Ucrania (continuación)
Al día siguiente tomamos el metro para ir hasta Pecherska Lavra, el monasterio de las cuevas. Para llegar a él fuimos hasta la estación de Arsenalna, de la que dicen es la estación de metro más profunda del mundo. No sabemos si será cierto, pero la realidad es que para salir a la superficie utilizamos dos tramos de escaleras mecánicas que duraron más de dos minutos cada uno. Realmente parecía que no llegaba nunca la salida.
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Una vez en la calle fuimos andando hasta el monasterio por la calle Lavrska. Por el camino pasamos por el monumento al soldado desconocido, un obelisco con un fuego perpetuo; y más adelante por el Holodomor, un memorial para recordar a las víctimas ucranianas de la hambruna de los años treinta.
Finalmente llegamos hasta el monasterio. Al igual que nos pasó en la catedral de Santa Sofía, ofrecían distintos tipos de entradas según las dependencias que se quisieran visitar. Nosotros optamos por la estándar, pues cubría las principales atracciones del lugar. Nuevamente decidimos no subir a la torre del campanario porque el día había amanecido muy brumoso y pensamos que la vista no valdría la pena.
Fundado en el siglo XI, este monasterio es uno de los más sagrados para los fieles de la iglesia ortodoxa, motivo por el cual hay muchos peregrinos visitándolo. El recinto que cubre el monasterio es enorme, y lo que lo hace diferente es que cuenta con dos zonas con cuevas que se pueden visitar.
Fundado en el siglo XI, este monasterio es uno de los más sagrados para los fieles de la iglesia ortodoxa, motivo por el cual hay muchos peregrinos visitándolo. El recinto que cubre el monasterio es enorme, y lo que lo hace diferente es que cuenta con dos zonas con cuevas que se pueden visitar.
Nada más entrar se encuentra de frente la Dominion Cathedral, un majestuoso edificio con sus correspondientes cúpulas doradas. Su interior está dividido en dos zonas: una donde se encuentra el altar y donde los fieles entran y salen para hacer sus rezos y plegarias y encender una vela; y otra parte compuesta por una sala, en la que justamente cuando entramos había un monje rodeado por un grupo de feligreses en medio de la estancia. Estaban cantando y no tenemos muy claro si estaban celebrando algún tipo de rito, pero había unos bancos pegados a las paredes y nos sentamos un rato a contemplar.
Cuando finalizaron salimos fuera y estuvimos paseando por esa parte del monasterio, la llamada parte alta. Después emprendimos el camino hacia la parte baja.
Para ello caminamos un rato descendiendo hacia la otra sección del monasterio donde se encontraban las cuevas. La parte baja del monasterio se divide a su vez en la zona de las cuevas cercanas y las cuevas lejanas; están separadas por un pasaje cubierto bastante largo. La mayoría de la gente solamente visita las cuevas cercanas.
Para acceder a las cuevas, las mujeres deben llevar falda y cubrirse la cabeza, mientras que los hombres deben descubrirse la cabeza. En la misma entrada hay pañuelos y faldones para las mujeres. En caso de que no se lleve falda, se agarra un faldón y se ata sobre las piernas, y en caso de que no se tenga nada para cubrir la cabeza, ofrecen pañuelos.
Para acceder a las cuevas, las mujeres deben llevar falda y cubrirse la cabeza, mientras que los hombres deben descubrirse la cabeza. En la misma entrada hay pañuelos y faldones para las mujeres. En caso de que no se lleve falda, se agarra un faldón y se ata sobre las piernas, y en caso de que no se tenga nada para cubrir la cabeza, ofrecen pañuelos.
El pasadizo de las cuevas está casi totalmente oscuro, por lo que es buena idea pagar por un vela. En el interior de las cuevas hay ciertos desvíos a los que solamente pueden acceder los peregrinos, por lo que la ruta para curiosos y turistas no es demasiado larga. Cada poco tiempo hay un ataúd con monjes momificados, donde los fieles se paran y rezan. Está totalmente prohibido hacer fotos en el interior de todos los recintos del monasterio, y especialmente en las cuevas.
