Georgia
Agosto de 2019
Preparativos
Como ya avanzamos en nuestro relato de Armenia, el viaje del verano nos llevó a visitar los países de Armenia y Georgia. Los preparativos del viaje fueron básicamente los mismos para ambos destinos: compra de billetes de avión, confección del itinerario y reserva de alojamientos. También alquilamos un coche en cada país, ya que, aunque existía la posibilidad de recogerlo en Armenia y devolverlo en Georgia, la diferencia de precio era muy importante; sobre todo, comparado con el alquiler individual en cada país.
De cara a nuestra ruta por Georgia, antes de salir contactamos con algunas bodegas de la zona de Kakheti, la región vinícola más grande del país, con la idea de hacer alguna visita. Y es que, en el panorama vinícola mundial, los vinos de Georgia se están posicionando a toda velocidad. No en vano, el país presume de ser el primero en elaborar vino de la historia.
En Tiflis tuvimos la precaución de reservar un apartamento con lavadora, ya que la estancia en dicha ciudad coincidiría con el ecuador del viaje y sería el momento idóneo para hacer la colada de cara al resto del mismo.
A la hora de buscar alojamiento en Georgia descubrimos una oferta bastante amplia en los sitios donde queríamos pernoctar. Esto nos llevó a sospechar que lo que habíamos leído debía de ser verdad: el país se está convirtiendo en un destino de moda. Dado que comparte frontera terrestre con Rusia, suponíamos que tendría bastante turismo de allí, pero nos sorprendió el abultado número de turistas de otros lugares, especialmente de los Estados Unidos.
Como ya avanzamos en nuestro relato de Armenia, el viaje del verano nos llevó a visitar los países de Armenia y Georgia. Los preparativos del viaje fueron básicamente los mismos para ambos destinos: compra de billetes de avión, confección del itinerario y reserva de alojamientos. También alquilamos un coche en cada país, ya que, aunque existía la posibilidad de recogerlo en Armenia y devolverlo en Georgia, la diferencia de precio era muy importante; sobre todo, comparado con el alquiler individual en cada país.
De cara a nuestra ruta por Georgia, antes de salir contactamos con algunas bodegas de la zona de Kakheti, la región vinícola más grande del país, con la idea de hacer alguna visita. Y es que, en el panorama vinícola mundial, los vinos de Georgia se están posicionando a toda velocidad. No en vano, el país presume de ser el primero en elaborar vino de la historia.
En Tiflis tuvimos la precaución de reservar un apartamento con lavadora, ya que la estancia en dicha ciudad coincidiría con el ecuador del viaje y sería el momento idóneo para hacer la colada de cara al resto del mismo.
A la hora de buscar alojamiento en Georgia descubrimos una oferta bastante amplia en los sitios donde queríamos pernoctar. Esto nos llevó a sospechar que lo que habíamos leído debía de ser verdad: el país se está convirtiendo en un destino de moda. Dado que comparte frontera terrestre con Rusia, suponíamos que tendría bastante turismo de allí, pero nos sorprendió el abultado número de turistas de otros lugares, especialmente de los Estados Unidos.
Tiflis
Llegamos a la capital de Georgia en coche desde Ereván, la capital de Armenia. El traslado, que habíamos contratado en el propio hotel de Ereván, fue bastante largo y, a ratos, incómodo; especialmente por ciertos tramos de la carretera en Armenia. Sin embargo, cuando cruzamos la frontera, la cosa cambió bastante: en Georgia las carreteras tenían mucha mejor pinta que en su vecina del sur. El conductor que nos llevaba, cuando supo que íbamos a alquilar un coche para recorrer el país, nos advirtió de que tuviéramos cuidado, pues los georgianos conducían un poco como locos. A lo largo de nuestro itinerario de casi 1 300 kilómetros por el país, pudimos comprobar en numerosas ocasiones que no le faltaba razón.
Al llegar a Tiflis nos dejó en la puerta de nuestro alojamiento, Sofia Apartment, llamado así por el nombre de la dueña, quien nos estaba esperando en el interior. Fue el mejor alojamiento del viaje: un apartamento muy céntrico, confortable y con todas las comodidades. Y muy bien decorado.
Una vez nos hubimos acomodado, nuestra anfitriona se despidió de nosotros y salimos a comprar algo para los desayunos. Aprovechamos para dar una vuelta de reconocimiento por la zona y localizar la sucursal donde recogeríamos el coche de alquiler dos días más tarde.
Antes de la cena pasamos por una tienda de vinos llamada Royal Wine, donde probamos dos referencias que nos recomendaron. La tienda no contaba con climatización y los vinos tenían una temperatura demasiado elevada (el uso de cavas de vinos aún no está extendido por estos lares), algo que sería una constante en casi todos los rincones del país donde probamos vino. Aún así, la visita a este local no fue en vano: cuando les comentamos que iríamos a Kakheti, nos recomendaron que visitásemos una bodega muy pequeña que elaboraba muy buenos vinos. Fue un magnífico consejo (más adelante lo contaremos con más detalle).
Llegamos a la capital de Georgia en coche desde Ereván, la capital de Armenia. El traslado, que habíamos contratado en el propio hotel de Ereván, fue bastante largo y, a ratos, incómodo; especialmente por ciertos tramos de la carretera en Armenia. Sin embargo, cuando cruzamos la frontera, la cosa cambió bastante: en Georgia las carreteras tenían mucha mejor pinta que en su vecina del sur. El conductor que nos llevaba, cuando supo que íbamos a alquilar un coche para recorrer el país, nos advirtió de que tuviéramos cuidado, pues los georgianos conducían un poco como locos. A lo largo de nuestro itinerario de casi 1 300 kilómetros por el país, pudimos comprobar en numerosas ocasiones que no le faltaba razón.
