Polonia (continuación)
Puesto que habíamos ganado tiempo al haber anulado la visita a Zakopane y sus alrededores, decidimos dar una vuelta por la región de Silesia antes de volver sobre nuestros pasos hacia Cracovia. Nos acercamos hacia las montañas de Karkonosze, donde visitamos la iglesia de Karpacz, hecha de madera y llevada desde Noruega.
Encontramos un cartel que anunciaba un museo de miniaturas en Kowary; una vez dimos con el sitio en el mapa, fuimos a visitarlo. Era un museo al aire libre en el que exponen maquetas de algunos edificios de Polonia, algunos de los cuales ya habíamos visto (como la iglesia de madera de Karpacz) y otros íbamos a verlos. Las maquetas estaban muy bien hechas y pasamos un rato muy agradable visitando este museo.
La siguiente parada fue Jelenia Gora, donde destaca la Plaza del Mercado (cuya réplica en miniatura acabábamos de ver en el museo). Esta población tiene también una calle bastante pintoresca llena de edificios característicos y tiendas que hacen las delicias de los locales.
En el museo habíamos visto también el castillo Ksiaz de Walbrzych, y como nos había gustado y se encontraba en los alrededores, nos desplazamos para visitarlo. El castillo nos pareció bastante impresionante, pero sobre todo nos encantó el lugar en el que esta enclavado, en una especie de promontorio en medio de un bosque. Tiene unos jardines muy bonitos y en realidad está a caballo entre un castillo y un palacio.
Esa noche, finalmente, llegamos a Cracovia. Esta ciudad está considerada la más bonita de Polonia. Quizá el hecho que hace de Cracovia una ciudad especial es que se mantiene más o menos intacta desde la época medieval, mientras que el resto de las principales ciudades polacas, incluyendo Varsovia, fueron casi devastadas durante la Segunda Guerra Mundial. Así, mientras en Cracovia vemos el original de la ciudad, el resto son reconstrucciones más o menos fidedignas de cómo eran las ciudades antes de dicha guerra. Sin embargo, sin ánimo de restarle importancia a la originalidad de Cracovia, creemos que tampoco le quita mérito a las otras ciudades, ya que uno puede hacerse una perfecta idea de cómo eran en épocas pasadas. Y después de esta consideración pseudofilosófica, vayamos a lo que nos toca, es decir, lo que vimos en Cracovia.
Comenzamos caminando por la vereda del río Vístula, desde donde pudimos disfrutar de una bonita vista de la zona de la ciudadela. Subiendo una rampa llegamos hasta ella. Allí visitamos la catedral en primer lugar y después el castillo. La zona de la ciudadela es muy agradable, en la que a pesar del elevado número de turistas se puede pasear tranquilamente.
Salimos de la ciudadela por la torre Sandomierz, uno de los tres torreones que tiene, y caminamos hacia el centro de la ciudad por la calle Grodzka. En esta calle vimos la Iglesia de San Pedro y San Pablo hasta llegar a la Plaza Mayor del Mercado, cuya plaza es la más grande de Polonia y una de las más grandes de Europa. En medio de la plaza hay tres curiosos edificios: la pequeña iglesia de Wojciech; la torre del Ayuntamiento, que es lo único que queda del antiguo ayuntamiento; y el fabuloso edificio del Mercado de Paños. A pesar de estos tres edificios, la sensación de amplitud que posee la plaza es fantástica.
Dado que a la torre del Ayuntamiento se puede subir, fue lo primero que hicimos. Si bien la vista desde lo alto no es de las mejores que vimos en Polonia, se puede observar la propia plaza, y sobre todo la Iglesia de Santa María, que se encuentra en una esquina de dicha plaza. Esta iglesia tiene dos torres cuyas cúspides son completamente diferentes, algo inusual en este tipo de construcciones. Desde una de las torres suena cada hora el toque de trompeta llamado Hejnal, en memoria del trompetista medieval que fue abatido mientras hacía sonar la alarma. El toque es interrumpido abruptamente en el mismo momento en que dejó de sonar cuando abatieron al trompetista. Tras dar un paseo por la plaza y visitar la iglesia de Santa María, recorrimos la animada calle Florianska. Al final de esta calle se encuentra la Puerta de Florián, que se puede visitar y desde la cual hay una bonita vista elevada de la calle Florianska con la iglesia de Santa María al fondo. Esta torre estaba comunicada con la barbacana, construcción defensiva que también visitamos.
Nuestras dos siguientes paradas fueron en dos pequeñas ciudades que nos gustaron mucho. La primera fue Poznan, cuyas casas pintadas de la Plaza del Mercado nos encantaron. Esta plaza fue otra más de las plazas en la que encontramos edificios en el centro, en este caso las mencionadas casas pintadas, que se encuentran adosadas al ayuntamiento. Las casas tienen dos plantas y unos soportales, y aparentan ser bastante estrechas. La plaza posee asimismo varias fuentes, pero ninguna de ellas vertía agua.