A la salida de la cueva tuvimos que volver a la entrada para dejar el faldón.
Tras esto recorrimos el pasaje que lleva hasta la zona de las cuevas lejanas. Allí el ambiente es muy distinto. Apenas hay turistas, y el trasiego de gente lo componen los propios monjes, que por lo que parece deben de tener sus dependencias privadas en esa zona.
A la salida de la cueva tuvimos que volver a la entrada para dejar el faldón.
Tras esto recorrimos el pasaje que lleva hasta la zona de las cuevas lejanas. Allí el ambiente es muy distinto. Apenas hay turistas, y el trasiego de gente lo componen los propios monjes, que por lo que parece deben de tener sus dependencias privadas en esa zona.
Entramos en las cuevas lejanas siguiendo el mismo procedimiento: faldón, vela, oscuridad y ataúdes con monjes. A la salida vuelta al punto de partida para devolver el faldón.
En esa parte del monasterio está la iglesia de la Concepción de Santa Ana, una pequeña torre de campanario y un pequeño cementerio.
En esa parte del monasterio está la iglesia de la Concepción de Santa Ana, una pequeña torre de campanario y un pequeño cementerio.
Cuando finalizamos de ver esa parte volvimos al pasaje para regresar hasta la zona de las cuevas cercanas, desde donde salimos a la calle. Pudimos pasear libremente por todo el recinto del monasterio, o al menos a nosotros nadie nos impidió el paso en ningún momento.
Esa salida estaba cerca del museo de la Gran Guerra Patria. No teníamos intención de entrar en el museo, pero queríamos acercarnos a contemplar la estatua de la Madre Patria, una descomunal efigie de 62 metros hecha de acero inoxidable. Parece que el motivo de la construcción de esta estatua era rivalizar y superar en altura otra que hay en Volgogrado, pero finalmente no pudo conseguirlo porque no quisieron que sobrepasase en altura los tejados del monasterio de las Cuevas. Nosotros nos acercamos más por curiosidad que otra cosa. Después de hacernos la foto de rigor decidimos que era hora de ir a comer. Justo allí al lado se encontraba el restaurante Tsarske Selo. De estética totalmente folclórica, en un principio pensamos que sería un restaurante típicamente para turistas. Después nos dimos cuenta de que el concepto “para turistas” no debe estar demasiado desarrollado todavía en Ucrania a tenor de los pocos que nos habíamos encontrado tanto en Leópolis como en Kiev, así que decidimos entrar. Fue todo un acierto.
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De entrante pedimos unos encurtidos para compartir, que resultaron muy parecidos de aspecto a los que habíamos visto el día anterior en el mercado Bessarabsky. De plato principal una sopa cada uno. Los encurtidos, para amantes de ese tipo de preparación como somos nosotros, nos encantaron; las sopas también estuvieron exquisitas. Una de ellas era una borsch, que es una sopa de remolacha muy típica en los países eslavos y probablemente la mejor borsch que nos hemos tomado hasta el momento. La otra fue una sopa servida en una hogaza de pan (muy parecida a las que disfrutamos en nuestro viaje por Rumania), que también estaba muy rica.
Cuando llegamos el local estaba vacío; cuando nos fuimos se había llenado prácticamente. Y parecíamos ser los únicos turistas.
Cuando llegamos el local estaba vacío; cuando nos fuimos se había llenado prácticamente. Y parecíamos ser los únicos turistas.
Como ya habíamos visitado los principales lugares de Kiev que nos habíamos propuestos, nos subimos a un autobús que nos llevó hasta la plaza Maidan. Allí estuvimos dando una vuelta más amplia por la plaza que la que dimos la mañana del día anterior.
Estuvimos leyendo los carteles con fotos y comentarios que habían dispuesto alrededor de la columna de la Independencia, donde se explicaban con detalle los sucesos de las protestas de finales de 2013 y principios de 2014. Cuando finalizamos la lectura fuimos hasta el cercano N::B Cocktails Bar. Este local, antes llamado Nikka Bar, parece ser una de las coctelerías más famosas de Kiev. Allí probamos dos de sus creaciones mientras descansábamos un rato, aunque tenemos que decir que nos gustó más la del día anterior.
