los viajes de juanma y carol
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Vuelta al mundo
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Australia
 
Nuestro siguiente destino era Australia. En el año 2009 pasamos un mes entero en este inmenso país y queríamos volver a visitarlo. En esta ocasión repetiríamos dos lugares y añadiríamos uno nuevo.
Primero iríamos a Cairns para pasar tres días haciendo snorkel en la Gran Barrera de Coral. Después pasaríamos cinco días en la isla de Tasmania (esta sería la parte nueva del viaje), y acabaríamos con tres días en Sídney. Australia sería el destino en el que emplearíamos más días en esta vuelta al mundo: había que aprovechar que andábamos más o menos cerca.

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Cairns
 
En nuestra visita del año 2009 estuvimos en Cairns haciendo snorkel en la Gran Barrera de Coral. Desde entonces hemos vuelto a hacer buceo de tubo en varios destinos (Malasia, Cuba, México…), pero en ningún lugar hemos encontrado la variedad de peces y de coral que vimos durante nuestra primera visita a Australia. La cantidad de coral y el colorido de este, sumado a la infinidad de peces de todos los colores y tamaños imaginables, hacen de él un lugar inigualable para hacer snorkel. El único problema (no todo iba a ser tan bonito) es que la Gran Barrera de Coral se encuentra a unos 80 kilómetros de la costa de Australia, mar adentro. Ello hace que sea imprescindible contratar una excursión para llegar hasta allí. Y las excursiones en Australia no son precisamente baratas.
En ese sentido, lugares como Cuba hacen el snorkel mucho más accesible: muchas veces el coral se encuentra en la propia playa, así que no hay más que entrar al agua y echarse a nadar.
Aterrizamos en Cairns de madrugada. Cuando llegamos al hotel dejamos la maleta y nos fuimos a desayunar. Por el camino buscamos alguna agencia de viajes para contratar una excursión para ese día. Estaríamos tres días en Cairns y teníamos la posibilidad de hacer tres salidas, pero solamente habíamos reservado una para el segundo día. El primero no reservamos por si nuestro vuelo aterrizaba con retraso y no llegábamos a tiempo; y el tercero por si encontrábamos alguna oferta de última hora allí mismo.
Después de preguntar en unos cuantos sitios, nos decidimos por la opción más barata. Al fin y al cabo, cada salida supone más de cien dólares australianos por persona, así que merecía la pena ahorrar un poco de dinero.
La diferencia de precio suele darse principalmente dependiendo del barco (cuanto más moderno y más rápido, más caro). Luego hay otros condicionantes como la calidad de la comida (las excursiones incluyen el almuerzo por lo general), lo que está o no incluido (a veces el precio incluye el traje de neopreno y otras no), el número de pasajeros admitidos a bordo (hay barcos que no salen con toda la capacidad llena para hacer más confortable la estancia), etc. Pero normalmente, la velocidad de la nave es lo principal: llegará antes a la barrera y saldrá más tarde de vuelta al puerto, lo que permitirá pasar más tiempo en el agua, que es para lo que se va allí.
El primer día fuimos con la empresa Compass Cruises. Cuando pagamos la excursión nos avisaron de que, si el mar estaba revuelto (lo cual, por la época, era bastante probable), ese barco se movía bastante. Como no somos de marearnos en el mar, asumimos el riesgo. Efectivamente, ese día el mar no estaba tranquilo y hubo gente que lo pasó bastante mal.
Cuando el barco atracó junto a la barrera llegó el momento esperado. Nos pusimos los trajes de neopreno, las aletas y las gafas y nos fuimos al agua.
Estuvimos un buen rato nadando hasta que nos llamaron para volver al barco. Mientras servían la comida nos movimos a otro lugar para hacer una segunda ronda de buceo. Cuando se acabó el tiempo, volvimos al barco, que puso rumbo de vuelta a puerto.
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​Los tres días en Cairns fueron iguales. Las excursiones siempre siguieron ese patrón: navegación hasta un primer lugar, primera salida al agua, vuelta al barco, se sirve la comida mientras nos trasladan a un segundo sitio, segunda salida, vuelta al barco, regreso a puerto.
