Italia
Milán y los lagos
Este viaje fueron en realidad dos pequeñas salidas. Hicimos primero una escapada con unos amigos a Bérgamo, durante la cual nos alquilamos un coche para visitar los lagos Como y Maggiore. Unos meses más tarde, ya solos, fuimos a pasar un fin de semana a Milán. En ambos casos volamos al aeropuerto de Orio al Serio, que se encuentra junto a la ciudad de Bérgamo y a algo menos de una hora en autobús de Milán.
Por seguir un orden cronológico comenzaremos por la visita a Bérgamo y los lagos para después relatar el fin de semana milanés.
Este viaje fueron en realidad dos pequeñas salidas. Hicimos primero una escapada con unos amigos a Bérgamo, durante la cual nos alquilamos un coche para visitar los lagos Como y Maggiore. Unos meses más tarde, ya solos, fuimos a pasar un fin de semana a Milán. En ambos casos volamos al aeropuerto de Orio al Serio, que se encuentra junto a la ciudad de Bérgamo y a algo menos de una hora en autobús de Milán.
Por seguir un orden cronológico comenzaremos por la visita a Bérgamo y los lagos para después relatar el fin de semana milanés.
Marzo de 2017
Bérgamo
Nada más aterrizar en Bérgamo recogimos el coche de alquiler y fuimos hasta el alojamiento que habíamos reservado en la ciudad. Optamos por Botton D’Oro, un bed & breakfast con aparcamiento muy bien ubicado junto a la ciudad alta. Aparcar en Bérgamo tiene cierta complicación. De hecho, en la ciudad alta solamente está permitido el tránsito a vehículos residentes, por lo que dejamos el coche en el alojamiento y no lo movimos hasta el día siguiente.
Nada más aterrizar en Bérgamo recogimos el coche de alquiler y fuimos hasta el alojamiento que habíamos reservado en la ciudad. Optamos por Botton D’Oro, un bed & breakfast con aparcamiento muy bien ubicado junto a la ciudad alta. Aparcar en Bérgamo tiene cierta complicación. De hecho, en la ciudad alta solamente está permitido el tránsito a vehículos residentes, por lo que dejamos el coche en el alojamiento y no lo movimos hasta el día siguiente.
La ciudad alta (o città alta, como le dicen ellos) se ubica en lo alto de una colina y está totalmente amurallada. Se puede acceder a ella por una de sus cuatro puertas o en funicular. Nosotros entramos por la Porta Sant’Agostino, la más cercana al alojamiento. Lo primero que hicimos fue hacer una parada para reponer fuerzas en una pequeña pizzería llamada Pizza alla Fara. Resultaron muy ricas y, sobre todo, muy bien de precio. Comenzamos la visita entrando en la iglesia San Michele al Pozzo Bianco, situada sobre un antiguo pozo (de ahí el nombre) y que cuenta con bonitos frescos.
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Seguimos ascendiendo por la calle en dirección al centro de la ciudad alta. Al llegar a Via Gombito encontramos una pastelería donde servían cannoli siciliani; no pudimos resistirnos a hacer un alto: nos encanta este dulce típico de Sicilia que afortunadamente se puede degustar en más regiones de Italia.
Siguiendo por la Via Gombito llegamos hasta la Piazza Vecchia. En esta plaza se pueden admirar dos palacios, un teatro y una torre. Hay también una arcada que comunica esta plaza con la Piazza Duomo, que es mucho más pequeña y más espectacular.
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En la plaza del Duomo encontramos la catedral de Bérgamo, con un interior un tanto austero para ser una catedral. En la misma plaza se ubica la Basilica di Santa Maria Maggiore, mucho más fastuosa. Curiosamente esta basílica tiene una puerta de entrada pequeña. Aunque su interior es un tanto ecléctico, es más conocida y visitada que la catedral. En ella reposan los restos de Donizetti, renombrado compositor de ópera y uno de los bergamascos más internacionales.
Todavía en la plaza del Duomo, junto a la Basílica, se halla la Capella Colleoni, una pequeña capilla que alberga la tumba de Bartolomeo Colleoni y cuya mayor curiosidad turística es que en la reja de la entrada a la capilla hay un escudo con tres testículos que, según dicen, eran los que tenía el tal Colleoni.
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El escudo está muy pulido porque parece que quien los toca aumenta su potencia viril. Obviamente, los turistas no podemos quedarnos impasibles ante semejante leyenda.
En la Piazza Duomo hay todavía un último edificio: un pequeño baptisterio de forma octogonal.
Una vez hubimos entrado en todos estos edificios y tras contemplarlos por dentro, volvimos a la Piazza Vecchia y continuamos atravesando la ciudad alta hasta salir por la Porta Sant’Alessandro. Esta puerta se encuentra junto al funicular que sube hasta el Castelo di San Vigilio, todavía más arriba que la ciudad alta. Nos subimos al funicular y llegamos hasta el castillo, que para nuestra desgracia acababan de cerrar. Tuvimos que conformarnos con disfrutar de las bonitas vistas de la ciudad alta que se veían desde allí.
