Sri Lanka (continuación)
Kandy
Como íbamos muy adelantados con respecto a nuestro itinerario previsto de viaje, el día siguiente lo destinaríamos a trasladarnos con mucha calma hasta Kandy, donde finalizarían los servicios de nuestro conductor. En el camino hicimos una parada en Aluvihara, un lugar con una cierta similitud a Dambulla (pues cuenta con un par de cuevas con Budas), aunque no es tan espectacular.
Desde el aparcamiento subimos unas escaleras hasta la taquilla, donde tuvimos que dejar nuestro calzado, pues todo el recinto se considera sagrado. Visitamos en primer lugar las dos cuevas, en las que contemplamos un Buda reclinado y diferentes pinturas, algunas de las cuales mostraban los castigos que se infligirían a los pecadores.
Como íbamos muy adelantados con respecto a nuestro itinerario previsto de viaje, el día siguiente lo destinaríamos a trasladarnos con mucha calma hasta Kandy, donde finalizarían los servicios de nuestro conductor. En el camino hicimos una parada en Aluvihara, un lugar con una cierta similitud a Dambulla (pues cuenta con un par de cuevas con Budas), aunque no es tan espectacular.
Desde el aparcamiento subimos unas escaleras hasta la taquilla, donde tuvimos que dejar nuestro calzado, pues todo el recinto se considera sagrado. Visitamos en primer lugar las dos cuevas, en las que contemplamos un Buda reclinado y diferentes pinturas, algunas de las cuales mostraban los castigos que se infligirían a los pecadores.
Después subimos otro tramo de escaleras hasta llegar a un árbol sagrado desde donde se accedía a un mirador para contemplar la zona y un solitario Buda dorado en medio de una montaña.
El lugar no daba para más, así que recogimos nuestro calzado y volvimos al coche. Tardamos un rato en llegar a Kandy porque había bastante tráfico. Fuimos primero a nuestro alojamiento a dejar el equipaje y situarnos: para nuestra estancia de dos noches habíamos reservado una habitación en Mount Haven Kandy, una casa de huéspedes regentada por dos ceilandeses mayores muy simpáticos. Está situada en una pequeña colina un tanto alejada del centro, por lo que en términos generales es un lugar muy tranquilo.
Después nuestro conductor nos llevó al centro de la ciudad y allí nos despedimos de él, dándole las gracias por sus servicios, que fueron excelentes ya que se conocía perfectamente todos los rincones y lugares turísticos.
Después nuestro conductor nos llevó al centro de la ciudad y allí nos despedimos de él, dándole las gracias por sus servicios, que fueron excelentes ya que se conocía perfectamente todos los rincones y lugares turísticos.
La mayor atracción turística de Kandy es el templo del Diente de Buda. Como se puede sospechar por el nombre del lugar, en su interior se guarda un canino que se cree que perteneció a Buda. Para albergar semejante reliquia han construido un templo muy bonito e interesante. Hay que descalzarse para acceder, por lo que toda la visita se hace con los pies al aire.
A la entrada se atraviesa un foso, se suben unas escaleras y se pasa por un pasadizo muy decorado que lleva al corazón del templo. El diente no solo no está a la vista, sino que no se expone nunca, por lo que verlo está al alcance de unos pocos privilegiados. |
Subiendo otras escaleras se llega al lugar donde se supone que se encuentra el famoso diente y donde los fieles hacen sus ofrendas florales. Entre la decoración, la gente y las flores, tanto si se uno se cree la historia como si no, es un lugar muy bonito.
Bajamos las escaleras de vuelta al salón principal y atravesamos un patio para acceder a otra sala muy interesante donde hay un nuevo altar y una serie de esculturas en mármol de Buda en todas las posturas que se pueda imaginar.
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Tras esta sala se puede subir al museo Sri Dalada; en él se pueden contemplar reliquias y fotografías de la época colonial británica. Se sale por detrás y desde allí se llega a la Sala de Audiencias, un bonito edificio techado lleno de columnas de madera.
Con esto finaliza la visita, aunque nosotros nos quedamos sentados un rato en esta sala porque se estaba muy bien. De vuelta a la entrada recuperamos nuestro calzado y como ya comenzaba a atardecer nos fuimos al Royal Bar & Hotel a tomarnos unas cervezas. Tiene un bonito patio central al que dan las habitaciones, pero nosotros nos quedamos en el salón de la entrada porque se estaba más tranquilo.