Continuamos caminando por Poznan y llegamos al Museo Nacional, el cual no teníamos intención de visitar. Solamente queríamos ver la fuente de los leones, pequeño intento de réplica-imitación de la que hay en la Alhambra de Granada. Una vez hubimos visto la fuente, que en esta ocasión sí echaba agua, tomamos el coche para acercarnos a la isla de Ostrów Tumski, que es la parte más antigua de Poznan y el lugar donde se encuentra la catedral.
La siguiente pequeña ciudad que nos encantó fue Torun, famosa por ser el lugar de nacimiento de Nicolás Copérnico, sin duda uno de los polacos más universales. Comenzamos la visita contemplando el Teatro Wilam Horzyca, de estilo art nouveau, ya que aparcamos el coche junto a él. Seguimos caminando hasta la Plaza Vieja del Mercado, sin duda corazón del casco antiguo; en su centro, como venía siendo habitual en las principales plazas de las ciudades más importantes del país, tiene un edificio, en este caso el Ayuntamiento. Este posee una torre a la que es posible subir y desde la cual contemplamos una bonita panorámica de la ciudad; principalmente de la propia plaza del mercado, de la iglesia del Espíritu Santo, de la catedral y del río Vístula y el puente metálico que lo atraviesa. También se puede observar la Casa de la Estrella, suponemos que llamada así por estar coronada con una estrella dorada.
Cuando bajamos de la torre estuvimos deambulando por las calles. Llegamos hasta la Catedral; después salimos de las murallas y paseamos por la vereda del río; llegamos hasta la torre inclinada; pasamos por la puerta de la casa natal de Copérnico; degustamos los únicos pierogi al horno en todo nuestro viaje por Polonia, y continuamos nuestro camino hacia el norte.
Nuestro siguiente punto importante del viaje fue Gdansk. Antes de llegar hicimos algunas pequeñas paradas en unos cuantos pueblos: visitamos el castillo Golub-Dobrzyn; paramos en Chelmno, ciudad que encontramos bastante deshabitada; en Gniew también vimos el castillo, que tenía tiendas montadas alrededor como si hubieran hecho recientemente algún tipo de torneo de espadachines o caballeros; y finalmente llegamos a Gdansk.
En esta ciudad del norte de Polonia, junto con Varsovia, Cracovia y Auschwitz, fueron los sitios donde más turistas encontramos. En el resto del país vimos algo de turismo, pero principalmente de consumo interno: encontramos que los polacos hacen mucho turismo en su propio país. Pero en los sitios antes mencionados encontramos gente de todas las nacionalidades: deben ser los lugares que se visitan en todos los viajes organizados. En todo caso, nos pareció que Gdansk se llevó la palma. Probablemente se debió a que durante los dos días que pasamos allí hizo un sol abrasador y una temperatura estupenda (incluso excesiva para las latitudes por donde nos movíamos), y eso hizo que todo el mundo saliera a la calle.
Aquí debemos hacer la misma consideración que ya hicimos anteriormente: Gdansk y Wroclaw fueron las dos ciudades polacas que más nos gustaron. Gdansk fue también arrasada por completo durante la Segunda Guerra Mundial (a veces cuesta imaginarse el concepto de “ciudad arrasada por completo”, pero vimos una exposición fotográfica que así lo atestigua), pero han hecho una reconstrucción sencillamente maravillosa. Los edificios de estas dos ciudades son modernos y no tienen el punto “original” que poseen los de Cracovia, pero a nosotros nos encantaron.
Comenzamos viendo los edificios de la zona del canal Raduna, entre los cuales nos gustaron el Molino Grande y el Pequeño. Enseguida llegamos al comienzo de la calle Dluga, probablemente la más espectacular de todo Polonia. Una vez hubimos pasado por la Puerta Alta y visto la Torre de la Cárcel, atravesamos la Puerta Dorada y llegamos a la calle Dluga. En ella, todos los edificios a ambos lados están fenomenalmente bien dispuestos y es un placer pasear por esta calle.
Aquí debemos hacer la misma consideración que ya hicimos anteriormente: Gdansk y Wroclaw fueron las dos ciudades polacas que más nos gustaron. Gdansk fue también arrasada por completo durante la Segunda Guerra Mundial (a veces cuesta imaginarse el concepto de “ciudad arrasada por completo”, pero vimos una exposición fotográfica que así lo atestigua), pero han hecho una reconstrucción sencillamente maravillosa. Los edificios de estas dos ciudades son modernos y no tienen el punto “original” que poseen los de Cracovia, pero a nosotros nos encantaron.
Comenzamos viendo los edificios de la zona del canal Raduna, entre los cuales nos gustaron el Molino Grande y el Pequeño. Enseguida llegamos al comienzo de la calle Dluga, probablemente la más espectacular de todo Polonia. Una vez hubimos pasado por la Puerta Alta y visto la Torre de la Cárcel, atravesamos la Puerta Dorada y llegamos a la calle Dluga. En ella, todos los edificios a ambos lados están fenomenalmente bien dispuestos y es un placer pasear por esta calle.