Al llegar a Tiflis nos dejó en la puerta de nuestro alojamiento, Sofia Apartment, llamado así por el nombre de la dueña, quien nos estaba esperando en el interior. Fue el mejor alojamiento del viaje: un apartamento muy céntrico, confortable y con todas las comodidades. Y muy bien decorado.
Una vez nos hubimos acomodado, nuestra anfitriona se despidió de nosotros y salimos a comprar algo para los desayunos. Aprovechamos para dar una vuelta de reconocimiento por la zona y localizar la sucursal donde recogeríamos el coche de alquiler dos días más tarde.
Antes de la cena pasamos por una tienda de vinos llamada Royal Wine, donde probamos dos referencias que nos recomendaron. La tienda no contaba con climatización y los vinos tenían una temperatura demasiado elevada (el uso de cavas de vinos aún no está extendido por estos lares), algo que sería una constante en casi todos los rincones del país donde probamos vino. Aún así, la visita a este local no fue en vano: cuando les comentamos que iríamos a Kakheti, nos recomendaron que visitásemos una bodega muy pequeña que elaboraba muy buenos vinos. Fue un magnífico consejo (más adelante lo contaremos con más detalle).
Por recomendación de nuestra anfitriona, esa noche fuimos a cenar a Maspindzelo, un local un tanto separado del centro, pero muy concurrido, especialmente por locales. Probamos dos especialidades de la gastronomía del país: khinkali, una especie de tortellini enormes (se piden por unidades) rellenos de carne con su jugo (aunque como son muy populares, se rellenan también de otras cosas) y ajapsandali, un pisto con especias. Dos platos muy sencillos pero muy ricos.
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El día siguiente lo dedicamos por entero a visitar la capital. Comenzamos recorriendo la peatonal calle Erkele II y entrando en la catedral de Sioni, que a esa hora temprana contaba con mucho trasiego. Continuamos por esa calle, que desemboca en la zona de restaurantes más turísticos de la ciudad (a esas horas todavía tranquila), donde pudimos contemplar los bonitos miradores de las casas. Al final de la calle se encuentra el teatro de marionetas, con una original torre del reloj.
Salimos a la vereda del río y caminamos hasta el puente de la Paz, una moderna construcción peatonal que por la noche se ilumina con la bandera de Georgia.
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Desde esa parte del río hay una bonita vista de la orilla contraria, incluyendo el inconfundible edificio que sirve de residencia al presidente del país.
Sin embargo, una vez cruzamos el puente, pudimos comprobar que la panorámica desde ese otro lado hacia la colina donde se halla la fortaleza de Narikala era aún más bonita. De hecho, a este lado del puente hay un parque, desde el que parte un funicular que asciende hasta la fortaleza, atravesando el río y la parte vieja de Tiflis.
Atravesamos el parque hasta la plaza Europa para subir después hasta la iglesia Metekhi, delante de la cual hay una pequeña plaza con una estatua ecuestre. Desde ahí la vista del fuerte Narikala y la parte vieja era aún mejor, ya que es una zona elevada.
Atravesamos el parque hasta la plaza Europa para subir después hasta la iglesia Metekhi, delante de la cual hay una pequeña plaza con una estatua ecuestre. Desde ahí la vista del fuerte Narikala y la parte vieja era aún mejor, ya que es una zona elevada.
Volvimos sobre nuestros pasos hasta el parque y nos montamos en el funicular. El viaje es bastante corto, pero suficiente para contemplar el río y la parte vieja. A la salida del funicular nos hallábamos en la parte más alta de Tiflis, justo sobre la ciudad vieja. Allí por fin encontramos nuestra panorámica favorita de la capital: desde ese punto se obtiene una amplia y magnífica vista de la ciudad vieja, del río y de la orilla contraria.
Caminamos por un sendero asfaltado hasta la estatua Madre Georgia, de proporciones más razonables que la que Madre Armenia que habíamos visto en Ereván, y regresamos en dirección a la fortaleza. Tuvimos que bajar unas escaleras, desde donde seguía apreciándose la magnífica vista, hasta llegar a la entrada del fuerte.
Como vimos que estaba muy derruido, decidimos pasar de largo y no visitarlo. Continuamos callejeando hasta llegar al nivel del río, donde aparecimos junto a la mezquita. Esta zona está plagada de baños de agua caliente sulfurosa: son los conocidos como “sulphur baths”. Son fácilmente reconocibles porque se encuentran todos en un entrante del río, lleno de edificios con pequeñas cúpulas de ladrillo.
Hicimos un alto para comer, durante el cual aprovechamos para probar el plato de la gastronomía de Georgia por excelencia, el khachapuri. Se trata de un pan recién horneado en forma de barca, al que se le añade un queso un tanto salado, un poco de mantequilla y se remata con un huevo. Para comerlo, primero se mezcla todo; después se van cogiendo trozos del pan (de las esquinas hacia dentro) y se van untando en el centro. A pesar de ser una receta tan sencilla, para aquellos a los que les gusta untar en los platos (como es nuestro caso), es una delicia.
Por la tarde nos acercamos a la plaza de la Libertad. En esta amplia rotonda, cuyo centro está dominado por una columna con una estatua ecuestre dorada, se encuentra el ayuntamiento de la ciudad.
