Grecia
Grecia continental (continuación)
Epiro
Las regiones del Peloponeso y Epiro están unidas por un espectacular puente atirantado de cuatro pilares. Situado a las afueras de Patras, hicimos una breve parada para contemplarlo antes de cruzarlo; primero desde la playa y, después, entrando en un antiguo fuerte que hay justo al lado del puente.
Una vez hubimos disfrutado de la vista de semejante obra de ingeniería, volvimos al coche y lo atravesamos rumbo al norte.
Las regiones del Peloponeso y Epiro están unidas por un espectacular puente atirantado de cuatro pilares. Situado a las afueras de Patras, hicimos una breve parada para contemplarlo antes de cruzarlo; primero desde la playa y, después, entrando en un antiguo fuerte que hay justo al lado del puente.
Una vez hubimos disfrutado de la vista de semejante obra de ingeniería, volvimos al coche y lo atravesamos rumbo al norte.
Como ese día teníamos un largo trayecto en coche, hicimos otro alto en el camino en Arta, ciudad fuera del circuito turístico. Aún así, nosotros aprovechamos la parada para hacer un par de visitas. Nada más aparcar el coche, caminamos por la peatonal calle Skoufa, centro de la ciudad, hasta llegar a la iglesia de la Panagia Parigoritissa, con un interior muy original: una sucesión de tres columnas sostienen la cúpula, donde aparece representado el típico pantocrátor bizantino.
A la salida de la iglesia nos dejamos llevar por nuestro olfato y encontramos un local donde había gente haciendo cola para pedir gyros en pan de pita. Decidimos sumarnos a la marea, e hicimos bien: fue el más rico y el más barato de todos los que probamos en nuestro viaje. Antes de dejar la ciudad, nos acercamos en coche hasta el antiguo puente de piedra de Arta, una bonita e interesante construcción sobre el río Árachthos.
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Continuamos la ruta y llegamos a media tarde a Zagoria, un municipio de Epiro ubicado en las montañas del Pindo y salpicado de bonitos pueblos. Buscamos alojamiento en la localidad de Monodendri y decidimos pernoctar en el hotel Zagori Philoxenia, un negocio familiar con un desayuno casero muy rico.
Antes de cenar dimos un paseo por el pueblo. Gran parte del mismo es peatonal, con calles estrechas, donde todo es de piedra; desde las casas, hasta las calles y aceras. Estaba bastante vacío, por lo que gozamos de un paseo muy agradable. Vimos muchos restaurantes, lo cual nos extrañó viendo la poca gente que había. En ese momento no podíamos sospechar que, al día siguiente, ese tranquilo y apacible pueblo se iba a abarrotar de enormes autobuses turísticos.
La mañana siguiente, después de degustar el desayuno casero al que antes hemos hecho referencia, volvimos a adentrarnos en el pueblo y caminamos hasta el monasterio de Agia Paraskevi. Lo más impactante de la región de Zagoria es la famosa garganta de Vikos, un profundo cañón por cuyo fondo discurre el río Voidomatis.
El monasterio de Agia Paraskevi está situado sobre el borde del cañón, por lo que las vistas desde ahí son impresionantes.
El monasterio de Agia Paraskevi está situado sobre el borde del cañón, por lo que las vistas desde ahí son impresionantes.
Ese día debimos de ser los primeros visitantes, porque no encontramos ni un alma; ni por el camino de piedras que conduce hasta el monasterio, ni en el propio monasterio.
La puerta principal estaba abierta, pero la mayoría del resto de puertas estaban cerradas, así que no llegamos a saber si alguien habita o no en él.
La puerta principal estaba abierta, pero la mayoría del resto de puertas estaban cerradas, así que no llegamos a saber si alguien habita o no en él.
Después de contemplar la vista, volvimos hacia el pueblo y nos encaminamos al sendero que baja hasta el río. Decidimos transitarlo un rato en busca de alguna bonita panorámica, siempre teniendo en cuenta que todo lo que bajásemos tendríamos que volver a subirlo.