Decidimos emprender la bajada del castillo caminando. Volvimos a entrar en la ciudad alta atravesando la Porta Sant’Alessandro y, para no repetir itinerario, bajamos por el Viale delle Mura, desde donde se podía ver ya parte de la ciudad baja. Salimos de la fortificación por la Porta San Giacomo y bajamos la escaleras hasta la ciudad baja.
Dimos un paseo por esa parte de Bérgamo, que aunque quizá turísticamente hablando es menos interesante, a nosotros nos pareció muy agradable.
Cuando anocheció nos fuimos a cenar. Habíamos reservado en un local llamado DeGusto Birra & Cucina donde, además de beber buena cerveza, cenamos espléndidamente. Nos gustaron especialmente los gnocchi con remolacha y el risotto de vieiras y alcachofas. Y de postre una crème brûlée insuperable.
Cuando anocheció nos fuimos a cenar. Habíamos reservado en un local llamado DeGusto Birra & Cucina donde, además de beber buena cerveza, cenamos espléndidamente. Nos gustaron especialmente los gnocchi con remolacha y el risotto de vieiras y alcachofas. Y de postre una crème brûlée insuperable.
Lago di Como
Al día siguiente teníamos programado visitar el Lago di Como. Condujimos desde Bérgamo hasta Bellagio, población ubicada en el vértice que divide el lago en dos brazos. Aparcamos el coche cerca del centro y nos pusimos a caminar por la vereda junto al agua. Desde allí ya pudimos contemplar las bonitas vistas de los pueblos y las montañas de la otra parte del lago.
Una vez atravesamos el embarcadero subimos por uno de los empinados callejones hasta la parte alta de Bellagio. Salimos a la altura de la iglesia. Tras visitarla, emprendimos tranquilamente el camino de vuelta por la parte alta. Recorrimos la Via Giuseppe Garibaldi hasta llegar al ayuntamiento. Frente a este vimos un acceso a un camino empedrado que nos llamó la atención y decidimos recorrerlo a ver dónde nos llevaba. Resultó que bajaba hasta la parte de detrás de Bellagio, donde había un pequeño y tranquilo puerto con unas cuantas embarcaciones atracadas. |
Siguiendo nuestro instinto por las callejuelas, conseguimos volver a la parte alta y bajamos hasta el embarcadero atravesando un parque. Decidimos dar por terminada la visita y preguntamos los horarios de los transbordadores que cruzaban el lago. Justo salía uno en unos minutos, así que rápidamente fuimos a por el coche y lo subimos al ferry para cruzar hasta Cadenabbia. Una vez el barco hubo comenzado a cruzar el lago pudimos obtener bonitas panorámicas de Bellagio desde el agua.
Tras atracar en Cadenabbia condujimos hasta Menaggio, que sería lo más al norte que llegaríamos del lago Como. En Menaggio nos salimos de la carretera principal y aparcamos en la calle que discurre junto al lago. La zona más animada de esta población resultó ser la Piazza Giuseppe Garibaldi. Allí encontramos una heladería llamada “La Fábrica del Gelato” que tenía muy buena pinta. Puesto que tanto nosotros como nuestros amigos tenemos cierta adicción a los helados, tuvimos que hacer una parada para probar. Resultaron cremosos y ricos, como suelen ser los helados italianos; nos gustó especialmente el de pistacho. |
Dimos una pequeña vuelta por esta población y descubrimos algún pequeño rincón interesante. De vuelta en el coche comenzamos a bajar en dirección a Como hasta llegar a Villa Carlotta. Tanto el lago Como como el Maggiore están llenos de villas con mansiones y jardines, algunas de las cuales se pueden visitar. El problema es que casi todas abren al turismo a finales de marzo o principios de abril. Como nuestro viaje tuvo lugar a mediados de marzo, la mayoría estaban aún cerradas. Como vimos que Villa Carlotta estaba abierta, decidimos parar a visitarla.
Los jardines de esta villa son un pequeño botánico, con plantas y árboles traídos de muchos rincones del planeta. En la taquilla, al pagar la entrada, nos dieron un mapa con una propuesta de recorrido por los jardines que decidimos seguir.
Los jardines de esta villa son un pequeño botánico, con plantas y árboles traídos de muchos rincones del planeta. En la taquilla, al pagar la entrada, nos dieron un mapa con una propuesta de recorrido por los jardines que decidimos seguir.
Fue un paseo muy agradable, a pesar de que algunas de las especies que venían en el mapa no las reconocimos: suponemos que debido a la época temprana todavía no estaban en flor.
El terreno en el que se asientan los jardines está en general ligeramente elevado, por lo que desde varios puntos se veían bonitas vistas del otro lado del lago. El itinerario finalizaba en la propia villa, reconvertida en un pequeño museo.