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Desde ella sale la avenida Rustaveli, una calle bastante amplia que cuenta con bonitos edificios representativos a ambos lados, tales como el museo de Bellas Artes, la Galería Nacional, el teatro de la Ópera o el Parlamento.
Nosotros la recorrimos entera; cuando llegamos al final dimos media vuelta.
Nosotros la recorrimos entera; cuando llegamos al final dimos media vuelta.
Por la tarde dimos un paseo por la vereda del río más allá del centro, para contemplar todas las casas y edificios que parecen estar colgados sobre el pequeño risco al otro lado. Mientras caminábamos vimos muchas embarcaciones pequeñas llenas de turistas, yendo y viniendo por el río.
A la mañana siguiente recogimos nuestro coche de alquiler y comenzamos a hacer kilómetros por Georgia. Nuestra primera visita nos llevó literalmente hasta la frontera con Azerbaiyán: íbamos a visitar el monasterio de David Gareja. Las carreteras hasta el lugar no estuvieron nada mal, exceptuando los últimos quince kilómetros, que fueron por una pista de arena, con algunos tramos con muchas piedras. Sin embargo, la vista del paisaje semidesértico de esa zona bien valió la pena.
El lugar cuenta con dos monasterios: Lavra, ubicado junto al aparcamiento (el único que está habitado); y Udabno, en lo alto de la montaña. Decidimos empezar la visita por el segundo. Comenzamos a ascender la montaña por la parte de atrás de Lavra. Unos metros más arriba bordeamos un pequeño risco; tras él nos encontramos con una magnífica vista del monasterio Lavra.
El lugar cuenta con dos monasterios: Lavra, ubicado junto al aparcamiento (el único que está habitado); y Udabno, en lo alto de la montaña. Decidimos empezar la visita por el segundo. Comenzamos a ascender la montaña por la parte de atrás de Lavra. Unos metros más arriba bordeamos un pequeño risco; tras él nos encontramos con una magnífica vista del monasterio Lavra.
Continuamos el ascenso hasta una pequeña cueva, donde nos encontramos a un grupo de militares. Aprovechamos para asegurarnos de que la subida hasta Udabno era por ahí, a lo que nos respondieron que no se podía acceder a él debido a las últimas tensiones entre Georgia y Azerbaiyán. El monasterio está ubicado en lo alto de la colina, exactamente en la frontera entre los dos países; frontera que ese día estaba cerrada: ese era el motivo por el que los militares estaban allí, para impedir el paso de gente.
No sin cierta pena dimos media vuelta y descendimos hasta el monasterio de Lavra para visitarlo. A pesar de estar habitado, hay unas cuantas dependencias a las que se puede acceder. Entre ellas destacan el patio principal y la iglesia. Esta última es sencilla y recogida, pero un remanso de paz (y de frescor).
No sin cierta pena dimos media vuelta y descendimos hasta el monasterio de Lavra para visitarlo. A pesar de estar habitado, hay unas cuantas dependencias a las que se puede acceder. Entre ellas destacan el patio principal y la iglesia. Esta última es sencilla y recogida, pero un remanso de paz (y de frescor).
Pero lo que más nos llamó la atención de la visita fue la ubicación del monasterio, literalmente en medio de ninguna parte, en una zona semidesértica. Si lo que buscaba David Gareja cuando lo fundó era aislamiento, estamos seguros de que cumplió su objetivo.
Kakheti
De vuelta en el coche, tuvimos que desandar camino durante un buen rato, hasta incorporarnos a una carretera que nos llevó a la región de Kakheti. Como hemos dicho anteriormente, esta es la zona más grande e importante del país en lo que a producción de vino se refiere. Al día siguiente teníamos previsto visitar algunas bodegas y unos cuantos lugares de interés turístico. Como íbamos bien de tiempo, antes de acercarnos al alojamiento, decidimos ir adelantando actividades, e hicimos una parada en el monasterio de Nekresi. Este lugar se puede observar desde la carretera: una construcción que sobresale en lo alto de una tupida montaña.
De vuelta en el coche, tuvimos que desandar camino durante un buen rato, hasta incorporarnos a una carretera que nos llevó a la región de Kakheti. Como hemos dicho anteriormente, esta es la zona más grande e importante del país en lo que a producción de vino se refiere. Al día siguiente teníamos previsto visitar algunas bodegas y unos cuantos lugares de interés turístico. Como íbamos bien de tiempo, antes de acercarnos al alojamiento, decidimos ir adelantando actividades, e hicimos una parada en el monasterio de Nekresi. Este lugar se puede observar desde la carretera: una construcción que sobresale en lo alto de una tupida montaña.
El aparcamiento se encuentra al pie de la montaña. Para acceder al monasterio hay que ascender una carretera de 1,5 kilómetros con un desnivel considerable. Hay un pequeño autobús que hace el camino de subida y de bajada cada cierto tiempo, pero como ese día habíamos pasado muchas horas sentados en el coche, optamos por hacerlo caminando.
Aunque está bastante reconstruido, algunos de los edificios del monasterio datan del siglo VI. De hecho, en la pequeña capilla se pueden observar frescos de esa época. Se puede deambular libremente por todos los edificios y dependencias, aunque lo más bonito es el enclave: desde allí se contempla todo el valle, plagado de viñedos hasta donde alcanza la vista.