Después cenamos algo y nos fuimos a nuestro alojamiento dando un paseo. Hablamos con el dueño del hotel para ver si nos podía conseguir dos billetes de tren hasta Nuwara Eliya para dos días más tarde. Estos billetes son escasos, están muy solicitados y no se pueden comprar por internet ni conseguir en la estación. El amable señor habló con un contacto y al cuarto de hora apareció un motorista en el alojamiento con nuestros billetes. Fue toda una suerte, porque había una familia china hospedándose allí que no habían conseguido billetes para el día siguiente, por lo que tendrían que irse por carretera.
El día siguiente en Kandy teníamos mucho tiempo disponible para las cosas que queríamos visitar, así que nos lo tomamos con mucha calma. Comenzamos yendo hasta el mercado municipal. Allí nos volvimos locos viendo los puestos de frutas y especias, que eran los que más abundaban.
Después cenamos algo y nos fuimos a nuestro alojamiento dando un paseo. Hablamos con el dueño del hotel para ver si nos podía conseguir dos billetes de tren hasta Nuwara Eliya para dos días más tarde. Estos billetes son escasos, están muy solicitados y no se pueden comprar por internet ni conseguir en la estación. El amable señor habló con un contacto y al cuarto de hora apareció un motorista en el alojamiento con nuestros billetes. Fue toda una suerte, porque había una familia china hospedándose allí que no habían conseguido billetes para el día siguiente, por lo que tendrían que irse por carretera.
El día siguiente en Kandy teníamos mucho tiempo disponible para las cosas que queríamos visitar, así que nos lo tomamos con mucha calma. Comenzamos yendo hasta el mercado municipal. Allí nos volvimos locos viendo los puestos de frutas y especias, que eran los que más abundaban.
También vimos unos cuantos de pescado seco, legumbres y muy pocos de pescado fresco. En el primer piso había tiendas de artesanía y regalos, aunque la mayoría de los locales estaban vacíos. Decidimos volver más tarde para comprar algo de fruta para la cena.
Al salir atravesamos un bazar de ropa y baratijas que estaba bastante concurrido de turistas comprando. Nosotros pasamos de largo y llegamos hasta el lago. El lago de Kandy es el corazón de la ciudad; decidimos rodearlo dando un paseo. Al poco de comenzar a bordearlo nos desviamos para subir hasta un mirador. Desde allí se contempla perfectamente el lago y una parte de la ciudad.
Una vez hubimos disfrutado de las vistas bajamos nuevamente hasta el agua y completamos la vuelta hasta llegar al templo del Diente de Buda. Nos acercamos a visitar la iglesia de San Pablo, muy tranquila a esas horas, y de ahí nos fuimos a comer. Queríamos probar el Lamprais, un plato a base de arroz que viene envuelto en hojas de plátano, herencia de la época holandesa. Es muy popular en Sri Lanka. Lo comimos en un céntrico restaurante llamado Foodlands. Además de resultar muy barato estaba muy rico.
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Después fuimos a tomar un café a Natural Coffee, un local donde lo sirven recién molido. Por supuesto el té de Ceilán es muy famoso y lo tomamos a diario, pero el café también nos gustó mucho (y sin duda el mejor fue el de este local).
Volvimos al mercado antes de que cerraran para comprar un poco de fruta para la cena. Compramos también algunas viandas para nuestro viaje en tren del día siguiente y después dimos el día por terminado. Nos hubiéramos tomado un par de cervezas en el hotel del día anterior, pero en Sri Lanka los días festivos no se sirve ni se vende alcohol en ningún rincón del país: está prohibido por ley.
Nuwara Eliya
A la mañana siguiente nos despedimos de nuestros amables anfitriones y bajamos a la estación de tren en tuc-tuc. El andén por el que llegaba nuestro tren estaba plagado de turistas. Nosotros nos encontrábamos entre los pocos afortunados con asiento reservado. La mayoría de trenes en Sri Lanka no ofrece esta opción, lo que significa que se venden billetes ilimitados. Lo único que se puede decidir es segunda o tercera clase. Algunos de los pocos trenes que van a las tierras altas sí tienen asientos reservados en segunda clase (aunque es solamente un vagón) y primera. Así que cuando llegó el tren a la estación accedimos al vagón de segunda clase reserved.
