Países Bajos
Ámsterdam
A la mañana siguiente nos levantamos sin prisa, desayunamos y pusimos rumbo a Ámsterdam. Comenzaba nuestra última etapa del viaje. Habíamos reservado una habitación en el Bed & Breakfast N29, que fue el mejor alojamiento de todo el viaje. Nos dijeron que podíamos disponer de la habitación cuando quisiéramos, así que fuimos hasta allí a dejar las maletas. Una vez hubimos recogido las llaves de manos de la simpática pareja que lo regenta, quienes nos enseñaron el lugar, volvimos al coche y fuimos hasta el aeropuerto para devolverlo, ya que durante nuestra estancia en Ámsterdam no íbamos a necesitarlo. Del aeropuerto volvimos a la ciudad en el tren: no tarda nada y hace una parada en la estación central. Desde ahí comenzamos nuestra ruta por la ciudad. |
Como ya hemos dicho al principio, Ámsterdam fue el primer destino que visitamos juntos doce años atrás, así que teníamos la intención de rememorar algunas zonas y descubrir otras nuevas.
A la salida de la estación nos encontramos, al igual que nos sucediera en Rotterdam, con un enorme aparcamiento de bicicletas que estaba abarrotado. Después de haber estado transitando por diferentes ciudades y carreteras de los Países Bajos es fácil percatarse de por qué está tan extendido el uso de la bicicleta como medio de locomoción: prácticamente todo el terreno es llano y hay carriles-bici por todas partes. Lo raro casi parece no utilizar la bicicleta.
En los alrededores de la estación había una gran cantidad de gente, especialmente turistas. Sin duda un porcentaje muy alto del turismo que va a los Países Bajos lo absorbe Ámsterdam.
Para escapar del bullicio decidimos acercarnos a los canales septentrionales y seguir una ruta por el barrio Jordaan que venía en nuestra guía.
Para escapar del bullicio decidimos acercarnos a los canales septentrionales y seguir una ruta por el barrio Jordaan que venía en nuestra guía.
Lo más representativo de esa zona nos pareció la serenidad que se respira. Es un barrio totalmente residencial en el que casi no había turistas, donde se podía pasear con toda tranquilidad. También destacables fueron los muchos gabletes que vimos encima de las puertas de las casas, algunos representando el oficio de la persona que vivía allí, otros simplemente mostrando pequeñas ilustraciones.
El resto del día lo dedicamos a cultivar nuestras amistades. Tenemos unos amigos que viven en las afueras de Ámsterdam y nos habían invitado a cenar a su casa, así que en lo que a turismo se refiere el día no dio para más.
Las visitas del siguiente día las comenzamos por el mercado de las flores, dada la cercanía de nuestro alojamiento. Son un conjunto de puestos situados sobre un canal, en los que se pueden comprar semillas, bulbos, tiestos y demás cosas relacionadas con el mundo de las flores.
Las visitas del siguiente día las comenzamos por el mercado de las flores, dada la cercanía de nuestro alojamiento. Son un conjunto de puestos situados sobre un canal, en los que se pueden comprar semillas, bulbos, tiestos y demás cosas relacionadas con el mundo de las flores.
Continuamos por la calle Rokin, toda ella plagada de obras, hasta llegar a la plaza Dam, lugar donde se levantó el primer dique sobre el río Amstel que da nombre a la ciudad. En esa plaza destacan el Palacio Real y la Nieuwe Kerk a un lado de la plaza, y el monumento nacional en el otro.
Desde esta plaza tomamos la calle peatonal Kalverstraat, que discurre paralela a Rokin, donde encontramos algunos rincones curiosos de la ciudad. Por ejemplo, en Sint Luciensteeg pudimos contemplar una fachada llena de gabletes rescatados de casas que fueron derribadas; la entrada por un pasadizo al Museo de Historia de Ámsterdam, con un escudo de la ciudad en lo alto; o el pasadizo del propio museo, en su patio interior, con una colorida alfombra, varios cuadros y unas figuras de madera representando a David y Goliat.
Aunque nuestro rincón preferido de esa zona fue el Begijnhof, un inmueble residencial con un recogido patio en el centro, que es un auténtico oasis de tranquilidad (solamente perturbada por los turistas que ignoran la multitud de carteles que hay por todas partes pidiendo silencio y respeto por los vecinos que viven ahí).
Junto a la iglesia que hay en un lateral había un pequeño coro de gente, suponemos que de la zona, que estaba en ensayando con más voluntad que acierto.
Salimos del patio por la parte opuesta, que da a una bonita plaza donde se halla la Oude Lutherse Kerk (antigua iglesia luterana).
Salimos del patio por la parte opuesta, que da a una bonita plaza donde se halla la Oude Lutherse Kerk (antigua iglesia luterana).
Volvimos hasta la plaza Dam y de ahí tomamos la calle Damrak hasta llegar al pequeño lago del mismo nombre, desde donde parten un montón barcos para visitar los canales. La vista de la fachada de los edificios de enfrente nos pareció realmente típica de la ciudad.
Pasamos frente a la estación central y nos metimos por Gelderskade, donde encontramos muchos carteles en chino. Seguimos callejeando por esa zona, donde vimos un gran número de casas flotantes; aunque a decir verdad, vimos este tipo de alojamiento por todas partes.
Caminamos junto a la Montelbaanstoren, torre situada sobre el canal Oudeschans, y llegamos hasta la plaza Nieuwmarkt, donde se ubica la Waag. Ahí hicimos un alto en el camino para tomar algo y reponer fuerzas antes de proseguir con nuestra visita.