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Esa noche cenamos a base de puestos callejeros. Pero no de unos cualesquiera, sino de dos de los más populares en la ciudad. Afortunadamente se encontraban el uno muy cerca del otro. Comenzamos acercándonos al parque Taras Shevchenko. En medio del parque está el restaurante O’Panas y, junto a él, en un lateral, hay una caseta de madera: allí, después de hacer un poco de cola, nos comimos unos crêpesmuy ricos. A dos calles de allí hicimos nuestra segunda parada, esta vez en Kyivska Perepichka. Tienen un local donde sentarse, pero lo más típico es ir directamente a una ventana que hay cerca de la puerta donde dos señoras venden el producto típico: una masa frita (una especie de donut) rellena con una salchicha.
Con esa ingesta nos dimos por satisfechos y nos volvimos dando un paseo hasta nuestro apartamento.
Con esa ingesta nos dimos por satisfechos y nos volvimos dando un paseo hasta nuestro apartamento.
Chernóbil
Al día siguiente madrugamos un poco porque nos habían citado a las ocho de la mañana para la excursión a Chernóbil y queríamos desayunar algo antes de partir. El punto de encuentro estaba en la plaza Maidan frente al hotel Kozatskiy. La tarde anterior habíamos tanteado el terreno y comprobado que justo allí había varios locales que abrían las 24 horas. Tomamos el metro para ir hasta allí y cuando llegamos, ya había dos minibuses aparcados de la empresa con la que habíamos contratado el tour. Antes de salir de casa habíamos estado mirando empresas que ofreciesen el tour de un día para visitar Chernóbil. Encontramos varias y todas con muy buenas reseñas, así que optamos por la más barata: SoloEast Travel. Nos dieron muchas comodidades para efectuar el pago tanto de la reserva como del resto del montante, y la comunicación y explicación de los detalles del tour fue perfecta. ¡Nos habían enviado hasta la matrícula del vehículo en el que iríamos!
Conforme se acercaba la hora de salida iban llegando más minibuses, la mayoría de la misma empresa, pero no todos. Según se iban llenando con los turistas que habían reservado fueron saliendo. Nosotros fuimos de los últimos porque estuvimos esperando a una persona que nunca apareció.
A la salida de Kiev paramos en una gasolinera donde estaban ya todos los demás aparcados para que pudiéramos pasar al baño y comprar algo si queríamos. Cuando estuvimos todos subidos en el minibús, nos pusimos en marcha hacia Chernóbil.
Al día siguiente madrugamos un poco porque nos habían citado a las ocho de la mañana para la excursión a Chernóbil y queríamos desayunar algo antes de partir. El punto de encuentro estaba en la plaza Maidan frente al hotel Kozatskiy. La tarde anterior habíamos tanteado el terreno y comprobado que justo allí había varios locales que abrían las 24 horas. Tomamos el metro para ir hasta allí y cuando llegamos, ya había dos minibuses aparcados de la empresa con la que habíamos contratado el tour. Antes de salir de casa habíamos estado mirando empresas que ofreciesen el tour de un día para visitar Chernóbil. Encontramos varias y todas con muy buenas reseñas, así que optamos por la más barata: SoloEast Travel. Nos dieron muchas comodidades para efectuar el pago tanto de la reserva como del resto del montante, y la comunicación y explicación de los detalles del tour fue perfecta. ¡Nos habían enviado hasta la matrícula del vehículo en el que iríamos!
Conforme se acercaba la hora de salida iban llegando más minibuses, la mayoría de la misma empresa, pero no todos. Según se iban llenando con los turistas que habían reservado fueron saliendo. Nosotros fuimos de los últimos porque estuvimos esperando a una persona que nunca apareció.
A la salida de Kiev paramos en una gasolinera donde estaban ya todos los demás aparcados para que pudiéramos pasar al baño y comprar algo si queríamos. Cuando estuvimos todos subidos en el minibús, nos pusimos en marcha hacia Chernóbil.