El segundo día lo hicimos con la compañía Deep Sea Divers Den. Esta empresa tiene dos barcos, uno un poco más pequeño y antiguo (el SeaQuest), y otro un poco más grande y moderno (el ReefQuest). Nosotros salimos con el Seaquest y nos encantó la experiencia. El barco era muy cómodo, no estaba lleno, la comida estuvo muy bien y la tripulación fue muy maja y atenta en todo momento.
De vuelta a puerto el segundo día decidimos repetir con la misma empresa y probar el otro barco. Al ser más moderno era un poco más caro pero negociamos para que nos lo dejaran al mismo precio que el SeaQuest. Sin embargo, la experiencia del tercer día nos gustó un poco menos. Es verdad que el barco es más grande y más rápido, pero al haber más gente nos pareció un poco más incómodo. En todo caso, los tres días disfrutamos mucho en el agua.
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En total fuimos a seis lugares diferentes. Aunque pueda parecer que en todos los sitios hay lo mismo (coral y peces), el paisaje subacuático es muy diferente y el tipo de coral o las especies de peces también pueden serlo.
En ese momento nos dimos cuenta de que habíamos pasado el ecuador de nuestro viaje sin ser conscientes de ello. Llevábamos más de tres semanas fuera de casa y el tiempo había pasado volando.
 
Tasmania
 
El día siguiente lo tuvimos que emplear en llegar hasta Tasmania. Volamos desde Cairns hasta Hobart vía Sídney, lo que nos llevó todo el día. Aterrizamos en Hobart por la noche, recogimos el coche de alquiler y nos fuimos directamente al alojamiento que habíamos reservado.
Habíamos leído y visto comentarios muy elogiosos de Tasmania. Ese fue el motivo por el que decidimos incluirla en nuestro viaje. Sin embargo, viajar a esta pequeña isla en invierno tiene sus inconvenientes. El primero es que anochece muy pronto, por lo que las horas de luz para hacer turismo son muy reducidas. El segundo, que al estar muy al sur los inviernos son más duros. Esto quiere decir que hay muchas zonas de la isla en las que la nieve es una constante en invierno. Eso motivó que dejásemos de visitar un par de parques nacionales que dicen son de lo más bonito de la isla. Nos pusimos en contacto con el centro de visitantes antes de salir y nos dijeron que para visitar esos parques era obligatorio llevar cadenas y que podía suceder que durante nuestra visita nos quedáramos atrapados si caía una gran nevada; o que no pudiésemos llegar a nuestro destino hasta que pasaran las máquinas quitanieves. Nos pareció que esos condicionantes podían dificultar nuestra ruta, así que finalmente decidimos dejar esos lugares fuera del itinerario, lo que sin duda hizo que nuestro recorrido final quedase un tanto descafeinado.
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Para nuestra primera visita en la isla nos adentramos en el Tasman National Park. Condujimos hasta el camping de Fortescue Bay donde dejamos el coche. Allí comenzaba una caminata de 4,4 kilómetros hasta Cape Hauy. 
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Buscando información sobre la isla encontramos un folleto llamado “Los 60 mejores paseos en Tasmania”, algunos de los cuales decidimos incluir en nuestra ruta. El primero fue este. De todos los que hicimos fue el que nos pareció más bonito.
El punto de partida comienza con una subida leve pero constante, acompañada de una bonita vista sobre la bahía Fortescue. En un determinado momento se llega a una bifurcación y se entra en el propio cabo. Allí la vista es increíble: se ve todo el sendero por el que continúa el paseo hasta llegar al cabo, pero como el lugar es una especie de istmo, se puede contemplar el mar a ambos lados. 
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A partir de ahí hay una bajada que culmina en una zona con muchos loros (o familiares cercanos), desde donde comienza la subida final hasta llegar al cabo. Por supuesto, la panorámica desde el cabo también es muy bonita.
La vuelta se hace por el mismos camino, así que la subida se convierte en bajada y viceversa. 
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Fue una caminata un tanto dura pero acompañada en todo momento de unas vistas espectaculares.
A nuestra llegada al aparcamiento nos encontramos con un solitario y tranquilo ualabí (del inglés wallaby) con el que nos hicimos unas fotos.
