Rumania
Maramures-Moldavia Maramures
Como todavía no era muy tarde, decidimos hacer unos cuantos kilómetros más hacia nuestro próximo destino, Sapanta, al norte de Rumania y junto a la frontera con Ucrania. Nos adentrábamos en la provincia de Maramures, al norte del país, la zona más rural de Rumania. Decidimos parar a dormir en Baia Mare, y dimos con una pensiune que tenía las habitaciones decoradas como si de una casa de citas se tratara. Como era tarde y el precio era bastante razonable, decidimos quedarnos. Esa noche cenamos una pizza que estaba bastante decente; y es que en general, las pizzas que comimos en Rumania estuvieron bastante bien. A la mañana siguiente, como la ciudad no parecía que tuviera nada especialmente interesante, continuamos nuestra marcha hasta que llegamos a Sapanta. Se trata de un pequeño pueblo que no tendría cabida en ninguna guía de viajes si no fuera por su curioso cementerio: está plagado de lápidas de madera talladas a mano, en las que hay un dibujo de algún aspecto importante de la persona enterrada, seguido de unas cuantas palabras que homenajean al susodicho o susodicha, todo ello desde un punto de vista humorístico; de ahí el nombre: el Cementerio Alegre. Tuvimos la fortuna de ir a verlo el Domingo de Ramos, y pudimos observar como prácticamente todo el pueblo estaba en la zona escuchando la misa que se ofrecía en la iglesia del cementerio, en la que tanto hombres y niños como mujeres y niñas vestían un traje suponemos que típico: ellos con chaleco y sombrero y ellas con falda de flores y un pañuelo en la cabeza que era o negro o también de flores. Estaban todos reunidos: todas las mujeres en el recinto del cementerio, y todos los hombres fuera. En un momento dado, entraron todos los hombres y tras un periodo corto de tiempo, salieron todos juntos poniendo cada uno rumbo a sus casas. Fue muy original, pero nos sentimos un tanto intrusos, ellos con su celebración especial de Domingo de Ramos, y nosotros con nuestra cámara haciéndole fotos a las lápidas.
Una vez se dispersaron continuamos nuestra ruta, porque en Sapanta no había nada más que hacer. Paramos en la vecina Sighetu Marmatiei, donde entramos al Memorial de las Víctimas del Comunismo, museo situado en lo que era una de las prisiones más opresivas de la Rumania comunista. Entre sus muros murieron torturados una gran cantidad de intelectuales rumanos durante la década de los años 50. El edificio tiene varias plantas llenas de celdas, y en cada celda puede verse mucho material de todo tipo de la época. Los carteles están todos en rumano, pero la simpática mujer de la entrada reparte una guía en inglés o francés en la que viene todo muy bien explicado y que hay que devolver a la salida. Como se puede uno imaginar, es un sitio bastante sobrecogedor, pero cultural e históricamente muy interesante.
Una vez finalizamos la visita al museo, comimos algo y continuamos nuestra ruta, ya que no nos dio la sensación de que en Sighetu Marmatiei hubiese mucho más que ver. Pusimos rumbo hacia la región de Moldavia rumana. Para ello tuvimos que atravesar toda la provincia de Maramures, abarrotada de pequeños pueblos en los que era muy habitual encontrar las típicas personas mayores sentadas en bancos o piedras junto a la carretera, simplemente viendo pasar los coches y suponemos que charlando de sus cosas. Las carreteras por esa zona fueron un auténtico suplicio, así que entre los pueblos y el estado del firme, pasamos una tarde al volante muy amena. Moldavia rumana Esa noche dormimos en Vatra Dornei, ciudad de alojamiento de montaña que daba la sensación de haber vivido tiempos mejores. A la mañana siguiente comenzamos nuestro itinerario por las Iglesias pintadas de Bucovina, patrimonio de la humanidad por la UNESCO, y una de las principales atracciones del país. Se trata de unas iglesias, cada una de ellas situada dentro de un monasterio, que tienen sus muros por dentro y por fuera completamente pintados de escenas bíblicas. Los interiores de todas estas iglesias se han conservado muy bien, pero algunas zonas de los exteriores no tanto. Comenzamos por el monasterio de Moldovita; continuamos con el de Sucevita, que es un monasterio-fortificación; después pasamos por Arbore, que en realidad es una iglesia que no pertenece a un monasterio, y que fue la peor conservada de todas; seguimos por el monasterio de Humorului, y acabamos por el de Voronet. Aunque la distancia entre los monasterios no es muy grande, y se visitan con cierta rapidez, el desastroso estado de las carreteras que conducen a algunos de ellos hizo que tuviésemos que dedicarle casi todo el día a visitarlos.
En ese momento vimos que llevábamos dos días de adelanto con respecto al cálculo aproximado que habíamos hecho antes de salir, así que decidimos alargar la ruta un poco y desplazarnos hasta algún sitio que no estaba inicialmente previsto. Así fue como esa noche acabamos durmiendo en Iasi, antigua capital de Moldavia y muy cerca de la República del mismo nombre. Llegamos de noche, y encontramos un hotel de cuatro estrellas de estilo señorial que tenía muy buena pinta. Entramos a preguntar el precio de la habitación, y nos dijeron que costaba la desorbitada cifra de 60 euros, desayuno y parking incluidos. Decimos desorbitada, porque comparado con los precios que estábamos pagando hasta ese momento por los alojamientos era una cifra muy superior, pero también es cierto que generalmente dormíamos en pensiune y esto era un hotel de cuatro estrellas en todo su esplendor. Por supuesto, nos quedamos con la habitación.
Al día siguiente dimos una pequeña vuelta por la ciudad. El edificio más destacable de Iasi es el Palacio de Cultura, situado en una plaza en la que se encuentra también una escultura ecuestre y una bonita iglesia de estilo bizantino. El resto de las supuestas zonas o monumentos turísticos o estaban siendo reformados y se encontraban por tanto cubiertos de andamios, o simplemente no nos parecieron reseñables. Como ese día íbamos sin itinerario definido, encontramos en la guía una ruta sugerida por la cercana zona de Neamt, así que nos fuimos para allá. Comenzamos visitando Piatra Neamt, que posee una plaza bastante bonita que se comunica por unas escaleras con un parque que estaba realmente animado, y que es el centro de la ciudad. Continuando con la ruta propuesta por la guía, visitamos los monasterios de Varatec y Agapia, y llegamos a Targu Neamt, donde se encuentra Cetatea Neamt, antigua fortificación restaurada. El acceso hasta la fortificación es muy original: después de subir una empinadísima cuesta caminando, se llega hasta la caseta donde se paga la entrada, y desde ahí se va por una pasarela sujeta por enormes pilares que llegan hasta la fortificación.
Terminamos las visitas del día con otros tres monasterios: Neamt, Secu y Sihastria. Los monasterios tenían siempre una forma muy similar: una construcción cuadrada con un enorme patio en el interior, en medio del cual se halla la iglesia. Y en general están todos muy bien restaurados.
De ahí pusimos rumbo al lago Izvorul Muntelui, enorme embalse junto a Bicaz, que se notaba que había descendido una barbaridad su nivel. La sinuosa carretera que bordea el embalse ofrece unas vistas espectaculares de la zona. Como ya estaba anocheciendo buscamos un alojamiento, y encontramos un hotel de carretera junto al embalse en el que batimos el record: pagamos 18 euros por una habitación doble con baño (sin desayuno, claro). Para haber sido un día improvisado fuera del itinerario previsto nos pareció que vimos lugares que bien merecían la pena una visita.
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