El terreno en el que se asientan los jardines está en general ligeramente elevado, por lo que desde varios puntos se veían bonitas vistas del otro lado del lago. El itinerario finalizaba en la propia villa, reconvertida en un pequeño museo.
La visita estuvo muy bien y nos permitió hacernos una idea de lo que son las villas del lago de Como.
La siguiente parada la hicimos en Lenno. Aprovechamos para comer algo, con más pena que gloria, aunque afortunadamente en Lenno había también una sucursal de “La Fábrica del Gelato”, por lo que repetimos el helado de pistacho. En Lenno subimos una pequeña colina para contemplar las vistas, tanto de la propia población como del lago. Debido a que el número de poblaciones junto al lago es relativamente elevado, tuvimos que ser un poco selectivos pues solamente teníamos un día para visitarlo. |
Continuamos hasta Brienno. Este pequeño pueblo no suele venir en las guías, por lo que no es demasiado turístico; sin embargo, a nosotros nos gustó. Tiene una pequeña red de intrincados pasadizos por debajo de las casas que llegan hasta el agua.
La visita fue corta pues el lugar no daba para más, pero no estuvo mal estar los cuatro solos paseando durante un rato.
La visita fue corta pues el lugar no daba para más, pero no estuvo mal estar los cuatro solos paseando durante un rato.
La penúltima parada del día fue en Cernobbio. Esta localidad estaba abarrotada de gente y de coches, no sabemos si por su proximidad a Como. Caminamos un poco por el paseo marítimo, donde vimos que había una concurrida terminal de transbordadores que unían Cernobbio con distintas poblaciones del lago.
Como empezaba a atardecer, decidimos acortar la estancia en Cernobbio para poder ver Como. Habíamos reservado un alojamiento no muy céntrico para poder aparcar el coche sin problemas. En cuanto dejamos nuestros bártulos en las habitaciones nos encaminamos hacia el casco antiguo.
Comenzamos atravesando la Piazza Alessandro Volta y caminamos hasta la Piazza Cavour, donde había un montón de puestos de comida y de dulces: allí nos entregamos un poco al chocolate.
Comenzamos atravesando la Piazza Alessandro Volta y caminamos hasta la Piazza Cavour, donde había un montón de puestos de comida y de dulces: allí nos entregamos un poco al chocolate.
Desde ahí fuimos hasta la catedral. Como estaban celebrando misa, decidimos no entrar; tuvimos que conformarnos con contemplar el exterior. La fachada principal nos pareció bastante espectacular.
Continuamos paseando por el centro mientras iba anocheciendo, hasta que decidimos que era el momento de tomar el típico piscolabis lombardo: muchos locales sirven por la tarde un aperitivo consistente en una consumición (con un precio fijo) acompañada de una serie de pequeños bocados.
Nosotros decidimos hacerlo a lo grande, así que nos acercamos al restaurante “I Tigli in Theoria”. El local, que cuenta con una estrella Michelín, estaba cerrado esa noche, pero nosotros nos dirigimos directamente al bar, que sí estaba abierto.
Encontramos un ambiente muy moderno y una buena barra, en la que nos sentamos a tomar unos cócteles. Nos los sirvieron con una buena y original variedad de aperitivos.
Nosotros decidimos hacerlo a lo grande, así que nos acercamos al restaurante “I Tigli in Theoria”. El local, que cuenta con una estrella Michelín, estaba cerrado esa noche, pero nosotros nos dirigimos directamente al bar, que sí estaba abierto.
Encontramos un ambiente muy moderno y una buena barra, en la que nos sentamos a tomar unos cócteles. Nos los sirvieron con una buena y original variedad de aperitivos.
Cuando hubimos dado buena cuenta de la bebida y la comida fuimos a cenar a una trattoria, que no resultó ser nada del otro mundo.
Lago Maggiore
Al día siguiente le tocó el turno al lago Maggiore. Comenzamos conduciendo hasta Arona. Subimos con el coche directamente hasta el parque de la Roca, desde donde se suponía que había una bonita vista.
Lago Maggiore
Al día siguiente le tocó el turno al lago Maggiore. Comenzamos conduciendo hasta Arona. Subimos con el coche directamente hasta el parque de la Roca, desde donde se suponía que había una bonita vista.
Desafortunadamente, parece que el parque cierra los lunes (justo el día de nuestra visita), así que nos quedamos con las ganas. Ya que estábamos en Arona nos acercamos hasta la colina donde se halla la descomunal estatua del cardenal Carlos Borromeo.
La siguiente población en la que paramos fue Stressa. Se trata del centro turístico más importante del lago. Desde ahí parten los transbordadores para visitar las islas Borromeas. También es desde donde parte el teleférico que sube hasta el monte Mottarone. Nosotros no pudimos hacer ninguna de las dos actividades: la primera porque las villas y los jardines de las islas estaban todavía cerrados; la segunda porque había nubes bajas y no se veía nada desde lo alto del monte.