Nuestro itinerario nos llevó hasta la casa de Rembrandt, en la que estuvimos en nuestra primera visita a la ciudad. De ahí fuimos a una zona llamada Plantage, donde antiguamente estaban los almacenes de la ciudad y que hoy se ha reconvertido en un bonito lugar de apartamentos y casas. Allí pudimos ver un molino a lo lejos, pasamos frente al Museo Marítimo y llegamos al NEMO, el centro de ciencia y tecnología. En la terraza de este singular edificio estuvimos sentados un rato descansando, viendo como un gran número de niños jugaban y se divertían con las fuentes que allí tienen.
Una larga caminata nos llevó hasta el Rijksmuseum. Como teníamos intención de entrar a la mañana siguiente, nos limitamos a deambular por la pradera que hay a sus espaldas viendo el exterior del Van Gogh Museum y del Concert-Gebouw.
Los dueños del alojamiento nos habían recomendado un par de sitios por la zona para cenar y decidimos ir a uno de ellos. El escogido fue el restaurante Buffet van Odette. Lejos de ser un buffet, parece más un bistró francés y la comida resultó muy apetitosa.
Tras la temprana cena caminamos hasta el Magere Brug, puente que es todo un icono de la ciudad, si bien nosotros vimos muchos puentes muy similares en otros lugares del país.
Volvimos a pasar por la plaza donde se encuentra la Waag y llegamos hasta el barrio rojo. Aunque no era demasiado tarde, este barrio ya comenzaba a mostrar su ambiente típico, con las luces de neón recién encendidas.
Estaba realmente abarrotado de turistas, unos más comedidos que otros. Estuvimos paseando un rato viendo el ambiente y, como no, mirando aunque solo fuera de reojo las puertas, en las que se podían ver a chicas vestidas muy ligeras de ropa.
Cuando hubimos recorrido más o menos toda la zona volvimos tranquilamente a nuestro alojamiento a descansar.
Nuestro último día de visita amaneció lloviendo, lo cual no nos importó en exceso porque nos fuimos directos al Rijksmuseum. La primera vez que lo visitamos se encontraba parcialmente cerrado por causa de las obras y la experiencia fue una auténtica estafa. En esta ocasión pudimos disfrutar del museo en todo su esplendor.
El Rijksmuseum es mucho más que una pinacoteca. La inmensa mayoría de la gente acude para contemplar cuadros de Vermeer y Rembrandt. De hecho, las salas donde se exponen las obras maestras de estos pintores son las más abarrotadas. Pero el museo ofrece también otras colecciones no menos interesantes, aunque quizá bastante menos conocidas. A nosotros nos gustó especialmente la zona de la planta baja en la que encontramos armas, maquetas de barcos, porcelana, joyas e instrumentos musicales, entre otras cosas. Nos gustó mucho también la biblioteca y tienen gran éxito entre el público las casas de muñecas.
Nuestro último día de visita amaneció lloviendo, lo cual no nos importó en exceso porque nos fuimos directos al Rijksmuseum. La primera vez que lo visitamos se encontraba parcialmente cerrado por causa de las obras y la experiencia fue una auténtica estafa. En esta ocasión pudimos disfrutar del museo en todo su esplendor.
El Rijksmuseum es mucho más que una pinacoteca. La inmensa mayoría de la gente acude para contemplar cuadros de Vermeer y Rembrandt. De hecho, las salas donde se exponen las obras maestras de estos pintores son las más abarrotadas. Pero el museo ofrece también otras colecciones no menos interesantes, aunque quizá bastante menos conocidas. A nosotros nos gustó especialmente la zona de la planta baja en la que encontramos armas, maquetas de barcos, porcelana, joyas e instrumentos musicales, entre otras cosas. Nos gustó mucho también la biblioteca y tienen gran éxito entre el público las casas de muñecas.
Nos llevó bastante rato recorrer todas las salas del museo que estaban abiertas y tuvimos que hacer varias paradas para descansar.
A la salida rehusamos visitar el museo Van Gogh, que ya habíamos visto en nuestra primera visita. Mientras llegaba la hora de marcharnos al aeropuerto dimos un paseo por esa zona.
Paseamos por Pieter Corneliszoon Hoofstraat, sin duda la calle más exclusiva de la ciudad, donde destaca el edificio de Chanel.
Nos gustó mucho también la sucesión de casas de la Roemer Visscherstraat, construidas a finales del siglo XIX cada una con el estilo de un país: Inglaterra, Países Bajos, Rusia, Italia, España, Francia y Alemania.
A la salida rehusamos visitar el museo Van Gogh, que ya habíamos visto en nuestra primera visita. Mientras llegaba la hora de marcharnos al aeropuerto dimos un paseo por esa zona.
Paseamos por Pieter Corneliszoon Hoofstraat, sin duda la calle más exclusiva de la ciudad, donde destaca el edificio de Chanel.
Nos gustó mucho también la sucesión de casas de la Roemer Visscherstraat, construidas a finales del siglo XIX cada una con el estilo de un país: Inglaterra, Países Bajos, Rusia, Italia, España, Francia y Alemania.
Terminamos dando un pequeño paseo por Vondelpark, donde a pesar del día lluvioso había bastante gente haciendo deporte. Volvimos al alojamiento, recogimos las maletas y nos subimos a un autobús de línea que nos llevó directamente al aeropuerto.
Regresamos con la sensación de que la mayoría de las ciudades que visitamos eran una especie de Ámsterdam en miniatura, llenas de canales y esos edificios tan característicos del país. Pero se trata ni más ni menos de lo que uno espera encontrarse cuando va a los Países Bajos.
Regresamos con la sensación de que la mayoría de las ciudades que visitamos eran una especie de Ámsterdam en miniatura, llenas de canales y esos edificios tan característicos del país. Pero se trata ni más ni menos de lo que uno espera encontrarse cuando va a los Países Bajos.