Países Bajos
Rotterdam y Gouda
De vuelta al coche nos encaminamos hacia Rotterdam. Durante el trayecto aprovechamos para reservar un hotel por internet y no tener que ponernos a dar vueltas por la ciudad. Sin ser nada del otro mundo, el hotel era correcto: tenía una parada de tranvía en la puerta y el aparcamiento no era demasiado caro. Nada más dejar todo nuestro equipaje en la habitación nos subimos al tranvía y fuimos hasta Witte de Withstraat, una de las calles más animadas de la ciudad por la noche. En esta calle había multitud de opciones para cenar, pero nosotros íbamos a un sitio concreto: Ter Marsch & Co. Sin ser nada más que una hamburguesería, supuestamente sirven la mejor hamburguesa de los Países Bajos (al parecer ganó una competición en 2015) y nos apetecía probarla. Resultó estar muy rica, aunque al fin y al cabo estamos hablando de una simple hamburguesa. |
Al día siguiente comenzamos nuestro recorrido por esta ciudad por la moderna estación central de trenes. Nos llamó la atención el abarrotado aparcamiento de bicicletas que había en la parte posterior.
Estaba claro que esta ciudad no tenía nada que ver con el resto de urbes holandesas que habíamos visitado hasta ese momento, a excepción de La Haya. Pero así como la capital administrativa no nos sedujo desde el principio, con Rotterdam el sentimiento fue muy diferente.
La entrada principal de la estación da a una plaza llamada Stationsplein que destaca por su modernidad. En la Stationsplein destaca el edificio del Manhattan Hotel, de la cadena Marriott.
La entrada principal de la estación da a una plaza llamada Stationsplein que destaca por su modernidad. En la Stationsplein destaca el edificio del Manhattan Hotel, de la cadena Marriott.
Caminando por la calle Weena vimos el curioso edificio en forma de T sede de la empresa Unilever y del Royal Bank of Scotland. Giramos para pasar por delante de ayuntamiento, una de las pocas construcciones que quedaron en pie tras el bombardeo nazi de 1940. Entramos en él y desde su vestíbulo accedimos al tranquilo patio posterior, separado por unos bonitos arcos.
El hecho de que Rotterdam fuera destruida en la Segunda Guerra Mundial hizo que la ciudad nueva se desarrollara de una manera muy diferente al resto de típicas ciudades holandesas. Mucha gente piensa que esta ciudad es fea comparada con las otras, pero para nosotros ahí radica su encanto, es la metrópoli más moderna y diferente del país.
Continuamos hasta una cercana explanada rodeada por curiosos edificios: el Markthal, enorme construcción que alberga un centro comercial y viviendas; la biblioteca pública de Rotterdam, un bonito edificio moderno en el que entramos para resguardarnos de la lluvia y que se puede visitar libremente en su totalidad; y la Blaaktoren, pequeña torre con forma de lápiz. |
Como decimos, en ese momento se puso a llover, así que entramos en la biblioteca. Tras recorrerla entera nos sentamos en unos cómodos sillones a esperar a que parase. Cuando cesó la lluvia, cruzamos hasta el Markthal. La planta calle de este edificio está repleta de tiendas delicatessen que tenían muy buena pinta.
Después pasamos junto a la Blaaktoren para llegar a uno de los iconos de Rotterdam: Kubuswoningen, el complejo de las casas cubo. Se trata de un grupo de más de 30 casas con forma de cubo que se inclinan en un ángulo de 45 grados sobre el suelo. No se trata de un museo: en el interior de estas casas vive gente (aunque una de ellas está abierta el público por un módico precio). Se puede pasear libremente por los bajos de la edificación.
Salimos de la zona por el lado opuesto y llegamos hasta un pequeño puente, de nombre Spanjaardsbrug, que es la puerta a una pequeña ensenada llamada Oudehaven, el puerto viejo. Aquí se puede contemplar el Witte Huis, construido en 1898, que con sus 10 plantas fue el edificio más alto de Europa en su tiempo; o lo que es lo mismo, el primer rascacielos europeo.
Continuamos hasta el Willemsbrug, el enorme puente de color rojo que une las dos partes de la ciudad. En vez de atravesarlo continuamos caminando por la orilla en la que nos encontrábamos hasta llegar al Erasmusbrug, o puente de Erasmo. Desde allí parten los circuitos en barco que la empresa Spido realiza por el puerto de Rotterdam, así que hacia allí nos dirigimos.
Compramos los billetes para la primera excursión que saliese y afortunadamente no tuvimos que esperar demasiado.
La travesía dura una hora y cuarto, aunque en ese rato no da tiempo a visitar todo el puerto de Rotterdam, lo cual es comprensible pues es el más grande de Europa. A la salida el barco viró en redondo justo debajo del puente de Erasmo y se dirigió hacia el mar. Durante el trayecto nos cruzamos con diferentes tipos de embarcaciones y fuimos disfrutando de la vista de los modernos edificios que pueblan la zona.
Compramos los billetes para la primera excursión que saliese y afortunadamente no tuvimos que esperar demasiado.
