Vietnam
Norte de Vietnam
A la mañana siguiente tomamos un vuelo desde Dong Hoi hasta Hanoi, la capital de Vietnam. Teníamos que aprovechar el día porque no dispondríamos de demasiado tiempo para visitar la ciudad. Lo primero que hicimos fue buscar un lugar concreto para comer que llevábamos localizado, donde supuestamente se come el mejor Bún Cha de Hanoi. No sabemos si es el mejor, pero estuvo absolutamente delicioso. Con las pilas cargadas nos pusimos a recorrer el bullicioso y caótico centro. De todas las ciudades que visitamos en Vietnam, esta fue sin duda en la que encontramos el mayor volumen de motos. Dicen que hay unos 7 millones de habitantes en Hanoi y unos 5 millones de scooters. No sabemos si será verdad, pero desde luego se veía más gente en moto que caminando. De hecho, las aceras parecen estar habilitadas para el aparcamiento de las motos, por lo que los peatones debemos transitar muy a menudo por el medio de la calle.
Decidimos hacer un circuito a pie que recomendaba la guía. Comenzamos visitando el templo Ngoc Son. Situado en medio de un lago, para llegar hasta él hay que atravesar un puente de madera. El interior del templo no está mal, pero sin duda lo interesante es su ubicación. La ruta nos llevó por una calle llena de zapaterías, otra llena de tiendas en las que se esculpían lápidas, otra en la que solamente había joyerías, la calle de los herreros, de las herboristerías, de los espejos… Parece que en Hanoi los gremios están agrupados todos por calles.
Una de las mayores atracciones de la ruta (al menos para nosotros) fue el mercado de Dong Xuan. Con multitud de puestos en las calles, todo lleno de motos circulando por todas partes, fue una auténtica aventura cotillear por el mercado; incluso nos deparó alguna (desagradable) sorpresa. Por ejemplo, un hombre compró una tortuga en una pescadería y vimos al pescadero quitarle el caparazón al animal con un cuchillo. Y es que en este mercado, todo lo que puede ser comido está a la venta.
Recorrimos también la calle de los hojalateros, de las tiendas especializadas en altares y estatuas budistas, de las que venden esteras de paja y cuerdas, la de los juguetes o la calle de las tiendas de sedas.
Fue una ruta bastante completa que concluía en la catedral de San José, aunque nosotros la finalizamos en Bia Hoi Hanoi, toda una institución en la ciudad, donde los locales quedan para tomar cervezas sin parar. Es una cerveza ligera que hacen en el día: es realmente barata y entra muy bien.
Tras la ingesta cervecera vino la cena. En esa ocasión le tocó el turno a otra institución: un local donde sirven Bún Bò Nam Bo, una especialidad del sur que también resultó deliciosa.
Al día siguiente comenzaba nuestro crucero de 3 días y 2 noches por la bahía de Halong. Amaneció lloviendo, lo que propició que aparecieran los chubasqueros y otros medios para cubrirse entre los motociclistas. Pasaron a recogernos por el hotel y tras unas cuatro horas de trayecto llegamos al embarcadero. Allí había una gran cantidad de turistas porque nos juntábamos los que subíamos con los que bajaban.
Tras una corta espera nos subieron a un pequeño bote que nos llevó hasta el barco en el que haríamos el crucero. Era una pequeña motonave de dos plantas con nueve camarotes. Nos dieron la bienvenida de rigor con zumo de frutas incluido y nos acomodamos en nuestra cabina. No era especialmente lujosa, pero fue más que suficiente para dos noches. En seguida comenzó la navegación y desde el primer momento pudimos disfrutar del paisaje, a pesar de que el clima no acompañó mucho. Todo lo que alcanzaba la vista estaba repleto de islotes con montañas, que son la seña de identidad de esta bahía. En total se han contabilizado casi 2 000 islotes de diferentes tamaños.
Una vez acomodados los pasajeros que ese día iniciábamos la travesía nos sirvieron la comida, tras lo cual llegó la parada del día. Nos bajaron del barco y nos subieron en unos pequeños botes hechos de madera de bambú para dar un paseo por una aldea flotante de pescadores.
