimos a dormir, ya que al día siguiente teníamos una excursión que comenzaba a las 6:30 de la mañana. |