Vuelta al mundo
Sudáfrica
El trayecto entre Sídney y Johannesburgo fue probablemente el más largo de todos, con el agravante (al menos desde nuestro punto de vista) de que era un vuelo diurno. Como el vuelo llegaba por la tarde, habíamos reservado un alojamiento no muy lejos del aeropuerto, donde además servían cenas, así no teníamos que preocuparnos de nada. Recogimos el coche de alquiler en el aeropuerto y condujimos poco más de quince minutos hasta el Blue Mango Lodge, un bed & breakfast muy agradable y tranquilo en medio de la nada. Cenamos muy bien, dormimos mejor y desayunamos de maravilla. Sudáfrica era el último destino de nuestro viaje alrededor del mundo. En el año 2011 hicimos una ruta por este país y nos encantó. En esta ocasión volvíamos para hacer un safari de cuatro días por el parque Kruger. Este parque es un lugar magnífico para disfrutar de los animales en su hábitat natural. Está a menos de cinco horas en coche de Johannesburgo y por su interior se puede transitar con comodidad sin necesidad de conducir un 4x4, por lo que no es necesario contratar ningún tipo de excursión. |
Parque Nacional Kruger
Madrugamos bastante porque queríamos llegar al Kruger lo antes posible para comenzar el avistamiento de animales. Una gran parte del trayecto desde Johannesburgo hasta el parque es por autopista, por lo que la conducción es muy cómoda. Para acceder al parque hay varias puertas de entrada. Nosotros fuimos por la de Phalaborwa porque esa noche habíamos reservado una cabaña en Olifants Rest Camp. Diseminados por el parque hay varios campamentos estatales con muy buenas instalaciones. Están vallados para evitar que entren los animales. Muchos de ellos cuentan en su interior con un restaurante, una tienda y una gasolinera, que aparte del propio alojamiento, es todo lo que se necesita.
Una vez hubimos completado los trámites de entrada al parque en Phalaborwa Gate, nos dispusimos a buscar animales a ambos lados. En el interior del parque no está permitido conducir a más de 50 km/h, pero normalmente no se alcanzan esas velocidades; en primer lugar, porque se puede cruzar cualquier animal; en segundo, porque al ir más lento es más fácil localizar animales que pueden no estar visibles a primera vista.
Al poco de entrar al parque vimos dos jirafas que parecían una madre y su cría. Más adelante, cerca de un río vimos un gran grupo de babuinos de camino a algún sitio. Iban pasando junto a nuestro coche por todos lados, por lo que cuando arrancamos tuvimos que tener cuidado para no atropellar a ninguno.
De camino al campamento se nos cruzó un grupo de cebras, así que tuvimos que esperar a que pasaran para no asustarlas.
Madrugamos bastante porque queríamos llegar al Kruger lo antes posible para comenzar el avistamiento de animales. Una gran parte del trayecto desde Johannesburgo hasta el parque es por autopista, por lo que la conducción es muy cómoda. Para acceder al parque hay varias puertas de entrada. Nosotros fuimos por la de Phalaborwa porque esa noche habíamos reservado una cabaña en Olifants Rest Camp. Diseminados por el parque hay varios campamentos estatales con muy buenas instalaciones. Están vallados para evitar que entren los animales. Muchos de ellos cuentan en su interior con un restaurante, una tienda y una gasolinera, que aparte del propio alojamiento, es todo lo que se necesita.
Una vez hubimos completado los trámites de entrada al parque en Phalaborwa Gate, nos dispusimos a buscar animales a ambos lados. En el interior del parque no está permitido conducir a más de 50 km/h, pero normalmente no se alcanzan esas velocidades; en primer lugar, porque se puede cruzar cualquier animal; en segundo, porque al ir más lento es más fácil localizar animales que pueden no estar visibles a primera vista.