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Desde allí fuimos hasta Port Arthur para visitar la que fue la cárcel más importante de Tasmania. El precio de la entrada incluía un paseo en barco, que fue lo que primero hicimos. La ruta es simple: la nave da una vuelta a la isla de los muertos y vuelve al embarcadero. En esa pequeña isla es donde enterraban al personal civil de la prisión y a sus familiares. Todavía se aprecian algunas de las lápidas.
El paseo en barco sirve también para hacerse una idea de lugar y contemplar la cárcel desde la distancia.
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El edificio de la prisión es sin duda el principal reclamo del lugar. Aunque está vacío, se puede entrar al interior para hacerse una idea del complejo.
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Luego hicimos una pequeña caminata por la zona. Entramos en la casa del comandante, que se conserva en buen estado, y llegamos hasta la iglesia de la que queda parte de la fachada.
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Nos fuimos con la sensación de que el lugar debió de tener una gran relevancia en su tiempo, motivo por el que han decidido reformarlo para convertirlo en una atracción turística.
La última visita del día fue nuevamente en el interior del Tasman National Park, pero esta vez en la parte norte del parque. Se trataba de hacer otra caminata del folleto, aunque esta fue un pequeño paseo de 1,7 kilómetros por un trayecto sin apenas desnivel.
Dejamos el coche junto al Tasman’s Arch, un arco natural formado en el acantilado, y caminamos hacia la Waterfall Bay. El paseo fue agradable: se camina todo el rato por bosque, aunque cada pocos metros hay una salida al acantilado con un pequeño mirador.
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El mirador final está sobre la Waterfall Bay. Desafortunadamente, en esa época del año la catarata que da nombre a la bahía no llevaba apenas agua. 
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De vuelta al coche pasamos por un pueblo llamado Doo Town, en el que todos los nombres de las calles y las casas contienen la palabra inglesa “do”, formando ingeniosos juegos de palabras. Junto a este pueblo se encuentra Pirates Bay. Allí estuvimos viendo el atardecer. 
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Nos despistamos más de la cuenta con la hora, pues nuestra intención era no conducir de noche. En Tasmania la mayoría de las carreteras no tienen valla que las separe de los campos adyacentes, lo cual, debido a la gran cantidad de fauna que hay, hace que sea fácil que algún animal se cruce por la carretera, especialmente entre el atardecer y el amanecer. De hecho, a lo largo de casi toda nuestra ruta nos encontramos con bastantes diablos de Tasmania atropellados por las carreteras. Nosotros tuvimos suerte y no sufrimos ningún percance, pero nos acordamos del susto que nos llevamos en nuestra ruta por los alrededores de Melbourne en 2009 cuando una tarde se nos cruzó un canguro y casi lo embestimos.
La mañana siguiente la dedicamos entera al Freycinet National Park. Comenzamos acercándonos al faro del Cape Tourville, desde donde hay una bonita panorámica.
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En la carretera que lleva hasta el faro vimos una señal de Sleepy Bay que no teníamos en nuestra lista, así que a la vuelta nos paramos en el aparcamiento y fuimos hasta esta pequeña bahía. Tuvimos que recorrer una considerable bajada hasta la playa (que evidentemente después tuvimos que subir). En la playa nos encontramos unas curiosas formaciones rocosas.
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Desde allí condujimos hasta la Wineglass Bay. Dejamos el coche en el aparcamiento e hicimos la caminata hasta el mirador. Fue una subida sin muchas complicaciones. Desde el mirador se contempla una gran playa de arena que forma parte de la bahía.
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Queríamos haber hecho una ruta más larga que venía en el folleto de las caminatas y que llegaba hasta la propia playa, pero allí nos encontramos con un cartel que decía que estaba cortada por unos desprendimientos, así que nos tuvimos que conformar con subir al mirador.
Nuestra última parada dentro del Freycinet National Park fue en Friendly Beaches. Nada más bajarnos del coche nos encontramos con un ualabí. Estuvimos contemplando un rato al animal y después nos acercamos a la playa. En ese momento el viento comenzó a azotar de lo lindo y empezó a llover, así que tuvimos que conformarnos con una rápida vista de la playa. Fue una pena, porque vimos unos delfines nadando bastante cerca de la orilla y nos hubiera gustado observarlos un rato más.