El sendero desciende con cierto desnivel hacia el río. Cuando hubimos comprobado que todo el camino estaba rodeado de árboles y que no parecía que hubiera ningún punto panorámico, dimos media vuelta.
El sendero desciende con cierto desnivel hacia el río. Cuando hubimos comprobado que todo el camino estaba rodeado de árboles y que no parecía que hubiera ningún punto panorámico, dimos media vuelta.
Al llegar de nuevo al inicio del sendero, vimos un cartel con la indicación de “Grounia Place”, con una flecha señalando la dirección, y decidimos aventurarnos para ver adonde nos llevaba. Aunque no había un sendero como tal, sí encontramos pequeños montones de piedras indicando el camino. Dejándonos llevar a partes iguales por nuestro instinto y nuestro sentido de la orientación, conseguimos salir a una formación rocosa que parecía una plataforma, desde donde se veía una espectacular panorámica de la garganta de Vikos y, muy especialmente, del monasterio de Agia Paraskevi.
Disfrutamos mucho de la vista, constatando que los turistas habían comenzado a llegar: en el monasterio había un nutrido grupo de estudiantes adolescentes que no paraban de gritar.
Volvimos caminando hasta el pueblo, donde nos encontramos filas de autobuses colapsando la calle principal y turistas abarrotando las terrazas de los locales, completamente vacíos el día anterior.
Regresamos al coche y nos dirigimos hacia el mirador de Oxya. La carretera acaba en este punto panorámico, pero nosotros aparcamos un kilómetro antes, en una zona conocida como bosque de piedras, y decidimos ir caminando hasta el mirador desde allí, atravesando este particular lugar.
La primera parte del trayecto la hicimos sorteando estas curiosas formaciones rocosas, en las que parece que las piedras crecen del suelo.
Volvimos caminando hasta el pueblo, donde nos encontramos filas de autobuses colapsando la calle principal y turistas abarrotando las terrazas de los locales, completamente vacíos el día anterior.
Regresamos al coche y nos dirigimos hacia el mirador de Oxya. La carretera acaba en este punto panorámico, pero nosotros aparcamos un kilómetro antes, en una zona conocida como bosque de piedras, y decidimos ir caminando hasta el mirador desde allí, atravesando este particular lugar.
La primera parte del trayecto la hicimos sorteando estas curiosas formaciones rocosas, en las que parece que las piedras crecen del suelo.
A continuación llegamos a una explanada, donde nos encontramos a un pastor con sus cabras, y la recorrimos hasta el final para alcanzar el mirador. Según todas las guías, desde ese punto se disfruta de la mejor panorámica de la garganta.
El mirador como tal es un pequeño saliente donde se agolpan todos los turistas. Así que nosotros escalamos unas cuantas piedras como las cabras y nos instalamos en un punto desde el que poder disfrutar tranquilamente de la vista.
El mirador como tal es un pequeño saliente donde se agolpan todos los turistas. Así que nosotros escalamos unas cuantas piedras como las cabras y nos instalamos en un punto desde el que poder disfrutar tranquilamente de la vista.
Cuando el mirador se quedo vacío, bajamos para contemplar la panorámica desde él. Desde más allá del mirador sale un camino pegado a la roca, apto solamente para valientes (entre los que no nos encontramos).
Estuvimos disfrutando un rato más del paisaje y después volvimos hacia el coche, esta vez caminando por la carretera. Todavía nos quedaban por visitar unos cuantos sitios en Zagoria.
Estuvimos disfrutando un rato más del paisaje y después volvimos hacia el coche, esta vez caminando por la carretera. Todavía nos quedaban por visitar unos cuantos sitios en Zagoria.
De camino a Dilofo, paramos para contemplar un pequeño puente de piedra. La región está plagada de este tipo de puentes; nosotros ese día veríamos unos cuantos. El primero fue el de Agios Minas, quizá el más sencillo de todos.
En Dilofo dejamos el coche en el aparcamiento a la entrada del pueblo, pues esta pequeña población es toda peatonal. En este pueblo encontramos un único bar, en el que dos personas estaban arreglando alguna cosa, y solo nos cruzamos con otra pareja de turistas que iba con sus hijos. Daba la sensación de estar mucho más deshabitado que Monodendri.