Al poco de entrar al parque vimos dos jirafas que parecían una madre y su cría. Más adelante, cerca de un río vimos un gran grupo de babuinos de camino a algún sitio. Iban pasando junto a nuestro coche por todos lados, por lo que cuando arrancamos tuvimos que tener cuidado para no atropellar a ninguno.
De camino al campamento se nos cruzó un grupo de cebras, así que tuvimos que esperar a que pasaran para no asustarlas.
Ese día no dio para más. Además de los límites de velocidad, hay también restricción en cuanto a las horas de conducción en el parque. En agosto, que es cuando estuvimos nosotros, solamente se permite circular de seis de la mañana a seis de la tarde. Eso quiere decir que a las seis de la tarde todo el mundo tiene que estar ya en el interior del campamento o haber salido del parque.
Al día siguiente madrugamos bastante ya que queríamos aprovechar la jornada al máximo. A las seis y poco estábamos saliendo de Olifants. Ese día teníamos una reserva de dos noches en un lodge dentro de la reserva privada de Klaserie. Adyacentes al parque hay una serie de reservas privadas que fueron vendidas hace mucho tiempo a terratenientes. No están separadas por vallas, de manera que los animales pueden transitar libremente. No obstante, la entrada a dichas reservas está restringida, pudiendo solo acceder los vehículos de la gente que pernocta en algún lodge de la propia reserva. Los alojamientos suelen ser de lujo (o superlujo). En nuestro viaje de 2011 estuvimos en Sabi Sand Game Reserve, en un lodge llamado Idube, y fue una experiencia increíble. Así que en esta ocasión decidimos cambiar de reserva y optamos por Klaserie.
Nuestra idea ese día era ir conduciendo tranquilamente por el interior de parque Kruger en dirección a la Orpen Gate, por donde saldríamos del parque. Desde allí tendríamos una hora y media aproximadamente de trayecto hasta llegar a la puerta de acceso a Klaserie Game Reserve, y desde la puerta unos 45 minutos hasta el lodge. Teníamos que llegar sobre las dos de la tarde, así que teníamos tiempo de sobra.
Nada más salir de Olifants vimos un toco piquigualdo (del inglés yellow hornbill). La imagen fue bastante bonita porque el sol acababa de salir, pero todavía tenía ese color rojo tan característico de África en esa época del año, que se reflejaba sobre los árboles y el toco.
Al día siguiente madrugamos bastante ya que queríamos aprovechar la jornada al máximo. A las seis y poco estábamos saliendo de Olifants. Ese día teníamos una reserva de dos noches en un lodge dentro de la reserva privada de Klaserie. Adyacentes al parque hay una serie de reservas privadas que fueron vendidas hace mucho tiempo a terratenientes. No están separadas por vallas, de manera que los animales pueden transitar libremente. No obstante, la entrada a dichas reservas está restringida, pudiendo solo acceder los vehículos de la gente que pernocta en algún lodge de la propia reserva. Los alojamientos suelen ser de lujo (o superlujo). En nuestro viaje de 2011 estuvimos en Sabi Sand Game Reserve, en un lodge llamado Idube, y fue una experiencia increíble. Así que en esta ocasión decidimos cambiar de reserva y optamos por Klaserie.
Nuestra idea ese día era ir conduciendo tranquilamente por el interior de parque Kruger en dirección a la Orpen Gate, por donde saldríamos del parque. Desde allí tendríamos una hora y media aproximadamente de trayecto hasta llegar a la puerta de acceso a Klaserie Game Reserve, y desde la puerta unos 45 minutos hasta el lodge. Teníamos que llegar sobre las dos de la tarde, así que teníamos tiempo de sobra.
Nada más salir de Olifants vimos un toco piquigualdo (del inglés yellow hornbill). La imagen fue bastante bonita porque el sol acababa de salir, pero todavía tenía ese color rojo tan característico de África en esa época del año, que se reflejaba sobre los árboles y el toco.