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El alojamiento que habíamos reservado para las dos siguientes noches se encontraba muy cerca de ahí, a las afueras de la población de Gremi. Su nombre era Gremi Hall: un hotel bodega de ambiente moderno, en cuya azotea había una piscina. Como hacía bastante calor, después de dejar las cosas en nuestra habitación, nos dimos un pequeño chapuzón. Fue una agradable experiencia, pues estábamos completamente solos en la piscina, rodeados de viñedos por todas partes.
Esa noche decidimos no salir y cenamos allí mismo. Aprovechamos para probar el vino de la propia bodega.
Al día siguiente comenzamos visitando la ciudadela de Gremi, situada muy cerca de nuestro alojamiento. Solo quedan dos edificios en pie: la iglesia y otra construcción que ha sido reconvertida en un museo. El lugar es más interesante desde fuera que el interior. Después nos dirigimos hasta la población de Napareuli para visitar la bodega Twins Wine Cellar. |
Nos atendió uno de los dos hermanos gemelos que dan nombre al lugar. La visita consistió en enseñarnos la habitación donde elaboran el vino, tras lo cual hicimos una cata. Nos sirvió tres vinos diferentes junto con un plato de queso y otro de pan, nos explicó por encima las características de los vinos, y ahí nos dejó. Sin duda, el dueño no tiene mucho don de gentes. A pesar de todo, el lugar era agradable, los vinos (y el queso) estaban muy ricos, así que no estuvo mal del todo.
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De vuelta al coche visitamos dos monasterios, el de Alaverdi y el de Ikalto. El primero es el más grande e importante de la zona y se halla justo en la carretera principal; el segundo es pequeño y está en lo alto de una colina, al final de la carretera.
Llegamos hasta la población de Telavi, la más grande de la región. Pasamos por el mercado y después fuimos a dar un paseo por el centro. Es una ciudad sin mucho interés turístico, pero nosotros aprovechamos para comer algo.
Por la tarde fuimos en busca de la bodega Brothers Khutsishvili. Esta era la que nos habían recomendado en la tienda de vinos de Tiflis. Aunque nos costó un poco encontrarla, finalmente dimos con ella. Estaba en una zona de casas bajas y no parecía que allí pudiese haber una bodega. Luego nos enteramos de que allí es donde elaboran el vino, pero los viñedos están en otro lugar. Atravesamos el jardín de la entrada, sin ninguna persona a la vista. Después de saludar varias veces en voz alta, por fin apareció una señora de avanzada edad, la cual se dirigió a nosotros a voz en grito (en su idioma, claro). Pensamos que nos estaría diciendo que estaba cerrado, pero no entendimos nada. Detrás de ella se asomó un niño de unos ocho años, que se dirigió a nosotros en inglés para preguntarnos qué deseábamos. Le dijimos que queríamos visitar la bodega y probar algún vino, a lo que el niño respondió que esperásemos a que llegara el dueño. Este apareció enseguida, saludándonos en su idioma: resultó ser uno de los hermanos Khutsishvili y padre del niño. El pequeño nos dijo que su padre nos contaría todo lo referente a la elaboración del vino y que él nos traduciría. Fue una situación bastante surrealista, no exenta de gracia.
Nos enseñaron la pequeña habitación donde guardaban los depósitos de acero inoxidable; después nos mostraron los qvevri. Se trata de unas tinajas enterradas en el suelo, en las que depositan el vino para que fermente y madure. Es una manera de elaborar el vino que se está empezando a poner de moda en algunos lugares de Europa, pero que llevan más de quinientos años utilizando en Georgia.
Casi todas las bodegas elaboran también chacha, un destilado de uva parecido al orujo, que los hermanos Khutsishvili maceran con hierbas y productos de lo más variopinto.
Por la tarde fuimos en busca de la bodega Brothers Khutsishvili. Esta era la que nos habían recomendado en la tienda de vinos de Tiflis. Aunque nos costó un poco encontrarla, finalmente dimos con ella. Estaba en una zona de casas bajas y no parecía que allí pudiese haber una bodega. Luego nos enteramos de que allí es donde elaboran el vino, pero los viñedos están en otro lugar. Atravesamos el jardín de la entrada, sin ninguna persona a la vista. Después de saludar varias veces en voz alta, por fin apareció una señora de avanzada edad, la cual se dirigió a nosotros a voz en grito (en su idioma, claro). Pensamos que nos estaría diciendo que estaba cerrado, pero no entendimos nada. Detrás de ella se asomó un niño de unos ocho años, que se dirigió a nosotros en inglés para preguntarnos qué deseábamos. Le dijimos que queríamos visitar la bodega y probar algún vino, a lo que el niño respondió que esperásemos a que llegara el dueño. Este apareció enseguida, saludándonos en su idioma: resultó ser uno de los hermanos Khutsishvili y padre del niño. El pequeño nos dijo que su padre nos contaría todo lo referente a la elaboración del vino y que él nos traduciría. Fue una situación bastante surrealista, no exenta de gracia.
Nos enseñaron la pequeña habitación donde guardaban los depósitos de acero inoxidable; después nos mostraron los qvevri. Se trata de unas tinajas enterradas en el suelo, en las que depositan el vino para que fermente y madure. Es una manera de elaborar el vino que se está empezando a poner de moda en algunos lugares de Europa, pero que llevan más de quinientos años utilizando en Georgia.
Casi todas las bodegas elaboran también chacha, un destilado de uva parecido al orujo, que los hermanos Khutsishvili maceran con hierbas y productos de lo más variopinto.
