los viajes de juanma y carol
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Francia
Septiembre 2012

Ruta por el sur

A nuestra ruta por el sur de Francia decidimos ir con el coche, para en caso de necesidad, poder volver con el maletero lleno de productos típicos. El itinerario era un poco libre, y quizá el trazado final no fue especialmente lógico, pero partíamos con el principio y el final de nuestra ruta bien definidos: el primer fin de semana lo pasaríamos en Toulouse y el segundo en Albi, por diferentes compromisos con familiares y amigos. El resto lo iríamos improvisando un poco sobre la marcha.
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Toulouse es una de las ciudades más grandes e importantes de Francia. Nosotros fuimos un mes de septiembre, cuando comenzaban las clases en las universidades; eso se notó por la gran cantidad de jóvenes que había y el enorme bullicio que armaban, especialmente por la noche. 

Comenzamos nuestra visita paseando por el Boulevard de Strasbourg, ya que los sábados por la mañana convierten la acera de esta calle en un mercado. Además de los típicos puestos de frutas, verduras, panes y quesos, imprescindibles en cualquier mercado callejero francés, encontramos uno con diversas y enormes cantidades de setas y hongos. Ya que habíamos comenzado la mañana con mercados, nos acercamos al vecino mercado cubierto de Victor Hugo, donde ya vimos también pescaderías y carnicerías, pero sobre todo, enormes tiendas con productos derivados del foie-grass. Y es que la zona del sur de Francia en la que nos encontrábamos es la cuna del foie-grass.
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Continuamos hasta la Place du Capitole, centro neurálgico de Toulouse, donde se encuentra el Capitole (seguramente de ahí el nombre de la plaza), sede del ayuntamiento.
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De ahí fuimos a las Galeries Lafayette, desde cuya terraza del último piso se puede ver una amplia panorámica de los tejados de la ciudad. Además, en esta planta hay una tienda de productos delicatessen y una cafetería.

Aprovechando que tuvimos la suerte de disfrutar de buen tiempo, nos acercamos hasta el río Garonne. Allí estuvimos caminando por la vereda del río contemplando los diferentes puentes que cruzan el mismo, entre los que destaca el Pont Neuf, y viendo una exposición de fotografía que habían montado a lo largo del paseo.
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Volvimos hasta la Place du Capitole y estuvimos paseando por las calle aledañas, o intentándolo, porque estaban llenas de tiendas y al ser sábado por la tarde, estaban atestadas de gente.

A la mañana siguiente comenzamos el día paseando por el canal de Brienne, uno de los canales que tiene Toulouse. Nos cruzamos con muchos deportistas que aprovechaban la tranquilidad del momento para correr por los senderos que tiene el canal, uno a cada lado.
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Llegamos hasta la esclusa que comunica el canal con el río Garonne, y de ahí fuimos a la basílica de Saint-Sernin, donde nos encontramos con un enorme mercadillo de segunda mano. Continuamos hasta el convento de los Jacobinos, que fue la iglesia que más nos gustó de Toulouse. Cuenta con una majestuosa nave diáfana con unas bonitas cristaleras, desde donde se accede al jardín del convento, rodeado por unos arcos sujetos con columnas dobles; nos pareció un rincón muy agradable. 
En nuestra ruta por la ciudad volvimos a pasar por la Place du Capitole, y en esa ocasión entramos en el interior del Capitole. Allí subimos unas escaleras y estuvimos deambulando por las diferentes salas que encontramos, todas cubiertas de pinturas. También pasamos por la sala donde celebran los plenos del ayuntamiento.
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Una vez en la calle caminamos hasta el Hôtel d’Assézat, bonito palacio al que accedimos hasta su patio, y seguimos hasta la Place des Carmes, llena de bares y bistrots, donde encontramos otro mercado.

Finalizamos nuestra visita a la ciudad acercándonos a la catedral de Saint-Étienne, en cuyo interior se da la circunstancia de que la nave y el presbiterio no se encuentran en el mismo eje, suponemos que porque se hicieron en épocas diferentes.

Por la tarde cogimos el coche y fuimos hasta el Pays du Pastel, una zona a unos 50 kilómetros al este de Toulouse, llamada así por ser la zona donde florece la hierba pastel. Esta hierba, además de tener virtudes medicinales, es una planta muy utilizada por los tintoreros para obtener la gama de los azules. En esta zona visitamos las poblaciones de Saint-Félix-Lauragais, Revel y Sorèze.