Después vimos una carraca lila (del inglés lilac-breasted roller, pájaro de bonitos y llamativos colores), un buitre en lo alto de un árbol junto al nido, un sisón moñudo austral (del inglés red-crested korhaan, ave otidiforme de la familia de las avutardas, cuya particularidad es que a pesar de ser aves son más bien terrestres), un numeroso grupo de pintadas (del inglés guineafowl, también llamadas gallinas de Guinea), un facocero o facóquero (del inglés warthog, una especie de jabalí), un ganso del Nilo o ganso egipcio (del inglés Egyptian goose), un pequeño grupo de ñus, un par de cebras que estaban inmóviles y otra jirafa.
Hacemos una pausa en la enumeración de los animales para tomar aire porque después vimos a lo lejos un guepardo, y eso son palabras mayores.
Da la sensación de que la mayor recompensa en un safari es ver alguno de los “grandes gatos” (o “big cats”como le dicen los anglosajones), es decir, leones, guepardos o leopardos. Suponemos que son los animales que la gente prefiere ver, aunque es cierto que su avistamiento supone también un desafío porque son los más escurridizos. En definitiva, en varios días es fácil ver en más de una ocasión elefantes, jirafas o cebras, pero los felinos es un poco más complicado. Nosotros somos un poco más neutrales y nos emocionamos casi por igual con cualquier animal.
El caso es que vimos varios coches parados y nos imaginamos que habría algún gato a la vista. A lo lejos conseguimos divisar un guepardo en una de sus posturas características: sentado con la cabeza bien en alto mirando a uno y otro lado en busca de comida. Lo pillamos un poco de milagro, porque al momento se tumbó y desapareció. Aunque estuvimos esperando un rato, no lo volvimos a ver.
Da la sensación de que la mayor recompensa en un safari es ver alguno de los “grandes gatos” (o “big cats”como le dicen los anglosajones), es decir, leones, guepardos o leopardos. Suponemos que son los animales que la gente prefiere ver, aunque es cierto que su avistamiento supone también un desafío porque son los más escurridizos. En definitiva, en varios días es fácil ver en más de una ocasión elefantes, jirafas o cebras, pero los felinos es un poco más complicado. Nosotros somos un poco más neutrales y nos emocionamos casi por igual con cualquier animal.
El caso es que vimos varios coches parados y nos imaginamos que habría algún gato a la vista. A lo lejos conseguimos divisar un guepardo en una de sus posturas características: sentado con la cabeza bien en alto mirando a uno y otro lado en busca de comida. Lo pillamos un poco de milagro, porque al momento se tumbó y desapareció. Aunque estuvimos esperando un rato, no lo volvimos a ver.
Siguiendo nuestro recorrido hacia la Orpen Gate se cruzó por la carretera un pequeño grupo de kudús, unos antílopes de gran tamaño, en el que había tanto machos como hembras (fácilmente distinguibles por los cuernos).
Después vimos un chacal, bastante difícil de avistar porque el color de su lomo se mezcla muy bien con el color de la maleza en esa época del año. Iba caminando con decisión, así que suponemos que andaría siguiendo algún rastro o habría olfateado algo.
Continuando por la carretera vimos en un lateral una avutarda kori (del inglés kori bustard), otra ave caminante que se desplazaba también con mucha decisión.
Después vimos un chacal, bastante difícil de avistar porque el color de su lomo se mezcla muy bien con el color de la maleza en esa época del año. Iba caminando con decisión, así que suponemos que andaría siguiendo algún rastro o habría olfateado algo.
Continuando por la carretera vimos en un lateral una avutarda kori (del inglés kori bustard), otra ave caminante que se desplazaba también con mucha decisión.
Ya cerca de la salida observamos una cigüeña lanuda (del inglés woolly-necked stork) en lo alto de un árbol, y una solitaria jirafa que se asustó y cruzó la carretera al galope.
Tras hacer los trámites de salida del parque condujimos hasta la puerta de entrada de Klaserie Game Reserve. Una vez pasado el control nos dirigimos hasta Baobab Ridge, el alojamiento que habíamos reservado.