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Dimos un pequeño paseo y volvimos hasta el coche. El siguiente puente que encontramos a nuestro paso fue el Arkoudas, del que salía un sendero que se perdía en las montañas.
Más tarde vimos el de Kokkoros, perfectamente visible desde otro puente que atraviesa la propia carretera.
El último fue el puente Plakidas, sin duda el más espectacular de todos, con sus tres amplios arcos. Este último se veía muy bien desde la carretera, pero aún así nosotros bajamos hasta el puente para contemplarlo de cerca.
Entendemos que lo de parar para ver unos cuantos puentes de piedra tampoco es nada del otro mundo, pero nosotros somos bastante aficionados a este tipo de construcciones, tanto en sus versiones antiguas como las nuevas obras de ingeniería que se construyen actualmente. Cada una tiene su encanto.
La última visita en Zagoria fue a la pequeña población de Kipi. En este pueblo encontramos un restaurante a la entrada que parecía estar abierto; ese fue todo el rastro humano que detectamos. Dimos un paseo hasta llegar a la iglesia y recorrimos un poco sus calles desiertas. Nuevamente, el pueblo estaba completamente construido en piedra y muy bien conservado. Suponemos que en verano las poblaciones de la zona tendrán un poco más de vida. |
Continuando en la región de Epiro, abandonamos Zagoria y condujimos hasta Metsovo, otra población ubicada en lo alto de las montañas, pero muy diferente de los pueblos anteriores. En este caso, se trata de uno de los principales centros de esquí del país, con una oferta hotelera amplia y variada. Nosotros decidimos quedarnos en el Aroma Dryos Eco & Design Hotel, un alojamiento de diseño con encanto, donde nos sirvieron un desayuno digno de reyes.
Dejamos el coche aparcado en una plaza y dimos un paseo por el centro. La plaza principal está siempre llena de coches y de gente que va y viene. También hay algunos restaurantes y tiendas para turistas.
Callejeando un poco se sale del bullicio del centro y se dejan de ver hoteles y restaurantes, para encontrar solamente casas de los autóctonos. Como ocurría en los pueblos del día anterior, salvo el centro, todo lo demás está construido en cuesta, así que nos pasamos un buen rato subiendo y bajando.
Durante nuestro recorrido encontramos una tentadora tienda de quesos y productos locales, donde el amable dueño nos dio a probar todo lo que quisimos y un poco más.
En definitiva, un pueblo muy agradable, que suponemos que en época de esquí debe de estar un poco abarrotado.
Dejamos el coche aparcado en una plaza y dimos un paseo por el centro. La plaza principal está siempre llena de coches y de gente que va y viene. También hay algunos restaurantes y tiendas para turistas.
Callejeando un poco se sale del bullicio del centro y se dejan de ver hoteles y restaurantes, para encontrar solamente casas de los autóctonos. Como ocurría en los pueblos del día anterior, salvo el centro, todo lo demás está construido en cuesta, así que nos pasamos un buen rato subiendo y bajando.
Durante nuestro recorrido encontramos una tentadora tienda de quesos y productos locales, donde el amable dueño nos dio a probar todo lo que quisimos y un poco más.
En definitiva, un pueblo muy agradable, que suponemos que en época de esquí debe de estar un poco abarrotado.
A la mañana siguiente, después de disfrutar del mejor desayuno del viaje, nos acercamos a la bodega Katogi Averoff, ubicada en la otra punta de Metsovo. Esta bodega, una de las más famosas de Grecia, nos la recomendaron durante nuestra visita a Semeli Estate en Nemea. Decidimos pasarnos a preguntar si se podía hacer una visita con cata y no nos pusieron ningún problema: una amable empleada nos hizo un pequeño recorrido por las instalaciones y terminamos en la sala de catas, donde nos dio a probar unos cuantos de los vinos que elaboran.