Alrededor de la central nuclear han delimitado una zona de exclusión a la que está prohibido acceder si no es con permiso. Los turistas que visitamos el lugar tenemos que enviar nuestros datos a la empresa que organiza la excursión para que ellos a su vez se los trasladen al ejército.
Al llegar a la zona de entrada nos hicieron bajar para entrar a pie a la zona de exclusión, una vez hubieron chequeado nuestros nombres en la lista previamente enviada.
Durante el trayecto nos pusieron un interesante vídeo que explicaba el accidente acaecido en la central en el año 1986. Una vez sobre el terreno, nuestra guía, una chica que hablaba excelentemente inglés y se explicaba muy bien, fue completando la historia.
Al llegar a la zona de entrada nos hicieron bajar para entrar a pie a la zona de exclusión, una vez hubieron chequeado nuestros nombres en la lista previamente enviada.
Durante el trayecto nos pusieron un interesante vídeo que explicaba el accidente acaecido en la central en el año 1986. Una vez sobre el terreno, nuestra guía, una chica que hablaba excelentemente inglés y se explicaba muy bien, fue completando la historia.
Muchos edificios de los alrededores de la central nuclear, especialmente los de la ciudad de Prípiat, fueron abandonados y nunca más reutilizados. Algunos incluso saqueados, lo que hace que el panorama de la zona sea un tanto desolador.
De vuelta en el minibús nos llevaron hasta la población de Chernóbil, situada a unos 16 kilómetros de la central. Esta ciudad ha recobrado algo de vida porque se ha permitido la vuelta a algunos habitantes. De hecho, es el lugar donde habitan los trabajadores que actualmente están desmantelando totalmente la central y los militares que vigilan todo el entorno. No podemos decir que se viera mucha actividad en el lugar, pero al menos disponen de un hotel y de un restaurante.
En Chernóbil paramos para contemplar la única estatua que queda en pie de Lenin en toda Ucrania. Durante el Euromaidan al que hemos hecho referencia anteriormente (el movimiento pro-europeo de 2013) la población procedió a derribar todas las estatuas de Lenin que había repartidas por el país como muestra de su alejamiento hacia todo lo que recordase a la era soviética, y por tanto a Rusia. La única que dejaron fue la que se yergue en Chernóbil. Dicen con ironía que es porque está llena de radiación.
De vuelta en el minibús nos llevaron hasta la población de Chernóbil, situada a unos 16 kilómetros de la central. Esta ciudad ha recobrado algo de vida porque se ha permitido la vuelta a algunos habitantes. De hecho, es el lugar donde habitan los trabajadores que actualmente están desmantelando totalmente la central y los militares que vigilan todo el entorno. No podemos decir que se viera mucha actividad en el lugar, pero al menos disponen de un hotel y de un restaurante.
En Chernóbil paramos para contemplar la única estatua que queda en pie de Lenin en toda Ucrania. Durante el Euromaidan al que hemos hecho referencia anteriormente (el movimiento pro-europeo de 2013) la población procedió a derribar todas las estatuas de Lenin que había repartidas por el país como muestra de su alejamiento hacia todo lo que recordase a la era soviética, y por tanto a Rusia. La única que dejaron fue la que se yergue en Chernóbil. Dicen con ironía que es porque está llena de radiación.
Muy cerca de la estatua hay un cementerio conmemorativo: dos hileras de carteles en medio de un parque con los nombres de todas las localidades que fueron evacuadas y a las que nadie regresó nunca. Parece que cuando ocurrió la explosión tardaron 36 horas en tomar la decisión de evacuar los municipios de los alrededores. A la población se le dijo que seguramente en tres días estarían de vuelta en sus casas. La realidad es que nunca regresaron.
Junto a este parque hay una pequeña glorieta en la que han colocado una figura de un ángel del apocalipsis hecha de metal. Al otro lado hay un museo con una fachada de tela muy bonita.
Más adelante hicimos una pequeña parada en una escultura que recuerda a los bomberos y liquidadores que trabajaron y fallecieron en los días siguientes al accidente. Los bomberos trabajaron en la extinción del fuego que provocó la explosión, y por tanto estuvieron muy expuestos a la radiación. Días después enviaron a la zona a reservistas del ejército para que limpiaran la contaminación que pudiera haber impregnada en edificios y objetos: fueron los llamados liquidadores. Muchos de ellos también fallecieron, porque sobrepasaron enormemente el tiempo máximo de exposición a la radiación que podía aguantar un ser humano.