Como hemos comentado antes, los alojamientos en las reservas son muy caros, pero en nuestra opinión vale la pena pagar el precio. Normalmente incluyen dos safaris diarios en jeep (al amanecer y al atardecer) con un ranger, pensión completa, lo que los anglosajones llaman soft drinks (agua, refrescos, café y té) y alojamiento en una cabaña de lujo. El Baobab Ridge incluía también bebidas alcohólicas de baja graduación (cerveza, vino y sidra) y una lavadora diaria.
A nuestra llegada nos estaban esperando en el vestíbulo con un zumo natural. Nos explicaron las normas y el funcionamiento del lodge y lo que podíamos esperar en los siguientes dos días de alojamiento. Nos llevaron a nuestro bungaló y nos citaron a las dos para comer.
Los bungalós eran todos individuales y estaban repartidos alrededor de las zonas comunes. El lugar estaba fenomenal, como ya imaginábamos.
Después de comer nos acomodamos en el jeep con otros turistas y salimos en busca de animales. El ranger que nos iba a acompañar durante nuestra estancia se llamaba Brett. Como fuimos descubriendo, Brett era un apasionado de la naturaleza y de la fauna salvaje, y disfrutaba enormemente de cada minuto de su trabajo.
Esa tarde no tuvimos mucha suerte con los animales. Vimos un solitario elefante comiendo (y gracias a las explicaciones de Brett pudimos apreciar lo hábiles que son esos animales con la trompa), un grupo de facóqueros que se alejaba del camino y un águila marcial (del inglés martial Eagle), la mayor de su especie.
Como hemos comentado antes, los alojamientos en las reservas son muy caros, pero en nuestra opinión vale la pena pagar el precio. Normalmente incluyen dos safaris diarios en jeep (al amanecer y al atardecer) con un ranger, pensión completa, lo que los anglosajones llaman soft drinks (agua, refrescos, café y té) y alojamiento en una cabaña de lujo. El Baobab Ridge incluía también bebidas alcohólicas de baja graduación (cerveza, vino y sidra) y una lavadora diaria.
A nuestra llegada nos estaban esperando en el vestíbulo con un zumo natural. Nos explicaron las normas y el funcionamiento del lodge y lo que podíamos esperar en los siguientes dos días de alojamiento. Nos llevaron a nuestro bungaló y nos citaron a las dos para comer.
Los bungalós eran todos individuales y estaban repartidos alrededor de las zonas comunes. El lugar estaba fenomenal, como ya imaginábamos.
Después de comer nos acomodamos en el jeep con otros turistas y salimos en busca de animales. El ranger que nos iba a acompañar durante nuestra estancia se llamaba Brett. Como fuimos descubriendo, Brett era un apasionado de la naturaleza y de la fauna salvaje, y disfrutaba enormemente de cada minuto de su trabajo.
Esa tarde no tuvimos mucha suerte con los animales. Vimos un solitario elefante comiendo (y gracias a las explicaciones de Brett pudimos apreciar lo hábiles que son esos animales con la trompa), un grupo de facóqueros que se alejaba del camino y un águila marcial (del inglés martial Eagle), la mayor de su especie.
Tras eso llegó la hora de la pausa. Los recorridos en jeep suelen durar entre tres horas y tres horas y media, pero siempre se hace una pequeña parada para tomar alguna bebida y un aperitivo. Es el único momento en que se nos permite a los turistas bajar del vehículo. Mientras estirábamos las piernas, Brett montó una mesa de acampada y sacó bebidas y cosas de picar para todos. A esas horas ya comenzaba el atardecer y todo se tiñó de rojo.
Tras la breve parada volvimos al jeep. Cuando anocheció Brett sacó una linterna y fue iluminando alrededor del 4x4 en busca de animales. Vimos una hiena moteada (del inglés spotted hyena) que caminaba con paso seguro y un escurridizo ratel (del inglés honey badger) que fue visto y no visto.