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A la salida del parque nos encontramos con un lugar llamado Devil’s Corner donde paramos a comer. Era una zona de viñedos con unos puestos de comida en los que nos tomamos unas fish and chips y un curry muy ricos. Además, desde ese enclave se puede contemplar una amplia panorámica de la zona, incluida una parte del parque.
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Tras la comida atravesamos esa parte de la isla de sur a norte hasta llegar a Launceston, la segunda ciudad más importante de Tasmania.
Antes de que anocheciese decidimos hacer otra caminata. Fuimos directos al aparcamiento desde el que comenzaba el recorrido. El paseo está enclavado en la reserva natural Cataract Gorge. La ruta consistía en caminar hasta una antigua estación eléctrica bordeando la garganta del río Esk.
Nada más comenzar la ruta dejamos a la derecha el puente que cruza al otro lado de la garganta. Fuimos caminando por el sendero que, aunque a veces resultaba un tanto estrecho, era bonito. En el sentido de ida, la vista del río y la garganta queda siempre a la derecha. 
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Para acceder a la estación eléctrica tuvimos que bajar 190 escalones y atravesar un puente similar al anterior. La vuelta se puede hacer por el mismo sitio o por el otro lado de la garganta, pero esa opción era más larga y requería subir muchos más escalones. Dada la hora que era, decidimos volver sobre nuestros pasos.
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Esa noche dormimos en el hotel Confort Inn de Launceston, una opción muy razonable en la ciudad.
A la mañana siguiente dimos un paseo por Launceston antes de continuar nuestra ruta. La ciudad no es especialmente bonita pero tiene una serie de edificios y lugares interesantes. Pasamos por delante de la fábrica de cerveza J. Boag & Son, donde se fabrica una de las dos cervezas más consumidas en Tasmania. El lugar estaba todavía cerrado, así que nos limitamos a ver el edificio por fuera.
Entre los edificios más representativos estarían el Albert Hall, la sala de conciertos más grande de Tasmania o el Tasmanian Flour Mills, la fábrica de harina más importante de la isla. Como puede verse, Launceston tiene una importante actividad industrial.
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Vimos también el edificio de Correos y una sinagoga hasta llegar a Prince´s Square. En esta plaza hay tres iglesias, aunque una de ellas ha sido reconvertida en sala de exposiciones.
Terminamos en el City Park, el parque más grande de la ciudad, que cuenta con una curiosa atracción: un grupo de macacos japoneses. Por supuesto, estuvimos contemplando un rato a estos animales; cuando nos cansamos nos fuimos al coche.
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De camino a nuestro siguiente destino hicimos dos paradas. La primera fue en Sheffield, un pequeño pueblo famoso en Tasmania porque todos los años celebra un certamen de murales. Lo curioso del asunto es que estos murales están expuestos por toda la ciudad. Algunos los pintan sobre muros de edificios, pero la mayoría están expuestos en soportes específicos.
En la oficina de turismo nos dieron un mapa con un recorrido para poder contemplar todos los murales. Al ser un pueblo pequeño, no tardamos demasiado. Había algunos con mucha chispa, aunque el que más nos gustó fue uno que ganó una edición anterior.
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​​Aprovechamos la parada para comer algo. Encontramos un sitio donde anunciaban scones caseros, así que no pudimos resistirnos y entramos a probarlos. Estaban ricos, pero los hemos comido mejores.
La segunda parada fue en Burnie. Allí nos detuvimos solamente en el Maker’s Workshop, un lugar que aglutina creadores y productores de la región de todo tipo de cosas, desde whisky o quesos hasta artesanía.
Nosotros nos concentramos en la zona de los quesos, donde estuvimos haciendo una cata. Aunque eran todos de vaca, hubo más variedad de la que podría pensarse. Aprovechamos el lugar para comprar un pequeño surtido de comestibles para cenarlos esa noche.
