los viajes de juanma y carol
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Bryce Canyon-Zion

The Wave

A la mañana siguiente madrugamos muchísimo, porque habíamos calculado unas cuatro horas para toda la excursión a The Wave, y suponíamos que iba a hacer mucho calor y no habría sombras por el camino, así que no queríamos andar por la zona a las horas de más bochorno.

El día anterior, una vez se hubieron marchado las personas que no habían tenido la misma buena suerte que nosotros y otros ocho, nos explicaron cómo llegar a The Wave. Nos dieron dos hojas grapadas en las que había un pequeño mapa de curvas de nivel, y una pequeña explicación con fotos: se dejaba el coche en el aparcamiento y desde ahí se debía caminar por un sendero, hasta que un punto determinado se salía del sendero y había que buscar las panorámicas con las fotos de las hojas para ir siguiendo el camino. Una vez en The Wave, la vuelta había que hacerla recordando por donde se había pasado a la ida. Es posible que no esté muy bien explicado, pero es que la explicación que nos dieron no era mucho mejor. Así que el asunto tendría un pequeño aliciente extra: la posibilidad de perderse en medio de ninguna parte. Algún avispado habló de la opción de llevarse móvil, pero la ranger que nos estaba dando las explicaciones dijo que no había cobertura en ningún punto de la ruta.
Siguiendo las instrucciones, condujimos hasta el aparcamiento, donde nos encontramos con cinco personas que, al igual que nosotros, habían sido afortunados el día anterior, y comenzamos los siete la caminata. Parecíamos la Comunidad del Anillo en busca de nuestro tesoro (The Wave). Al igual que en la historia de ficción, llegó un punto en que nos separamos. Nosotros íbamos un poco más deprisa que ellos y poco a poco les fuimos perdiendo por detrás. Una vez se acabo el sendero, miramos la primera fotografía para ver si se parecía en algo al paisaje que estábamos viendo. Y efectivamente, así era. Así que continuamos nuestra marcha, sin ir dejando miguitas de pan por el camino pero fijándonos en todo, ya que nada estaba indicado. Caminamos sobre piedras, sobre arena de playa, e íbamos pasando por los distintos puntos fotografiados en nuestras hojas, hasta que finalmente lo alcanzamos.
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La zona es bastante curiosa, aunque más pequeña de lo que habíamos imaginado. Es una formación rocosa my especial, de la que no podemos dar muchos datos porque no somos geólogos. Tenía un color entre rojo y naranja muy característico.
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Allí nos encontramos con tres personas que habían madrugado más que nosotros y que cuando llegamos emprendían el camino de regreso, así que durante un buen rato pudimos disfrutar de la zona completamente solos. Según leímos en un cartel a nuestra vuelta, esa zona se formó hace unos 200 millones de años.
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Aprovechamos que en The Wave había unas cuantas sombras para descansar. Tras esto, iniciamos el camino de vuelta, que fue más sencillo de lo que habíamos pensado. A nuestra vuelta nos encontramos con el grupo de cinco con el que habíamos iniciado el recorrido, y nos comentaron que durante un buen rato se habían perdido. Les quedaba todavía un buen trecho, así que la excursión completa les iba a durar bastante más de la cuenta.
La distancia total de ida y vuelta fue un poco menos de diez kilómetros.

El hecho de que solamente veinte personas cada día puedan disfrutar de este sitio hace que nos sintamos un tanto privilegiados por haber podido disfrutar del lugar.
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Una vez en el coche, continuamos con nuestro itinerario y pusimos rumbo a Bryce Canyon National Park. En el camino paramos en Kanab, ya en el estado de Utah, donde dimos cuenta de una buena comida, porque a pesar de que durante la caminata nos habíamos alimentado, teníamos hambre.
Después de la comida nos entró un sopor enorme a ambos, así que como ninguno nos sentíamos con ganas de conducir, buscamos una sombra de un árbol que nos cobijara y nos echamos un sueño muy majo.
Una vez hubimos descansado un poco, continuamos conduciendo.