De vuelta al alojamiento cenamos en la boma, una hoguera rodeada de una valla y con las mesas rodeando al fuego. Muy romántico y agradable.
Una de las cosas más impactantes de esos lugares es la cantidad de estrellas que se ven en el firmamento por la noche. Al no haber prácticamente contaminación lumínica, es impresionante mirar hacia arriba. Uno se queda maravillado del aspecto tan diferente que presenta el cielo por la noche comparado a como lo solemos ver.
El comienzo de la jornada acontece bien temprano: a las seis nos ofrecen un rápido café con pastas para salir nuevamente de safari antes del amanecer. Todo se va tiñendo de rojo conforme va apareciendo el disco solar en el horizonte. Es algo increíble que ocurre solamente en los meses de invierno austral.
De vuelta al alojamiento cenamos en la boma, una hoguera rodeada de una valla y con las mesas rodeando al fuego. Muy romántico y agradable.
Una de las cosas más impactantes de esos lugares es la cantidad de estrellas que se ven en el firmamento por la noche. Al no haber prácticamente contaminación lumínica, es impresionante mirar hacia arriba. Uno se queda maravillado del aspecto tan diferente que presenta el cielo por la noche comparado a como lo solemos ver.
El comienzo de la jornada acontece bien temprano: a las seis nos ofrecen un rápido café con pastas para salir nuevamente de safari antes del amanecer. Todo se va tiñendo de rojo conforme va apareciendo el disco solar en el horizonte. Es algo increíble que ocurre solamente en los meses de invierno austral.
Al poco de salir vimos un toco piquigualdo, especie que ya habíamos visto la mañana anterior al salir de Olifants Rest Camp y que veríamos en varias ocasiones. Vimos también un raficero común (del inglés steenbok), un pequeño antílope muy asustadizo.
Después nos topamos con dos rinocerontes que estaban comiendo juntos. Precisamente son estas situaciones las que justifican el precio que se paga por estar en una reserva privada. En el parque Kruger es el estado quien establece las normas, pero en las reservas privadas cada una pone las suyas. Esto se refleja, por ejemplo, en que mientras que en el Kruger no se puede transitar de seis de la tarde a seis de la mañana, en las reservas esa norma no aplica.
Otro aspecto muy importante es que en el Kruger hay que permanecer obligatoriamente en los caminos, mientras que en las reservas, cuando se avista algún animal de los llamados importantes (león, guepardo, leopardo, rinoceronte o elefante), los jeeps pueden salirse del camino e ir campo a través para acercarse a los animales, respetando siempre ciertos límites. Eso permite disfrutar de estos animales desde bien cerca.
Así que cuando divisamos los rinocerontes nos salimos del camino y nos acercamos para contemplarlos desde más cerca. Estuvimos un rato viendo cómo comían. |
La parada de media mañana la hicimos junto a un estanque en el que había un par de hipopótamos. Este animal es muy territorial, así que hay que andarse con sumo cuidado para que no sienta que estamos invadiendo su terreno. Nos bajamos del jeep y tomamos un café con unas pastas mientras charlábamos y mirábamos de reojo a los hipopótamos.
Nada más continuar con el safari nos topamos con un turaco unicolor (del inglés Grey Go-away-bird), un pájaro con una bonita cresta.
Después vimos unas cuantas cebras y un facóquero. Cuando volvíamos al lodge pudimos observar un águila volatinera (del inglés bateleur) surcando el aire. Es todo un espectáculo ver volar a esta ave.
Después vimos unas cuantas cebras y un facóquero. Cuando volvíamos al lodge pudimos observar un águila volatinera (del inglés bateleur) surcando el aire. Es todo un espectáculo ver volar a esta ave.