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Llegamos a Stanley por la tarde. Aunque el cielo estaba muy cubierto, decidimos hacer la excursión que teníamos prevista. En esta población hay una formación volcánica elevada de cima plana muy curiosa llamada The Nut; nosotros queríamos subir y recorrerla. Esta minúscula meseta se vislumbra desde lo lejos. Cuando llegábamos con el coche la pudimos divisar frente a nosotros. Teníamos reservado el alojamiento en un camping al pie del lugar, así que nada más dejar las cosas en nuestra cabina, nos fuimos para allá.
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Para subir hasta la cima hay un telesilla que a esas horas ya no estaba en funcionamiento. Tuvimos que usar nuestras piernas para ascender por unas rampas con un desnivel casi imposible. Es un camino en zigzag de poco más de 400 metros pero muy exigente. Durante la subida se van viendo unas vistas increíbles de Stanley y los alrededores. 
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Una vez hubimos llegado a la cima hicimos el recorrido de dos kilómetros que bordea The Nut. Hay unos cuantos miradores para contemplar las vistas y nos sorprendió que incluso se atraviesa un pequeño bosque. 
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La bajada también tuvo su miga, aunque no sudamos ni la mitad que con la subida. A pesar de ser una visita un tanto simple, fue uno de los lugares que más nos gustaron de los que visitamos en Tasmania.
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Una vez finalizada la pequeña excursión volvimos a nuestra cabina. Como llevábamos la cena que habíamos comprado en Burnie, ya no salimos. Nos libramos de la lluvia de milagro, porque mientras cenábamos en la cabina cayó un buen chaparrón.
Al día siguiente volvíamos a Hobart y finalizábamos el circuito por Tasmania. Hicimos una única parada en Table Cape, una meseta elevada con un cierto parecido a The Nut, solo que mucho más grande. En lo alto de esta meseta hay un faro y un campo donde cultivan tulipanes. Aparcamos el coche y caminamos hasta el faro. Si bien nuestra visita no coincidía con la época de floración, en el trayecto aún pudimos ver un bonito prado con flores. Fue una parada corta pero agradable.
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Era sábado y ese día de la semana instalan en Hobart el Salamanca Market, así que de vuelta al coche condujimos sin descanso hasta la capital con la esperanza de llegar a tiempo de verlo.
Como habíamos madrugado, al final nos sobró un poco de tiempo y llegamos antes de que empezasen a recoger los tenderetes. El mercado resultó ser principalmente de artesanía, ropa y regalos, aunque tenían una pequeña parte dedicada a la gastronomía. Estaba muy animado, como parece que sucede todos los sábados independientemente de las condiciones climáticas. 
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Una vez lo hubimos recorrido entero, nos compramos en un puesto unas hamburguesas de ualabí que resultaron muy ricas. Nos sentamos en unas mesas que había junto al parque adyacente a disfrutarlas.
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Tras la visita y la comida fuimos al alojamiento, donde dejamos el coche aparcado para salir a dar una vuelta. Como anocheció enseguida decidimos entrar en un pub a tomar unas cervezas. Tenían una chimenea funcionando, así que nos acercarnos y nos tomamos nuestras consumiciones tan ricamente junto al fuego.
Nuestro último día en Tasmania lo aprovechamos para dar una vuelta por Hobart, ya que el día anterior se nos había echado la noche encima y no nos había dado tiempo a ver casi nada. La verdad es que después del recorrido que hicimos, llegamos a la conclusión de que tampoco había demasiado que ver. Dimos una vuelta por el puerto; vimos algunos edificios históricos reseñables, como la oficina central de correos o el hotel más antiguo de Australia; pero la zona que más nos gustó fue Battery Point, el distrito más antiguo de Hobart. Las tranquilas calles de ese barrio están llenas de bonitas casas bajas. Destaca principalmente Arthur Circus, una pequeña plaza con un parque, en cuyo centro hay un columpio. No sabemos si la tranquilidad del lugar se debió a que era domingo o a que se trata de una zona eminentemente residencial, pero fue lo que más nos gustó de la ciudad.
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Volvimos al alojamiento a recoger el coche y nos fuimos al aeropuerto. Al final el recorrido que hicimos por Tasmania fue de poco más de 1 200 kilómetros.