La travesía dura una hora y cuarto, aunque en ese rato no da tiempo a visitar todo el puerto de Rotterdam, lo cual es comprensible pues es el más grande de Europa. A la salida el barco viró en redondo justo debajo del puente de Erasmo y se dirigió hacia el mar. Durante el trayecto nos cruzamos con diferentes tipos de embarcaciones y fuimos disfrutando de la vista de los modernos edificios que pueblan la zona.
En un momento dado giramos a babor y nos adentramos en una pequeña zona del puerto, donde vimos varios cargueros enormes desde los que estaban descargando contenedores.
Cuando hubimos recorrido esta zona volvimos al cauce principal. Una vez aquí giramos a estribor, donde pudimos observar el SS Rotterdam: el trasatlántico que cubría la ruta Rotterdam-Nueva York y que ha sido reconvertido en barco-hotel. Ahora está atracado permanentemente en el puerto. Pertenecía a la compañía Holland America Line, cuyo edificio principal vimos un poco después y que también ha sido reconvertido en un hotel.
Durante todo el recorrido fueron comentando por megafonía en varios idiomas los lugares por los que íbamos pasando y las cosas que íbamos viendo.
Tras abandonar este brazo del río emprendimos la vuelta al punto de inicio, no sin antes acercarnos al comentado edificio de la naviera Holland America Line, delante del cual había atracado un enorme y moderno crucero.
Tras abandonar este brazo del río emprendimos la vuelta al punto de inicio, no sin antes acercarnos al comentado edificio de la naviera Holland America Line, delante del cual había atracado un enorme y moderno crucero.
Con eso dio por finalizado nuestro trayecto a bordo del Spido. Fue una excursión muy entretenida, totalmente indicada para la gente a la que, como nosotros, le gusta los puertos.
Una vez en el muelle cruzamos el puente de Erasmo para llegar a la otra orilla, donde estuvimos caminando entre los edificios del puerto. Mientras cruzábamos el puente habíamos visto que en el edificio más alto había una terraza con gente y decidimos buscarla. En realidad no fue demasiado complicado: como era un hotel, nos metimos directamente en uno de los ascensores y pulsamos el botón que ponía Bar-Terrace. Parecía ser un evento privado, pero nosotros nos colamos igualmente. Como los holandeses son muy majos, nadie nos dijo nada. Estuvimos a punto de coger un par de copas de champán, pero eso nos pareció un exceso.
Con eso dimos por concluido nuestro recorrido por Rotterdam. Decidimos ampliar una noche en el hotel, tras lo cual cogimos el coche y nos fuimos a cenar a la vecina Gouda.
Esta pequeña población es mundialmente famosa por su producción de quesos. Dejamos el coche en un pequeño aparcamiento al aire libre y desde ahí iniciamos el paseo por el Westhaven. Nuevamente pudimos disfrutar de la tranquilidad de los canales y admirarnos de cómo aparcan los holandeses al borde de los mismos.
También jugamos un poco con la perspectiva con alguno de sus inclinados edificios. |
Bordeamos la enorme iglesia de San Juan, completamente rodeada de casas, y nos acercamos al Markt, la gran plaza de Gouda. En el centro mismo de dicha plaza se encuentra el ayuntamiento, un bonito edificio con una pequeña escalinata de entrada.
Continuamos por el Turfmarkt, probablemente uno de los canales que más nos gustaron de todos los que vimos (y el de más caudal: el agua llegaba casi hasta el borde).
Hasta entonces había chispeado, pero en ese momento se puso a llover, lo que aprovechamos para entrar en un restaurante y cenar. Cuando salimos pudimos disfrutar de un arco iris completo con el que despedimos nuestra visita a Gouda.
Kinderdijk, Parque Nacional De Hoge Veluwe y Utrecht
La mañana siguiente fuimos hasta Kinderdijk. En este lugar se pueden ver 19 molinos situados a lo largo de un canal. Sólo dos de ellos se pueden visitar; el resto no, pues están en uso y vive gente en su interior.
Dejamos el coche en el aparcamiento de la entrada y fuimos caminando a lo largo de la orilla del canal viendo y fotografiando los molinos.
La mañana siguiente fuimos hasta Kinderdijk. En este lugar se pueden ver 19 molinos situados a lo largo de un canal. Sólo dos de ellos se pueden visitar; el resto no, pues están en uso y vive gente en su interior.
Dejamos el coche en el aparcamiento de la entrada y fuimos caminando a lo largo de la orilla del canal viendo y fotografiando los molinos.
Los dos abiertos al público muestran cómo era la vida en un molino antiguamente, además de los utensilios y muebles de la época. Están ilustrados con fotografías con sus pequeñas historias.
La estampa es sin duda bastante original. En cualquier caso, nos parece increíble que hoy en día haya gente que viva en el interior de un molino, porque no nos pareció que fuese especialmente cómodo.
La estampa es sin duda bastante original. En cualquier caso, nos parece increíble que hoy en día haya gente que viva en el interior de un molino, porque no nos pareció que fuese especialmente cómodo.
Tras esto nos dirigimos al parque nacional De Hoge Veluwe. Para llegar a él tuvimos que conducir durante una hora, en lo que fue el trayecto más largo de todo nuestro viaje (lo que demuestra que en los Países Bajos todo está muy cerca).