De vuelta en el barco se ofreció la posibilidad de darse un chapuzón en el agua. A pesar de que la mayoría estábamos con el chubasquero o el forro polar, hubo un par de valientes que se animaron.
Después le tocó el turno a la cena, tras lo cual fue el momento de tomar unos cócteles y conversar con la gente del grupo que nos había tocado. Aunque no somos muy amigos de este tipo de situaciones, tuvimos la suerte de coincidir con dos parejas muy majas con las que compartimos muy buenos ratos esos tres días: Angie y Diego (de Chicago y Lima) y Juergen y Glenn (de Vancouver). Gente agradable y simpática de verdad. A la mañana siguiente nos llevaron a un bote en el que haríamos todas las visitas de ese día. La primera fue a un criadero de ostras. Allí nos enseñaron todo el proceso de cultivo de perlas con ostras en cautividad. Fue una explicación bastante detallada y curiosa. Por supuesto, al finalizar la visita se ofrecía la posibilidad de comprar joyería diversa. De vuelta en el barco y tras un rato de navegación, llegó el momento del ejercicio. Nos subimos a un kayak y nos dejaron a nuestro libre albedrío durante un rato para explorar la zona remando. Estuvimos rodeando los islotes con sus montañas y desembarcamos un par de veces en pequeñas playas de arena que la marea baja dejaba al descubierto.
Pasamos un rato muy entretenido. A la hora convenida volvimos al barco donde nos sirvieron la comida.
Por la tarde volvimos a subirnos a los kayaks, aunque en esa ocasión fuimos unos detrás de otros siguiendo a la guía. Nos condujo a través de un par de cuevas hasta una pequeña laguna donde pudimos contemplar unos cuantos monos a lo lejos. De regreso al barco, a los turistas se nos ofreció darnos un baño saltando desde el primer piso del barco. Como mientras hacíamos ejercicio remando con el kayak habíamos comprobado que el agua estaba a una buena temperatura, decidimos dar el gran salto y remojarnos. Cuando subimos de nuevo al barco nos obsequiaron con unas toallas para secarnos.
El tercer y último día de nuestro crucero visitamos la cueva Me Cung, que se encuentra en uno de los islotes más grandes y se recorre a pie. Ésta era mucho más pequeña que las que recorrimos en Phong Nha-Kè Bàng. Tras atravesar un pequeño túnel, desde el otro lado de la cueva se podía bajar hasta una pequeña laguna, o bien subir a un mirador. Nosotros hicimos las dos cosas.
De nuevo en el barco, mientras navegábamos en dirección al puerto, hicimos un pequeño taller para aprender a hacer rollitos vietnamitas. Cuando acabamos nos sirvieron la comida, entre la que se encontraban los propios rollitos que habíamos confeccionado los turistas.
Una vez en el puerto, desembarcamos y nos subimos al minibús que nos condujo de vuelta a Hanoi, donde llegó el triste momento de las despedidas. Esa tarde quedamos con Angie y Diego para cenar y pasar juntos la medianoche, ya que era el último día del año.
Nos acomodamos en nuestro hotel y descansamos un rato. A la hora convenida pasamos a recogerlos por su hotel y fuimos a cenar. Primero nos llevaron ellos a comer Bánh Cuon (añadiendo así un nuevo plato delicioso a nuestra colección de comida vietnamita); después los llevamos nosotros a Bia Hoi Hanoi, donde además de un montón de cervezas, nos tomamos un hot pot de cangrejo y ternera que estuvo bastante rico. Desde allí caminamos hasta el lago del centro de la ciudad donde nos dijeron que a las doce de la noche habría fuegos artificiales; al final fue más bien “un fuego artificial”.