Nuwara Eliya
A la mañana siguiente nos despedimos de nuestros amables anfitriones y bajamos a la estación de tren en tuc-tuc. El andén por el que llegaba nuestro tren estaba plagado de turistas. Nosotros nos encontrábamos entre los pocos afortunados con asiento reservado. La mayoría de trenes en Sri Lanka no ofrece esta opción, lo que significa que se venden billetes ilimitados. Lo único que se puede decidir es segunda o tercera clase. Algunos de los pocos trenes que van a las tierras altas sí tienen asientos reservados en segunda clase (aunque es solamente un vagón) y primera. Así que cuando llegó el tren a la estación accedimos al vagón de segunda clase reserved.
El trayecto desde Kandy hasta Nuwara Eliya duró algo más de cuatro horas. Las primeras fueron más aburridas, pero conforme se avanza por las tierras altas se empiezan a contemplar a derecha e izquierda los campos de té que inundan esa zona del país. Como el tren no marcha muy rápido, a los turistas nos encanta comportarnos como locales y sentarnos en el hueco de la puerta con las piernas hacia afuera o asomarnos por la ventanilla. El paisaje es muy bonito y la verdad es que no nos aburrimos de contemplar los campos de té en las laderas de las colinas.
El tren paró en Nanuoya, la estación de tren más cercana a Nuwara Eliya. Allí negociamos con un taxista el precio del traslado hasta el alojamiento. Para esa noche habíamos reservado en Cottage San Francisco, un sitio nuevo y muy tranquilo en lo alto de una montaña a unos cuatro kilómetros de Nuwara Eliya. En el alojamiento le preguntamos al dueño recomendaciones para visitar una factoría de té al día siguiente y precios de traslado hasta nuestro siguiente destino. Tomamos nota y mientras el taxista nos bajaba a la ciudad le preguntamos a él. Como nos dio un buen precio y parecía serio, decidimos contratarlo para el día siguiente.
El mayor atractivo de Nuwara Eliya es que está rodeado de factorías de té, pero la ciudad no tiene especial interés turístico. Aún así dimos un paseo y nos acercamos hasta el mercado de frutas, muy colorido y bien surtido, donde no había nadie comprando.
El mayor atractivo de Nuwara Eliya es que está rodeado de factorías de té, pero la ciudad no tiene especial interés turístico. Aún así dimos un paseo y nos acercamos hasta el mercado de frutas, muy colorido y bien surtido, donde no había nadie comprando.
Decidimos acercarnos a merendar al Grand Hotel, un lugar elegante con bonitos salones y una gran variedad de tés de Ceilán. Aunque disponen de un agradable jardín, preferimos sentarnos en un sofá y pedir un par de tés y dos trozos de tarta para acompañarlos.
Tras esta parada dimos otra vuelta por la ciudad, pasamos por el mercado central (mucho más pequeño y humilde que el de Kandy) y subimos hasta el hotel.
El día siguiente nos sirvieron un magnífico desayuno. Tras pagar la cuenta (fue el único alojamiento donde pudimos pagar con tarjeta de crédito), llegó nuestro taxista y nos fuimos a visitar la factoría. Elegimos Mackwoods, en la cercana localidad de Labookellie, que recientemente había cambiado de dueño y de nombre: ahora se llama Damro Tea.
De camino a la factoría encontramos un grupo de recolectoras. Las hojas de las plantas de té en Sri Lanka son recogidas a mano por mujeres de la etnia tamil, conocidas como tea-pluckers. Todas ellas van provistas de un cesto a la espalda atado a su frente y según van recolectando las hojas las van echando al cesto. Cuando lo llenan van hasta la fábrica a entregarlo. Tienen que entregar un mínimo de veinte kilos al día; cualquier cantidad extra que recolecten se la pagan aparte.
De camino a la factoría encontramos un grupo de recolectoras. Las hojas de las plantas de té en Sri Lanka son recogidas a mano por mujeres de la etnia tamil, conocidas como tea-pluckers. Todas ellas van provistas de un cesto a la espalda atado a su frente y según van recolectando las hojas las van echando al cesto. Cuando lo llenan van hasta la fábrica a entregarlo. Tienen que entregar un mínimo de veinte kilos al día; cualquier cantidad extra que recolecten se la pagan aparte.