El parque tiene tres entradas; nosotros elegimos acceder por la de Schaarsbergen, situada al sur de este recinto boscoso. Una de las curiosidades que tiene este parque es que dispone de bicicletas gratuitas para que los visitantes lo recorran con este medio de transporte. Así que dejamos el coche en el aparcamiento de la entrada, nos acercamos al aparcamiento repleto de bicicletas y nos subimos en ellas.
El parque es prácticamente llano en su totalidad (un poco como todo el país), por lo que ir en bicicleta es una manera muy agradable de visitarlo.
En la entrada compramos un mapa para no perdernos y una vez hubimos decidido la ruta nos pusimos en marcha.
Está todo muy acondicionado para las bicicletas, con pequeños caminos asfaltados y otros de arena en muy buenas condiciones.
El parque tiene tres entradas; nosotros elegimos acceder por la de Schaarsbergen, situada al sur de este recinto boscoso. Una de las curiosidades que tiene este parque es que dispone de bicicletas gratuitas para que los visitantes lo recorran con este medio de transporte. Así que dejamos el coche en el aparcamiento de la entrada, nos acercamos al aparcamiento repleto de bicicletas y nos subimos en ellas.
El parque es prácticamente llano en su totalidad (un poco como todo el país), por lo que ir en bicicleta es una manera muy agradable de visitarlo.
En la entrada compramos un mapa para no perdernos y una vez hubimos decidido la ruta nos pusimos en marcha.
Está todo muy acondicionado para las bicicletas, con pequeños caminos asfaltados y otros de arena en muy buenas condiciones.
Llegamos hasta el pabellón de caza Sint Hubertus, situado junto a un pequeño estanque y con una curiosa torre.
Continuamos hasta el Museonder, un pequeño museo subterráneo donde había otro gran aparcamiento de bicicletas, para regresar finalmente hasta la entrada donde habíamos dejado el coche.
Continuamos hasta el Museonder, un pequeño museo subterráneo donde había otro gran aparcamiento de bicicletas, para regresar finalmente hasta la entrada donde habíamos dejado el coche.
En total hicimos un recorrido más o menos circular pasando por zonas casi desérticas (con fina arena incluida) y por zonas boscosas en las que casi no se vislumbraba un rayo de sol.
Aunque nos quedamos con ganas de ver algún animal (solamente vimos unos ciervos muy a lo lejos) fue una visita muy divertida.
Nuestra última parada antes de ir a Ámsterdam fue en Utrecht. Como al día siguiente ya teníamos reservado el alojamiento en Ámsterdam, decidimos quedarnos a dormir aquí.
Una vez hubimos encontrado un hotel no muy céntrico que nos permitió aparcar en la calle por un precio razonable, fuimos hacia el centro dando un paseo.
Esta ciudad, al igual que Delft, es una ciudad universitaria, por lo que había mucha gente por las calles. Además hacia muy buena tarde, así que todos los bares y restaurantes tenían sus terrazas a pleno rendimiento.
Nuestra última parada antes de ir a Ámsterdam fue en Utrecht. Como al día siguiente ya teníamos reservado el alojamiento en Ámsterdam, decidimos quedarnos a dormir aquí.
Una vez hubimos encontrado un hotel no muy céntrico que nos permitió aparcar en la calle por un precio razonable, fuimos hacia el centro dando un paseo.
Esta ciudad, al igual que Delft, es una ciudad universitaria, por lo que había mucha gente por las calles. Además hacia muy buena tarde, así que todos los bares y restaurantes tenían sus terrazas a pleno rendimiento.
Comenzamos la visita admirando la Domtoren, una espléndida torre cuyos 112 metros de altura la convierten en la más alta del país. Cruzamos la torre por debajo y llegamos a la plaza de la Domkerk.
Al otro lado de la plaza se encuentra la Universiteit, en la que nos colamos. En un aula muy grande estaban celebrando una cena y se respiraba un aire festivo y tranquilo. Nos cruzamos con un par de personas en el interior (a las que por cierto no les extrañó que dos turistas estuviésemos deambulando a nuestras anchas por el edificio) y dimos un paseo por la planta baja y el primer piso. Casi todas las puertas estaban cerradas, pero en los escasos despachos que estaban abiertos pudimos cotillear un poco.
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De vuelta a la calle nos acercamos hasta el Bakkerbrug. El canal que atraviesa este puente fue el más concurrido que encontramos por los Países Bajos: había terrazas tanto por la parte alta como por la zona baja y todas estaban repletas. Por supuesto, por los canales no dejaban de pasar los grupos de amigos haciendo picnic en sus barcas.
En ese punto decidimos ir a cenar aunque nos costó un rato encontrar un sitio en el que hubiera una mesa libre. Parecía que todo Utrecht había salido a la calle.
Después de cenar seguimos paseando por el centro hasta que se hizo de noche, momento en el que nos fuimos hasta nuestro alojamiento.
Después de cenar seguimos paseando por el centro hasta que se hizo de noche, momento en el que nos fuimos hasta nuestro alojamiento.