Al día siguiente comenzamos nuestro improvisado itinerario. Nuestro primer destino fue la villa medieval de Carcassonne. Decidimos ir por la carretera nacional que discurre paralela al canal du Midi en vez de por la autopista, ya que queríamos hacer alguna parada por el camino. Al final hicimos dos: la primera, en la esclusa de Ayguesvives, y la segunda, en el paso de Naurouze. En este paso se recogen las aguas provinientes de la Montaña Negra y se distribuyen sobre las dos vertientes del canal du Midi, la atlántica y la mediterránea. Allí paseamos alrededor de un pequeño embalse rodeado de grandes árboles, donde contemplamos otra esclusa.
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A nuestra llegada a Carcassonne, dejamos el coche en uno de los aparcamientos que hay junto a la ciudad amurallada y nos adentramos en sus muros. En primer lugar pasamos por la oficina de turismo, donde nos entregaron un mapa de la ciudadela amurallada. Comenzamos nuestra visita caminando entre la doble muralla que defiende la ciudad, hasta que nos cansamos y entramos por una puerta que nos condujo hasta la basílica Saint-Nazarie. Después fuimos hasta el castillo y decidimos entrar en su interior para verlo. Una vez dentro, seguimos el itinerario indicado y fuimos pasando por diferentes dependencias y torres del castillo.
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Tras finalizar la visita, continuamos deambulando por la ciudadela, pero al no ser muy grande, se nos terminó en seguida. Volvimos al coche y nos acercamos al pequeño puerto que hay en la ciudad moderna, donde contemplamos las diferentes embarcaciones allí atracadas y pudimos ver la esclusa del puerto en acción.
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De ahí nos acercamos al Pont Vieux, desde donde pudimos ver la espléndida ciudadela amurallada en lo alto de la colina. Para las últimas fotos de Carcassonne nos acercamos a la vereda del río Aude, entre el Pont Neuf y el Pont Vieux, donde coincidimos con otros turistas fotógrafos que habían tenido la misma idea que nosotros.
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Nos subimos al coche y condujimos hasta Castres, donde decidimos hacer noche. Llegamos al atardecer, pero entre que encontramos un hotel y descargamos nuestros bártulos se nos echó la noche encima.