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La siguiente parada fue en un lugar muy curioso: la antena Duga-3. Cerca de la central nuclear, los soviéticos construyeron una descomunal antena antimisiles. Al menos eso intentaban, porque se dice que la antena nunca llego a funcionar. Fue desmantelada tiempo después de la explosión, por lo que los militares que continuaron trabajando en ella también se vieron expuestos a la radiación.
El lugar era supuestamente ultrasecreto, pero viendo las proporciones de la antena cuesta creer que medio mundo no estuviera al tanto del artilugio. |
Desde donde aparcaron el minibús hasta la antena tuvimos que caminar un rato. Allí entramos en los interiores y llegamos hasta la sala de operaciones, donde había restos de materiales pertenecientes al lugar.
Después caminamos hasta la antena propiamente dicha, donde contrastamos que ese armazón tenía que verse desde un satélite por fuerza.
Aunque el lugar fue limpiado por los liquidadores, quedan restos de radiación, porque se optó por enterrar muchos de los objetos.
Aunque el lugar fue limpiado por los liquidadores, quedan restos de radiación, porque se optó por enterrar muchos de los objetos.
Ese aspecto lo comprobamos muy bien en la siguiente parada, una guardería. En las afueras del edificio apenas había radiación, pero junto a los árboles había señales de peligro por contaminación radioactiva: las pusieron en las zonas donde enterraron esos objetos que no limpiaron. La guía llevaba un artilugio para medir la radiación el cual, mientras caminábamos hacia la guardería, apenas marcaba 0.25 Sieverts (lo mismo que nos mostró en Kiev antes de salir), pero cuando puso el aparato en el suelo se disparó a 6 Sieverts.
El interior de la guardería era un poco macabro: restos de muñecas y juguetes, una habitación con pequeñas literas donde dormían los niños, partituras de música tiradas por el suelo… No está muy claro si el lugar está tal cual lo dejaron los liquidadores o si algún que otro morboso colocó ciertos objetos para añadir drama al lugar (como si lo necesitara).
Tras esta visita paramos a comer. Solamente hay un restaurante en la zona de exclusión, por lo que los grupos tienen que turnarse para comer (les asignan horarios para que nadie tenga que esperar). Insisten mucho en que toda la comida es llevada desde Kiev para asegurar que está en buen estado y libre de contaminación.
Después de la comida llegaron los dos platos fuertes del día. El primero fue el acercamiento a la central nuclear. Hicimos una primera parada a lo lejos junto al río Prípiat. Desde allí nos hicimos una idea del sitio, ya que se veían los seis reactores nucleares. La construcción del V y el VI nunca llegó a completarse, pero los otros cuatro estuvieron mucho tiempo en funcionamiento. De hecho, tras la explosión del reactor IV, los tres primeros siguieron funcionando y el último fue apagado en el año 2000, ¡catorce años después del accidente!
El reactor IV fue cubierto con un sarcófago de hormigón, el cual con el paso de los años empezó a resquebrajarse. Por ello se comenzó la construcción de un segundo sarcófago que cubriese el primero, en esta ocasión de materiales más duraderos. Una empresa francesa se ha encargado de su construcción in situ.
Después de la comida llegaron los dos platos fuertes del día. El primero fue el acercamiento a la central nuclear. Hicimos una primera parada a lo lejos junto al río Prípiat. Desde allí nos hicimos una idea del sitio, ya que se veían los seis reactores nucleares. La construcción del V y el VI nunca llegó a completarse, pero los otros cuatro estuvieron mucho tiempo en funcionamiento. De hecho, tras la explosión del reactor IV, los tres primeros siguieron funcionando y el último fue apagado en el año 2000, ¡catorce años después del accidente!