Llegamos al alojamiento para el desayuno. Después teníamos por delante unas horas de tranquilidad hasta la hora de la comida. Ya nos estábamos imaginando en el jardín leyendo relajadamente cuando en ese momento apareció Brett y nos comentó que había hablado por radio con los rangers de otros lodges de Klaserie, quienes le habían comentado que habían visto dos leonas. Nos ofreció salir en el jeep en su busca; por supuesto, todos los turistas que íbamos con él nos apuntamos sin dudar. Así que volvimos a montar y emprendimos la marcha. A esas horas hacía calor, por lo que Brett nos comentó que seguramente las leonas estarían a la sombra descansando. Así sería más fácil dar con ellas, ya que le habían dado las coordenadas de la última zona donde las habían visto y no debían de haberse movido demasiado.
Nada más iniciar la marcha un kudú se cruzó en nuestro camino. Más adelante vimos un búfalo solitario que parecía enfermo, hasta que por fin dimos con las dos leonas. Como era de esperar, estaban tumbadas a la sombra; así que aunque nos acercamos bastante, tuvimos la precaución de no perturbarles demasiado el sueño. Se movieron un poco e incluso cambiaron de postura, pero en general estaban inactivas esperando a que pasara el calor.
Nada más iniciar la marcha un kudú se cruzó en nuestro camino. Más adelante vimos un búfalo solitario que parecía enfermo, hasta que por fin dimos con las dos leonas. Como era de esperar, estaban tumbadas a la sombra; así que aunque nos acercamos bastante, tuvimos la precaución de no perturbarles demasiado el sueño. Se movieron un poco e incluso cambiaron de postura, pero en general estaban inactivas esperando a que pasara el calor.
Tras contemplarlas un rato, emprendimos el camino de vuelta. Y en esas estábamos cuando nos encontramos con una situación graciosa: una hiena moteada, que según comentó Brett estaba preñada, venía corriendo en dirección contraria a la nuestra; tras pasar por nuestro lado, se paró en seco, hizo sus necesidades en medio de la carretera y continuó su camino como si nada.
Esa salida no estaba prevista, pero son los detalles de ir a un sitio de lujo. Se paga bastante dinero, pero se esfuerzan porque valga la pena la experiencia.
De regreso en el lodge, descansamos un rato hasta la comida. A pesar de que en esa época es invierno en Sudáfrica, ese día lucía el sol y hacía mucho calor, así que decidimos ponernos los bañadores y acercarnos a la piscina. Tras remojarnos un rato decidimos ir a la zona común a tomar algo.
De regreso en el lodge, descansamos un rato hasta la comida. A pesar de que en esa época es invierno en Sudáfrica, ese día lucía el sol y hacía mucho calor, así que decidimos ponernos los bañadores y acercarnos a la piscina. Tras remojarnos un rato decidimos ir a la zona común a tomar algo.
Después de comer comenzamos el safari de la tarde. Lo primero que vimos fue un bonito pájaro, el barbudo crestado (del inglés Crested Barbet). Más tarde vimos un pequeño grupo de facóqueros que estaban comiendo de esa forma tan característica: con las piernas dobladas; así tienen la boca junto al suelo.
Continuando nuestra ruta nos encontramos con otra carraca lila, otro raficero común y más tarde con un rinoceronte. Este tenía unos cuantos picabueyes (del inglés oxpecker) sobre el lomo, unos pájaros que se posan sobre el lomo del rinoceronte y se comen los parásitos que se encuentran en su piel.
Justo antes de hacer la parada vespertina nos cruzamos con una víbora bufadora (del inglés puff adder). Esta serpiente altamente venenosa pasó reptando justo a nuestro vehículo y continuó su camino. Suerte tuvimos de que no apareciera cuando estábamos haciendo la pausa.
De vuelta a la carretera vimos un par de búfalos. Ya de noche pudimos ver un gálago o galágido (del inglés bush baby). Son unos pequeños animales nocturnos muy saltarines con unos grandes ojos que les permiten ver perfectamente por la noche.
También vimos de refilón un puercoespín, pero desapareció rápidamente en la oscuridad. Por la noche volvimos a cenar en la boma y disfrutamos nuevamente de las estrellas.