Una vez devolvimos el coche de alquiler tomamos un avión hasta Sídney.
 
Sídney
 
Nuestra última etapa en Australia consistiría en tres días en Sídney. Al llegar al aeropuerto nos subimos en un shuttle bus que nos dejó en la puerta de nuestro alojamiento. Habíamos reservado una habitación pequeña (pero cómoda) en el hotel Challis. El hotel está situado en Potts Point, junto a Kings Cross, por lo que la ubicación era muy buena, ya que había un montón de sitios en los que comer casi a cualquier hora. Esa noche cenamos un roastbeef y nos fuimos a dormir.
Nuestro primer día de turismo en Sídney lo comenzamos paseando por el vecino barrio de Woolloomooloo. Sídney no tiene un centro ciudad al uso, aunque el distrito financiero puede ser considerado como tal. A esta zona la conocen popularmente como CBD (Central Business District). Ese distrito está lleno de rascacielos y demás edificios modernos, pero en los alrededores es muy fácil encontrarse pequeños barrios antiguos de casas bajas. El impronunciable Wollomooloo es uno de ellos. 
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Tras atravesar este barrio llegamos a la St. Mary’s Cathedral. Esta iglesia, la más grande de Australia, se encuentra junto a Hyde Park, donde comienza el CBD. Una vez allí, caminamos por sus calles pasando junto a la Sydney Tower y atravesando la Strand Arcade, una galería comercial acristalada llena de tiendas de marca.
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Salimos de la galería por el lado contrario y fuimos hasta el Queen Victoria Building. Este bonito edificio alargado de tres plantas está también lleno de tiendas de moda, cafeterías y bollerías delicatessen. 
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En el centro del edificio hay un piano en el que quien lo desee (y sepa) puede interpretar lo que quiera.
Continuamos atravesando el centro y pasamos por otra catedral, en esta ocasión la de St. Andrews. De ahí nos acercamos al Tumbalon Park, donde se puede contemplar una bonita panorámica del CBD. 
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Continuamos callejeando atravesando la zona de Pyrmont, otra barriada residencial de casas parecida a Woolloomooloo, hasta llegar al Sydney Fish Market. En nuestra visita a la ciudad en 2009 recordábamos la lonja de Sídney como un lugar pequeño donde comer pescado fresco. El pescado fresco sigue estando allí, pero el lugar es muy diferente a como lo recordábamos. Ahora hay muchos más sitios para comer, con muchos bancos para sentarse, y todo está lleno de letreros en chino, con dependientes chinos. Nos llamó mucho la atención la enorme cantidad de turismo chino que inunda la ciudad, que alcanza su máxima expresión en el Fish Market. Allí llegan en masa los autobuses para descargar a sus pasajeros, quienes copan todos los lugares. A pesar de la multitud pudimos hacernos un hueco y comer allí.
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Después de comer emprendimos el camino de vuelta por Darling Harbour. Pasamos junto al museo marítimo y llegamos hasta el puente Pyrmont. En vez de atravesar el puente bordeamos el puerto por completo. Nuestra visita coincidió con una convención de yates y embarcaciones de recreo, por lo que había un montón de ellas atracadas en el puerto. Como no teníamos intención de comprar ningún barco, continuamos bordeando el puerto y atravesamos el acuario.
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Proseguimos el paseo hasta la punta, donde vimos que había un pequeño parque llamado Barangaroo Reserve. Desde allí pudimos contemplar el Harbour Bridge.
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Decidimos que ya habíamos hecho suficiente turismo por ese día y optamos por irnos a tomar un cóctel. Emprendimos el camino de regreso al CBD atravesando Millers Point para ir a un local llamado The Barber Shop. El sitio está un tanto escondido, pero nuestra intuición hizo que lo encontrásemos. Allí nos tomamos un cóctel mientras le dábamos un poco de reposo a nuestras piernas, que lo agradecieron mucho.
Tras la pausa nos acercamos al hotel por Kings Cross. Cenamos en un pequeño local de comida griega que nos gustó mucho.