Ese día habíamos comido muy mal en Carcassonne, así que para resarcirnos y continuar con la idea de que en Francia se come muy bien, decidimos ir a cenar a Le Bistrot des Saveurs, único restaurante de la ciudad que cuenta con una estrella Michelín. Fue todo un acierto, porque disfrutamos de una cena magnífica, con una calidad excelente y un servicio muy atento y simpático. Lo mejor fue cuando, antes de los postres, nos trajeron el carro de los quesos, nos explicaron de qué era cada uno y nos dejaron escoger los que quisiéramos probar. Muy francés.
Lo más representativo de Castres son las antiguas y coloridas casas de curtidores que dan al río Agout. Nosotros tuvimos la suerte de verlas con la luz del atardecer (el mejor momento), iluminadas por la noche y por la mañana. Al salir del hotel para dar una vuelta por Castres comenzamos por la Place Jean Jaurès, plaza peatonal y centro de la ciudad, donde nos encontramos un pequeño mercado. Estaba claro que en este viaje la gastronomía francesa nos perseguía. Tras ver los distintos puestos de comida que había, dimos un pequeño paseo por la ciudad antes de reemprender nuestra ruta.
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La dos primeras paradas del día las hicimos en Le Sidobre, una curiosa zona de un parque natural que está llena de rocas. Comenzamos viendo el lago Merle, que a esa hora del día era un remanso de paz, y paseamos un rato por la zona mientras veíamos todas las rocas que sobresalían del agua.
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Después fuimos a Peyro-Clabado, original formación de una roca sobre la otra en un equilibrio que parece imposible. Junto a Peyro-Clabado pudimos ver algunas de las enormes canteras que hay en Le Sidobre y que son de gran importancia económica para la zona.
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Tras visitar esa curiosidad fuimos a Roquefort, el pueblo donde se elabora el mundialmente famoso queso. Allí decidimos hacer la visita guiada que ofrecían en Roquefort Société, quizá la marca más famosa de todas. La duración de la visita fue de una hora y media aproximadamente. Ésta consistió en una serie de explicaciones de la formación geológica de la zona, que dio lugar a las cuevas subterráneas donde hoy guardan el queso, y otras explicaciones sobre cómo se elabora el queso, mientras íbamos visitando una pequeña parte de dichas cuevas. La visita finalizó con una degustación de los tres tipos diferentes de queso roquefort que elaboran allí.
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De Roquefort fuimos hasta Millau porque queríamos contemplar el famoso viaducto. Primero paramos en un pequeño mirador que encontramos en la carretera por la que íbamos, y después en el área de servicio que han construido justo debajo del propio viaducto, donde ofrecen información detallada de su construcción y características. Tiene siete pilares descomunales, el más alto de los cuales alcanza los 343 metros de altura (más aún que la Torre Eiffel), lo que lo convierte en el pilar más alto del mundo. El viaducto tiene casi 2,5 kilómetros de longitud.
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Después de asombrarnos con la contemplación de semejante estructura, volvimos al coche y condujimos hasta Rodez. Teníamos idea de quedarnos a dormir allí, pero decidimos dar primero una vuelta antes de buscar alojamiento. Sin duda lo más interesante de Rodez es la catedral de Notre-Dame, construida en un tono rosa peculiar, y cuyo interior es bastante majestuoso. Después de visitar la catedral continuamos dando un paseo por la ciudad, que tiene alguna plaza bonita y varios edificios antiguos de piedra con entramados de madera. Pero más allá de esto, no nos pareció que Rodez fuera nada del otro mundo, así que decidimos alargar el día un poco más, volvimos al coche y continuamos el camino.
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De la “lista de restaurantes por la zona a tener en cuenta” que hicimos antes de partir, vimos que había uno no muy lejos, en Bozouls, y llamamos para saber si tenían alguna mesa disponible antes de dirigirnos hacia allí. Como nos respondieron que sí, y además el restauranre pertenecía a un pequeño hotel en el que también tenían habitación disponible, no lo dudamos y fuimos para allá. El hotel y restaurante se llamaba Le Belvédère, y si bien el alojamiento era un sencillo hotel, el restaurante resultó ser incluso mejor que el de la noche anterior en Castres. Lo regenta un matrimonio en el que él es el chef y ella la sumiller y jefa de sala. Pedimos el menú degustación; en cuanto al vino, nos dejamos aconsejar por la simpática sumiller. Fue una velada magnífica, con una sucesión de platos exquisitos. Y por supuesto, con ese momento “carro de quesos” antes de los postres al que tan rápidamente nos habíamos acostumbrado.
Además de contar con este restaurante, Bozouls es una población interesante turísticamente, pues se encuentra ubicada sobre un pequeño cañón de más de 100 metros de profundidad, que se conoce popularmente como “el agujero”. La iglesia se encuentra al otro lado del cañón, así que suponemos que la gente piadosa tendrá que dar una buena vuelta para oír misa.
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La primera visita del día siguiente fue Espalion, pequeña población atravesada por el río Lot, en pleno valle del Lot. Lo más destacable de Espalion es el Pont Vieux y los edificios que dan al río en la zona del puente, entre los que destaca el Vieux Palais.
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En la oficina de turismo nos dieron un mapa con un itinerario sugerido, en el que se pasa por las principales atracciones turísticas de Espalion menos una, la iglesia de Perse. Situada en las afueras, se trata de una pequeña iglesia del siglo XI construida, al igual que la catedral de Rodez, en gres rosa. Está ubicada junto al cementerio y tiene una pequeña y curiosa representación de la Adoración de los Reyes Magos.
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Continuando por el valle del río Lot, el siguiente pueblo que visitamos fue Estaing. Ubicado también a orillas del río, destaca el puente gótico que lo atraviesa y el castillo, situado en lo alto de un pequeño risco. Es una población pequeña, por lo que su visita no nos llevó demasiado tiempo.
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Seguimos hasta Entraygues-sur-Truyère, en cuya oficina de información turística nos dieron un mapa con un itinerario sugerido que decidimos seguir. Situada también a orillas del Lot, posee otro puente gótico al igual que Estaing. Si bien en Entraygues no hay ningún edificio especialmente característico, el entramado de estrechas callejuelas con casas antiguas hace de esta población un bonito sitio para pasear.
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Cuando terminamos el itinerario volvimos al coche y fuimos a un par de miradores que nos recomendaron en la oficina de turismo, desde los cuales se obtenía una vista panorámica de Entraygues muy interesante.
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Finalmente dejamos atrás el valle del Lot y fuimos hasta Conques. La iglesia de Conques pertenecía a una abadía que en su momento acogía a los peregrinos en su camino hacia Santiago de Compostela. Sea como fuere, durante nuestro camino hacia Conques y a nuestra llegada encontramos muchos peregrinos. Conques está ubicado en la ladera de una montaña, en un pequeño valle. Esta repleto de empinadas calles llenas de edificios de piedra antiguos muy bien conservados y/o restaurados, aunque sin duda el edificio más importante es la iglesia abacial de Sainte-Foy.
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Una vez hubimos dado una vuelta por el pueblo, nos subimos al coche para buscar algún punto panorámico desde donde se viera todo la población. Encontramos más de uno. Cuando terminamos con la correspondiente sesión fotográfica, nos fuimos en busca del siguiente pueblo del día.
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CONTINUACIÓN DE NUESTRA RUTA POR EL SUR DE FRANCIA