Para el día siguiente habíamos contratado una excursión por los alrededores de Hanoi. El procedimiento fue el de costumbre: nos vino a buscar un minibús al hotel y tras recoger a otros tantos turistas, nos pusimos en marcha. Por la mañana visitamos Hoa Lu, antigua capital de Vietnam hace muchos siglos. No queda mucho del esplendor que pudo haber tenido. Lo más bonito casi fue su ubicación, junto a un río y rodeada de montañas (algo que favoreció las labores defensivas en su momento).
Atravesamos una bonita puerta reconstruida que daba acceso al recinto; una vez dentro, lo más destacado fue un templo que estaba también en fase de restauración. Tras las pertinentes explicaciones del guía, volvimos al minibús y nos llevaron a comer. Ese día fue una de las peores comidas que sufrimos en Vietnam.
Desde donde estaba el restaurante comenzaba la segunda atracción del día, la zona de Tam Coc. Es conocida como la bahía de Halong seca por su similitud en la orografía, si bien en esta zona todas las montañas se encuentran en tierra. Lo paradójico del asunto es que, a pesar del nombre, la visita se hace en un bote recorriendo un río. Es una atracción totalmente preparada para turistas, a pesar de lo cual el entorno es bonito y resulta agradable. La excursión consiste en ir río arriba durante unos 45 minutos, atravesando tres cuevas por el camino. Llegado un punto, el barquero da media vuelta y se regresa al punto de partida.
El sitio es muy turístico y hay un trajín constante de barcas subiendo y bajando en todo momento. La última actividad del día antes de emprender la vuelta hacia Hanoi es montar en una bicicleta y recorrer la carretera hasta el final, paseando por la zona y viendo los campos de arroz, las montañas y los ríos del lugar.
Al día siguiente partía nuestro vuelo hacia el sur. Había un par de sitios de Hanoi a los que no habíamos ido que eran de visita obligada, así que madrugamos bastante.
Para optimizar el tiempo tomamos un taxi en el hotel. Nuestra primera parada fue en el complejo del mausoleo de Ho Chi Minh. En torno al mausoleo del antiguo dirigente vietnamita se han construido una serie de edificios. A nuestra llegada al recinto nos encontramos una fila enorme de personas esperando a que abrieran el mausoleo. Nosotros no teníamos intención de entrar para ver los restos de Ho Chi Minh, así que deambulamos un poco por las zonas permitidas del complejo. Pasamos junto al museo Ho Chi Minh y llegamos hasta la pagoda del Pilar Único. Es un edificio curioso: situada en el centro de un pequeño estanque se encuentra esta pagoda que se sostiene por una única columna. En el interior de la pagoda no cabe más que un altar, al que se puede llegar por unas escaleras. Continuamos hasta el mausoleo, donde tuvimos que esperar a que abrieran. Aunque no queríamos entrar, para deambular por las cercanías del edificio había que esperar a que fueran las 8 de la mañana. Le hicimos unas cuantas fotos desde el punto más cercano al que nos permitieron aproximarnos y después nos acercamos hasta el palacio presidencial, último de los edificios del complejo que vimos. Tuvimos que conformarnos con echarle un vistazo detrás de una valla.
De ahí nos subimos a otro taxi que nos llevó hasta el templo de la Literatura. Cuando llegamos llevaba poco rato abierto, por lo que pudimos recorrerlo rodeados de muy poca gente. Tiene la típica estructura de estos edificios: una puerta de acceso tras la cual hay una serie de patios con jardines o estanques separados por más puertas, hasta que se llega al edificio principal, que está siempre al fondo.
Este templo sin embargo presenta una construcción única: por ser un templo dedicado a los eruditos y literatos de Vietnam (de ahí el nombre), hay 82 estelas sujetadas por sendas tortugas, cada una dedicada a un erudito o literato excepcional.
También nos gustó mucho el pequeño estanque que hay en medio del complejo.
Tras dar por finalizada esta visita, ya podíamos abandonar la ciudad. Nuevamente nos subimos a un taxi, volvimos al hotel a por nuestros bártulos y nos fuimos al aeropuerto. Allí tomamos nuestro vuelo hacia Ciudad Ho Chi Minh, para disfrutar de nuestra última parte del viaje. |