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En líneas generales, nos gustaron un poco menos que los de las dos bodegas que visitamos en Nemea.
Meteora
Una vez finalizamos la cata, nos despedimos de Epiro y emprendimos camino hacia Meteora, sin duda el momento más esperado del viaje. A pesar de que teníamos alojamiento reservado, decidimos hacer algo de turismo antes de pasar por el hotel. Así pues, nada más llegar, paramos directamente en el monasterio de Agios Nikolaos Anapafasas. Llevábamos intención de visitar cuatro o cinco centros monásticos del total que hay en la zona; este, que fue el primero que nos encontramos, estaba en la lista. Dejamos el coche en el aparcamiento que hay junto a la entrada y subimos a verlo. Muchos de los monasterios de Meteora están construidos en lo alto de unas curiosas formaciones rocosas llamadas mogotes. Esa ubicación inaudita es la que hace que el lugar sea tan espectacular. Subimos las escaleras para entrar en el monasterio de Agios Nikolaos Anapafasas. Este monasterio es pequeño comparado con otros de Meteora, es por ello que el número de dependencias que se pueden visitar es más reducido. Desde allí arriba ya empezamos a disfrutar de una impresionante panorámica de la zona. |
De vuelta al coche continuamos por la carretera hasta llegar a un mirador, donde nos paramos a contemplar la vista. La carretera que une los principales monasterios de Meteora está plagada de salientes y montículos desde los que se pueden apreciar diferentes estampas de la zona, a cuál más espectacular.
Normalmente en el interior de los monasterios no se puede hacer fotografías y en ninguno de ellos faltaba la tienda de recuerdos.
Al lado de este monasterio hay una gran explanada rocosa con una ubicación magnífica, ya que se encuentra aproximadamente en el centro de Meteora. Desde allí se pueden contemplar muchos monasterios y un buen número de los mogotes que abarrotan el lugar. Estuvimos un rato recorriendo este promontorio y haciendo fotografías desde todos los rincones.
Al lado de este monasterio hay una gran explanada rocosa con una ubicación magnífica, ya que se encuentra aproximadamente en el centro de Meteora. Desde allí se pueden contemplar muchos monasterios y un buen número de los mogotes que abarrotan el lugar. Estuvimos un rato recorriendo este promontorio y haciendo fotografías desde todos los rincones.
Como hemos comentado anteriormente, muchas de las atracciones turísticas cerraban a las cuatro de la tarde. Eso ocurre también con estos monasterios (sin contar, además, que tienen días de apertura concretos), por lo que, a esas horas, lo único que podíamos hacer ya era ir recorriendo la carretera y parando en miradores para contemplar la vista.
En un momento dado decidimos acercarnos a nuestro hotel. Habíamos reservado una habitación para las dos siguientes noches en Okia Guesthouse, un pequeño hotel familiar muy agradable y muy bien ubicado en un extremo de Kalambaka, pero muy cerca del centro. En Meteora hay dos poblaciones, Kastraki y Kalambaka. La primera, más pequeña y tranquila, cuenta con menos alojamientos y restaurantes. La segunda es más grande y, aparentemente, mucho más ruidosa los fines de semana y en verano, lo que hace del alojamiento que habíamos reservado una gran opción, ya que hay muchos restaurantes y tiendas cerca, pero está lo suficientemente alejado del bullicio para ser muy tranquilo.
En un momento dado decidimos acercarnos a nuestro hotel. Habíamos reservado una habitación para las dos siguientes noches en Okia Guesthouse, un pequeño hotel familiar muy agradable y muy bien ubicado en un extremo de Kalambaka, pero muy cerca del centro. En Meteora hay dos poblaciones, Kastraki y Kalambaka. La primera, más pequeña y tranquila, cuenta con menos alojamientos y restaurantes. La segunda es más grande y, aparentemente, mucho más ruidosa los fines de semana y en verano, lo que hace del alojamiento que habíamos reservado una gran opción, ya que hay muchos restaurantes y tiendas cerca, pero está lo suficientemente alejado del bullicio para ser muy tranquilo.