A la mañana siguiente volvimos a estar listos a las seis. Tras tomar un café con pastas nos pusimos en movimiento.
A la mañana siguiente volvimos a estar listos a las seis. Tras tomar un café con pastas nos pusimos en movimiento.
Se había oído por la noche el rugido de un león (nosotros estábamos plácidamente durmiendo y no nos enteramos), así que desde un principio Brett comenzó a buscar las pisadas. Enseguida vio que se trataba de dos leonas, así que con un ojo en el suelo rastreando las huellas y otro en la carretera emprendimos la marcha. Nos topamos nuevamente con otro toco piquigualdo y una mangosta enana (del inglés Dwarf Mangoose) que estaba medio escondida.
Después estuvimos un buen rato sin tropezar con ningún animal, pero Brett no perdía la esperanza de dar con las leonas y continuaba siguiendo las pistas que veía en el suelo. Cuando pensaba que debíamos estar cerca se cruzó un rinoceronte en nuestro camino. Iba caminando muy decidido, así que pasó por delante de nosotros sin inmutarse y continuó su camino.
Nosotros continuamos el nuestro y unos minutos después al dar una curva… ¡casi atropellamos a una de las dos leonas! Iban caminando por la pista en nuestra dirección y se nos presentaron de sopetón. Al final, las indagaciones de Brett habían tenido su recompensa. Las observamos caminar un rato mientras las seguíamos con el 4x4, hasta que en un momento dado se acercaron a un arbusto, se tumbaron a la sombra y ahí se quedaron. Sin importarles para nada que estuviéramos casi a su lado, se pusieron a dormir plácidamente.
Tras contemplarlas un rato, las dejamos allí y regresamos al alojamiento. Después del desayuno llegó el triste momento de marcharse. Hicimos el equipaje y nos despedimos de Brett y de Jess, otra ranger de Baobab Ridge que esos días había estado haciendo funciones de oficina. Al igual que nuestra primera visita en una reserva privada del Kruger, había sido una experiencia inolvidable.
Volvimos a nuestro coche y salimos de la reserva en dirección nuevamente al parque Kruger. Todavía alargaríamos un día más el safari, volviendo a dormir en un campamento estatal en el interior del parque. |
En esa ocasión entramos al parque por la Phabeni Gate. Una vez dentro nos acercamos hasta una charca, donde pudimos contemplar un grupo de hipopótamos. Estaban todos muy juntos excepto uno, que estaba comiendo un tanto alejado del resto. En otra esquina de la charca vimos un cocodrilo descansando; y en la orilla, aunque lejos del cocodrilo, un grupo de cercopitecos verdes (del inglés vervet monkey), unos monos de una especie diferente a los que habíamos visto el primer día. Los machos adultos de estos primates tienen una característica muy peculiar: el escroto de color azul. En nuestro viaje a Tanzania en 2013 vimos uno subido a un árbol y pudimos comprobar que es así.
Una vez hubimos dejado atrás la charca vimos un buitre dorsiblanco volando (del inglés White-backed vulture), un solitario elefante parado junto a un árbol, un raficero entre la maleza, un pequeño grupo de francolines de Swainson (del inglés Swainson's Francolin) al borde de la carretera y un par de mangostas enanas junto a su madriguera oteando los alrededores.
Más tarde encontramos un grupo de antílopes compuesto principalmente por kudús, pero en el que había también un antílope acuático (del inglés waterbuck). Camino del campamento vimos una manada de búfalos.
Esa noche pernoctamos en Pretoriuskop Restcamp, otro campamento estatal como el del primer día, que cuenta con todas las comodidades necesarias.
A la mañana siguiente volvimos a madrugar para estar listos a las seis cuando abrieran la puerta del parque. Queríamos dar una vuelta antes de emprender el camino de regreso a Johannesburgo. Era nuestro último día de viaje.
A la mañana siguiente volvimos a madrugar para estar listos a las seis cuando abrieran la puerta del parque. Queríamos dar una vuelta antes de emprender el camino de regreso a Johannesburgo. Era nuestro último día de viaje.