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Tuvimos que conformarnos con dar una vuelta por la localidad. Decidimos sobre la marcha improvisar un brunch, así que entramos en un supermercado, compramos unos cuantos productos típicos de charcutería y quesos, un poco de pan y unas bebidas y nos acercamos al embarcadero para comerlo sentados junto al lago. Al menos esa parte nos salió bien.
Continuando un poco hacia el norte de Stressa paramos en Baveno. Comenzamos paseando por el paseo marítimo desde donde pudimos contemplar una bonita vista de algunas de las islas Borromeas.
Después fuimos hasta el complejo monumental de Santi Gervaso e Protaso. Está compuesto por una iglesia, un baptisterio y un corredor con arcos donde está representado el via crucis. Nos pareció un conjunto muy bonito.
De vuelta al coche nos desplazamos hasta Verbania, última parada que haríamos en el lago Maggiore. Esta población fue muy apreciada por la nobleza y la burguesía: la denominaron “la reina del lago”.
Aparcamos en la Piazza Giuseppe Garibaldi y caminamos por el paseo marítimo contemplando los edificios a un lado y el lago al otro. En un momento dado nos metimos por una callejuela y deambulamos un rato por las estrechas calles del centro.
Aparcamos en la Piazza Giuseppe Garibaldi y caminamos por el paseo marítimo contemplando los edificios a un lado y el lago al otro. En un momento dado nos metimos por una callejuela y deambulamos un rato por las estrechas calles del centro.
Encontramos una panadería y pastelería llamada Spiga D’Oro que tenía una pinta bárbara, así que entramos a comprar unos cuantos víveres, salados y dulces, que nos comimos en un banco junto al coche.
Fue una visita corta, pero el tiempo se acababa. Para esa noche habíamos reservado un alojamiento junto al aeropuerto, en la localidad de Orio al Serio. El lugar estaba a unos quince minutos caminando, aunque nosotros haríamos ese trayecto en coche. El motivo de escoger ese lugar era que al día siguiente teníamos el vuelo de vuelta a casa muy, muy temprano.
Así que tras pasear por Verbania volvimos al coche y condujimos hasta Orio al Serio. Tras dejar las cosas en el alojamiento buscamos un sitio para cenar. A pesar de que no había demasiadas opciones por la zona, encontramos una pizzería llamada Il giardinetto donde nos tomamos unas pizzas bien ricas.
Fue una visita corta, pero el tiempo se acababa. Para esa noche habíamos reservado un alojamiento junto al aeropuerto, en la localidad de Orio al Serio. El lugar estaba a unos quince minutos caminando, aunque nosotros haríamos ese trayecto en coche. El motivo de escoger ese lugar era que al día siguiente teníamos el vuelo de vuelta a casa muy, muy temprano.
Así que tras pasear por Verbania volvimos al coche y condujimos hasta Orio al Serio. Tras dejar las cosas en el alojamiento buscamos un sitio para cenar. A pesar de que no había demasiadas opciones por la zona, encontramos una pizzería llamada Il giardinetto donde nos tomamos unas pizzas bien ricas.
Septiembre de 2017
Milán
Para nuestra escapada de fin de semana a Milán volamos nuevamente hasta el aeropuerto de Orio al Serio en Bérgamo. Allí hay tres compañías de autobuses que ofrecen el servicio directo hasta la estación central de tren de Milán. Preguntamos en los tres mostradores y, como tenían el mismo precio, nos subimos en el bus que primero salió.
El trayecto duró aproximadamente una hora. A nuestra llegada a Milano Centrale tomamos el metro hasta nuestro alojamiento. En esa ocasión optamos por reservar un apartamento a través de Airbnb. Estuvimos mirando hoteles en Milán, pero los precios nos parecieron excesivos y la calidad de los mismos tampoco nos llamaba positivamente la atención, así que miramos en Airbnb. Allí encontramos opciones mucho más ajustadas de precio y con mejores comodidades. Reservamos un apartamento un poco alejado del centro, pero al lado de una boca de metro; fue una decisión muy acertada. El apartamento era muy cómodo y tenía todo lo necesario para un fin de semana. La dueña era una amable milanesa a la que le ayudaba con los idiomas una vecina políglota. Entre ambas nos dieron muy buenas recomendaciones para conocer la ciudad, especialmente en lo que respecta a la iglesia de San Maurizio, que no venía en nuestra guía (y que, por tanto, no teníamos planeado visitar).
Una vez nos hubimos acomodado en el apartamento hicimos un poco de compra para el desayuno en un supermercado cercano y nos fuimos a cenar. Tomamos nuevamente el metro hasta la parada de Crocetta y nos encaminamos hacia Pizza AM. Este mítico local sirve muy pocas variedades de pizza, pero la masa es exquisita. Normalmente cuando uno llega a un restaurante no le gusta esperar, pero Pizza AM es una excepción: un simpático camarero te apunta en una lista. Para que se te haga más llevadera la espera (en medio de la calle), con una amable sonrisa te invita a una focaccia y a una copa de prosecco… que va reponiendo cada vez que se acaba.