Bryce Canyon National Park

A nuestra llegada al parque Bryce Canyon fuimos hasta el final de la carretera. La idea era ir parando en todos los miradores hasta que se hiciera de noche. Comenzamos por el Rainbow Point, continuamos por el Yovimpa Point, siguiendo por el Black Birch Canyon, Ponderosa Canyon, Agua Canyon, Natural Bridge, Farview Point (donde caminamos hasta el Piracy Point), y Swamp Canyon.
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Las vistas desde todos los miradores eran relativamente parecidas, pero tras esta última le tocó el turno a los miradores del Bryce Amphitheater, y eso ya fue otra cosa. Merece la pena ver este parque aunque solamente sea por disfrutar del Bryce Amphitheater desde cualquiera de sus miradores.
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Los visitamos todos: Bryce Point, Inspiration Point, Sunset Point y Sunrise Point. Al igual que en los anteriores, la vista desde los diferentes miradores del anfiteatro no es muy distinta, pero desde todos ellos es sencillamente espectacular. La zona está compuesta principalmente por unas extrañas formaciones rocosas llamadas Hoodoos. Se trata de columnas de piedra que parecen chimeneas y que tienen en su cima la roca más resistente a la erosión. Los dos lugares más famosos del mundo en los que se dan estas formaciones son en Turquía, en la región de Capadocia, y en el parque Bryce Canyon.
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En este parque teníamos intención de hacer una caminata, pero como ya empezaba a atardecer decidimos dejarla para el día siguiente por si no nos daba tiempo a hacerla entera antes de que anocheciera, no fuese que nos sucediera como en Grand Canyon, porque aquí no teníamos autobús que nos llevase de vuelta al principio.
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Una vez visitamos todos los miradores emprendimos la marcha hacia Tropic, pequeño pueblo bastante cercano al parque en el que habíamos reservado una cabaña, que resultó ser fantástica. Cenamos en el restaurante del mismo sitio y nos fuimos a descansar, que había sido un día muy duro.
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A la mañana siguiente, después del desayuno, volvimos a Bryce Canyon para hacer la caminata. En varios foros habíamos leído una que recomendaban, que también lo hacía nuestra guía, así que no lo dudamos.
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Aparcamos en Sunset Point y comenzamos haciendo el Navajo Loop Trail: se trata de un descenso lleno de curvas en forma de “s” muy pronunciado. La gente que lo estaba subiendo llevaba en general una cara de cansancio enorme, y eso que era por la mañana temprano.
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Continuamos caminando por el sendero, y al llegar al cruce de senderos, continuamos por el Queens Garden Trail hasta que este se une con el Rim Trail, que nos llevó de nuevo al punto de partida, el Sunset Point. Lo mejor de la caminata fue sin duda la posibilidad de pasear entre los hoodoos, y verlos desde muy cerca. Algunos eran realmente increíbles. Por supuesto, el final fue en ascensión, pero de una forma constante y mucho más suave que el inicio. Junto con alguna del Arches National Park, esta caminata fue una de las que más nos gustó de todo nuestro viaje.
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Zion National Park

De ahí fuimos a otro parque, el Zion National Park. Una gran parte de Zion está cerrado al tráfico privado (al menos durante el verano) y se recorre en autobuses gratuitos que pasan con bastante asiduidad. Por ese motivo habíamos reservado una habitación en un hotel en Springdale, que es la población más cercana a la entrada. De hecho, el hotel se encontraba a un minuto escaso caminando hasta la parada del bus. Así que una vez hicimos el check-in y nos encontramos con una magnífica habitación (que nos había costado un ojo de la cara), comimos algo y nos fuimos a visitar el parque.
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El parque de Zion es un cañón producido por el río North Fork Virgin. A diferencia del Gran Cañón, el parque de Zion se visita a la altura del río y no desde lo alto del cañón, aunque también hay senderos que van hasta arriba.
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Fieles a nuestro estilo, comenzamos el parque por el final. Nos bajamos en la última parada del recorrido, Temple of Sinawava, que es donde se encuentra The Narrows, la zona más famosa del parque. En The Narrows se puede caminar por el lecho del río. El problema que nos encontramos es que había llovido mucho los días anteriores, y no estaba permitido caminar por el río por ser peligroso. A decir verdad, solamente pensábamos caminar un poco, así que no nos supuso ninguna decepción.
Volvimos al autobús y nos bajamos en Angels Landing, donde subimos hasta Weeping Rock, enorme roca sobre la que cae una pequeña capa de agua. Tras esto, continuamos hasta la parada de Zion Lodge, único alojamiento en el interior del parque. 
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Allí hicimos la caminata hasta las Emerald Pools, donde nos mojamos un poco, pero no nos importó porque hacía calorcillo. Y con eso dimos por finalizada la visita. A decir verdad, después de haber visto los parques que veníamos de visitar, Zion nos pareció el menos interesante de todos. Estuvo bien ir por la zona del río y ver los acantilados desde abajo, pero tampoco nos pareció sublime.

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