Cuando se llega a la altura del Ayuntamiento Principal, la calle se ensancha un poco y aparece la Fuente de Neptuno. El Ayuntamiento posee una torre a la que subimos para ver la ciudad desde lo alto. La vistas de los alrededores resultaron magníficas, especialmente las de la propia calle Dluga; pero también de la descomunal Iglesia de Santa María, la mayor iglesia medieval de ladrillo de Europa, que como tantos otros edificios de Gdansk, tuvo que ser reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial.
Cuando terminamos de deleitarnos de la impactante panorámica, continuamos bajando la calle (que a esa altura pasa a llamarse Dlugi Targ) y llegamos hasta la Puerta Verde, tras la cual se encuentra el río Motlawa. Estuvimos caminando por la animada vereda del río, llena de puestos de regalos, de comida y de restaurantes. Volvimos por la calle Mariacka, considerada por muchos la calle más bonita de Gdansk, que también estaba muy animada por estar llena de artistas y pintores, y de negocios de joyas de ámbar, motivo por el cual es famosa.
Por la tarde fuimos a la vecina Sopot, que junto a Gdansk y Gdyina forman la llamada Triciudad, debido a que al ir ampliando su periferia, han llegado a unirse. Sopot tiene fama por ser una ciudad balneario, y el inmenso Grand Hotel da muestra de ello. Por las noches está muy animado al estar lleno de restaurantes y de turistas. Tiene un larguísimo muelle de madera de 512 metros que entra en el mar, desde el cual parten diferentes tipos de embarcaciones de recreo para los turistas.
Por la tarde fuimos a la vecina Sopot, que junto a Gdansk y Gdyina forman la llamada Triciudad, debido a que al ir ampliando su periferia, han llegado a unirse. Sopot tiene fama por ser una ciudad balneario, y el inmenso Grand Hotel da muestra de ello. Por las noches está muy animado al estar lleno de restaurantes y de turistas. Tiene un larguísimo muelle de madera de 512 metros que entra en el mar, desde el cual parten diferentes tipos de embarcaciones de recreo para los turistas.
A la mañana siguiente volvimos a transitar por el centro de Gdansk y regresamos hasta el río, donde cruzamos a la otra orilla para contemplar los edificios del centro, y principalmente la Grúa, todo un símbolo de la ciudad. Fue construida en el siglo XIV y tiene una estructura completamente de madera, situada en un edificio de ladrillo. En la actualidad alberga el Museo Marítimo Central.
Nos despedimos de esta magnífica ciudad dando una vuelta en una réplica de un antiguo galeón, que nos dio un paseo por el puerto, donde vimos la Fortaleza Wisloujscie, ubicada en la desembocadura del sempiterno río Vístula, que también andaba por allí. Fue un agradable paseo en barco el que puso fin a nuestra visita a Gdansk.
La siguiente parada de nuestro amplio recorrido por tierras polacas fue Malbork. En esta ciudad hay un enorme y bien conservado castillo, que se compone en realidad de dos castillos: primero construyeron uno, pero después construyeron una fortaleza alrededor, lo que hizo que el primer castillo quedase dentro del segundo. Cuando llegamos había una cola descomunal para visitar el interior del primer castillo. La fortaleza se puede visitar libremente, pero no así el primer castillo, al cual sólo se puede acceder mediante una visita guiada a la hora convenida. Estudiamos los horarios y la cola, pero calculamos que tendríamos que esperar unas tres horas para entrar, por lo que decidimos dar una vuelta sin más por la fortaleza y continuar nuestro itinerario.
Todo el conjunto está construido en ladrillo y se encuentra muy bien restaurado. Aunque no entramos para ver las dependencias y las salas interiores, nos hicimos una buena idea del conjunto caminando por lo que fue el foso del primer castillo y deambulando por toda la fortaleza. Esta se encuentra en la orilla del río Nogat. Desde la otra orilla hay una bonita vista del conjunto.
En las cercanías de Olsztyn tuvimos la oportunidad de ver un skansen, museo al aire libre en el que hay una serie de edificios que muestran cómo era la vida en el campo hace unos cuantos años. Hay varios desperdigados por el país. En el que visitamos nosotros pudimos ver un molino, una iglesia de madera y diferentes casas amuebladas y dispuestas tal y como debían estarlo en su momento. Fue una visita curiosa.
En Olsztyn hicimos una rápida parada para visitar el castillo y continuamos hacia Bialystok, cerca de la frontera con Bielorrusia, donde hicimos noche. Nuestro objetivo era llegar al día siguiente a Bialowieza, para visitar el Parque Nacional de Bialowieza, el mayor bosque autóctono de Europa y uno de los pocos lugares en los que es posible ver al bisonte europeo. Nosotros, quizá afortunadamente, solamente los vimos en el pequeño zoológico que hay a la entrada del parque. Para visitar el Parque Nacional hay que hacerlo mediante una visita concertada con un guía autorizado. Cuando llegamos nosotros se estaba formando un grupo de habla alemana, así que decidimos unirnos a ellos. Hicimos un recorrido por el interior del parque de unas tres horas, y la guía iba comentando cosas de la flora y de la fauna del lugar.
Al día siguiente reemprendimos la marcha de vuelta a Varsovia, para completar así una ruta casi circular de casi 4.200 kilómetros por Polonia. Y eso, a una media de 50 km/h, son muchos kilómetros.