Al poco de salir del campamento vimos un grupo de cebras. Nuevamente el color rojizo del sol del amanecer lo inundaba todo.
Mientras estábamos contemplando las cebras, un poco más adelante de la carretera se cruzaron tres elefantes. Uno de ellos era una cría, así que nos pusimos a su altura para observarlos. Afortunadamente se quedaron comiendo apaciblemente junto a la carretera, aunque la cría era un poco asustadiza: o bien se escondía detrás de los otros dos elefantes, o bien se adentraba un poco en la maleza.
Mientras estábamos contemplando las cebras, un poco más adelante de la carretera se cruzaron tres elefantes. Uno de ellos era una cría, así que nos pusimos a su altura para observarlos. Afortunadamente se quedaron comiendo apaciblemente junto a la carretera, aunque la cría era un poco asustadiza: o bien se escondía detrás de los otros dos elefantes, o bien se adentraba un poco en la maleza.
Poco a poco se fueron moviendo hacia la espesura hasta que dejamos de verlos. Continuamos nuestro camino y llegamos a una charca en la que solamente vimos un cocodrilo descansando fuera del agua.
En nuestro camino hacia la salida vimos un par de jirafas, un facóquero y un raficero descansando en lo alto de unas piedras.
En nuestro camino hacia la salida vimos un par de jirafas, un facóquero y un raficero descansando en lo alto de unas piedras.
Casi al final del camino nos esperaba una sorpresa: en medio de la carretera, aprovechando la sombra que daba un árbol bastante frondoso, había un grupo de licaones (del inglés wild dog). Estaban tumbados apaciblemente. Frente a ellos había una fila de coches observándolos. Nosotros nos detuvimos a varios metros detrás de ellos y apagamos el motor. Cuando uno de los coches de enfrente encendió el suyo, poco a poco se fueron levantando y acercando a nuestro vehículo hasta quedarse tumbados junto a nosotros, aprovechando la sombra que proyectábamos. Subimos un poco las ventanillas para evitar sustos. Se quedaron junto a nuestro coche hasta que comenzamos a movernos.
Justo antes de llegar a la puerta de salida vimos tres rinocerontes tumbados bajo un árbol. Estaban un poco alejados y escondidos, pero a esas alturas habíamos desarrollado una vista de lince y no se nos escapaba nada.
Salimos del parque Kruger por la Malelane Gate, una de las dos puertas situadas más al sur. Nada más salir llegamos a un puente que cruzaba un río. Vimos que en medio del puente había coches parados, así que nos paramos nosotros también y nos asomamos. Nos encontramos con que había un montón de cocodrilos diseminados por todo el río. Estaban todos muy tranquilos sin moverse. Algunos eran bastante grandes.
Una vez atravesamos el puente condujimos hasta el aeropuerto de Johannesburgo, devolvimos el coche de alquiler y esperamos a que saliera nuestro vuelo.
Se acababa nuestro viaje de cuarenta y dos días dando la vuelta al mundo.
La impresión final fue de satisfacción general. Por fin habíamos podido vivir la experiencia de un viaje de esas características. Nos habíamos divertido mucho, habíamos visto lugares y cosas muy diferentes y había salido todo muy bien.
En ningún momento se nos hizo largo o pesado, pero cuando entramos en casa después de seis semanas vagando por el mundo nos inundó una agradable sensación de home sweet home (del español “hogar dulce hogar”).
Se acababa nuestro viaje de cuarenta y dos días dando la vuelta al mundo.
La impresión final fue de satisfacción general. Por fin habíamos podido vivir la experiencia de un viaje de esas características. Nos habíamos divertido mucho, habíamos visto lugares y cosas muy diferentes y había salido todo muy bien.
En ningún momento se nos hizo largo o pesado, pero cuando entramos en casa después de seis semanas vagando por el mundo nos inundó una agradable sensación de home sweet home (del español “hogar dulce hogar”).