Una vez dentro, se degusta la pizza. De postre invitan a un chupito. Todo lleno de simpatía y buen humor.
Para nuestra escapada de fin de semana a Milán volamos nuevamente hasta el aeropuerto de Orio al Serio en Bérgamo. Allí hay tres compañías de autobuses que ofrecen el servicio directo hasta la estación central de tren de Milán. Preguntamos en los tres mostradores y, como tenían el mismo precio, nos subimos en el bus que primero salió.
El trayecto duró aproximadamente una hora. A nuestra llegada a Milano Centrale tomamos el metro hasta nuestro alojamiento. En esa ocasión optamos por reservar un apartamento a través de Airbnb. Estuvimos mirando hoteles en Milán, pero los precios nos parecieron excesivos y la calidad de los mismos tampoco nos llamaba positivamente la atención, así que miramos en Airbnb. Allí encontramos opciones mucho más ajustadas de precio y con mejores comodidades. Reservamos un apartamento un poco alejado del centro, pero al lado de una boca de metro; fue una decisión muy acertada. El apartamento era muy cómodo y tenía todo lo necesario para un fin de semana. La dueña era una amable milanesa a la que le ayudaba con los idiomas una vecina políglota. Entre ambas nos dieron muy buenas recomendaciones para conocer la ciudad, especialmente en lo que respecta a la iglesia de San Maurizio, que no venía en nuestra guía (y que, por tanto, no teníamos planeado visitar).
Una vez nos hubimos acomodado en el apartamento hicimos un poco de compra para el desayuno en un supermercado cercano y nos fuimos a cenar. Tomamos nuevamente el metro hasta la parada de Crocetta y nos encaminamos hacia Pizza AM. Este mítico local sirve muy pocas variedades de pizza, pero la masa es exquisita. Normalmente cuando uno llega a un restaurante no le gusta esperar, pero Pizza AM es una excepción: un simpático camarero te apunta en una lista. Para que se te haga más llevadera la espera (en medio de la calle), con una amable sonrisa te invita a una focaccia y a una copa de prosecco… que va reponiendo cada vez que se acaba.
Una vez dentro, se degusta la pizza. De postre invitan a un chupito. Todo lleno de simpatía y buen humor.
Nosotros para continuar con el buen humor nos acercamos a Lacerba, una coctelería que está a la vuelta de la esquina de Pizza AM. Allí nos sentamos en la barra y nos tomamos unos cócteles. El lugar estaba muy animado y los bartenders no paraban de agitar las cocteleras. Fue un buen inicio de fin de semana.
El día siguiente comenzamos la visita de la ciudad por el cementerio monumental. Quizá no resulte muy ortodoxo comenzar la visita a una ciudad por su cementerio, pero por la ubicación nos venía muy bien hacerlo así.
Este lugar es como un museo al aire libre. Mas allá de algunos mausoleos un tanto estrambóticos, hay una gran cantidad de esculturas y de edificaciones que hacen que valga la pena el paseo. Eso sí, todo muy variopinto.
Este lugar es como un museo al aire libre. Mas allá de algunos mausoleos un tanto estrambóticos, hay una gran cantidad de esculturas y de edificaciones que hacen que valga la pena el paseo. Eso sí, todo muy variopinto.
De ahí fuimos caminando hasta Corso Como, una pequeña calle peatonal llena de tiendas modernas. Nos llamó la atención especialmente la del número 10, concebida como una tienda-museo-bar-restaurante. La calle termina en la Piazza XXV Aprile, donde se encuentra Eataly. Este edificio de tres plantas es el paraíso de los gourmets: en la planta baja hay un supermercado surtido principalmente de especialidades gastronómicas italianas, mientras que en la primera y la segunda están las secciones de vinos, queso y charcutería, además de varios lugares para comer.
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Eataly es un movimiento creado por un empresario italiano enamorado de la cocina de su país que ha traspasado sus fronteras: ya ha llegado a Nueva York, Tokio, Munich, Chicago… Vamos, que si nos pusieran uno cerca de casa nos harían la mar de felices.
Tras esta parada recorrimos el Corso Garibaldi hasta el barrio de Brera. Ya en el centro nos acercamos hasta la Piazza della Scala. En esta plaza se yergue el Teatro alla Scala, uno de los teatros de ópera más famosos del mundo. Su fachada, sin embargo, no le hace honor, pues carece de atractivo alguno. Al otro lado de la plaza está la Galleria Vittorio Emanuele II. Es un conjunto con planta de cruz y una bóveda muy alta en el centro. Bajo la misma, en el suelo, están representados en forma de mosaicos los escudos de Turín, Florencia, Milán y Roma.
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El de Roma es fácilmente reconocible (la loba amamantando a Rómulo y Remo), pero el más popular es el de Milán; no porque estemos en esa ciudad, sino porque reproduce una figura de un toro sobre cuyos testículos hay que hacer un giro completo para que se cumpla un deseo. Parece que esa parte del mosaico la tienen que renovar a menudo porque los turistas insistimos mucho en pisar en esta zona de la galería.