En Damro Tea hicimos una corta visita guiada gratuita con una pareja de japonesas que llegó a la vez que nosotros. Desgraciadamente el día anterior no había sido laborable por lo que toda la maquinaria estaba parada. Aún así, nos explicaron el proceso, las variedades de té que comercializan y nos llevaron hasta la tienda, donde nos informaron de los precios de los productos. Antes de irnos nos invitaron a un té.
Después nos dejaron pasear libremente por los campos de té. Cuando nos cansamos volvimos al coche. Fue una visita interesante.
Después nos dejaron pasear libremente por los campos de té. Cuando nos cansamos volvimos al coche. Fue una visita interesante.
Ella
El trayecto entre Nuwara Eliya y Ella también se puede hacer en tren. En esta ocasión no tuvimos tanta suerte con los billetes, así que tuvimos que hacerlo en coche. El taxista nos dejó en nuestro alojamiento en Ella y regresó a Nuwara Eliya.
En Ella teníamos previsto hacer dos excursiones. Como no era muy tarde, decidimos intentar hacer las dos ese día. Comenzamos por la más larga y difícil, la que sube hasta la Roca de Ella (Ella´s Rock). El principal atractivo de esta excursión es que no hay ningún cartel que indique cómo se llega hasta la cima de la roca. Se puede contratar un guía local, pero parte del aliciente es tratar de hacerlo por cuenta propia (habíamos leído de mucha gente que había tenido que darse la vuelta). Nosotros habíamos recabado algo de información en internet antes de llegar, así que nos pusimos manos a la obra directamente.
La ruta sale desde la propia estación de tren de Ella. Desde allí se camina por la vía del ferrocarril durante algo más de dos kilómetros. En el tiempo que estuvimos transitando por la vía solamente pasó un tren, así que no fue muy peligroso.
El trayecto entre Nuwara Eliya y Ella también se puede hacer en tren. En esta ocasión no tuvimos tanta suerte con los billetes, así que tuvimos que hacerlo en coche. El taxista nos dejó en nuestro alojamiento en Ella y regresó a Nuwara Eliya.
En Ella teníamos previsto hacer dos excursiones. Como no era muy tarde, decidimos intentar hacer las dos ese día. Comenzamos por la más larga y difícil, la que sube hasta la Roca de Ella (Ella´s Rock). El principal atractivo de esta excursión es que no hay ningún cartel que indique cómo se llega hasta la cima de la roca. Se puede contratar un guía local, pero parte del aliciente es tratar de hacerlo por cuenta propia (habíamos leído de mucha gente que había tenido que darse la vuelta). Nosotros habíamos recabado algo de información en internet antes de llegar, así que nos pusimos manos a la obra directamente.
La ruta sale desde la propia estación de tren de Ella. Desde allí se camina por la vía del ferrocarril durante algo más de dos kilómetros. En el tiempo que estuvimos transitando por la vía solamente pasó un tren, así que no fue muy peligroso.
Justo después de atravesar un puente de color negro reconocimos el primer punto de referencia señalado por otros viajeros: una pequeña imagen de un Buda. Allí había que desviarse a la izquierda y bajar por un camino hasta llegar a un río. Atravesamos el río por un puente e inmediatamente encontramos una bifurcación. Siguiendo las instrucciones que teníamos, tomamos el camino de la derecha en el que se debía de abrir un sendero a la izquierda. Cuando llevábamos un rato caminando nos dimos cuenta de que se nos debía de haber pasado, así que volvimos sobre nuestros pasos y encontramos el sendero. Afortunadamente fue el único momento de duda.
Ya en el sendero adecuado atravesamos unos campos hasta llegar a una plantación de té. La atravesamos un poco siguiendo nuestro instinto hasta encontrar el cruce donde debíamos girar a la izquierda. A partir de ahí todo fue un poco más fácil. Llegamos al pie de una montaña y supusimos que ya no habría duda: la roca estaba en lo alto. El único reto que quedaba por sortear era una subida prolongada con un desnivel bastante imponente.
Sin prisa, pero sin pausa, llegamos a lo más alto, donde encontramos la famosa roca de Ella y su mirador.
Allí arriba hacía un viento fresco considerable, así que después de contemplar el paisaje, descansar y comer algo, emprendimos el camino de vuelta. Este es más sencillo, especialmente si se tiene algo de orientación y memoria: hay que desandar el camino de la mejor forma posible y llegar hasta la vía, desde donde ya no hay pérdida.