El reactor IV fue cubierto con un sarcófago de hormigón, el cual con el paso de los años empezó a resquebrajarse. Por ello se comenzó la construcción de un segundo sarcófago que cubriese el primero, en esta ocasión de materiales más duraderos. Una empresa francesa se ha encargado de su construcción in situ.
Una vez contemplamos la central a lo lejos, nos acercamos hasta una glorieta desde donde teníamos una cercana vista del nuevo sarcófago: una estructura enorme de acero. Por la zona vimos varios trabajadores. Allí no permanecimos mucho rato.
A continuación, nos dirigimos hacia el verdadero plato fuerte del día: la población de Prípiat. Construida en 1970, un año más tarde que la central, la ciudad se situó a tan solo tres kilómetros de la misma. El objetivo era que todos sus habitantes vivieran directa o indirectamente de la central. Primero hicimos una pequeña parada en el cartel de entrada a la ciudad. Tras las fotos de rigor, continuamos hacia la propia ciudad. Allí paró el minibús y nos bajamos para comenzar nuestro recorrido por Prípiat. |
Esta ciudad fue una de las que desalojaron a las 36 horas del accidente y nadie volvió nunca a vivir en ella. Solo los liquidadores fueron a limpiarla de material radioactivo y muchos asaltantes a robar cosas de las casas, ya que todo el mundo se había ido prácticamente con lo puesto.
Nuestro itinerario a pie por Prípiat comenzó entrando en un salón de baile que algún día tuvo unas bonitas vidrieras.
Nuestro itinerario a pie por Prípiat comenzó entrando en un salón de baile que algún día tuvo unas bonitas vidrieras.
Después seguimos hasta el hospital. Allí nos adentramos en el edificio por una puerta lateral y llegamos a un pasillo donde fuimos contemplando las distintas estancias.
Más tarde llegamos hasta lo que sería el centro de la ciudad, una amplia plaza donde la guía nos mostró fotos de cómo era el lugar antes de la explosión. Así pudimos observar el antes y el después.
Pasamos junto a un supermercado y continuamos hasta un parque de atracciones, donde se veían los coches de choque, la noria y algún artilugio más que quedó abandonado a la intemperie.
Tras pasear un rato por la zona, llegamos hasta un edificio en cuyo restaurante entramos. Allí encontramos un montón de máscaras antigás esparcidas por el suelo.
El último edificio al que accedimos fue al polideportivo. Allí subimos hasta el segundo piso para contemplar la piscina. Parece que la piscina fue de las pocas cosas que siguió en uso hasta años más tarde del accidente, pues los trabajadores de la central la siguieron usando.
Fue un paseo bastante impactante, sobre todo porque la guía iba contando detalles de cada edificio; la verdad es que se nos ponían los pelos de punta.
De regreso al minibús hicimos dos últimas paradas. La primera fue en un control de radiación, donde había unas máquinas por las que teníamos que pasar y que medían la radiación acumulada. Es un trámite obligatorio para todo el mundo que entre en la zona de exclusión, incluidos los trabajadores de la central. Todos pasamos limpios, así que pudimos continuar.
La segunda fue junto al cartel que anunciaba la entrada de la ciudad de Chernóbil. Para nosotros fue la salida.
La segunda fue junto al cartel que anunciaba la entrada de la ciudad de Chernóbil. Para nosotros fue la salida.
De vuelta en Kiev fuimos a disfrutar de nuestra última cena. Decidimos optar por dos de las cosas que más nos habían gustado: unos encurtidos (en esta ocasión unos tomates y unas manzanas) y unos vareniki.
Al llegar por la noche a nuestro alojamiento después de un día muy largo, pedimos que llamaran a un taxi para las cuatro de la mañana, porque nuestro vuelo de regreso salía bien pronto. |
Afortunadamente la vuelta la hacíamos desde el aeropuerto Zhulyany, el más próximo a la ciudad, por lo que pudimos apurar un poco la hora de salida.
Como hemos comentado al principio, sería un poco presuntuoso por nuestra parte hablar de Ucrania como si hubiéramos visitado todo el país, pues nuestra visita se limitó a dos ciudades. Pero sí diremos que fue un destino que nos gustó mucho, nos sorprendió gratamente y que además resulta muy barato. |