El interior del Gran Meteoro es quizá el más interesante de los que visitamos (cuenta con bonitos frescos en la iglesia). Recorrimos la parte del monasterio que está abierta al público y, cuando hubimos finalizado la visita, hicimos una pequeña caminata para llegar al monasterio de Ipapanti. Sabíamos que ese día este monasterio estaba cerrado, pero nos apetecía hacer una caminata y verlo, al menos por fuera, ya que su enclave es un tanto diferente al resto: en vez de estar encaramado en un mogote, está construido en un lateral pegado a la roca.
La caminata fue muy agradable y pudimos disfrutar de unas bonitas vistas de una parte mucho menos visitada y conocida de Meteora.
Justo enfrente del mogote donde se halla el monasterio de Ipapanti hay otro desde el que se obtiene una panorámica perfecta del mismo. Antes de nuestra llegada a dicho mogote, pudimos ver que había un grupo de excursionistas sobre el mismo, pero cuando llegamos ya se habían marchado, por lo que pudimos disfrutar de las vistas y de la zona en absoluta soledad.
Justo enfrente del mogote donde se halla el monasterio de Ipapanti hay otro desde el que se obtiene una panorámica perfecta del mismo. Antes de nuestra llegada a dicho mogote, pudimos ver que había un grupo de excursionistas sobre el mismo, pero cuando llegamos ya se habían marchado, por lo que pudimos disfrutar de las vistas y de la zona en absoluta soledad.
De vuelta al coche fuimos hasta el monasterio de Agios Stefanos, aunque de camino hicimos un par de paradas en sendos miradores en los que no habíamos parado el día anterior.
El monasterio de Agios Stefanos fue el único de los que visitamos en el que había monjas. Cuenta con unos bonitos jardines y, al igual que los anteriores, en el interior de los edificios que se pueden visitar no se pueden realizar fotografías.
En ese momento, con un total de cinco monasterios a nuestras espaldas, dimos por concluidas las visitas monacales. Hicimos, eso sí, una última parada en un mirador, desde el que vimos una espectacular panorámica de este último monasterio; después nos fuimos a Kalambaka.
En un mapa que habíamos cogido en el hotel vimos que había un sendero que subía desde Kalambaka hasta el monasterio de Agia Triada, así que decidimos recorrerlo. Fuimos con el coche hasta el inicio del sendero y nos pusimos en marcha.
La ruta era un zigzag en la ladera del mogote, que iba ascendiendo el mismo hasta la cima. Fue una ascensión exigente, pero mucho más fácil de lo que habíamos pensado. Además, casi todo el camino discurre entre árboles, por lo que nos iba dando la sombra. |
Llegamos hasta la puerta del monasterio de Agia Triada y nos sentamos a descansar un poco en unos bancos de piedra que había justo a la entrada. Tras la breve parada, emprendimos el camino de vuelta al coche, descendiendo por donde habíamos subido.
Comimos algo y después fuimos a descansar al hotel; al fin y al cabo, ya habíamos realizado todas las visitas que queríamos en Meteora. Aún así, por la tarde salimos un rato y nos acercamos caminando en busca del monasterio de Badovas, situado también en un lateral de un mogote, entre Kalambaka y Kastraki. Lo contemplamos todo lo cerca que pudimos, pues había una valla que no permitía el acceso, y desde ahí caminamos hasta Kastraki. Dimos una vuelta por el pueblo y nos volvimos paseando hasta Kalambaka, donde cenamos en un animado restaurante. |
Grecia central
En nuestro penúltimo día en Grecia tuvimos que conducir un buen rato para llegar a Delfos. Allí visitamos el famoso yacimiento, que nos pareció el más espectacular de todos.
Para empezar, la ubicación del mismo es realmente impresionante: en la ladera del monte Parnaso y con unas vistas increíbles sobre el valle del Pleistos. En materia de restos arqueológicos, hay suficientes como para hacerse una buena idea, sin necesidad de ser especialmente imaginativos.
