Sudáfrica
Garden RouteAterrizamos en Port Elizabeth a mediodía, recogimos el coche que habíamos reservado previamente y que mantendríamos hasta el final de nuestro viaje, y fuimos a visitar la ciudad. Port Elizabeth no es una ciudad especialmente bonita, menos desde que alguien decidiera que una macro-autopista elevada atravesara la zona del centro y el puerto. Aún así, estuvimos más de una hora paseando. En el centro destacan los edificios del ayuntamiento y la biblioteca pública; de ahí caminamos hacia castle hill, donde vimos el Fort Frederik por fuera; continuamos hasta Donkin Reserve, plaza en lo alto de la ciudad donde se encuentran el Edward Hotel, el Faro de Donkin y la Donkin Street, donde hay una curiosa hilera de casas. Cuando terminamos nuestro paseo volvimos al coche y al intentar salir de la ciudad tuvimos serios problemas por culpa de la maldita autopista elevada. Finalmente pudimos engancharnos en la dirección correcta, y nos dirigimos a la Garden Route, una carretera que circula cercana al mar y que recibe su nombre por estar toda ella rodeada de zonas verdes y parques naturales. Decidimos ir a dormir a Storms River Village y empezar nuestras excursiones al día siguiente. Encontramos un bed & breakfast que lo ponían bastante bien, y tenían disponibilidad y nos daban además de cenar, así que no lo dudamos y nos quedamos. Esa mañana habíamos comprado una botella de vino sudafricano, y muy amablemente nos dejaron beberla durante la cena. La cena consistía en un buffet malayo, comida al parecer muy presente en Sudáfrica debido a la importante inmigración procedente de Malasia. Así que disfrutamos de una agradable velada, junto al calor de la chimenea, con nuestra botella de vino de la tierra y nuestro buffet malayo.
Una vez dejamos atrás el impronunciable parque recorrimos la carretera de Natures Valley, que descendía por una acusada pendiente hasta un pequeño pueblo situado junto al mar. El pueblo estaba compuesto por unas cuantas casas que tenían la pinta de ser bastante exclusivas, pero en el que no había mucho más que ver.
Nuestra siguiente parada fue en un lugar llamado Birds of Eden, que es lo que podríamos denominar un zoo de pájaros. Ellos lo llaman santuario, pero no es más que un enorme recinto cerrado con unas mallas, que está lleno de vegetación y donde multitud de pájaros de diferentes especies se dedican a piar, volar y demás cosas que hagan los pájaros. Hay una pasarela que recorre toda la zona, y cada pocos metros hay unos recipientes con pipas y frutas cortadas donde los pájaros van a picotear. Fue una atracción divertida en la que estuvimos más de dos horas, ya que pudimos ver enormes cantidades de pájaros diferentes, la mayoría con unos colores espectaculares. Sin duda es una atracción para niños y para los que no lo somos tanto.
Tras esta visita atravesamos Plettenberg Bay, donde paramos a comprar alguna viandas, y continuamos hasta Robberg Nature Reserve, espectacular península junto a Plettenberg Bay. Habíamos leído en la guía que en Robberg se podían hacer tres caminatas circulares para recorrer la península, llamadas 1, 2 y 3, cada una más difícil y larga que la anterior. Una vez atravesamos la garita de entrada a la reserva llegamos a un aparcamiento donde ya no se podía continuar con el coche: allí debíamos decidir qué ruta hacer. Como había merenderos, empezamos comiéndonos los víveres que habíamos comprado en el supermercado de Plettenberg Bay.
Decidimos optar por la 2, ya que hacía un viento muy fuerte y no queríamos eternizarnos en esa zona. El sendero muchas veces no fue tal, y había que caminar sobre piedras constantemente, aunque el camino estaba indicado en todo momento.
A mitad de camino pasamos de las piedras a una enorme explanada llena de arena de playa por la que tuvimos que bajar hasta la altura del mar. Y el camino de vuelta fue sin duda el más duro, porque era también de piedras, pero más puntiagudas que las primeras y con las olas del mar chocando al lado.
Conseguimos terminar la ruta sanos y salvos y sin mojarnos. Fue una caminata intensa y divertida, por una zona agreste muy espectacular, con el viento y el mar encrespado y olas por todas partes. Además vimos una enorme colonia de focas a lo lejos.
Esa noche llegamos a dormir a Knysna. Preguntamos en un par de bed & breakfast, que estaban llenos, y al final nos quedamos en un céntrico hotel que, sin ser nada del otro mundo, al menos el precio era muy económico. Esa noche fuimos a cenar al 34 South, curioso deli-restaurante-tienda de vino y delicatessen, situado en el Waterfront, donde comimos dos pescados de los que no habíamos oído hablar en la vida y que resultaron estar muy apetitosos.
El día siguiente amaneció lloviendo, así que decidimos dar una vuelta por Knysna con el coche. La ciudad está situada junto a una laguna de aspecto pantanoso. En dicha laguna hay dos islas, Thesen Island y Leisure Island. Nosotros estuvimos dando una vuelta por Leisure Island, que tenía aspecto de ser un tanto elitista, y después nos acercamos a The Heads, que es una zona elevada que se encuentra en la desembocadura de la laguna al mar. Desde allí arriba pudimos ver una bonita, aunque lluviosa, vista de toda la laguna y la ciudad con sus dos islas.
Como seguía haciendo un día muy desapacible, continuamos con el coche y fuimos hasta las vecinas Brenton on the sea y Belvidere Village. En esta última no está permitido el paso a vehículos no residentes, así que dimos media vuelta y seguimos nuestro camino, porque no estaba el día para andar dando paseos.
A esas alturas de viaje necesitábamos urgentemente hacer la colada, así que cuando a nuestro paso por George vimos una laundry abierta no lo dudamos y paramos. Tuvimos ciertos problemas para encontrar cambio para la lavadora y la secadora, pero finalmente pudimos limpiar todo nuestro vestuario; así tendríamos ropa limpia hasta el final del viaje. Aprovechamos para comer en George antes de continuar hacia las Cango Caves, que era el siguiente punto que queríamos visitar. Pero tuvimos la mala suerte de que la carretera que iba hacia allí estaba cortada, y había que dar un rodeo enorme para llegar. Según la guía, las cuevas cerraban a la cuatro, y no creíamos poder llegar a tiempo. Tuvimos un momento de indecisión, sin saber qué hacer, si arriesgarnos o no, pero finalmente optamos por la opción segura, que fue no arriesgarse y continuar nuestro camino en dirección a Hermanus. Así que con un poco de pena, porque nos hubiera gustado ver las cuevas, continuamos nuestro camino. |