Por lo demás, la galería está llena de tiendas de marcas mundialmente conocidas y de gente que la abarrota a todas horas.
Por lo demás, la galería está llena de tiendas de marcas mundialmente conocidas y de gente que la abarrota a todas horas.
En la entrada opuesta de la galería hay un arco del triunfo bastante majestuoso. En ese mismo lado se encuentra la Piazza del Duomo, presidida por la catedral de Milán y, sin duda, el lugar más espectacular de la ciudad.
La catedral es un tanto atípica, pues no tiene torres y su fachada es muy diferente de lo que uno espera. El edificio tiene unas dimensiones colosales, dominando enteramente la plaza. El acceso a su interior es de pago. Ofrecen una entrada combinada que permite subir a lo que llaman “las terrazas” (la parte superior de la nave central) y al museo de la catedral, que se halla en otro edificio, junto a la iglesia de San Gotardo (que también se visita con esta entrada).
Vimos que había una cola enorme para acceder al interior, por lo que decidimos ir a comer con la esperanza de que más tarde hubiese menos gente. Vana esperanza. Pasamos antes por la iglesia Santa Maria presso San Satiro, cuyo principal interés radica en que la parte posterior al altar es una especie de trampantojo: apenas tiene profundidad pero está decorada para que lo parezca. Así, si se contempla desde lejos la óptica engaña. Solo cuando uno se acerca se da cuenta del trabajo tan bueno que hizo el artista. |
Tras la curiosa iglesia fuimos a comer a SolwSud, un sitio de comida casera muy cercano a la Piazza del Duomo y muy popular entre los trabajadores de la zona. De hecho, nos dio la sensación de ser los únicos turistas. Nos encantó el plato de pasta del día: spaghetti alla chitarra con ragú de cigalas. Exquisito. De ahí fuimos a tomar un helado a Ciacco, donde probamos uno de chocolate con remolacha que nos encantó. |
Después nos acercamos al Duomo. Compramos las entradas y decidimos comenzar la visita por las terrazas. Para subir se puede escoger la opción de escaleras o ascensor (obviamente una más barata que la otra). Con la intención de ahorrar tiempo nos decidimos por la del ascensor; no sabemos si fue muy buena idea. Tuvimos que hacer una cola de aproximadamente hora y media hasta que llegamos al ascensor.
Una vez arriba se sale al exterior y se recorre la parte izquierda de la catedral mientras se va pasando por multitud de arcos y contemplando las cientos de estatuas que la decoran.
Una vez arriba se sale al exterior y se recorre la parte izquierda de la catedral mientras se va pasando por multitud de arcos y contemplando las cientos de estatuas que la decoran.
Al final hay unas escaleras que suben hasta la parte de la nave central, donde se puede ver también la otra parte de la catedral. La visita es realmente interesante y curiosa.
De vuelta a la calle tocó hacer cola para entrar al interior. En esta ocasión no fueron más de cuarenta y cinco minutos. El interior es bastante monumental, con cincuenta y dos columnas de grandes dimensiones.
La iluminación era bastante tenue. Junto al altar vimos un candelabro en forma de árbol que nos llamó la atención.
A la salida visitamos el museo del Duomo y la iglesia de San Gotardo (que está unida al museo y ha sido reconvertida en sala de exposiciones).
La iluminación era bastante tenue. Junto al altar vimos un candelabro en forma de árbol que nos llamó la atención.
A la salida visitamos el museo del Duomo y la iglesia de San Gotardo (que está unida al museo y ha sido reconvertida en sala de exposiciones).
Como habíamos invertido casi toda la tarde en la catedral, decidimos dar por finalizadas las visitas del día y cogimos el metro para ir hasta Navigli. En este barrio se pueden contemplar los dos canales que aún se conservan de épocas pasadas en las que Milán contaba con un río navegable. La zona ahora está plagada de bares y restaurantes, especialmente el Naviglio Grande, con terrazas a ambos lados del canal. El lugar es bastante agradable y es el sitio ideal para tomar el aperitivo vespertino.
De los muchos sitios que había, nosotros escogimos el Mag Cafè, que cuenta con una original carta de cócteles en forma de plano de metro. Las bebidas que pedimos fueron espectaculares. El aperitivo era bastante sencillo pero ilimitado: cada vez que vaciábamos el plato nos lo cambiaban por otro lleno. Al salir de este local decidimos visitar otro sitio y nos acercamos a Rita. Si bien no está propiamente en el canal, se encuentra en una calle adyacente. Allí nos tomamos otros dos cócteles muy ricos. También nos sirvieron un aperitivo bastante generoso en cuanto a cantidad, aunque nada del otro mundo en cuanto a calidad. |
Aún así dimos buena cuenta de la comida en ambos locales, por lo que no cenamos nada más y nos conformamos con tomar un cannolo siciliano.