Allí arriba hacía un viento fresco considerable, así que después de contemplar el paisaje, descansar y comer algo, emprendimos el camino de vuelta. Este es más sencillo, especialmente si se tiene algo de orientación y memoria: hay que desandar el camino de la mejor forma posible y llegar hasta la vía, desde donde ya no hay pérdida.
La vista desde lo alto de la roca es bonita, pero para nosotros lo mejor fue la propia excursión y el aliciente de tratar de no perderse.
Una vez de vuelta en la estación de Ella vimos que teníamos tiempo y nos encaminamos hacia la otra excursión: Adam’s Little Peak. Llegar a lo alto de este pico es más sencillo: primero porque está señalizado, y segundo porque es menos exigente que el anterior. De hecho, en la roca de Ella apenas nos encontramos con poca gente, mientras que para subir al pico del Pequeño Adán íbamos en fila india.
Una vez de vuelta en la estación de Ella vimos que teníamos tiempo y nos encaminamos hacia la otra excursión: Adam’s Little Peak. Llegar a lo alto de este pico es más sencillo: primero porque está señalizado, y segundo porque es menos exigente que el anterior. De hecho, en la roca de Ella apenas nos encontramos con poca gente, mientras que para subir al pico del Pequeño Adán íbamos en fila india.
Una vez arriba, desde lo alto de la colina se ve una magnífica vista de la roca de Ella, pues están justo enfrente (algo que no sabíamos unas horas antes cuando estábamos en lo alto de la roca).
Tuvimos mucha suerte con el clima. Justo cuando bajábamos del pico y llegábamos a la estación de tren, cayó un buen chaparrón del que nos libramos por los pelos.
De vuelta en el alojamiento nos dimos una ducha que nos sentó de perlas y cenamos allí mismo. Aprovechamos para negociar el precio de un taxi hasta nuestro siguiente destino y nos fuimos a dormir.
El día siguiente, mientras esperábamos la hora de salida, aprovechamos que el alojamiento se encontraba rodeado de campos de té para pasear entre los arbustos. En algunas zonas hay pequeños senderos por los que es fácil adentrarse, pero en general, es complicado y bastante latoso acceder a las plantas para recolectar las hojas.
De vuelta en el alojamiento nos dimos una ducha que nos sentó de perlas y cenamos allí mismo. Aprovechamos para negociar el precio de un taxi hasta nuestro siguiente destino y nos fuimos a dormir.
El día siguiente, mientras esperábamos la hora de salida, aprovechamos que el alojamiento se encontraba rodeado de campos de té para pasear entre los arbustos. En algunas zonas hay pequeños senderos por los que es fácil adentrarse, pero en general, es complicado y bastante latoso acceder a las plantas para recolectar las hojas.
Parque Nacional de Yala
El taxi llegó puntual y salimos en dirección a Tissamaharama. El conductor nos dejó en V Cabanas, el alojamiento que habíamos elegido para las siguientes dos noches. Nada más llegar, reservamos en el propio alojamiento el safari del día siguiente para evitar posibles problemas como los del primer día.
El taxi llegó puntual y salimos en dirección a Tissamaharama. El conductor nos dejó en V Cabanas, el alojamiento que habíamos elegido para las siguientes dos noches. Nada más llegar, reservamos en el propio alojamiento el safari del día siguiente para evitar posibles problemas como los del primer día.
Tissamaharama no tiene un gran interés turístico más allá de ser la población más cercana al Parque Nacional de Yala, el más popular del país (como comprobaríamos el día siguiente). A pesar de todo, cogimos dos bicicletas de las que tenían a disposición de los clientes y decidimos salir a dar una vuelta. Lo primero que hicimos fue buscar un sitio para comer, así también dejábamos que pasaran las horas de más calor.
Pedaleamos hasta la dagoba, una gran estupa blanca rodeada de campos de arroz. |
Después llegamos hasta Tissa Wewa, un bonito embalse también rodeado de campos de arroz. Bordeamos una parte bastante amplia del estanque y llegamos hasta Yatala Wehera, otra estupa ornamentada con elefantes.
El lugar no daba para más, así que volvimos al alojamiento y allí nos quedamos. Nos fuimos pronto a dormir porque al día siguiente estábamos citados a las cinco y media de la mañana. La puerta del parque se abría a las seis y había que optimizar el tiempo.