La visita al yacimiento consiste en ir ascendiendo en un cómodo zigzag por la ladera hasta llegar al estadio, que es el último elemento del mismo. A lo largo del sendero empedrado se van contemplando los restos, entre los que destacan, sin lugar a dudas, el templo de Apolo, el teatro y el anteriormente mencionado estadio.
En nuestro penúltimo día en Grecia tuvimos que conducir un buen rato para llegar a Delfos. Allí visitamos el famoso yacimiento, que nos pareció el más espectacular de todos.
Para empezar, la ubicación del mismo es realmente impresionante: en la ladera del monte Parnaso y con unas vistas increíbles sobre el valle del Pleistos. En materia de restos arqueológicos, hay suficientes como para hacerse una buena idea, sin necesidad de ser especialmente imaginativos.
La visita al yacimiento consiste en ir ascendiendo en un cómodo zigzag por la ladera hasta llegar al estadio, que es el último elemento del mismo. A lo largo del sendero empedrado se van contemplando los restos, entre los que destacan, sin lugar a dudas, el templo de Apolo, el teatro y el anteriormente mencionado estadio.
Si bien hay vestigios diseminados por todas partes, del famoso oráculo apenas queda rastro. En la época de esplendor, debía de ser muy espectacular estar sentado en el teatro, contemplando detrás el templo de Apolo y el valle de fondo.
La entrada al yacimiento incluye también la visita del museo, que está lleno de restos arqueológicos descubiertos en la zona. El museo es razonablemente amplio y contiene unas cuantas figuras especialmente interesantes, como una esfinge alada, dos estatuas de efebos y una de bronce de un atleta, entre otras.
La visita a Delfos concluye con un paseo por una zona situada aproximadamente a unos quinientos metros más abajo de la carretera. Allí destacan los restos de una fuente.
Con esta parada dábamos por visitados los principales lugares que queríamos conocer en nuestro recorrido por Grecia continental. Hasta el día siguiente por la tarde no volábamos de vuelta a casa, por lo que decidimos aprovechar el tiempo con la visita de dos sitios más. Siguiendo la carretera hacia Atenas y muy cerca de Delfos, paramos en Arájova, un bonito pueblo de montaña frecuentado en invierno por esquiadores. Encontramos un hotel que nos gustó y decidimos quedarnos allí a dormir.
Esa tarde dimos una amplia vuelta por el pueblo, donde nuevamente tuvimos que subir y bajar bastante para recorrerlo. El lugar estaba bastante tranquilo y, como íbamos sin rumbo y sin prisa, nos resultó muy agradable. |
Al día siguiente, y ya camino del aeropuerto, paramos a visitar el monasterio de Osios Loukás. Llegamos los primeros, así que la visita no pudo ser más tranquila. Hay bastantes dependencias en las que se puede entrar, además de un pequeño museo, varios patios, algún jardín y un pequeño cementerio. Sin embargo, lo más interesante para nosotros fue la iglesia principal, adosada a una más pequeña, y que cuenta con varios frescos y mosaicos muy bonitos.
El monasterio está muy bien conservado: casi fue el que más nos gustó del viaje, y eso que vimos unos cuantos.
El resumen del viaje fue realmente positivo: muy variado (rutas de senderismo y naturaleza, historia y yacimientos arqueológicos, interesantes visitas a bodegas, monasterios y bonitos paisajes…) y sin demasiadas aglomeraciones turísticas, más allá de Meteora y, quizás, algo en Delfos (aunque como llegamos a la hora de comer, nos libramos un poco).
En total, hicimos algo más de 1 600 kilómetros en nuestro recorrido por la parte continental de Grecia.
El resumen del viaje fue realmente positivo: muy variado (rutas de senderismo y naturaleza, historia y yacimientos arqueológicos, interesantes visitas a bodegas, monasterios y bonitos paisajes…) y sin demasiadas aglomeraciones turísticas, más allá de Meteora y, quizás, algo en Delfos (aunque como llegamos a la hora de comer, nos libramos un poco).
En total, hicimos algo más de 1 600 kilómetros en nuestro recorrido por la parte continental de Grecia.