Navigli por la noche estaba casi más abarrotado que por la tarde cuando llegamos.
Navigli por la noche estaba casi más abarrotado que por la tarde cuando llegamos.
El día siguiente salimos del apartamento y fuimos caminando hasta Corso Sempione. Para ello tuvimos que atravesar un moderno parque llamado Tre Torri City Life, a pesar de que todavía no había más que dos torres construidas. Frente a las torres hay dos complejos residenciales muy modernos, uno diseñado por Libeskind y el otro por Zaha Hadid.
Una vez llegamos al Corso Sempione caminamos hasta la Piazza Sempione, donde pudimos contemplar el Arco della Pace, situado en una gran rotonda peatonal que marca el inicio del Parco Sempione.
Paseamos un poco por el parque, que a esas horas de la mañana solamente reunía a deportistas y propietarios de perros, y llegamos hasta la parte de atrás del Castelo Sforzesco, ubicado al otro lado del parque.
La entrada al castillo es gratuita, si bien el ingreso en las dependencias es de pago ya que albergan diferentes museos. Nosotros estuvimos deambulando por los diferentes patios del castillo, algunos bastante espectaculares, hasta llegar al amplio recinto de la entrada, dominado por dos almenas muy anchas, una muralla muy bien conservada y la torre por donde se entra, que para nosotros fue la salida.
La entrada al castillo es gratuita, si bien el ingreso en las dependencias es de pago ya que albergan diferentes museos. Nosotros estuvimos deambulando por los diferentes patios del castillo, algunos bastante espectaculares, hasta llegar al amplio recinto de la entrada, dominado por dos almenas muy anchas, una muralla muy bien conservada y la torre por donde se entra, que para nosotros fue la salida.
Desde ahí fuimos en metro hasta la Via Marcello Malpighi. Esta pequeña calle está plagada de edificios cuyas fachadas están llenas de detalles ornamentales.
En Porta Venezia tomamos el tranvía que nos llevó hasta la Piazza XXIV Maggio, puerta de entrada del barrio de Navigli. Como era de esperar, Navigli ofrece una imagen bien distinta por la mañana de la que ofrece al atardecer. Nosotros fuimos hasta allí para las siguientes visitas, que podríamos denominar “la ruta de las iglesias”. Pero antes pasamos por el restaurante Taglio, donde nos comimos un risotto alla milanesa.
Comenzamos a visitar iglesias por la Basilica di Sant'Eustorgio, que tuvimos que conformarnos con ver por fuera ya que estaba cerrada.
Subiendo por el Corso di Porta Ticinese en dirección a la siguiente hicimos una parada en la Gelateria della Musica para degustar unos helados. Se podrá ver a estas alturas que una de las especialidades que más nos gustan de Italia son sus cremosos helados.
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En la misma calle nos encontramos con la Basilica San Lorenzo Maggiore. Esta iglesia (la más antigua de Milán) tiene planta octogonal y frente a ella se pueden contemplar diversos restos romanos del siglo III.
La ruta continuó por la Basilica di Sant'Ambrogio, una de las más espectaculares. Tiene un amplio patio a la entrada (que estaba lleno de gente que acudía a una boda que iba a dar comienzo en breve) y un interior muy iluminado (imaginamos que por la celebración).
Para nosotros la más espectacular fue la iglesia de San Maurizio, que extrañamente no venía en nuestra guía, como hemos comentado antes. En un principio no teníamos planeado visitarla, pero como nuestra anfitriona y su amiga habían insistido tanto y además nos pillaba de paso, decidimos hacerlo. Fue todo un acierto.
Por fuera la iglesia es pequeña y no llama la atención. Pero dentro la cosa cambia. Para empezar, la nave central está totalmente dividida en dos estancias, a cuya parte de atrás se accede por una puerta lateral. Además, toda la iglesia está decorada con frescos del siglo XVI muy bien conservados. En la parte posterior encontramos el coro y el órgano, y en las paredes muchas escenas de la biblia, como el pecado original, la última cena o el arca de Noé. Una señora que estaba allí nos hizo reparar en la pintura del arca de Noé: en ella todos los animales están por parejas excepto los perros, que hay tres. Al parecer el autor no se pudo resistir a inmortalizar al suyo en la pintura. |
Tras la visita entendimos por qué a esta iglesia la llaman “la Capilla Sixtina de Milán”.
Aún nos quedaba una última iglesia, pero como todavía no era demasiado tarde, decidimos parar a tomar un café. La cultura del café en Italia es algo sin igual: lo toman a todas horas. En cualquier local que lo sirvan es muy común ver entrar a alguien que se acerca a la barra y dice sin más: un caffè (los más habladores dicen “mi fai un caffè?”). Por supuesto se refieren a un espresso. Cuando viajamos es una de las cosas que echamos más de menos, porque en muchos países es toda una quimera conseguir un café en condiciones que no sea un americano. Menos en Italia. Allí, prácticamente en cualquier lugar te hacen un café delicioso.