El jeep llegó puntual y en unos veinte minutos ya estábamos en la puerta del Parque Nacional de Yala. A pesar de la hora tan temprana ya había una ingente cantidad de jeeps esperando. Nuestro conductor se fue a pagar la entrada y estuvimos un buen rato esperando a que volviera. Cuando por fin entramos en el parque ya había amanecido.
El jeep llegó puntual y en unos veinte minutos ya estábamos en la puerta del Parque Nacional de Yala. A pesar de la hora tan temprana ya había una ingente cantidad de jeeps esperando. Nuestro conductor se fue a pagar la entrada y estuvimos un buen rato esperando a que volviera. Cuando por fin entramos en el parque ya había amanecido.
Nada más acceder vimos un grupo de aves diversas; nuestro conductor paró, señaló y con voz lacónica dijo “some birds”. Desde el minuto uno nos percatamos del tipo de explicaciones sobre la fauna local que íbamos a recibir durante el safari.
Continuando el camino no encontramos con un pavo real, una manada de ciervos moteados que parecía que estaban desperezándose, una mangosta y unos búfalos de agua.
Continuando el camino no encontramos con un pavo real, una manada de ciervos moteados que parecía que estaban desperezándose, una mangosta y unos búfalos de agua.
Después estuvimos un buen rato sin encontrar animales, así que nuestro conductor paró para desayunar. Aparcamos en uno de los sitios en los que está permitido descender del vehículo en el interior del parque y aprovechamos también para estirar las piernas, ya que las carreteras del parque están llenas de baches y en algunos momentos el tránsito resultaba realmente incómodo.
Cuando continuamos la marcha nos sucedió algo totalmente surrealista: había tal cantidad de jeeps que el camino estaba totalmente atascado. Nos pasamos más de media hora sin poder avanzar hacia delante o hacia atrás.
El conductor nos dijo que eso era algo que pasaba todas las mañanas, pero que no nos preocupáramos: la mayoría de la gente contrataba medio día de safari, por lo que se irían enseguida. |
Como nosotros habíamos contratado el día completo, a partir de las once y media el parque se quedaría más vacío. La explicación nos produjo casi más asombro todavía: ¡algo que pasaba todo los días y lo veían como normal! A nadie se le ha ocurrido limitar el número de jeeps diarios: el objetivo es ganar dinero a costa de los turistas.
A lo largo de nuestro viaje encontramos varias personas que nos comentaron la misma circunstancia: el auge del turismo en Sri Lanka estaba siendo tan grande que mucha gente estaba dejando sus oficios para dedicarse a atender a los turistas. Eso producía circunstancias como la que estábamos viviendo esa mañana.
Cuando por fin se vació el parque y pudimos movernos nos encontramos una pareja de jabalís bebiendo agua en una charca y a lo lejos un elefante que estaba junto a un pequeño lago.
A lo largo de nuestro viaje encontramos varias personas que nos comentaron la misma circunstancia: el auge del turismo en Sri Lanka estaba siendo tan grande que mucha gente estaba dejando sus oficios para dedicarse a atender a los turistas. Eso producía circunstancias como la que estábamos viviendo esa mañana.
Cuando por fin se vació el parque y pudimos movernos nos encontramos una pareja de jabalís bebiendo agua en una charca y a lo lejos un elefante que estaba junto a un pequeño lago.
Más tarde el conductor vio un leopardo bastante alejado al que solo nos dio tiempo de hacer una única foto porque iba caminando con tal decisión que desapareció rápidamente entre la maleza.
Continuamos transitando por los bacheados caminos, donde nos encontramos una familia de jabalís que echaron a correr en cuanto nos vieron, otro solitario elefante, una pareja de marabús en una charca y un águila culebrera chiíla oteando el horizonte en lo alto de un árbol.
Llegó la hora de comer y paramos en un sitio diferente al de la mañana, donde también estaba permitido descender del jeep. El conductor nos advirtió de que nos lleváramos todo, porque los monos iban a inspeccionar el jeep en cuanto descendiéramos. Y eso exactamente fue lo que pasó: en cuanto pusimos los pies en el suelo, unos cuantos monos saltaron como locos y registraron el interior del vehículo en busca de comida.