Cuando padre e hijo hubieron terminado con las explicaciones, nos invitaron a sentarnos a una mesa en el porche de la casa, donde nos sirvieron varios vinos para que probáramos. En ese momento apareció el segundo hermano (y tío del “traductor”), que tampoco hablaba inglés. Con el vino nos sirvieron pan, queso y melocotones. Nos sentamos los cinco en la mesa y, mientras nosotros comíamos y bebíamos, mantuvimos con ellos una divertida conversación (por llamarlo de alguna manera…)
Fue una velada que siempre recordaremos con cariño y una sonrisa. |
A la salida fuimos hasta Shumi Winery. Allí el concepto de visita es radicalmente diferente. En primer lugar, pudimos hacer la reserva a través de internet. Además, el servicio fue personalizado y muy profesional. Una persona nos acompañó de manera privada durante todo el tour, enseñándonos las dependencias y explicándonos cómo hacían los vinos (incluidos los qvevris). Los hermanos Khutsishvili elaboran unas nueve mil botellas al año mientras, que en Shumi Winery producen más de un millón.
La posterior cata fue bastante interesante, ya que en Shumi cuentan con una gama muy amplia de vinos y uvas, por lo que pudimos probar cosas diferentes y originales.
La posterior cata fue bastante interesante, ya que en Shumi cuentan con una gama muy amplia de vinos y uvas, por lo que pudimos probar cosas diferentes y originales.
A pesar de que tratamos solamente de catar los vinos y no bebernos las copas enteras, debemos reconocer que, entre unas cosas y otras, seguramente habríamos sobrepasado el límite legal. Así que, extremando las precauciones, condujimos de nuevo hasta el alojamiento y allí nos quedamos.
Stepantsminda
Al día siguiente tuvimos que conducir bastantes kilómetros hacia el norte de Georgia, casi hasta la frontera con Rusia. Esa noche dormiríamos en Stepantsminda, puerta de entrada a la cordillera del Cáucaso.
La carretera que conduce hasta Rusia, conocida como carretera militar georgiana, está razonablemente en buen estado, pero tiene bastante tráfico (es la única en esa zona que discurre hacia el norte). Durante un tiempo, la frontera entre Georgia y Rusia estuvo cerrada, pero desde que se reabrió, el trasiego de coches rusos que viajan hacia el sur ha ido en aumento. Aún así, el paisaje que acompaña la travesía es muy bonito; especialmente, cuando se llega a la región del Cáucaso y comienza el ascenso. A partir de ahí, se abren enormes valles rodeados de grandes montañas.
Antes de llegar al Cáucaso, hicimos un alto en el monasterio de Ananuri. Con una ubicación privilegiada, junto a un bonito lago, es una parada obligada para todos los turistas que transitan la carretera militar. El interior no es especialmente llamativo, aunque si se es un poco intrépido, se puede subir hasta una torre, desde la que se obtiene una bonita panorámica.
Stepantsminda
Al día siguiente tuvimos que conducir bastantes kilómetros hacia el norte de Georgia, casi hasta la frontera con Rusia. Esa noche dormiríamos en Stepantsminda, puerta de entrada a la cordillera del Cáucaso.
La carretera que conduce hasta Rusia, conocida como carretera militar georgiana, está razonablemente en buen estado, pero tiene bastante tráfico (es la única en esa zona que discurre hacia el norte). Durante un tiempo, la frontera entre Georgia y Rusia estuvo cerrada, pero desde que se reabrió, el trasiego de coches rusos que viajan hacia el sur ha ido en aumento. Aún así, el paisaje que acompaña la travesía es muy bonito; especialmente, cuando se llega a la región del Cáucaso y comienza el ascenso. A partir de ahí, se abren enormes valles rodeados de grandes montañas.
Antes de llegar al Cáucaso, hicimos un alto en el monasterio de Ananuri. Con una ubicación privilegiada, junto a un bonito lago, es una parada obligada para todos los turistas que transitan la carretera militar. El interior no es especialmente llamativo, aunque si se es un poco intrépido, se puede subir hasta una torre, desde la que se obtiene una bonita panorámica.
Tras esta breve parada, continuamos hacia el norte. Subimos un puerto de montaña, en cuyo punto más alto se encuentra la localidad de Gudauri, uno de los principales centros de esquí de la zona. Nada más atravesar el municipio, hicimos un nuevo stop en el camino: en esta ocasión, para ver el monumento a la amistad entre Rusia y Georgia; pero especialmente, para disfrutar de la magnífica panorámica que hay desde allí.
El monumento es una construcción semicircular con imágenes de momentos históricos pasados, que cuenta con una serie de balcones orientados al valle. Ese día coincidió con un evento de parapente, por lo que pudimos disfrutar de la vista de los atrevidos parapentistas surcando los cielos entre el valle.
Cuando por fin llegamos a Stepantsminda, dejamos las cosas en nuestro alojamiento y volvimos al coche para subir hasta la iglesia de la Trinidad de Gergeti.
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Situada en un risco sobre Stepantsminda, unos seiscientos metros más arriba, esta iglesia (y especialmente su ubicación) es el mayor atractivo del lugar. Antiguamente, había que hacer el ascenso a pie. Hace unos años construyeron una carretera y un generoso aparcamiento junto a la iglesia, lo que facilita mucho la visita.