Esa tarde paramos en Marchesi, una pastelería y cafetería con mucha solera donde nos sirvieron un café exquisito con un panettone casero muy rico. |
Tras la parada dimos una vuelta por la Via Dante, que a esas horas estaba plagada de gente. De ahí nos fuimos hasta Santa Maria delle Grazie.
Junto a esta iglesia se encuentra el Cenacolo Vinciano, un museo con una única obra: la Última Cena de Leonardo da Vinci. Este fresco, que se hizo más famoso si cabe por ser el protagonista de una novela muy vendida en todo el mundo, se encuentra pintado en una pared del refectorio del antiguo convento de la iglesia. Para visitarlo conviene comprar las entradas por Internet con una cierta antelación. La visita dura quince minutos exactos (suficientes para ver una única obra) y conviene ser muy puntuales. El cupo es de treinta personas en cada visita.
La primera vez que entramos en la página web para comprar entradas no encontramos ninguna disponible. Sin embargo, habíamos leído que muchas agencias de viajes bloquean los espacios por si acaso; cuando se acerca la fecha los van liberando según el número de turistas que tengan, por lo que conviene mirar a menudo. Así que cuando volvimos a mirar, con la fecha mucho más próxima, encontramos hueco a las seis y media de la tarde. Por ese motivo dejamos la visita de Santa Maria delle Grazie para el final.
Entramos primero en la iglesia, cuyo interior lleno de arcos es muy bonito. Tiene también un pequeño claustro al que se puede acceder. Estuvimos un rato sentados dentro haciendo tiempo para la visita al Cenacolo hasta que llegó nuestro turno.
La primera vez que entramos en la página web para comprar entradas no encontramos ninguna disponible. Sin embargo, habíamos leído que muchas agencias de viajes bloquean los espacios por si acaso; cuando se acerca la fecha los van liberando según el número de turistas que tengan, por lo que conviene mirar a menudo. Así que cuando volvimos a mirar, con la fecha mucho más próxima, encontramos hueco a las seis y media de la tarde. Por ese motivo dejamos la visita de Santa Maria delle Grazie para el final.
Entramos primero en la iglesia, cuyo interior lleno de arcos es muy bonito. Tiene también un pequeño claustro al que se puede acceder. Estuvimos un rato sentados dentro haciendo tiempo para la visita al Cenacolo hasta que llegó nuestro turno.
Se accede a través de una sala de espera. A la hora reservada, se abre una puerta que comunica a otro claustro, que une la iglesia con el museo. Allí está la entrada a la sala donde está la Última Cena.
El sitio es muy especial. Tiene una iluminación escasa para no dañar el fresco, pero más que de sobra para disfrutarlo. Este se alza en la pared del fondo de la sala, delimitado por un pequeño muro. Parece que la obra comenzó a degradarse a los cinco años de haber sido pintada, por lo que ha sufrido muchas remodelaciones, aunque según parece la última ha sido la que ha devuelto la pintura a su estado más parecido a como era.
El fresco representa el momento en que Jesús comunica a sus apóstoles que uno de ellos lo va a traicionar, lo que le permite a Da Vinci reflejar en sus caras sus diferentes reacciones.
El sitio es muy especial. Tiene una iluminación escasa para no dañar el fresco, pero más que de sobra para disfrutarlo. Este se alza en la pared del fondo de la sala, delimitado por un pequeño muro. Parece que la obra comenzó a degradarse a los cinco años de haber sido pintada, por lo que ha sufrido muchas remodelaciones, aunque según parece la última ha sido la que ha devuelto la pintura a su estado más parecido a como era.
El fresco representa el momento en que Jesús comunica a sus apóstoles que uno de ellos lo va a traicionar, lo que le permite a Da Vinci reflejar en sus caras sus diferentes reacciones.
A los quince minutos exactos apareció una persona y nos encaminó hacia una puerta que daba directamente a la tienda del museo. El siguiente grupo estaba ya esperando.
Nuestra última cena particular en Milán fue en una pizzería llamada Briscola, que fue seleccionada como la mejor pizzería de Italia en 2015 según una revista italiana especializada en gastronomía. Nos gustó mucho, aunque preferimos la masa de Pizza AM que habíamos cenado la noche anterior. Pero las combinaciones y los sabores de Briscola resultaron muy acertados. Terminamos la noche tomando un helado en una gelateria cercana, donde probamos uno para veganos, con leche de arroz en vez de leche de vaca. Sin duda un sabor diferente. |
A la mañana siguiente madrugamos un poco, le devolvimos la llave a la casera y fuimos en metro hasta Centrale, donde nos había dejado el autobús a nuestra llegada del aeropuerto. Nuevamente estaban allí las tres empresas. Volvimos a escoger la que salía primero hacia el aeropuerto de Orio al Serio, donde cogimos el avión que nos trajo de vuelta a casa.