Hicimos un picnic junto a un río durante el cual tuvimos que estar todo el rato muy atentos, porque al primer descuido aparecía un mono saltando y nos robaba algo de comida. |
Tras terminar de comer cuando nos disponíamos a subir al jeep, el conductor nos comentó que hasta las dos de la tarde no podíamos emprender la marcha: entre las doce y media y las dos no está permitida la circulación por el parque para dar tranquilidad a los animales. Claro, la hora punta de tráfico de todas las mañanas no les molesta.
Cuando por fin reanudamos la marcha el parque estaba muy tranquilo y apenas había jeeps: los del safari vespertino todavía no habían llegado al parque.
Nos cruzamos con un búfalo acuático que se encontraba fuera del agua, aunque estaba muy mojado; después vimos un cocodrilo con la boca abierta controlando la temperatura de su cuerpo que cambió súbitamente de orientación pero no de postura; más tarde nos cruzamos con un elefante que estaba tranquilamente comiendo junto a la carretera.
Cuando por fin reanudamos la marcha el parque estaba muy tranquilo y apenas había jeeps: los del safari vespertino todavía no habían llegado al parque.
Nos cruzamos con un búfalo acuático que se encontraba fuera del agua, aunque estaba muy mojado; después vimos un cocodrilo con la boca abierta controlando la temperatura de su cuerpo que cambió súbitamente de orientación pero no de postura; más tarde nos cruzamos con un elefante que estaba tranquilamente comiendo junto a la carretera.
Estuvimos un rato contemplando al elefante antes de continuar. Más adelante vimos otro cocodrilo, un grupo de ciervos moteados y un azor moñudo.
Después llegamos hasta una especie de mirador sobre un lago que fue el paisaje del parque que más nos gustó. A lo lejos se veía lo que llaman “roca del elefante”; por todo el lago había flores de loto.
A partir de ese punto comenzó nuestro camino de salida del parque. En el trayecto vimos una pareja de abejarucos cabecirrufos y un abejaruco coliazul (dos de las tres especies de Sri Lanka que habíamos visto en el parque de Wilpattu), otra manada de ciervos moteados, un ejemplar de cocodrilo bastante hermoso junto a un río y finalmente un ciervo sambar de Sri Lanka o rusa unicolor (un ciervo de dimensiones más grandes que los moteados) que estaba plácidamente tumbado observando el paisaje.
Sin duda de los tres safaris que hicimos en Sri Lanka el que más valió la pena fue el de Wilpattu, pero en términos generales diríamos que, tanto por variedad como por cantidad de animales, no hay ni punto de comparación con los safaris de África.
Galle
El día siguiente dormiríamos en Hikkaduwa y la única opción era desplazarse por carretera hasta allí. Contratamos el traslado con los dueños de V Cabanas porque, aunque no era barato, la verdad es que habían sido muy amables y atentos con nosotros en todo momento. Así que después de desayunar nos subimos al taxi y nos pusimos en marcha.
Galle
El día siguiente dormiríamos en Hikkaduwa y la única opción era desplazarse por carretera hasta allí. Contratamos el traslado con los dueños de V Cabanas porque, aunque no era barato, la verdad es que habían sido muy amables y atentos con nosotros en todo momento. Así que después de desayunar nos subimos al taxi y nos pusimos en marcha.
Queríamos hacer un par de paradas de camino. La primera era en una playa para ver los famosos pescadores zancudos que ilustra la portada de la guía de la Lonely Planet. Parece que en la actualidad se ha perdido la tradición y realmente se suben al poste y mueven la caña simplemente para los turistas. En cuanto descendimos del taxi se abalanzaron sobre nosotros a decirnos que si no había propina no había foto, así que no hubo ni lo uno ni lo otro. Igual los de la famosa guía deberían replantearse cambiar de portada...
La siguiente parada fue en Dondra para visitar su icónico faro. Situado junto a la playa, a este bonito faro blanco se puede subir. Para ello hay que hablar con la persona que lo cuida, porque está cerrado. Cuando llegamos nosotros esa persona no andaba por ningún lado; estuvimos un rato haciendo tiempo junto a otros turistas que fueron apareciendo, pero nos cansamos de esperar, hicimos un par de fotos y volvimos al taxi.
La tercera parada del día fue en Galle. El principal atractivo turístico de la ciudad es el fuerte que la rodea. Nuestro taxista dejó el coche en un aparcamiento y quedamos con él dos horas más tarde. Lo primero que hicimos fue ir a comer.