Una vez arriba, comprobamos que el enclave de la iglesia es único. Además, si las nubes lo permiten, se puede observar el monte Kazbek, que, con sus más de cinco mil metros de altura, es el segundo pico más alto de Georgia y la cuarta montaña más alta del Cáucaso. Nosotros tuvimos suerte, pues, aunque teníamos el sol de cara, pudimos contemplar su silueta.
Una vez hubimos visitado la iglesia y contemplado maravillados la panorámica que la rodea, comenzamos a ascender la montaña. La idea era llegar lo suficientemente alto para poder divisar el glaciar Gergeti. Estaba atardeciendo y sabíamos que no nos iba a dar tiempo, pero aún así, nos apetecía caminar y disfrutar de las vistas del entorno.
Tras un buen rato de ascensión, el sol comenzó a ponerse detrás de las montañas. En ese momento, la temperatura descendió drásticamente. Pudimos llegar a una explanada desde donde obtuvimos la mejor vista del monte Kazbek. Con un poco de esfuerzo y voluntad, también pudimos identificar a lo lejos un trozo del glaciar Gergeti.
Tras un buen rato de ascensión, el sol comenzó a ponerse detrás de las montañas. En ese momento, la temperatura descendió drásticamente. Pudimos llegar a una explanada desde donde obtuvimos la mejor vista del monte Kazbek. Con un poco de esfuerzo y voluntad, también pudimos identificar a lo lejos un trozo del glaciar Gergeti.
En este punto decidimos dar media vuelta. Desanduvimos el camino cuesta abajo de vuelta al aparcamiento. Esa noche nos obsequió un cielo libre de nubes y desde Stepantsminda pudimos contemplar la iglesia iluminada en lo alto, con el reflejo de la luna y la silueta del monte Kazbek a su espalda.
Al día siguiente tuvimos otra larga jornada de conducción. Recorrimos nuevamente la carretera militar georgiana, esta vez en sentido contrario, en dirección sur, llegando casi hasta Tiflis.
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La primera parada fue en Miskheta, una de las ciudades más antiguas del país. Allí visitamos en primer lugar la iglesia de Jvari, graciosamente ubicada en lo alto de una colina y visible desde bien lejos. Dicha colina está separada de Miskheta por un ancho río y por la autopista.
La iglesia, perteneciente a un antiguo monasterio, es uno de los lugares más sagrados para los georgianos: es el corazón espiritual del país. Es más bien pequeña y su interior destaca por albergar una bonita cruz de madera; pero sin duda, lo más espectacular del lugar es la espléndida panorámica que se observa de la ciudad.
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Desde allí condujimos hasta Miskheta y dejamos el coche en un aparcamiento. El lugar es bastante turístico, dada la importancia de los lugares de interés que alberga. Su ubicación tan cercana a Tiflis puede que también contribuya a la gran afluencia de visitantes. Del aparcamiento salía una calle peatonal que conducía hasta la catedral de Svetitsjoveli, uno de los edificios religiosos más grandes del país.
Dicha calle peatonal era muy agradable: estaba llena de tiendas y puestos para turistas, en los que se podían comprar artesanía y regalos de todo tipo. También se podían comer y beber muchas cosas típicas.
La catedral está rodeada por una pequeña muralla. Su interior es un tanto diferente del resto de iglesias ortodoxas, principalmente porque su planta es de cruz. Junto al altar se halla la tumba de Erkele II (famoso rey del siglo XVIII). Se dice que bajo tierra está enterrada una sotana de Jesús.
Dicha calle peatonal era muy agradable: estaba llena de tiendas y puestos para turistas, en los que se podían comprar artesanía y regalos de todo tipo. También se podían comer y beber muchas cosas típicas.
La catedral está rodeada por una pequeña muralla. Su interior es un tanto diferente del resto de iglesias ortodoxas, principalmente porque su planta es de cruz. Junto al altar se halla la tumba de Erkele II (famoso rey del siglo XVIII). Se dice que bajo tierra está enterrada una sotana de Jesús.
A la salida caminamos hasta el monasterio de Samtavro, en cuyo recinto encontramos la iglesia principal y una pequeña capilla con unos bonitos frescos en su interior.
Regresamos al coche por la zona peatonal, donde aprovechamos para comer algo antes de continuar nuestro camino hacia Borjomi.
Borjomi
Durante un buen rato disfrutamos de una magnífica autopista, hasta que esta se terminó y tuvimos que continuar por una carretera nacional. En este tramo encontramos muchos puestos de frutas y verduras junto al arcén. Paramos en un par de ellos para hacer acopio de fruta para los próximos días, ya que en Borjomi, donde pasaríamos las tres siguientes noches, habíamos optado por reservar un apartamento.
Borjomi es famosa por su industria del agua: por todo el país se encuentran botellas de agua de esta localidad. Posee también manantiales de aguas con propiedades medicinales, por lo que tiene un aire de ciudad-balneario.
Está ubicada en un bonito valle, con una distribución alargada siguiendo el curso del río Kurá, muy cerca del Borjomi-Kharagauli National Park, que visitaríamos al día siguiente.
Esa tarde dimos un paseo por la ciudad, especialmente por el parque que hay en la vereda del río Borjomula: un lugar muy agradable para pasear, muy popular entre familias con niños. Cuenta con bonitos edificios a ambos lados, algunos de ellos grandes hoteles.
Borjomi
Durante un buen rato disfrutamos de una magnífica autopista, hasta que esta se terminó y tuvimos que continuar por una carretera nacional. En este tramo encontramos muchos puestos de frutas y verduras junto al arcén. Paramos en un par de ellos para hacer acopio de fruta para los próximos días, ya que en Borjomi, donde pasaríamos las tres siguientes noches, habíamos optado por reservar un apartamento.