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El segundo día en Sídney lo comenzamos bordeando la bahía de Woolloomooloo para llegar a la silla de Mrs. Macquarie’s. Nada más dar la curva junto a la silla donde esta dama se sentaba a observar el paisaje, se obtiene una de las mejores panorámicas de la ciudad: se ve el icónico edificio de la ópera y detrás el Harbour Bridge. También goza de una espléndida vista del CBD.
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Como llegamos pronto, apenas había turistas, así que pudimos hacer unas cuantas fotos con tranquilidad. Cuando decidimos que ya teníamos suficientes imágenes atravesamos los Jardines Botánicos y nos dirigimos hacia la ópera. En nuestra visita de 2009 hicimos un tour guiado por el interior, así que en esta ocasión nos conformamos con deambular por el exterior.
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Seguimos bordeando el agua y llegamos hasta Circular Quay, la principal terminal de transbordadores de la ciudad. Es increíble observar el trasiego de embarcaciones que no paran de llegar y de salir de este lugar.
Continuamos nuestro camino hasta The Rocks, el barrio desde donde sale el puente para atravesar la bahía que conecta la zona norte con la zona sur de la ciudad. Tuvimos que pasar por debajo de una parte del puente hasta llegar a las escaleras que acceden al propio puente. Las subimos y lo atravesamos. La vista de arriba es también muy espectacular, especialmente de la ópera.
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Una vez en el otro lado bajamos hasta Milsons Point para observar la vista desde ahí. Ese día fue probablemente el que más fotografías hicimos durante las seis semanas que duró nuestro viaje.
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Esa noche teníamos una reserva en Rockpool Bar & Grill. Pensamos que Sídney podía ser un buen lugar donde probar algún restaurante con un cierto interés gastronómico; escogimos este por ser el buque insignia del famoso cocinero local Neil Perry.
Antes de ir a cenar nos pasamos por Bulletin Place a tomar un cóctel. Este local nos encantó. Tienen una amplia carta de cócteles clásicos, pero lo mejor es la carta de cócteles del día. Son cinco creaciones propias que van cambiando casi a diario y la verdad es que nos parecieron las cinco muy interesantes. Nos decidimos por dos, que resultaron dos cócteles exquisitos. Desde luego si viviéramos en Sídney seríamos parroquianos de este lugar.
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Terminamos el día en el restaurante que comentábamos anteriormente. El lugar era muy curioso, porque parecía el hall de un hotel. Estaba todo muy bien decorado, aunque lo encontramos un tanto escaso de luz. La cena no estuvo mal, aunque la relación calidad/precio no fue muy allá, pues fue todo un poco caro. 
Nos quedaba un día más en Sídney y ya habíamos revisitado todo lo que nos habíamos propuesto, así que nuestro último día en la ciudad lo empleamos en recorrer sitios por los que no habíamos transitado.
Comenzamos paseando por Oxford Street y llegamos hasta Taylor Square, en lo que se considera la zona gay de la ciudad. A esas horas no había ningún tipo de ambiente, como era de esperar. Continuamos paseando por Surry Hills y llegamos hasta la estación central. Coincidimos con la llegada del Indian Pacific, un tren mítico que recorre el país de sur a norte atravesando todo el desierto del Outback.

​Junto a la estación se halla Chinatown. Fuimos al Paddy’s Market, un descomunal bazar de productos chinos que tenía también una pequeña parte de alimentación.
Al lado de este mercado está The Goods Line, una pequeña avenida elevada peatonal llena de vida. El edificio más característico de ese lugar es el Dr. Chau Chak Wing Buildind, popularmente conocido como The Brown Paper Bag.
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Por la tarde volvimos al edificio de la ópera. Habíamos visto que había un espectáculo de luz en uno de sus laterales y queríamos verlo. Se trataba de alguna manera de pasar nuestras últimas horas en Sídney junto al edificio más emblemático de la ciudad.
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Vimos el atardecer desde allí, aunque todavía tuvimos que esperar un buen rato hasta que por fin pusieron en marcha el asunto. Fue una sucesión de imágenes en movimiento bastante bonita.
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Después hicimos alguna que otra fotografía nocturna con el trípode y nos retiramos a nuestro hotel a descansar, que el día siguiente teníamos un viaje muy largo.
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