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Habíamos leído acerca de un local con muy buenas críticas llamado Poonie’s Kitchen, aquí que fuimos directos. Desafortunadamente, aunque estaba muy bien puesto para los estándares del país y los platos tenían una bonita presentación, nos resultó un tanto soso.
El interior del fuerte de Galle se está convirtiendo en un lugar totalmente orientado al turista: innumerables tiendas de artesanía y regalos muy bien decoradas, bares y restaurantes muy bien puestos y pequeños hoteles con encanto ocupan la práctica totalidad de los edificios. Todo ello a unos precios muy superiores a los que se pagaría en cualquier parte del país.
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Primero estuvimos un rato deambulando por el interior del fuerte; después llegamos hasta el faro, ubicado en una esquina del mismo. Por último, recorrimos una parte de las murallas bastante ancha para terminar deambulando por las calles de la fortificación.
La verdad es que esperábamos más de Galle. Habíamos leído muchas cosas de su arquitectura y sus calles; de hecho, el fuerte es Patrimonio Mundial de la Unesco. Sin embargo, a nosotros nos defraudó un poco.
De vuelta en el coche el taxista nos llevó hasta nuestro alojamiento en Hikkaduwa. Toda la zona sur de Sri Lanka está llena de playas, donde los turistas van a descansar y relajarse, especialmente en esa época del año. Pero Hikkaduwa disfruta de un evento que la hace especial: en el mes de febrero las tortugas acuden a sus playas a alimentarse. Nosotros habíamos decidido hacer noche aquí para estar a primera hora en la orilla y ver las tortugas.
Después de acomodarnos en el alojamiento salimos a tomar una cerveza en la playa y contemplar el atardecer.
De vuelta en el coche el taxista nos llevó hasta nuestro alojamiento en Hikkaduwa. Toda la zona sur de Sri Lanka está llena de playas, donde los turistas van a descansar y relajarse, especialmente en esa época del año. Pero Hikkaduwa disfruta de un evento que la hace especial: en el mes de febrero las tortugas acuden a sus playas a alimentarse. Nosotros habíamos decidido hacer noche aquí para estar a primera hora en la orilla y ver las tortugas.
Después de acomodarnos en el alojamiento salimos a tomar una cerveza en la playa y contemplar el atardecer.
Nuestra ruta por Sri Lanka llegaba a su fin y había que aprovechar el poco tiempo que nos quedaba.
A la mañana siguiente nos levantamos antes de la seis y nos acercamos al lugar donde solían avistarse las tortugas. Mientras veíamos amanecer esperábamos con los dedos cruzados. Poco a poco fueron apareciendo más turistas, aunque no en gran número. Estuvimos esperando hasta las ocho, pero no tuvimos suerte. Parece que ese día se lo tomaron de descanso y se fueron a desayunar a otro lado.
A la mañana siguiente nos levantamos antes de la seis y nos acercamos al lugar donde solían avistarse las tortugas. Mientras veíamos amanecer esperábamos con los dedos cruzados. Poco a poco fueron apareciendo más turistas, aunque no en gran número. Estuvimos esperando hasta las ocho, pero no tuvimos suerte. Parece que ese día se lo tomaron de descanso y se fueron a desayunar a otro lado.
Con una cierta decepción, ya que habíamos parado allí a propósito, volvimos al hotel, desayunamos y nos marchamos a la estación de tren.
Allí compramos dos billetes hasta Colombo. En Colombo cambiamos de tren y nos subimos a un tren local que nos llevó a Negombo, la población más cercana al aeropuerto. Como nuestro vuelo salía temprano al día siguiente habíamos decidido pernoctar allí.
Nuestro viaje no dio para más. Al llegar a la estación de tren de Negombo negociamos el precio con un tuc-tuc para que nos acercase a nuestro alojamiento. Esa noche nos alojaríamos en Prosperity Villa, una moderna casa con cuatro habitaciones con todas las comodidades, regentada por un matrimonio majísimo, donde nos sirvieron un gran desayuno. Contratamos con ellos el traslado al aeropuerto del día siguiente y con eso concluyó nuestra visita a Sri Lanka. |
Regresamos con una sensación un tanto agridulce (y no solo por no haber visto las tortugas). Al ser un destino tan de moda quizá llevábamos unas expectativas altas. Aunque nos pareció un país con muchas cosas diferentes para ver y hacer, y que en general no están mal, ninguna de ellas justifica por sí sola el viaje.