Borjomi es famosa por su industria del agua: por todo el país se encuentran botellas de agua de esta localidad. Posee también manantiales de aguas con propiedades medicinales, por lo que tiene un aire de ciudad-balneario.
Está ubicada en un bonito valle, con una distribución alargada siguiendo el curso del río Kurá, muy cerca del Borjomi-Kharagauli National Park, que visitaríamos al día siguiente.
Esa tarde dimos un paseo por la ciudad, especialmente por el parque que hay en la vereda del río Borjomula: un lugar muy agradable para pasear, muy popular entre familias con niños. Cuenta con bonitos edificios a ambos lados, algunos de ellos grandes hoteles.
Por recomendación de nuestra anfitriona, esa noche cenamos otro rico khachapuri en el restaurante Pesvebi.
Como hemos mencionado unas líneas atrás, el día siguiente lo dedicamos a explorar el parque nacional de Borjomi-Kharagauli. En la oficina de información del parque nos comentaron las diferentes alternativas de caminatas que había; decidimos optar por una de unos dieciséis kilómetros, que nos pareció bastante completa.
Esa mañana condujimos hasta la entrada del parque más cercana a Borjomi y comenzamos a caminar. Todo el parque parece un inmenso bosque: salvo en alguna explanada ocasional, en todo momento estuvimos rodeados de altos árboles. El sendero era cómodo para caminar y la ruta que seguimos estaba razonablemente bien indicada. Nos cruzamos con muy poca gente ese día. Al fin y al cabo, la única manera de explorar el parque es a pie y, aunque hay rutas más cortas, todas tienen cierto nivel de exigencia física.
Como hemos mencionado unas líneas atrás, el día siguiente lo dedicamos a explorar el parque nacional de Borjomi-Kharagauli. En la oficina de información del parque nos comentaron las diferentes alternativas de caminatas que había; decidimos optar por una de unos dieciséis kilómetros, que nos pareció bastante completa.
Esa mañana condujimos hasta la entrada del parque más cercana a Borjomi y comenzamos a caminar. Todo el parque parece un inmenso bosque: salvo en alguna explanada ocasional, en todo momento estuvimos rodeados de altos árboles. El sendero era cómodo para caminar y la ruta que seguimos estaba razonablemente bien indicada. Nos cruzamos con muy poca gente ese día. Al fin y al cabo, la única manera de explorar el parque es a pie y, aunque hay rutas más cortas, todas tienen cierto nivel de exigencia física.
En el folleto que nos dieron en la oficina de información venía indicado que se podía encontrar una fauna diversa en el parque (osos incluidos), pero nosotros no vimos más que bonitas mariposas de vivos colores.
Durante varias horas el camino fue una constante subida. Parecía que no se iba a acabar nunca, hasta que llegamos a una zona desde la que se contemplaban las dos vertientes de la montaña. Ahí comenzó un largo descenso, muy suave al principio, y muy empinado en su tramo final.
Esa tarde, después de la ducha, salimos a comprar algo para la cena y nos quedamos a descansar en el alojamiento.
A algo más de una hora y media de conducción desde Borjomi hacia el sur se encuentra Vardzia, una antigua ciudad formada enteramente por cuevas interconectadas ubicada en la ladera de una montaña. Esta primera visita del día siguiente fue una de las más espectaculares del viaje. Se llega por una carretera desde el otro lado del valle. Antes de atravesarlo, hay un mirador desde donde se obtiene una vista formidable, que permite hacerse una perfecta idea de lo que era esta ciudad: un tajo en la montaña completamente excavado.
A algo más de una hora y media de conducción desde Borjomi hacia el sur se encuentra Vardzia, una antigua ciudad formada enteramente por cuevas interconectadas ubicada en la ladera de una montaña. Esta primera visita del día siguiente fue una de las más espectaculares del viaje. Se llega por una carretera desde el otro lado del valle. Antes de atravesarlo, hay un mirador desde donde se obtiene una vista formidable, que permite hacerse una perfecta idea de lo que era esta ciudad: un tajo en la montaña completamente excavado.
La incomodidad de la visita de Vardzia radica en que el aparcamiento esta en la base de la montaña, por lo que se comienza con un fuerte ascenso hasta las primeras cuevas. Desde ahí, no se para de subir y bajar escaleras todo el rato. No en vano cuenta con ¡trece pisos! Han colocado muchos elementos que ayudan en la visita, como barandillas o escaleras metálicas; pero en el siglo XII, fecha a la que se remonta su fundación, desplazarse por el lugar debía de tener su complicación.
Se calcula que, en su momento de mayor esplendor, pudo haber casi dos mil personas viviendo en Vardzia. Eso da una ligera idea de la cantidad de escaleras que tuvimos que subir y bajar y del gran número de cuevas que hay construidas.
Se calcula que, en su momento de mayor esplendor, pudo haber casi dos mil personas viviendo en Vardzia. Eso da una ligera idea de la cantidad de escaleras que tuvimos que subir y bajar y del gran número de cuevas que hay construidas.
El lugar cuenta con varios túneles, algunos iluminados con luz artificial, otros solamente con velas. La cueva más grande y espectacular es la que alberga la iglesia, en cuyo interior desgraciadamente no se permiten hacer fotografías.
El recorrido se inicia en el lado izquierdo de la ciudad y concluye en el derecho. Para salir de la ciudad, se baja por un túnel muy largo que lleva a la base de la montaña. Una visita muy interesante.
Muy cerca de Vardzia se halla Vanis Kvabebi, otra ciudad de similares características, solamente que de dimensiones mucho más reducidas. A esta no se puede acceder, suponemos que debido al riesgo de derrumbe. Nos conformamos con contemplarla desde lo lejos.
Emprendimos el regreso hacia Borjomi, durante el cual fuimos haciendo un buen número de paradas. La siguiente fue en el fuerte Khertvisi, junto a un recodo de la carretera. El lugar es muy impresionante desde fuera, pero por dentro no vale la pena en absoluto. Apenas quedan un par de construcciones sin interés alguno.
Muy cerca de Vardzia se halla Vanis Kvabebi, otra ciudad de similares características, solamente que de dimensiones mucho más reducidas. A esta no se puede acceder, suponemos que debido al riesgo de derrumbe. Nos conformamos con contemplarla desde lo lejos.
Emprendimos el regreso hacia Borjomi, durante el cual fuimos haciendo un buen número de paradas. La siguiente fue en el fuerte Khertvisi, junto a un recodo de la carretera. El lugar es muy impresionante desde fuera, pero por dentro no vale la pena en absoluto. Apenas quedan un par de construcciones sin interés alguno.
En las afueras de Ajaltsije, en lo alto de una montaña, encontramos el monasterio de Sapara. La carretera de la montaña termina en el propio monasterio. Durante nuestro itinerario, tanto por Georgia como por Armenia, visitamos bastantes monasterios; en la mayoría de ellos, nos quedamos con el mismo sabor de boca: una ubicación magnífica, pero con un interior sin ningún elemento destacable. En general, suelen estar junto a un lago o en lo alto de una montaña cubierta de vegetación. Los interiores, salvo alguna excepción, son todos muy parecidos.
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Bajamos la montaña hasta Ajaltsije y allí visitamos Rabati, la ciudad vieja que ha sido reconvertida en una especie de parque temático. Quedan ciertos restos originales del lugar, pero la mayoría de edificios (incluida la muralla) han sido reconstruidos. Tiene todo un aire de decorado de cartón piedra bastante intenso.
A pesar de ello, cuenta con un par de lugares interesantes, como el interior de la mezquita o la vista general desde lo alto del castillo. También tiene algún que otro jardín agradable.
A pesar de ello, cuenta con un par de lugares interesantes, como el interior de la mezquita o la vista general desde lo alto del castillo. También tiene algún que otro jardín agradable.
Con esta última parada dimos por concluidas las visitas del día, así que volvimos a Borjomi y cenamos en Bergi, un restaurante que cuenta con un magnífico surtido de vinos de Georgia. Allí probamos nuevamente khinkali y dolma.
El día siguiente fue nuestro último día de visitas como tal, ya que nuestro vuelo de regreso estaba programado dos días después. Emprendimos la vuelta a Tiflis y de camino paramos a visitar Uplistsikhe, otra ciudad de cuevas, aunque bastante diferente a Vardzia. En Uplistsikhe todas las cuevas reposaban sobre un promontorio (más o menos plano) junto a un río, por lo que no había que subir y bajar tanto. Además, el hecho de que la ciudad estuviese construida en llano, permitió a sus habitantes crear espacios más grandes. |
Parece que, en su momento de mayor ocupación, vivieron unas veinte mil personas, por lo que, como puede verse, sus dimensiones originales debían ser imponentes. Hoy en día hay excavaciones arqueológicas en curso, siendo la parte que se puede visitar razonablemente pequeña.
Uplistsikhe se encuentra a las afueras de Gori, ciudad natal de Stalin. Como anécdota, se cuenta que la única estatua de Stalin que queda en pie en todo el mundo está allí.
De regreso a Tiflis, lo primero que hicimos fue ir a dejar nuestras pertenencias al hotel. Después fuimos a devolver el coche. Esa tarde nos acercamos a la catedral de la Santísima Trinidad, un moderno edificio erigido sobre una pequeña colina, visible desde casi cualquier parte de la ciudad. Está ubicado en un recinto muy grande, en lo alto de una escalinata. A pesar de ser una construcción moderna, guarda una clara similitud con una iglesia georgiana tradicional, aunque de marcado carácter vertical: es la tercera catedral ortodoxa más alta del mundo.
De regreso a Tiflis, lo primero que hicimos fue ir a dejar nuestras pertenencias al hotel. Después fuimos a devolver el coche. Esa tarde nos acercamos a la catedral de la Santísima Trinidad, un moderno edificio erigido sobre una pequeña colina, visible desde casi cualquier parte de la ciudad. Está ubicado en un recinto muy grande, en lo alto de una escalinata. A pesar de ser una construcción moderna, guarda una clara similitud con una iglesia georgiana tradicional, aunque de marcado carácter vertical: es la tercera catedral ortodoxa más alta del mundo.
Después de visitarla, nos acercamos hacia el río. Nos quedamos en la parte alta de ese lado de la ciudad, contemplando la magnífica vista que había desde allí. Tiflis fue, sin duda, una de las joyas de nuestro recorrido por Armenia y Georgia.
En líneas generales, diríamos que nos gustó más Georgia; cuenta con más lugares turísticos de interés, más espectaculares que los de Armenia. Aunque, si algo destacaríamos de ambos países, es que son bastante baratos para el turista de Europa Occidental. Además, se come de maravilla en los dos.